Opinión

Otra vez Weimar

Uri Avnery
Uri Avnery
· 11 minutos

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“¡Tú y tu Weimar!” gritó una vez un amigo mío, exasperado. “Únicamente porque viviste el colapso de la República de Weimar de niño, ahora ves Weimar en todas partes”.

La acusación tiene cierta razón. En 1960, durante el juicio a Eichmann, escribí un libro sobre la caída de la república alemana. El último capítulo se llamaba: “Puede ocurrir aquí”. Desde entonces he repetido esta advertencia una y otra vez.

Pero ya no estoy solo. En las últimas semanas, la palabra Weimar ha aparecido en los artículos de muchos columnistas.

La democracia israelí está bajo asedio; es el tema principal en la Knesset

Habría que escribirlo con spray en enormes letras en las paredes.

La democracia israelí está bajo asedio. Ya nadie puede cerrar los ojos ante esto. Es el tema principal de la Knesset, que encabeza este ataque, y en los medios de comunicación, que están entre las víctimas.

Eso no ocurre en los territorios ocupados. Allí nunca hubo democracia. Una ocupación es justo lo contrario a una democracia: la negación de todos los derechos humanos, el derecho a la vida, la libertad, el desplazamiento, el juicio justo y la expresión libre, para no hablar de los derechos nacionales.

No: yo hablo de Israel en el sentido estricto, el Israel al interior de la Línea Verde, “la única democracia de Oriente Medio”.

Los atacantes son miembros de la coalición de gobierno de Binyamin Netanyahu, entre ellos semifascistas y elementos abiertamente fascistas. Netanyahu, por su parte, intenta quedarse discretamente al fondo de la imagen, pero no se puede dudar de que es él quien ha orquestado todos los detalles.

En los dos primeros años de su coalición, los ataques eran esporádicos. Pero ahora son decididos, sistemáticos y coordinados.

En este momento, las fuerzas antidemocráticas están atacando en un amplio frente. Los tres pilares básicos de la democracia ―los tribunales, los medios de comunicación y las organizaciones de derechos humanos― están sometidos a un asalto simultáneo y mortífero (¿recordáis Weimar?).

El Tribunal Supremo es el bastión de la democracia. Israel no tiene Constitución y no hay nada capaz de poner freno a la mayoría en la Knesset. Sólo el Tribunal puede (si bien con desgana) impedir la adopción de leyes antidemocráticas.

No soy un admirador ciego del Tribunal. En los territorios ocupados funciona como brazo de la ocupación, entregado a la “seguridad nacional”, dando su consentimiento a algunos de los peores incidentes. Pero en el Israel propiamente dicho es un tenaz defensor de los derechos civiles.

Los derechistas extremos en la Knesset están decididos a ponerle fin. Están encabezados por el ministro de Justicia, quien fue nombrado por Avigdor Lieberman. Está proponiendo una serie de escandalosas leyes diseñadas al efecto. Una de ellas se propone cambiar la composición del comité público que nombra a los jueces, con la nada velada intención de conseguir el nombramiento de un determinado juez derechista como miembro del Tribunal Supremo.

Otra ley propuesta tiene el evidente propósito de cambiar las normas del Tribunal actuales para colocar a un determinado juez “conservador” en el sillón del magistrado jefe. El fin declarado es abolir el poder de un Tribunal independiente que se atreve, aunque sólo raramente, a bloquear leyes “anticonstitucionales” aprobadas por la mayoría de la Knesset. Quieren que el Tribunal “represente la voluntad del pueblo” (¿Recordáis Weimar?).

El fin es abolir un Tribunal que se atreve a bloquear leyes “anticonstitucionales”

Hasta ahora, desde el primer día del Estado, los nuevos magistrados fueron, en la práctica, elegidos por los jueces presentes en el organismo. Esto ha funcionado perfectamente durante 63 años. El Tribunal Supremo de Israel es la envidia de muchos países. Ahora, este sistema está en peligro mortal.

Otra ley fue retirada en el último momento por Netanyahu en persona: habría obligado a los candidatos a juez del Tribunal Supremo a someterse a un interrogatorio en un comité de la Knesset, presidido por otra persona nombrada por Lieberman, para obtener el visto bueno. Netanyahu ya la había aprobado, pero reculó tras las condenaciones casi universales… y ahora posa como alguien que defiende la democracia frente a sus propios subordinados.

El presidente del Comité Judicial de la Knesset, también apuntado por Lieberman, da salida urgente a estas leyes, examinadas por su comité, incumpliendo los procesos establecidos. En una sesión tormentosa, esta semana, una diputada lo llamó “burdo matón”. Le respondió: “Tú no eres ni siquiera un animal”.

Un propósito mínimo de estas leyes es el de aterrar a cualquier juez que reflexione sobre si vetar otra de las leyes antidemocráticas que se están aprobando. Algunos dicen que los efectos ya se están haciendo ver.

En varios casos famosos, el gobierno desacata abiertamente las órdenes del Supremo, especialmente en lo que se refiere a la evacuación de las “avanzadillas de los asentamientos” construidas sobre tierras que pertenecen a campesinos palestinos.

¿Quién defendera el Tribunal? El expresidente del Supremo, Aharon Barak, al que los derechistas odian por su forma pionera de “activismo judicial”, me dijo una vez: “El Tribunal no tiene tropas. Su poder se basa únicamente en el apoyo del público”.

El asalto a los medios empezó hace algún tiempo, cuando el barón de los casinos norteamericano, Sheldon Adelson, un amigo cercano de Netanyahu, lanzó un diario tabloide con el propósito expreso de ayudar a Netanyahu. Se distribuye gratis y ahora tiene la mayor tirada en todo el país y amenaza la existencia de todos los demás (pero también los soborna al pasarles enormes encargos de impresión). El dinero no importa. Se gastan sumas enormes.

Eso era sólo el principio.

Las enmiendas dan 100.000 euros a quien asegure que ha sido perjudicado por la prensa

En 1965, el gobierno laborista aprobó una nueva ley de calumnias (llamada literalmente “ley de las malas lenguas”) que estaba claramente diseñada para ponerle un bozal a ‘Haolam Hazeh’, la nueva revista de gran tirada que yo dirigía y que había introducido en Israel el reportaje de investigación. Yo hice un llamamiento al público para que me enviaran a la Knesset como protesta y un 1,5 % de los votantes estaban suficientemente enfurecidos como para hacerlo.

Ahora, la banda derechista en la Knesset quiere agudizar todavía más esta ley anti-prensa. Las nuevas enmiendas conceden hasta 100.000 euros en indemnizaciones a cualquiera que asegure que ha sido perjudicado por los medios de comunicación, sin tener que demostrar siquiera este perjuicio. Para los periódicos y los canales de televisión, que ya están en una situación financiera precaria, eso significa que es mejor abandonar toda investigación periodística y toda crítica de políticos influyentes o magnates.

Los nuevos aires ya se hacen sentir. Los periodistas y directores de televisión están acobardados. Esta semana, un programa de Channel 10, considerado el más liberal, concedió cinco minutos a una canción que glorifica el fallecido ‘rabino’ Meir Kahane, que fue declarado fascista por el Tribunal Supremo y cuya organización ha sido prohibida por defender lo que el Supremo llamó “leyes de Nuremberg”. Un miembro confeso de esta organización, que está viva y coleando bajo otro nombre, es ahora un diputado que levanta mucha polémica en la Knesset. (¿Recordáis Weimar?)

Los directores de todos los canales de televisión están siendo reemplazados por derechistas

Una amplia purga de periodistas de televisión ya está en marcha. Los directores de todos los canales de televisión están siendo reemplazados por derechistas uno por uno. Se admitía abiertamente que el gobierno obligaría a cerrar Channel 10, exigiendo las deudas no pagadas, si no se despedía a un determinado periodista. Aunque en general era cercano al ‘establishment’, este reportero había molestado a Netanyahu exponiendo el lujoso estilo de viajes de él y su esposa, todo a costa del Estado.

Al mismo tiempo, los derechos humanos y las ONGs a favor de la paz están bajo un grave ataque. La banda de la Knesset produce una ley tras otra para silenciarlos.

Una ley que ya está en camino prohíbe que las asociaciones de derechos humanos reciban donaciones de gobiernos extranjeros y “organizaciones similares a Estados”, como Naciones Unidas o Unión Europea. Las organizaciones de derechos, desde luego, reciben inmensas sumas de dinero de multimillonarios judíos norteamericanos, que financian los asentamientos (pagados de forma indirecta por el erario público estadounidense, que exime de impuestos a las así llamadas “organizaciones caritativas” que financian los asentamientos).

Ya ha entrado en vigor la ley que impone enormes indemnizaciones a las organizaciones y los individuos que piden boicotear los productos de los asentamientos. La sesión para examinar un recurso por parte de Gush Shalom ante el Tribunal Supremo contra esta supresión de la protesta política ha sido aplazada por los jueces una y otra vez y siempre de nuevo.

Las bandas fascistas en los asentamientos llaman sus acciones “etiqueta de precio”

Este terrorismo parlamentario se acompaña con la cada vez más rápida violencia de las bandas fascistas en los asentamientos. Estas bandas, similares a las SA, llaman sus acciones “etiqueta de precio”. Normalmente, en los casos aislados en los que el ejército derriba unos pocos edificios “ilegales” en un asentamiento, reaccionan con un ataque a un pueblo palestino vecino, incendiando una mezquita o llevando a cabo algo que sólo se puede describir como pogromo. (¿Recordáis Weimar?)

Martin Niemöller, un capitán de submarinos alemán y luego sacerdote pacifista, al que los nazis metieron en un campo de concentración, acuñó la famosa queja: “Cuando los nazis vinieron a por los comunistas, yo me quedé callado. Al fin y al cabo, yo no era comunista. Cuando se llevaron a los judíos, me quedé callado. No soy judío. Cuando detuvieron a los socialdemócratas, me quedé callado. No era socialdemócrata. Cuando vinieron a por mí, ya no quedaba nadie que hubiera podido protestar”.

Ahora somos testigos de algo que no son ataques aislados contra algún derecho humano u otro: lo que estamos viendo es un ataque general a la democracia como tal. Tal vez sólo puedan entender del todo lo que significa esto quienes hayan vivido bajo una dictadura fascista.

Tal vez sólo puedan entender esto quienes hayan vivido bajo una dictadura fascista

Desde luego, la similitud entre el colapso de la república alemana y los procesos en el Israel de hoy no quiere decir que se deban encadenar los mismos sucesos. El nazismo es único en muchos sentidos. Al fin de la democracia le pueden seguir diversos sistemas. Hay muchos modelos entre los que elegir: Ceausescu, Franco, Putin.

Desde luego no hay ninguna similitud entre una pequeña ciudad alemana llamada Weimar y Tel Aviv. Excepto tal vez por el detalle de que muchas casas en Tel Aviv fueron diseñadas acorde a la escuela de arquitectura Bauhaus… que se originó en Weimar.

Weimar era una vez un centro cultural, donde genios como Goethe y Schiller crearon sus obras maestras. La república alemana que se fundó en 1919, tras la Primera Guerra Mundial, se llamó así por la asamblea nacional que allí compuso su muy progresista Constitución.

En este sentido, el Estado democrático de Israel, en peligro, cuya declaración de independencia fue firmada en 1948 en Tel Aviv, se podría llamar muy bien la República de Tel Aviv.

Aún no estamos en 1932. Los milicianos de asalto aún no marchan por nuestras calles. Aún tenemos tiempo de movilizar el público contra el peligro al acecho. La manifestación que hoy [19 Nov.] tiene lugar en Tel Aviv contra la des-democratización de Israel puede marcar un punto de inflexión.