Opinión

Sin novedad en el frente sur

Uri Avnery
Uri Avnery
· 9 minutos

Israel| Marzo 2012

“¿Qué has aprendido hoy en el colegio, hijo mío?”

“Hoy no hubo colegio. ¡Había una emergencia!»

“¿Y qué has aprendido de eso, hijo mío?”

De hecho, un montón de cosas.

La “ronda” de esta semana, como al Ejército le gusta llamarlo, siguió un patrón bien establecido, tan rígido como un rito religioso.

La “ronda” de esta semana siguió un patrón bien establecido, rígido como un rito religioso

Empezó con el asesinato (o “eliminación dirigida”) de un hasta entonces desconocido dirigente (“terrorista”) de la Resistencia palestina en la Franja de Gaza.

Los palestinos respondieron con una lluvia de misiles, que duró cuatro días enteros. Más de un millón de israelíes alrededor de Gaza dejaron de trabajar y se quedaron con sus hijos cerca de sus refugios o “áreas protegidas” (lo que sólo se refiere a habitación relativamente seguras en sus casas). Un millón de israelíes equivale más o menos a diez millones de alemanes o 40 millones de estadounidenses, en proporción a la población.

Una parte de estos misiles fueron interceptados durante el vuelo por las tres baterías de la defensa antimisiles de la “Cúpula de Hierro”. Hubo algunos israelíes heridos y unos cuantos daños materiales menores, pero no hubo muertos israelíes.

Los aviones tripulados y no tripulados israelíes lanzaron bombas y hubo 26 palestinos muertos en la Franja de Gaza.

Tras cuatro días y noches, a ambas partes les pareció suficiente, y los mediadores egipcios alcanzaron una ‘tahdía’ (“tranquilidad”, en árabe) no escrita.

Todo como siempre.

Excepto los detalles, claro.

Todo empezó con el asesinato de un tal Zuhair Qaisi, el secretario general de los “Comités Populares”. Había ocupado ese cargo sólo durante unos meses.

Los “Comités Populares” son un grupo de resistencia/terrorista menor, el tercer en tamaño en Franja de Gaza. Por encima se sitúan Hamás, que no participó en esta ronda, y Yihad Islámica, que hizo suya la causa de los Comités y lanzó la mayor parte de los misiles.

Se lanzaron 200 misiles y nada hizo suponer que Yihad Islámica se quedó sin munición

El número de disparos era una sorpresa. Durante los cuatro días, se lanzaron 200 misiles: una media de unos 50 al día. De éstos, 169 cayeron en Israel. Nada hizo suponer que Yihad Islámica se quedó sin munición. Hamás, desde luego, es una organización mucho más grande, con un arsenal mucho mayor. Hay que suponer que en la Franja de Gaza hay ahora ingentes cantidades de misiles; casi todos los más sofisticados llegan desde Irán. Sobre cómo han hecho este largo viaje sólo se pueden hacer conjeturas.

Hay que suponer que en el sur de Líbano, bajo dominio de Hizbulá, el número de misiles almacenados es aún mayor.

En el otro bando (el nuestro), la Cúpula de Hierro se ha apuntado un inmenso éxito, un motivo de gran orgullo para el contratista, el Ejército y el país en general.

Se trata de un sistema sofisticado, creado en Israel, que inicialmente suscitó mucho escepticismo. Por ese motivo, ahora hay sólo tres baterías operativas, de las que cada una protege una ciudad (Ashkelon, Ashdod, Beer Sheva). Se planifica instalar pronto una cuarta batería.

El sistema no intercepta todos los misiles, lo cual tendría un coste altísimo. En lugar de esto, el sistema calcula primero si un misil caería en un terreno abierto (de manera que no hay por qué preocuparse) o en un lugar habitado (en cuyo caso se lanzará un misil interceptor), y todo eso en cuestión de segundos. De estos últimos, más del 70% fueron interceptados y destruidos, un gran éxito, se mire como se mire.

Un cohete palestino cuesta cientos de shekel pero un misil de la Cúpula de Hierro 315.000

La clavada es que un cohete palestino no cuesta más de unos pocos cientos de shekel, mientras que un único misil de la Cúpula de Hierro cuesta 315.000 shekel. Durante los cuatro días, el bando israelí se gastí 17,6 millones de shekel en misiles. Eso, aparte del altísimo coste de las baterías como tal.

Los vuelos de las Fuerzas Aéras sobre la Franja de Gaza cuestan otras decenas de millones: una hora de vuelo cuesta unos 100.000 shekel (casi 25.000 dólares).

La primera cuestión que hay que ponerse, fue, pues: ¿Valió la pena todo este ejercicio?

Los israelíes raramente se hacen este tipo de preguntas. Creen que los que están al cargo saben lo que hacen.

¿Lo saben?

Todo depende de la necesidad de matar a Qaisi, incluso para quienes creen que estos asesinatos resuelven algo.

Qaisi llegó a su cargo de dirigente de los “Comités Populares” sólo después del asesinato de su predecesor, en circunstancias similares. Será fácil encontrar a alguien que le reemplaace. Será mejor o peor, pero apenas se notará la diferencia.

El ministro de Defensa, Ehud Barak, ofreció una explicación extrañamente enrevesada para el asesinato: “(Qaisi) era una de las cabezas de los Comités Populares que, según parece, estaban preparando un ataque a gran escala. No sabría decir todavía si este amenaza ha sido eliminada”. Según parece. No sabría decir.

Los israelíes rara vez  se hacen preguntas. Creen que los que están al cargo saben lo que hacen.

De manera oficiosa se dijo también que Qaisi pudo estar involucrado en el envío de un grupo de militantes de Gaza al Sinaí en Egipto, para que desde allí atacasen territorio israelí. El año pasado, un ataque de este tipo ocurrió cerca de Eilat. Dejó a varios israelíes muertos y se le echó la culpa al predecesor de Qaisi y se le asesinó antes de que se iniciara siquiera una investigación.

Así que ¿valió la pena poner en peligro la vida de tanta gente, enviar a un millón de personas a los refugios y gastar decenas de millones de shekels, basándose en algo así?

Yo diría que le mataron a Qaisi porque se presentó la oportunidad de hacerlo, como por ejemplo información sobre sus movimientos.

Quién tomó esta decisión?

Los asesinatos selectivos se basan en la información que se recibe del Shabak (también conocido con Shin Bet). En la práctica, son estos servicios secretos los que toman la decisión de asesinar a personas: actúan a la vez como recogedores de información, como evaluadores de ésta y como juez. La información no se somete a un análisis independiente, no se revisa, no hay ningún tipo de proceso judicial. Cuestionar lo que dice el Shabak casi equivale a alta traición, y ningún político y ningún periodista se atrevería a hacerlo, ni siquiera si tuviera ganas, cosa que nadie tiene.

Después de que el Shabak haya decidido matar a alguien, esta resolución se le presenta a un minúsculo grupo de personas: el primer ministro, el ministro de Defensa, el jefe del Estado Mayor del Ejército y tal vez el oficial al mando. Nadie con una visión independiente.

Netanyahu ha conseguido que todos estén preocupados por una bomba atómica inexistente

¿Hizo alguno de estos hombres las preguntas relevantes? Yo lo dudo.

Por ejemplo: Binyamin Netanyahu está orgulloso de su inmenso éxito en Estados Unidos, incluso en el mundo entero: ha conseguido que todo el mundo está profundamente preocupado por la bomba atómica de Irán (que no existe). El caso de Palestina ha sido borrado del mapa por completo. Y luego pone en marcha otra ronda de combates que recuerda a la gente en todas partes que el conflicto palestino sigo vivo y coleando y que puede explotar en cualquier momento. ¿Tiene sentido, incluso desde el punto de vista de un Netanyahu o un Barak?

Otro aspecto político interesante de esta “ronda” era el papel que jugó Hamás o, mejor dicho, el que no jugó.

Hamás gobierna la Franja de Gaza. El Gobierno israelí no reconoce oficialmente este gobierno, pero de alguna manera sigue considerando a Hamás responsable de todo lo que ocurre en la Franja, esté involucrada o no.

Hasta ahora, Hamás se metió en la pelea cada vez que Israel atacaba objetivos en Gaza. Esta vez se quedó fuera del zafarrancho e incluso subrayó este hecho en entrevistas telefónicas con la televisión israelí.

¿Por qué? Hamás mantiene vínculos cercanos con los Hermanos Musulmanes que ahora dominan el Parlamente de Egipto. Recibe presiones para crear un gobierno de unidad con Fatah en toda Palestina y unirse a la OLP. Participar en la lucha armada contra Israel en estos momentos sabotearía estos esfuerzos. Más aún teniendo en cuenta que Yihad Islámica está estrechamente vinculada a Irán, el rival de Egipto y Arabia Saudí.

Los corresponsales de la televisión israelí tienen el molesto hábito de concluir sus reportajes con una frase alarmante por su banalidad. Por ejemplo, una pieza sobre un mortal accidente de carretera terminará casi invariablemente con las palabras: “…y eso que él (o ella) sólo quería llegar tranquilamente a casa”.

Esta semana, casi todos los reportajes finales sobre el caos en el sur terminaro con las palabras: “La tranquilidad ha vuelto al Sur… hasta la próxima vez”.

Todo el mundo da por supuesto que “la próxima vez”, los misiles que llegan desde Gaza tendrán mayor radio de acción y tal vez alcancen la periferia de Tel Aviv. Todos los israelíes albergan la esperanza de que los misiles de la Cúpula de Hierra serán aún más eficaces.

Hasta entonces, sin novedad en el frente sur.