Opinión

No (te) matarás

Uri Avnery
Uri Avnery
· 10 minutos

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Tras la fundación de Israel, Dios se le apareció a David Ben-Gurión y le dijo: “Tú has creado un Estado para mi pueblo elegido en mi tierra santa. Esto merece una gran recompensa. Dime qué deseas y lo cumpliré”.

Ben-Gurión respondió: “Dios todopoderoso, deseo que toda persona en Israel sea inteligente, honesto y miembro del Partido Laborista”.

Ben-Gurión pidió a Dios que “toda persona en Israel sea inteligente, honesta y de los Laboristas”

“Vaya por dios”, dijo Dios. “Esto es demasiado, incluso para el Todopoderoso. Pero haré que todo israelí sea dos de estas tres cosas”.

Desde entonces, si un israelí inteligente es miembro del Partido Laborista, no es honesto. Si un israelí honesto es miembro del Partido Laborista, no es inteligente. Y si es inteligente y honesto, no es miembro del Partido Laborista.

Este chiste era popular en los años 50. Después de 1967 fue reemplazado por una fórmula mucho menos divertida.

Dice así: Muchos israelíes piden a Dios que su estado sea judío y democrático y abarque todo el país entre el Mar Mediterráneo y el río Jordan. Eso es demasiado incluso para el Todopoderoso. De manera que les pide elegir entre un Estado judío y democrático, pero sólo en una parte del país, o un Estado en todo el país que sea judío, pero no democrático, o un Estado en todo el país que sea democrático, pero no judío. A lo que yo añadiría una cuarta opción: un Estado judío y democrático en todo el país, pero sólo después de expulsar a todos los árabes… una población de 5,5 millones en este momento, y que crece rápidamente.

Ésta es la elección que afrontamos hoy día, al igual que hace casi 45 años. Sólo se ha ido definiendo con más nitidez.

Podemos excluir la cuarta opción en cualquier momento futuro cercano. Las circunstancias que llevaron en 1948 a la expulsión de más de la mitad del pueblo palestino del territorio que se convirtió en Israel eran únicas y no es probable que se repitan en las próximas décadas. De manera que tenemos que arreglárnoslas con la realidad demográfica actual.

El gobierno actual está decidido a impedir cualquier acuerdo de paz que le obligara a ceder alguna parte de los territorios ocupados (el 22% de la Palestina anterior a 1948). Y no hay nadie por ahí que le obligaría a hacerlo.

¿Qué queda?

Un Estado que o bien no será democrático o no será judío.

Tal y como están las cosas, se elegirá con certeza la primera posibilidad o, mejor dicho, ésta se hará realidad por su cuenta. Para esto no hace falta una decisión consciente, dado que es la situación por defecto que ya existe ‘de facto’.

Esto se traduce en un Estado de apartheid, para decirlo con un término popular: un Estado en el que todos los instrumentos de poder están en manos de la mayoría israelí-judía (unos 6,5 millones) con unos derechos limitados para los 1,5 millones de palestinos con ciudadanía israelí. Los palestinos en las zonas ocupadas de Cisjordania, Jerusalén Este y la Franja de Gaza, unos 4 millones, no tendrán derechos de ningún tipo, ni nacionales, ni humanos ni civiles.

El estado actual de ocupación “temporal” puede durar para siempre y por eso es ideal para este fin. Sin embargo, un Gobierno israelí futuro, aún más nacionalista que el actual, podría cambiar la situación formal anexionando estos territorios a Israel. En la práctica no habría ninguna diferencia.

El gobierno quiere impedir cualquier acuerdo que le obligue a ceder parte de los territorios

Según piensan muchos israelíes, esta situación podría durar para siempre. El eslogan oficial es: “No tenemos socio para la paz”.

¿Pero puede durar realmente? La población palestina crece rápidamente en todo el país y más pronto que tarde formará la mayoría. Los idealistas que aceptan esto como la solución de “Un solo Estado” creen que el Estado de apartheid se convertirá poco a poco en un “Estado para todos sus ciudadanos”.

Si, tras décadas de opresión, guerra civil, atrocidades y otras plagas, esto ocurriese realmente, se convertiría rápidamente en un Estado palestino, con una minoría judía, como los blancos ahora en Sudáfrica. Sería una negación de toda la iniciativa sionista, cuyo objetivo esencial era conseguir un lugar en el mundo donde los judíos fueran mayoria. La mayor parte de los israelíes judíos probablemente emigraría.

Para un israelí, eso significaría un suicidio nacional. Sin embargo será el resultado inevitable si el Estado continúa con su rumbo actual.

Si alguien se quiere suicidar, algo a lo que tiene derecho, tiene muchas maneras de hacerlo: puede envenenarse, pegarse un tiro, ahorcarse, tirarse de un tejado etcétera. Como Estado, Israel también tiene varias opciones.

Si alguien se quiere suicidar, hay muchas maneras… Israel también tiene varias opciones

Aparte de la bomba con temporizador externa (la ‘Solución de un solo Estado’), Israel también tiene una bomba con temporizador interna, que puede ser aún más peligrosa. Al igual que la primera opción, esta segunda ya está muy avanzada. Si la primera opción depende al menos en parte de factores externos, la segunda está fabricada íntegramente en casa.

Cuando Israel se formó, los judíos ortodoxos era una pequeña minoría. Dado que Ben-Gurión los necesitaba para su coalición, les dio algunos privilegios que a él le parecían baratos. Los ortodoxos recibieron su propio sistema educativo, financiado por el Estado, y quedaron exentos del servicio militar.

Unos 60 años más tarde, estos privilegios han crecido hasta dimensiones gigantescas. Para compensar las pérdidas de vidas en el Holocausto, y para incrementar la población judía, el Gobierno israelí ha incentivado el crecimiento natural mediante generosos subsidios para familias con hijos. Dado que los religiosos de todas las variantes se reproducen mucho más que cualquier otro israelí (exceptuando a los árabes musulmanes), su porcentaje en la población ha crecido de forma exponencial.

Las familias ortodoxas tienen habitualmente de ocho a diez hijos. Todos acuden a colegios religiosos, donde estudian exclusivamente textos religiosos y no adquieren ningún tipo de conocimientos útiles para trabajar en una sociedad moderna. Tampoco los necesitan, porque no trabajan en absoluto sino que dedican toda su vida al estudio del Talmud. No tienen que interrumpir sus estudios de textos muertos, porque no hacen el servicio militar.

Si bien se trataba de fenómenos marginales en los primeros momentos del Estado, ahora están llevando rápidamente hacia una emergencia nacional. Desde el principio, casi todas las coaliciones de gobierno se han apoyado en los partidos religiosos, porque jamás ningún partido ha ganado una mayoría absoluta en la Knesset. Casi todos los partidos que llegaron a gobernar tuvieron que sobornar a sus socios religiosos con subsidios cada vez mayores para niños y adultos, con lo que incentivaron el crecimiento de una población que ni hace el servicio militar ni trabaja nada.

Los ortodoxos, como no trabajan, no pueden mantener una ciudad; necesitan a los laicos

La ausencia de los ortodoxos de la mano de obra tiene varios efectos en la economía, atestiguados por las instituciones financieras mundiales. Su ausencia del ejército – así como la ausencia de los ciudadanos árabes, a los que no se les recluta por razones obvias – quiere decir que casi la mitad de la población masculina no llega a acudir a filas. Esto obliga a todos los demás a quedarse en el ejército tres años enteros, y luego acudir a la reserva durante muchos años más.

Muy pronto, la mitad de los escolares de primer grado en Israel serán niños de familias religiosas, destinados a una vida sin trabajo, sin pagar impuestos y sin acudir al ejército… todo eso pagado por los impuestos de los no ortodoxos, cuyo número se va reduciendo.

Hace poco, tras unos disturbios cada vez más profundos entre religiosos y no religiosos en Bet Shemesh, 25 kilómetros al oeste de Jerusalén, los laicos pidieron que la ciudad se dividiera en dos, una mitad ortodoxa y la otra laica. El ministro de Interior, él mismo dirigente de un partido ortodoxo, lo rechazó de plano. Explicó cándidamente que los ortodoxos, dado que no trabajan y no pueden pagar impuestos municipales, no pueden mantener una ciudad por su cuenta. Necesitan que los laicos trabajen y paguen.

Esta situación grotesca existe en todas partes del país. Uno puede calcular cuando el edificio entero se derrumbará con un estruendo. Tanto las instituciones financieras internacionales como los expertos israelíes predicen el desastre. Sin embargo, nuestro sistema política no realiza ningún cambio. El agarre de los partidos religiosos es más fuerte que nunca.

Otro método de suicidio.

Un tercer método es menos dramático. Israel se está convirtiendo rápidamente en un Estado en el que la gente normal simplemente no tendrá ganas de vivir.

Hoy, muchos israelíes se sienten en primer lugar judíos y en segundo, israelíes

En su obra monumental sobre las Cruzadas, el ya fallecido historiador británico Steven Runciman mantenía que el Estado de los Cruzados no colapsó porque fuera derrotado militarmente sino porque demasiados de sus habitantes simplemente hicieron las maletas y se volvieron a Europa. Aunque muchos de ellos pertenecían a la cuarta e incluso la octava generación de cruzados, el Estado de los Cruzados ya no les atraía. La situación de guerra perpetua y el estancamiento interno los expulsaron. El Estado colapsó cuando se iban muchos más de los que venían a apuntarse.

Los Cruzados albergaban un sentimiento más fuerte de pertenencia a la Cristiandad que al Reino de Jerusalén local. Hoy en día, muchos israelíes se sienten en primer lugar judíos, como parte de un pueblo presente en todo el mundo, y sólo en segundo lugar se sienten israelíes.

Eso facilita la emigración.

Un Estado sin democracia, sin igualdad, que se condena a sí mismo a una guerra interminable, dominado por fanáticos religiosos, donde crece año tras año el abismo entre los extremamente pobres y un puñado de personas inmensamente ricas… un Estado así será cada vez menos atractivo para jóvenes inteligentes, que pueden fácilmente encontrar una vida mejor en otro lugar, sin tener que abandonar su identidad judía.

Esto también es una forma de suicidio nacional.

Por mi carácter, no soy catastrofista. Todo lo contrario.

Podemos evitar fácilmente todos estos peligros. Pero primero debemos reconocerlos y ver a dónde nos llevan.

Yo creo que el pueblo de Israel, la nación israelí, tiene la voluntad de sobrevivir. Pero para sobrevivir, debe despertar de su estupor apático y cambiar de rumbo. Debe dirigirse hacia una paz basada en la solución de los dos Estados, separando Estado y religión y construyendo un nuevo orden social.

En la religión judía, el suicidio es un pecado. Sería irónico que los historiadores futuros tengan que concluir que el “Estado judío” se suicidó.

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