Reportaje

Los salafistas aparecen en Túnez

Javier Pérez de la Cruz
Javier Pérez de la Cruz
· 9 minutos
Manifestación en Túnez (2011) | © Javier Pérez de la Cruz / M’Sur

“El gobierno de Túnez no reprime las manifestaciones de los salafistas a favor del Corán, en cambio sí lo hace con las que siguen defendiendo los valores de la revolución. Eso apunta a que el país se va hacia otra dictadura, religiosa esta vez”. Así de contundente se mostraba en abril Lina Ben Mhenni durante una conferencia ofrecida en España.

Esta joven bloguera y activista tunecina saltó a la fama durante las revueltas que derrocaron en enero de 2011 el régimen de Ben Alí. Ben Mhenni fue considerada una de las protagonistas de ese proceso por sus críticas al ex presidente en su blog A Tunisian Girl, y su nombre incluso llegó a sonar como una de las candidatas para ganar el premio Nobel de la Paz. Ahora su actividad se centra en denunciar la violencia de la minoría salafista, que defiende una interpretación extrema del Corán y la aplicación de la sharia como ley penal y civil.

En octubre se celebraron las primeras elecciones libres en la historia del país, unos comicios que ganó Ennahda, un partido islamista de corte moderado, dirigo por el islamista Rachid Ghannouchi, que regresó de su exilio británico al triunfar la revolución tunecina. Formó gobierno en coalición con otras formaciones no religiosas, pero se reservó el control de las carteras fundamentales. Desde entonces, diversos episodios violentos de grupos salafistas se han sucedido.

«Los salafistas exigen que se permita a las mujeres ir a la universidad con niqab»

La Universidad de Manouba, a las afueras de la capital, ha sido el lugar donde más visibles se han hecho estas tensiones. Allí los salafistas llevan un año exigiendo que se permita a las mujeres ir a clase con el niqab, un velo integral que sólo deja al descubierto los ojos, a lo que el decano de la facultad de Letras, Habib Kazdaghli, se niega. Su enrocada posición pronto derivó en intimidaciones y ataques violentos por parte de los más extremistas a profesores y alumnos. Como consecuencia, dicha facultad tuvo que cerrar durante cerca de un mes.

«El decano no actuó como decano, sino que lo hizo en base a sus pensamientos. Él podía haber arreglado la situación desde el principio, pero lo que hizo fue no sólo aumentar el número de chicas que querían llevar el niqab, sino que facilitó que entraran en juego los extremistas y empezaran a horrorizar a los estudiantes”. La joven Hajer Mtiri es una estudiante de periodismo, y su centro universitario se encuentra cerca de esta facultad.

Su punto de vista coincide con las explicaciones gubernamentales; ella recuerda que, a pesar de su radicalidad, el gobierno no puede actuar contra ellos de forma más contundente porque sería ilegal, “de hecho expulsamos a Ben Alí por eso —añade—, pero como crucen ciertas líneas ni el gobierno ni el pueblo van a permitirlo”.

Para esta joven tunecina, Lina Ben Mhenni está difundiendo “una imagen equivocada” del país. “Es verdad que ha habido casos de violencia, pero Túnez no se está convirtiendo en un nuevo Afganistán”, añade la universitaria. Como ejemplo recurre al episodio acaecido en la norteña ciudad de Sejnane. Allí un grupo de 250 extremistas declararon en enero pasado un “emirato salafista” independiente del poder gubernamental. La Liga Tunecina por los Derechos Humanos redactó un informe en el que registraron violaciones y asaltos.

El 12 de junio se decretó un toque de queda en cuatro provincias

Sin embargo, Hajer le resta importancia ya que cree que los medios de comunicación “han intentado magnificarlo” puesto que según ella siempre se ha mantenido “la ley y la seguridad”. Sin embargo, la activista que sonó para el Nobel de la Paz vio aquí una nueva muestra de la inacción del partido islamista de EnNahda: “No hay respeto por los derechos humanos, ¿es esa la democracia de Túnez?”

Además de estos dos episodios, a lo largo de los últimos meses ha habido en diferentes puntos del país choques entre salafistas y policías. En algunos de ellos incluso se han quemado comisarías y tiendas que vendían alcohol. Sin embargo, la reacción del gobierno no llegó hasta el pasado 12 de junio cuando se decretó un toque de queda en las provincias de Túnez (donde se encuentra la capital), Susa, Monastir (ambas regiones son centros turísticos), Jendouba y en la ciudad de Ben Guerdane. Un día antes la violencia había escalado y salafistas y agentes de seguridad habían protagonizado enfrentamientos en varios vecindarios de Túnez capital.

Lina Ben Mhenni (2011) | © Oussama Bel Aïba

Todo había comenzado con el ataque de decenas de exaltados a una exposición artística en el Palacio Abdellia, en el barrio de La Marsa, que acogía una de las muestras de la décima edición del festival “Printemps des Arts” (Primavera de las Artes) y que ellos consideraron que suponía un insulto a los principios del islam. La jornada se saldó con 80 detenidos y con cuatro días durante los que los tunecinos no pudieron salir de sus casas. Ese fue el tiempo que duró el toque de queda ya que hasta entonces las autoridades no podían garantizar “una mejora del clima de seguridad”.

Precisamente este último brote de violencia coincidió con la difusión de un mensaje de Ayman Zawahiri, el número uno de Al Qaeda, en el que pedía que los tunecinos se revolvieran contra el gobierno de EnNahda por haber traicionado al islam. Además, el director de la oficina de Amnistía Internacional en Túnez, Lotfi Azzouz, ha anunciado que existe presencia de terroristas de Al Qaeda en suelo tunecino, quienes han conseguido entrar en el país a través de la porosa frontera con Libia.

Sin embargo, no todos creen que la respuesta del gobierno se haya debido únicamente a motivos de orden y estabilidad social. Nacef Bennour tiene un graduado en Estudios Avanzados de Negocios y es otra de las personas que mantienen vivo su activismo para que se cumplan los objetivos iniciales de la revolución. Él hace una lectura política del asunto: “Después de la subida de los partidos salafistas, EnNahda entiende que perderá cuota de mercado electoral con el resto de la familia islamista, por lo tanto, está en conflicto con ellos”.

Las diferentes interpretaciones del protagonismo de los grupos salafistas en la sociedad tunecina no acaban ahí. “Este es un fenómeno exagerado… Hay muchas manos detrás de los salafistas que los usan para distraer a la opinión pública de los debates fundamentales, como justicia o reformas. Cada vez que ponemos sobre la mesa un tema aparecen ellos. ¿Sabías que la crisis en la galería de arte [la del festival “Printemps des Arts] ocurrió el mismo día que anunciamos el triunfo de nuestra huelga de hambre?”. Houssem Hajlaoui es un miembro del colectivo Nawaat, un grupo de blogueros premiado con varios galardones internacionales por su defensa de la libertad de expresión y por su lucha contra la corrupción y los abusos del régimen de Ben Alí.

Houssem utiliza siempre la primera persona del plural cuando habla de sus objetivos y acciones para que quede claro que no se trata de iniciativas personales sino de todo Nawaat. Una de estas fue la huelga de hambre que iniciaron tanto él como otros de sus cinco compañeros, entre los que también se encontraba Lina Ben Mhenni, y que se alargó durante dos semanas (aunque no todos ellos completaron los 14 días).

El motivo de fondo de la huelga fue la falta de transparencia y de independencia en los tribunales militares que son los encargados de procesar a los oficiales de policía acusados de disparar a manifestantes de las revueltas del año pasado.

«Hay muchas manos detrás de los salafistas: los usan para distraer la opinión pública»

El detonante fue la confiscación de dos cámaras de vídeo por parte de los militares a Ramzi Bettibi, también miembro de Nawaat y participante en la huelga, mientras recogía material sobre el asunto en la ciudad de El Kef. “Con la huelga reclamábamos total transparencia, un total acceso de los medios de comunicación y que se retiraran los juicios de los tribunales militares para que se procesen en una entidad civil independiente”, aclara Houssem.

Hasta ahora, según explica, ya han conseguido crear un debate en la opinión pública en torno a este tema, acabar “con el mito” de que la institución militar no puede ser criticada, colar en la asamblea constituyente una moción para discutir posibles alternativas a los tribunales militares en estos casos y, también, recuperar las cámaras confiscadas.

Así pues, el rebrote de la violencia salafista es interpretado por la sociedad tunecina de múltiples formas. Algunos temen que durante el mes de ramadán esta pueda dispararse debido a la permisividad del gobierno. Otros lo perciben como algo exagerado por los medios, como una excusa de los diferentes partidos políticos para intentar ganar cuota electoral. Y los demás ven una cortina de humo para ocultar los verdaderos problemas del país.

Una situación caótica que Hajer Mtiri resume así: “Es normal que haya extremistas salafistas y de izquierda. Este caos es bueno, es una buena señal. Hemos estado 50 años sin poder decir muchas cosas, por eso, si hoy no existiese este caos, significaría que nuestra revolución ha fracasado”.

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