Crítica

De culos y témporas

Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
· 8 minutos

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Valérie Tasso
Diario de una ninfómana

 


Si uno curiosea las estanterías de una amiga culta, guapa y sexy, y se encuentra un libro llamado Diario de una ninfómana, escrito no por un alcohólico norteamericano en París sino una francesa joven que vive en Barcelona, y que además juega con el claroscuro de unas tetas en la portada y una tipa con melenita rubia en la solapa, no tiene opción. Hice lo que ustedes habrían hecho. No, no, me refiero a que le pedí el libro prestado. Es más: ella misma me lo ofreció antes de que dijera nada. Con una advertencia: “Lo he dejado en la escena del polvo en el cementerio”.

Página 35: un poco pronto para dejar un libro de 300 páginas. Una muestra de su inteligencia, uno comprueba al cabo de éstas. Esa escena, irreal donde la haya, más apto para una fantasía que un supuesto diario, es lo mejor del libro. Sin ser buena. Sin pasar de lo más trillado, sin dejar de ser el ejercicio escolar de alguien a quien aún le falta leer Anaïs Nin, para saber cómo compaginar los adjetivos “erótico” y “literario”. Pero al menos hay lo que se llama ambientación.

Tres polvos con desconocidos, así, por las buenas, intentan justificar el título

En las páginas anteriores, los tres polvos con desconocidos —bueno: un polvo y dos chupadas en el metro— así, por las buenas, porque sí, sin mediar palabra, intentan justificar el título, pero dan menos en el blanco que un bukkake de espásticos. Ahora ustedes mirarán en internet el significado de ‘bukkake’ y la hemos liado. No se preocupen: probablemente, la autora tampoco lo sepa, al menos no hay escenas en los que tenga remota necesidad de saberlo. Aparte la escena del cementerio, el sexo de la protagonista es estrictamente parejil.

No dan en el blanco, estaba diciendo, porque no se puede escribir bajo el título de “ninfómana” y poner “22 de marzo de 1997. Hoy, cuando he salido de mi casa, he visto a un tipo en la calle y sólo con dos miradas, decidimos hacer el amor. Una vez en la habitación…” Porque una vez en la habitación, todo lo que haga la protagonista se asemejará, necesariamente, a lo que cualquier mujer hará con cualquier hombre.

Recuerda una peli porno mala en un canal local rodado con desaficionados

En las seis palabras “y sólo con dos miradas, decidimos”, Valérie Tasso se ha cargado la novela. Si había que escribir sobre una ninfómana, había que explicar cómo elige entre los miles que pasen, por qué mira a uno y no a otro, qué pasa durante estas miradas, que ocurre en su cerebro, en su coño, en su estómago. Este es un consejo de las páginas web tituladas “Cómo escribir un relato erótico sin que la profe del taller literario me tome por imbécil”.

Pero no. A la protagonista no le ocurre nada antes de decidir hacer el amor. Para eso, el libro podría llamarse “Diario de una monógama” y ustedes no se darían cuenta de la diferencia. “Me aparta las bragas, me toma así…” Sí: escribe: “me toma” y no hay traductora a la que echarle la culpa. Todo lo que ocurre durante una página de polvo con un desconocido es epidérmico: lo que ustedes pueden ver cuando ven una peli porno mala en un canal local rodado con desaficionados.

De todas formas no hay más. A partir de la página 35, o así, van pasando revista los amantes fijos (hombres de negocios ricos, poderosos, elegantes) y los ligues ocasionales (guías de viaje guapos, musculosos y exóticos) de la protagonista. Hasta aquí, la novela es mala con… iba a poner, a la andaluza manera, el nombre común que reciben los que Forges llama cuasi esferoides. No hay equivalente femenino en esta acepción, ni lo merece la ocasión.

Y aún no han visto nada: la protagonista, al contrario que Mae West, cuando es mala, es mala, pero cuando se vuelve buena es mucho peor. Y eso es precisamente lo que le pasa: en la página 100 va y se enamora. No de un ligue cualquiera, no. Sino de un hombre de negocios rico, poderoso y elegante, o que finge serlo, porque resulta que es mentira.

Les ahorraré el calvario, pero la autora no tuvo corazón de ahorrárselo a su personaje: le hace pasar con todo lujo de detalles por una espiral de engaños, maltratos psicológicos, lloriqueos, estafas profesionales y, se lo aseguro, recaídas. Sí, pensaría uno que una tipa capaz de ligarse a desconocidos en la calle tendría un poco más de lo que las psicólogas llaman autonomía emocional frente a un estafador profesional de doncellas con doble vida, esposa engañada y desfalcos bancarios incluidos, pero se ve que no.

Resulta que el tipo hasta folla mal, pero que a ella no le importa

En fin, se non è vero è mal trovato. Se è vero, si realmente esta historia de masoquismo emocional está basado en hechos reales, es para darle dos hostias (estrictamente terapéuticas, tipo las que se dan para despertar a alguien inconsciente) a la que hizo de modelo para la prota. Si está inventado, las hostias son para la autora.

Sobre todo porque para una vez, nos podríamos haber enterado de por qué hay chicas que se quedan enganchadas a un estafador y maltratador profesional cuando ya lo han descubierto. Siempre pensábamos que seguramente el tipo en cuestión debe de follar como dios, no hay otra explicación, no va a ser por las flores que regala después. Claro, eso queda feo decirlo en los tratados de psicología, pero una novela sobre una ninfómana era el momento de explicarlo ¿no? Ah, pues resulta que el tipo hasta folla mal, pero que a ella no le importa. Ver para creer.

En fin, quizás toda esta historia sea necesaria para explicar cómo una tipa independiente con un buen trabajo se queda en la ruina, sin una puta peseta y que para remediarlo se mete a ídem. Sí sí, mucha secretaria políglota acostumbrada a vuelos transatlánticos, pero ahora prefiere el burdel para pagar sus deudas (y eso, antes de la crisis).

El final: el hombre rico, guapo y sexy aparece para salvar a la pobre chica caída

Creo que puedo ahorrarles las 100 páginas de anécdotas de puticlub, un poco de mal rollo con las compañeras, un poco de sadomaso, un poco de obsesos, un poco de amenazas del chulo, y me encantaría ahorrarles el final, ese del hombre de negocios rico y guapo y sexy e italiano que aparece para salvar a la pobre chica caída, llevársela lejos de los demonios y demostrarle el amor verdadero. “He sido una mujer promiscua”, termina el diario.

Señorita: no es lo mismo ser promiscua, que es una opción de vida, que ser ninfómana, que es una patología, que ser puta, que es un trabajo.

Díganos la verdad: que usted quiso escribir un libro sobre una chica desgraciada que tras ser explotada por un estafador se tiene que meter a puta para pagar sus deudas, y en la editorial le han dicho que desde Balzac, eso ya no vende y que para poder sacar decenas de ediciones en tres idiomas había que meter en la portada algo atractivo, algo con “ninfómana”.

Y usted, bueno, usted dijo que sí, que vale, y metió 35 páginas más al principio y unos polvos con desconocidos en el metro, y lo del cementerio, y listo: ya había – en el tiempo que cuesta teclear 35 páginas y cambiar un título – echado por tierra décadas de trabajo feminista para aclararle al personal que a las putas no les suele encantar follar con desconocidos y que las mujeres a las que les encanta follar con desconocidos no son putas.

Hacer algo así para conseguir ser rica y famosa, eso sí es prostitución ¿ve? Nada que ver con ser ninfómana.