Lotfi Akalay
«Los intelectuales estamos entre el martillo y el yunque»
Alejandro Luque
Menudo, de aspecto frágil y mirada aguda, Lotfi Akalay pide disculpas antes de comenzar la entrevista por su mal español. De hecho, ha pedido a su hijo Salim que esté presente, por si se requiere alguna traducción. Pero al cabo de un instante queda de manifiesto que su español es fluido y correctísimo. “Aprendí el español muy pronto, no en la escuela, sino en la calle, jugando con otros niños. Tánger era, como se sabe una ciudad internacional, pero los ingleses, los alemanes, los franceses, los italianos, habían venido siempre como dominadores. Sólo los españoles, que llegaron huyendo de su guerra, vinieron como vencidos. Y con ellos no hubo jamás una frontera”.
Akalay, tangerino de 1943, se dio a conocer en España con una novela, Las noches de Azed (Salamandra), donde parecían converger el espíritu de Las mil y una noches y la mirada de un avezado sociólogo. Para los lectores marroquíes, se trata también del autor de una biografía de su ilustre paisano, el viajero Ibn Batuta, y también de ácidos artículos en publicaciones como Femmes du Maroc. Además, ha creado una agencia de viajes, Calypso, que actualmente dirige Sami.
¿Qué es más difícil en Marruecos, ser escritor o ser empresario?
Empresario, mucho más. Para poder trabajar debe respetar la ley, todas las leyes. En cambio, el escritor no está sujeto a nada, va por libre.
Muchos piensan que, precisamente, ser escritor consiste en ponerse siempre frente al poder.
Hay de todo.Unos lo hacen, otros no…
¿Usted en qué bando se sitúa?
Antes estaba contra Hassan II, ahora no. Mohamed VI tiene otra manera de hacer las cosas y sobre todo de relacionarse con nosotros, los intelectuales. Le gusta la pintura, los artistas… Su padre era en cambio un animal político.
¿En el peor sentido?
Sí, un profesional de la política, con todo lo bueno y lo malo que eso conlleva. Cuando se sentó en el trono, Hassan II tenía muchos enemigos, por todas partes. La oposición era muy fuerte, los sindicatos, los estudiantes, la policía, todos estaban contra él. Y se dedicó a aplicar el divide y vencerás. Fueron 40 años de batallas, en cada uno de esos sectores. Luego, dos o tres años antes de morir, como si intuyera que debía dejar la plaza limpia para su heredero, llamó a la izquierda, nombró primer ministro a Youssoufi, abrió la libertad de prensa. Marruecos dio un gran paso adelante, y preparó el terreno para su hijo. Y a Mohamed VI le gusta mucho Tánger, es su ciudad preferida. La primera visita oficial la hizo aquí, antes incluso que a Casablanca o Rabat. Todo el mundo le quiere aquí…
¿Se conocen sus gustos literarios?
No, la verdad, no sé lo que leerá.
Volvamos a la empresa. El hecho de fundar una agencia de viajes, ¿es un homenaje a Ibn Batuta, el primer turista marroquí?
¡Del mundo! En el siglo XIV había mucha gente que viajaba, Colón, Marco Polo… Pero cada uno lo hacía por su profesión, eran exploradores, comerciantes… Ibn Batuta no tenía un objetivo concreto, viajaba por el amor de viajar.
En su libro, pone de relieve el hecho misterioso de que sepamos la fecha de nacimiento de Ibn Batuta, y no la de su muerte… Parece un modo de no morirse nunca.
Tengo una idea sobre la sociedad marroquí de aquella época. Él nace en 1304 en Tánger, conocemos todos los detalles de su nacimiento. ¿Cómo es posible, pues, que 60 años más tarde ese hombre muera y no se sepa nada al respecto? Mi teoría es que en ese tiempo hubo un terrible retroceso cultural en Marruecos, y no había gente que supiera escribir, sencillamente no hubo quien consignara ese fallecimiento. Es un drama.
¿Cómo llegó usted a ser columnista de Femmes du Maroc? ¿Se considera feminista militante?
Soy feminista, por supuesto, pero hay algo que me convence más. Soy filogene, que es lo contrario a misogene, y creo que me llamaron como tal. También creo que querían un hombre de servicio, y yo lo fui. Fui el macho de servicio en un mundo de hembras. Y fue un placer trabajar con ellas, escribiendo siempre con la máxima libertad.
¿Es el humor su arma favorita?
No crea que es un arma, es una protección contra las armas de los demás. Es un escudo. No practico la agresividad, pero me defiendo de un modo fundamentalmente práctico. No me gustan los insultos, la pelea, el conflicto armado.
Usted creó el término “barbuda” (les barbettes) para hablar del desarrollo del integrismo en Marruecos. ¿Sigue creciendo el pelo en este país?
Antes de contestar, le diré que los intelectuales marroquíes tenemos un problema, y es que estamos entre el martillo y el yunque. Tenemos un enemigo interior y no somos comprendidos por los intelectuales del exterior. Por ejemplo, en las noticias se dice que habrá una manifestación en Siria mañana, día del rezo. Nosotros no decimos que haya una manifestación en Madrid el domingo, día de ir a misa. No se hace un esfuerzo para comprender lo que pasa en los países musulmanes, en Marruecos.
¿Quiere usted decir que en estos países todo se vincula a la religión?
Sí, es como todo lo que se dice de la cuestión del velo. El velo es para muchas mujeres una condición para que puedan salir a la calle y trabajar con los hombres. Hace 50 años no había velo y ninguna trabajaba, se quedaban en casa, tras un velo de cemento. Ahora tenemos un velo de tela: no deja de ser un progreso. Si una mujer quiere salir sin velo, sus padres se lo prohíben. Por eso prefiere ponérselo antes de quedarse encerrada.
Pero esa situación, por suerte, está abocada a cambiar.
Ésa es la situación actual, no sabemos que pasará dentro de 10 o 20 años. Puede ser mejor o peor, para qué vamos a hacer adivinación. El problema para mí no son las mujeres, sino los hombres: los barbudos son enemigos de la libertad, del progreso, y son sobre todo intolerantes. Dicen que el islam es la última religión, por eso es la mejor. Yo soy el último de mis hermanos, pero no soy el mejor. Ellos defienden que todo lo que preguntes tiene su respuesta en el Corán, por eso no tenemos necesidad de pensar. Pensar es para ellos un gesto contra el Corán, por eso pretenden prohibirlo. Ese espíritu hace mucho daño a los países musulmanes. El islam liberal de ahora es un islam con poco islam.
Como el café descafeinado…
Sí, eso es.
¿Han subido los barbudos en los últimos años en Marruecos?
Pienso que sí. Políticamente, como en Turquía, los hay muy liberales, amantes de la democracia y los Derechos Humanos. Pero también están los otros, los que están prohibidos, que rechazan al Rey como comandante religioso y aseguran que la democracia no viene del pueblo, sino de Dios. Pero la función oficial del Rey no es ser el jefe de los musulmanes, sino de quienes creen en Dios, la “gente del Libro”. No puede hablar a los budistas, pero sí tiene la responsabilidad de judíos, cristianos y musulmanes. Cuando en 1940 Francia estaba gobernada por los nazis, le ordenaron la lista de todos los judíos marroquíes, el Rey responde: no puedo hacer eso, también soy el representante de ellos.
¿De dónde viene, pues, el éxito de los integristas?
De los problemas económicos, del paro, de la pobreza. Hay otras muchas causas: la ignorancia, el analfabetismo… Y la facilidad de sintonizar la televisión de los países árabes, las 24 horas del día. Así están entrando los wahabíes, una de las corrientes más duras, que nada tienen que ver con nuestra cultura.
A propósito de su novela Las noches de Azed, me preguntaba cómo ha evolucionado la sexualidad en Marruecos.
Cuando estoy con los amigos, todo el mundo habla de erotismo, y a mí me gusta escuchar. De esa experiencia hice mi libro. La relación sexual aquí, entre hombre y mujer, es como la del cazador y la presa. Es una lucha. Dicen: “He vencido a esa mujer”. Es una confrontación ésa es la verdad.
¿Sucede igual entre la gente más joven?
No te lo sabría decir, ya no soy joven. Debería responder mi hijo.
Salim: Yo también soy viejo para los jóvenes, tengo 35 años [risas]. Pero las cosas han cambiado mucho con Facebook e Internet, lo tienen más fácil. Veo jóvenes besándose en la calle, o agarrándose. Hay nuevos comportamientos que yo no veía en mi época.
Y la mujer, ¿sigue actuando como presa, o ha aprendido a cazar? Lo digo porque en su novela la mujer no es sólo un elemento pasivo…
En general, en todo el reino de los seres vivientes, el inferior tiene más cualidades que el superior. En el Reino Animal, el hombre era el más débil, no tenía olfato, no podía volar… Tuvo que desarrollar su mente para sobrevivir. La mujer tiene que ser mejor que el hombre para sobrevivir. En Irán han puesto un límite en las universidades, porque tienen ya más diplomas que los varones. No es genético, es una cuestión de posición.
Leo uno de sus artículos: “El cannabis nunca ha matado a nadie pero ¿cuándo confiscarán los aduaneros un cargamento de misiles en vías de ser exportado a un país hundido en la miseria?” Imagino que usted estaría encantado de prohibir los misiles… ¿y legalizaría el cannabis?
Por supuesto. El cannabis es una manera de vivir, pero eso no quiere decir sobredosis, ¡eso es cosa de hippies! Aquí todo el mundo fuma por la mañana una vez, y otra antes de dormir. Lo prefiero a quien fuma cigarrillos. Hablar de esto me dan ganas de fumar [se levanta a buscar su tabaco].
“Cuando los españoles y los franceses nos abandonaron, un poco pronto, nos hemos dado prisa para nacionalizar la corrupción y la represión”. Usted no tiene en muy alta estima la independencia como valor nacional ¿cierto?
Pienso que no hay independencia en el mundo. Ni América la tiene, es una palabra vacía. Somos esclavos de las palabras. Hablamos del dictador Gadafi, del dictador Ben Ali, del dictador Asad, del dictador Mubarak. Pero nunca hablamos del dictador Bolsa, del dictador Dinero, del dictador Agencia de Calificación… ¿Cómo se llama eso? Es un dictador abstracto, pero lo es. Me dicta cómo tengo que vivir, qué debo hacer. Pone el dedo en Italia, en España, y ya no hay quien viva tranquilo allí. Ahora hablamos de Ben Ali y Gadafi, dentro de 50 años hablaremos de esos otros dictadores. Con la diferencia de que Gadafi y Ben Ali son más fáciles de vencer.
“Ahora nos hablan de democracia y derechos humanos… Pero si somos malos alumnos es porque eran malos profesores”. ¿La colonización entendida como una misión humanitaria, aunque mal cumplida?
Son las dos cosas. La colonización no fue nada al cien por cien, gracias a ella tenemos medicina, hospitales, electricidad. No tenemos epidemias, como antes. Pero es algo así como uno que va a tu casa y acude con un regalo y un arma. Te da el regalo y se queda a vivir en tu casa. ¿Qué haces tú? No quieres ni ‘todo fuera’ ni ‘todo dentro’. Lo mismo sucede con los países. Y en cierto sentido, pedimos una actitud parecida hacia nosotros. No queremos que piensen que somos todos buenos, ni todos malos.
Como se dice en España: “Ni todos moros, ni todos cristianos…”
Por ejemplo, ¿quién hace la laicidad en Marruecos? La familia real. ¿Has visto alguna vez a una princesa con el velo? Nunca. Aquí nadie me obliga a ir a la mezquita, trabajamos el viernes y no el domingo, se puede comprar alcohol en las tiendas, ¿es eso el islam? En ramadán no puedo comer y beber en público, pero no lo hago por el islam, es por solidaridad.
“Nuestros más fieles enemigos están en la izquierda francesa y en la derecha española”. Lo segundo lo sabemos en España pero ¿puede explicar un poco más lo primero?
Hay una ecuación muy sencilla. Nosotros, franceses de izquierda, tenemos un problema con Argelia. Hicimos un crimen contra Argelia. Ahora tenemos que ser muy amigos de Argelia, pero el enemigo de Argelia es Marruecos. De modo que Marruecos es nuestro enemigo. La izquierda francesa tiene una marca en la Historia, el cuello del rey. Cuando ve un rey, ve al rey francés, a Luis XVI. Ve al Antiguo Régimen. Los periodistas tienen allí una mala costumbre. Dicen: el Estado de Italia, de España, de Inglaterra… y el Régimen de Marruecos, de Argelia, de Egipto, de Túnez. Somos regímenes, todo Oriente Medio lo es. Excepto Israel, que sí es un Estado, nosotros no. Tenemos un Estado desde hace doce siglos, ¿por qué no es suficiente? El Régimen es temporal, el Estado es para la eternidad. Eso nos duele.
“Cuando un marroquí aparece en Marrakech, todo el mundo le señala con el dedo”. El turismo masivo ¿un azote o una suerte para Marruecos?
Es una suerte. Suelo poner un ejemplo al respecto: los ecologistas dicen que hay gente que coge arena de la playa. Es cierto, pero con esa arena construyen casas para quienes no tienen dónde vivir, y harán empleos, y sus hijos podrán ir a la escuela, y algún día podrán ser militantes ecologistas contra quienes se llevan la arena de la playa… Pero no hay por qué empezar por el final. Tenemos una sociedad que busca su futuro. En España hay muchos inmuebles feos, pero los españoles han aprovechado la riqueza inmobiliaria, todos esos edificios de mierda, para avanzar. Hay mierda buena, que se puede incluso comer.
“El imam era un personaje simpático… antes de inventarse los altavoces para las mezquitas”. Hay rumores de que existe una asociación de marroquíes a favor de poder dormir por la mañana. ¿Se apuntaría?
Sí. La primera llamada a las 4 de la mañana… Por eso en los barrios donde hay mezquita las casas tienen el precio más bajo.
Ya que estamos en una ciudad tan literaria como Tánger, ¿qué escritor cree que ha contado mejor su ciudad?
Para mí, Paul Bowles. Marca una diferencia con los otros, los que sólo dieron una imagen lineal, orientalista. Hay quien dice que es un mundo maravilloso, otros que es un infierno. En Bowles vemos cosas muy negativas, ladrones, mentirosos, hipócritas… Todos los personajes de sus libros son negativos. ¡Es un racista, nos pone muy mal!, dicen los intelectuales marroquíes. ¡Pero es que Bowles vivió con esa gente! No miró desde fuera, sino desde dentro, vivió en ese medio, fumó cannabis, anduvo con chicos, frecuentó a gente poco recomendable. Fue su vida auténtica. Y al mismo tiempo, esos personajes tienen una dimensión universal. No están encerrados en una identidad marroquí: puedes encontrarlos en cualquier lugar del mundo. Habla del ser humano.
¿Y de los marroquíes, quién captó el espíritu de la ciudad?
Chukri, porque fue un hombre del pueblo, de la miseria. No tuvo vergüenza de presentarse como un hombre que vive en un medio pobre. Es como Villon o Rimbaud. Chukri es nuestro primer Rimbaud, también el último. No tiene herederos.
¿No le gusta ninguno de los jóvenes autores marroquíes de hoy?
Me gusta mucho Fouad Laroui, porque tiene mucho sentido del humor. Muy distinto del mío, pero me gusta. Vive en Holanda, pero viene a menudo.
Mañana se marcha usted de vacaciones a España, a la Costa del Sol. ¿Cómo ve desde la otra orilla a su país?
Le respondo con un ejemplo: si yo fuera un agente inmobiliario y quisiera venderle esta casa, le enseñaría el salón, la cocina, y lo mejor… [señala al balcón] ¡Se ve España! Desde España, diría lo mismo, pero concluiría: Lo siento, se ve Marruecos. Para nosotros, estar cerca de España es una calidad; para ustedes, un problema.