Opinión

Ay de los vencedores

Uri Avnery
Uri Avnery
· 10 minutos

“Vae victis!” fue el grito de los romanos. ¡Ay de los vencidos!

Lo alteraría ligeramente: “Vae Victori”, ¡Ay de los vencedores!

El ejemplo destacado es la asombrosa victoria de Israel en junio de 1967. Después de semanas de que el juicio final estuviese próximo, el Ejército israelí derrotó en seis días a tres ejércitos árabes y conquistó partes enormes del territorio egipcio, sirio y palestino.

Esto resultó ser el mayor desastre de nuestra historia. Intoxicados por el propia envergadura de la victoria, Israel tomó un rumbo político con delirios de grandeza que condujo a consecuencias nefastas de las que no nos hemos podido librar hasta hoy. La historia está llena de ejemplos como este.

En estos momentos, hemos sido testigos del triunfo totalmente inesperado de Ya’ir Lapid en las elecciones. Puede resultar ser la misma historia en miniatura.

Lapid consiguió 19 escaños. La segunda facción más grande de los 120 escaños de la Knéset, detrás de Likud-Beitenu,que posee 31 escaños. La composición del Parlamento es tal que es casi imposible para Binyamin Netanyahu formar una coalición sin él.

La antigua estrella de televisión se debe de sentir como un niño en un almacén de dulces que puede coger todo lo que desee. Puede elegir cualquier puesto de Gobierno que le guste para sí mismo y para sus amigotes. Puede imponer al primer ministro casi cualquier programa político.

Ahí es donde empiezan sus problemas.

Ponte en su lugar, e imagina lo que eso significa.

En primer lugar, ¿qué puesto de trabajo deberías elegir?

Como principal compañero en la coalición, tienes el derecho a elegir uno de los tres ministerios principales: Defensa, Asuntos Exteriores o Hacienda.

Lapid se debe de sentir como un niño en un almacén de dulces

¿Parece fácil? Bueno, piénsalo con cuidado.

Puedes elegir el de Defensa. Pero no tienes ninguna experiencia en lo que a defensa se refiere. Ni tampoco has servido en una unidad de combate, ya que tu padre te consiguió un trabajo en el periódico semanal del ejercito (un periódico pésimo, dicho sea de paso).

Como ministro de Defensa, serías en términos prácticos el jefe del Estado Mayor, casi un comandante en jefe. (Bajo la legislación israelí, el Gobierno, en su conjunto, conforma el comandante en jefe del Ejército, pero el ministro de Defensa representa al Gobierno frente a las Fuerzas Armadas).

Por lo tanto, Defensa no es para ti.

Puedes elegir Asuntos Exteriores. De hecho, es el trabajo ideal para ti.

Como quieres llegar a ser primer ministro en las próximas elecciones, necesitas publicidad, y el ministro de Exteriores recibe mucha. Aparecerás en las fotos al lado del presidente Obama, Angela Merkel, Vladimir Putin y te codearás con un montón de otras celebridades mundiales. El público se acostumbrará a verte en estos distinguidos círculos internacionales. Tu buena presencia televisiva realzará esta ventaja. Los israelís estarán orgullosos de ti.

Además, este es el único trabajo en el que no puedes fallar. Ya que la política exterior la decide y la dirige principalmente el primer ministro, al ministro de Exteriores no se le culpa de nada, únicamente si es un perfecto inepto… y tú, sin duda alguna, no lo eres.

Después de cuatro años, todo el mundo estará convencido de que eres un ministro de calidad y fundamental en el Gobierno.

Mejor incluso: puedes dictar la apertura inmediata de diálogos de paz con los palestinos. Netanyahu no está en la posición de rechazarlos, particularmente porque Barak Obama pedirá lo mismo. La ceremonia de apertura de las negociaciones será un triunfo para ti. Nadie pedirá ni esperará que haya un progreso real.

 Así que, ¿por qué no aceptarlo? Porque ves una gran señal de advertencia.

Los 543.289 ciudadanos que te votaron, no votaron a un ministro de Exteriores. Votaron para que se obligue a los ortodoxos a realizar el servicio militar, para facilitar una vivienda asequible, para bajar los precios de la comida, para reducir los impuestos de la clase media. No se preocupan por las relaciones exteriores, ni por la ocupación, ni por la paz y esas trivialidades.

Si eludes estos problemas domésticos y trabajas en el ministerio de Asuntos Exteriores, resonará un grito ensordecedor: ¡Traidor! ¡Desertor! ¡Estafador!

La mitad de tus seguidores te abandonarán inmediatamente. Para ellos, tú reputación estará por los suelos.

Es más, para perseguir una política a favor de la paz, aunque sea únicamente de cara a la galería, debes descartar la idea de tener al partido ultraderechista de Naftali Bennett en coalición, y en su lugar debes aliarte con los partidos ortodoxos. Si es así, ¿cómo imponer a los ortodoxos el servicio militar si supone para ellos algo semejante a alimentarse con carne de cerdo?

La conclusión lógica: debes elegir Hacienda.

¡Dios me libre!

No desearía este destino ni al peor de mis enemigos, y no siento enemistad hacia el hijo de Tommy Lapid.

El próximo ministro de Finanzas se verá obligado a hacer exactamente lo opuesto a lo que prometió Ya’ir en las elecciones.

Su primera tarea concierne al presupuesto del Estado para 2013, vencido el plazo para debatirlo y aprobarlo. De acuerdo a las cifras oficiales, hay un agujero de 39.000 millones de shekels, algo así como 10.000 millones de dólares. ¿De dónde se podrían conseguir?

No desearía el Ministerio de Hacienda ni al peor de mis enemigos

Las alternativas reales son escasas y todas penosas. Debe haber impuestos nuevos y abundantes, especialmente para la alabada clase media y los pobres. Lapid, un neoliberal como Netanyahu, no impondrá cargas fiscales a los ricos.

Entonces, se producirán excesivos recortes en los servicios públicos, como por ejemplo, en educación, salud y estado de bienestar. En este momento, los hospitales están trabajando al 140% de la capacidad, haciendo peligrar la vida de los pacientes. Muchas escuelas se están cayendo a pedazos. La reducción de las pensiones significará la miseria para las personas mayores, los discapacitados y los desempleados. Todo el mundo maldecirá al ministro de Finanzas. ¿Es así como quieres lanzar tu carrera política?

Existe, por supuesto, un presupuesto militar astronómico, ¿pero osarías tocarlo? ¿cuando la bomba nuclear iraní pende sobre nuestras cabezas (al menos en nuestra imaginación)? ¿cuando Netanyahu está promocionando su última amenaza acerca de que las armas químicas sirias pueden caer en manos de los islamistas radicales?

Puedes, efectivamente, reducir las pensiones de los oficiales de la armada retirados, como es costumbre en Israel, a los 45 años. ¿Te atreverías?

Podrías rebajar drásticamente las sumas inmensas invertidas en los asentamientos. ¿Es que eres este tipo de héroe?

Como si esto no fuera suficiente, los cuadros directivos de más alto nivel entre los oficiales del ministerio de Finanzas están sumidos en el caos.

Stanley Fischer, el gobernador del banco de Israel, un hombre muy respetado, procedente de EE UU, acaba de dimitir a mitad del período de mandato. Los cargos más importantes en el departamento de presupuestos se atacan unos a otros.

 Serías muy valiente o muy estúpido (o ambas cosas) para aceptar el puesto.

Podrías, por supuesto, estar satisfecho con algo menos sublime.

Podrías rebajar la inversión en los asentamientos. ¿Eres este tipo de héroe?

La educación, por ejemplo. Vale, es verdad que el encargarse del Ministerio de Educación es considerado un trabajo de segunda categoría, pero tiene más de mil trabajadores y el mayor presupuesto después del de Defensa. Pero hay una gran desventaja: llevaría años demostrar cualquier éxito.

El ministro saliente, Gideon Sa’ar, un diputado de Likud (y un ex trabajador mío) tiene un don para atraer la atención pública. Al menos una vez por semana, tenía un nuevo proyecto, que atraía propaganda televisiva abundante. Pero los logros importantes eran inusuales.

Por las experiencias como profesora de mi difunta mujer sé que las frecuentes “reformas” ordenadas por el Ministerio casi nunca llegan a las aulas. De todas formas, para lograr algo real necesitarías una enorme suma de dinero, y ¿de dónde lo sacarías?

¿Y podría un Ministerio de segunda satisfacer tu ego después de este glorioso triunfo en las elecciones? Podrías, por supuesto, ampliar el ministerio y pedir que Cultura y Deporte, que se separaron para crear trabajo para otro ministro, se vuelvan a fusionar. Ya que una de tus promesas fundamentales de las elecciones era el reducir el número de ministros de 30 a 18, la fusión de Ministerios podría ser una opción.

Pero ¿estarían los electores satisfechos si te concentrases en la educación en lugar de trabajar para las reformas económicas que prometiste?

Todos estos dilemas, poco envidiables, se reducen a uno solo: ¿a quién prefieres como compañero principal de coalición?

La primera opción está entre los 12 escaños de Bennett y los 11 del Shas (que, si se combinan con la facción de Judería de la Tora, se convertirían en 18 escaños).

Lapid prefiere a Bennett, su alter ego en la extrema derecha, con el que espera aprobar su programa de “igualdad en la realización del servicio militar”, suprimiendo la exención de miles de estudiantes de la tora. Pero Sarah Netanyahu, que es quien manda en la oficina del primer ministro, vetó a Bennett. Nadie conoce la razón, pero no lo puede ver ni en pintura.

Con Bennett como miembro de la coalición, desde luego sería inconcebible cualquier movimiento efectivo para conseguir la paz.

Los rabinos temen que si se mezclan con israelís normales, sus almas se perderán

Por otro lado, con los partidos religiosos sería posible avanzar hacia la paz, pero no hacer un progreso real para conseguir que los ortodoxos sirvan en el ejército. Los rabinos temen que si se mezclan con israelís normales y corrientes, especialmente con mujeres, sus almas se perderán para siempre.

 (En lo que a mí respecta, estoy listo para unirme al movimiento en contra de la igualdad en la realización del servicio militar. La última cosa que necesitamos es un ejército llevando la kipá. Tenemos ya bastantes en el ejército actual).

 Estas son algunas de las cuestiones a las que debe enfrentarse el pobre Lapid debido a la envergadura de su éxito electoral. Sus electores esperan lo imposible.

 Tiene que tomar decisiones ahora mismo, y todo su futuro depende de que elija las correctas, si es que existen las correctas.

 Como dijo George Bernard Shaw: “Dos tragedias hay en la vida: una no lograr aquello que ansía el corazón; la otra es lograrlo”.