Reportaje

Las series turcas conquistan el mundo

Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
· 11 minutos
Imagen de la serie "El Siglo Magnífico" | Muhsin Akgün /Cortesía de Tims Productions
Imagen de la serie «El Siglo Magnífico» | Muhsin Akgün /Cortesía de Tims Productions

No hay hogar en el mundo árabe que no esté enganchado a algún culebrón turco. En apenas cinco años, Turquía se ha convertido en uno de los principales exportadores de contenidos televisivos a los países de la región, atreviéndose con todo: series de acción, telenovelas, dramas históricos…

«Las telenovelas turcas se ven en todas partes, ya sea Palestina, Egipto o el Levante árabe, y triunfan bastante más que el producto local. Muchas se doblan al árabe levantino popular», explica la arabista Eva Chaves, quien señala una de las claves de su éxito: “Son más modernas, pero reflejan un mundo similar al sirio o libanés” en el que los espectadores pueden verse reflejados.

En el mismo sentido se expresa Izzet Pinto, director general de la distribuidora turca The Global Agency: «Trabajamos con altos presupuestos y una calidad que no alcanzan las series árabes locales, pero con bajas tarifas de venta. Y los espectadores tienen la sensación que ven algo propio, local, desde luego mucho más cercano que las series norteamericanas, con los que no se llegan a identificar”, asegura.

Una cercanía cultural que no se basa en la religión, puesto que las telenovelas más exitosas sufren regularmente la crítica de los sectores más conservadores, empezando por la propia Turquía. Así ocurrió con «Muhtesem Yuzyil» («El Siglo Magnífico»), que recrea, en clave de telenovela, la vida del sultán otomano Solimán el Magnífico (1494-1566), emperador otomano y, en su momento, tal vez el soberano más poderoso del mundo.

El biopic sobre Solimán el Magnífico ha irritado a los conservadores por mostrarle bebiendo alcohol

Pero lo que para algunos es un atractivo, para otros es motivo de profunda indignación: demasiado harén, demasiadas concubinas escasas de ropa y sobre todo, demasiado alcohol en la mesa del sultán. Tan profundo es el malestar que en apenas 25 días desde el inicio de su emisión, el Consejo Audiovisual de Turquía recibió 75.000 quejas, más que en todo el resto del año. Casi todos ―el 93%― se referían a “El Siglo Magnífico”.

No todo eran mensajes. Los integrantes de Alpleren Ocaklari, una organización juvenil asociada al partido ultranacionalista BBB, protestaron con una lectura del Corán frente a la mezquita de Suleimán en Estambul. Los jovenes del islamista Partido Saadet ―al que pertenece el ex primer ministro Necemettin Erbakan― prefirieron lanzar huevos contra la fachada de la sede de Show TV, la televisión que desde el 6 de enero emite la serie. Un tercer grupo cortó durante diez minutos una autovía urbana con pancartas religiosas.

Exactitud o Revisionismo

El partido gubernamental AKP, que goza de mayoría absoluta en el Parlamento, se puso del lado de los radicales. “Se debe castigar a quienes intentan humillar a los grandes personajes de nuestra historia, al retratarlos de forma incorrecta. Haremos lo necesario”, amenazó el viceprimer ministro, Bülent Arinç.

Ver al califa del islam consumir alcohol en la pantalla es más de lo que están dispuestos a soportar los sectores que quieren revivir el glorioso pasado otomano de Turquía bajo una bandera verde islámica. Y la cantidad de escenas de harén, con bastante piel femenina a la vista, han provocado incluso las críticas de algunos historiadores, como Beyazit Akman, quien lamentaba que la serie representara “clichés bárbaros”. La guionista, Meral Okay, no se da por aludida. “Los otomanos tenían harenes y no se reproducían mediante la polinización”, recuerda a la prensa turca.

Tampoco es novedad que los sultantes gustaban del vino especiado, según añaden otros expertos. “La serie no cae en errores orientalistas: salvo un error en la expedición naval a Rodas todo lo demás concuerda con lo que los historiadores turcos han publicado, aunque no olvidemos que es una serie televisiva tipo ‘Los Tudor’ y no un documental”, añade un seguidor.

La recuperación del esplendor otomano es uno de los grandes debates de Turquía, donde incluso la nueva política exterior, con foco en los Balcanes y Oriente Próximo, se empieza a definir como “neo-otomanismo”. Encaja en la visión del gobierno acercar esta época al público ¿pero tal vez no tanto?

La serie, de hecho, ha disgustado enormemente al propio primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, que el pasado noviembre arremetió públicamente contra ella. «No se conoce a nuestros padres y nuestros antepasados más que por ‘El Siglo Magnífico’, pero ese no es el Solimán que conocemos. Él se pasó la vida a lomos de un caballo y no en palacios, como nos lo muestra la serie», afirmó Erdogan, quien llegó aún más lejos: «Yo maldigo y condeno a los realizadores de esta serie y a los propietarios de esta cadena de televisión. Aquellos que juegan con los valores de la gente deberían recibir una lección», dijo.

«¿Qué hace un primer ministro comentando una serie de televisión?», dicen desde la oposición

«¿Qué hace un primer ministro comentando una serie de televisión?», dice a M’Sur Oguz Kaan Salici, jefe del partido opositor CHP en Estambul. «Pero ya le conocen ustedes…», añade significativamente. No opina así Ertugrul Günay, el ministro de cultura, que asegura que Erdogán «tiene razón» en sus críticas. «El primer ministro tiene un enfoque muy razonable. Ha sugerido que se debería ser más cuidadoso cuando se escribe un guión. La época histórica en cuestión es muy importante, y no es imaginaria», afirma.

¿Prohibir la serie?

El mismo Erdogan ha indicado su esperanza de que la serie sea prohibida. “Hemos alertado a las autoridades al respecto y esperamos una decisión judicial”, dijo. Mientras los tribunales deciden, las críticas del primer ministro ya han empezado a tener consecuencias: a los pocos días de que Erdogan realizase estas declaraciones, la aerolínea Turkish Airlines anunció que retiraba la serie de su oferta de ocio. No importa demasiado: la serie sigue siendo un éxito absoluto en la pequeña pantalla turca, y en los países balcánicos.

«A los Balcanes exportamos las telenovelas más modernas, que no dan sensación de un ambiente islámico, pero también en los países árabes es precisamente esta modernidad la que atrae al espectador. Turquía se ha convertido en un modelo para el mundo árabe, y más aún desde el inicio de la primavera árabe”, comenta Pinto.

Un ejemplo es “Binbir Gece” (1001 Noches), protagonizada por una joven arquitecta independiente, madre de un niño de cinco años al que debe salvar mediante una cara operación, un dinero fuera de su alcance pero que su jefe le entregará a cambio de pasar una noche juntos. La historia acaba, previsiblemente, en matrimonio, pero sólo tras un largo tira y afloja que pone de relieve la capacidad de la mujer de decidir sobre su sexualidad.

En el mundo árabe no sólo triunfan los melodramas, sino también programas como «Kurtlar Vadisi» («El Valle de los Lobos»), una serie de acción de corte ultranacionalista que relata las aventuras del agente secreto Polat Alemdar, y que no ha sido ajena a la polémica. El serial va ya por su décima temporada (ambientada esta vez en la guerra de Siria), y ha tenido además varias versiones cinematográficas. Dos de ellas, tituladas «Irak» y «Palestina», fueron enormemente polémicas en su momento, puesto que los villanos eran, respectivamente, estaounidenses y kurdos en el primer caso, e israelíes en el segundo.

“El Valle de los Lobos” se ha convertido en todo un fenómeno sociológico en Turquía, donde, por ejemplo, decenas de adultos jóvenes han cambiado su nombre legal por el de Polat Alemdar. Pero aparentemente, el impacto se extiende también a los países árabes. El pasado junio, una joven yemení de la ciudad de Hudaydah pidió el divorcio, alegando que su marido no era «tan elegante y viril como Polat Alemdar», y que se negaba a llevar pantalones como los personajes masculinos de la serie. Otros episodios han sido más trágicos: durante el pasado verano se produjeron varios crímenes violentos en Yemen y Jordania, cuyos autores confesaron haber sido influidos por la popular cabecera.

Los costes de producción de las teleseries turcas son muy reducidos, lo que las convierte en altamente competitivas en el mercado internacional. En Grecia, producir un capítulo de una serie estándar cuesta entre 70 y 80.000 dólares, mientras que en Turquía es posible hacer algo de una calidad equiparable por una décima parte de esa cantidad. Un episodio de las series turcas más caras puede llegar a costar unos 125.000 dólares, pero esta cifra es excepcional: la inversión media por capítulo suele estar más bien entre los 5.000 y los 10.000 dólares.

La pionera fue la serie «Gümüs» («Plata»), que en 2007 comenzó a ser exportada con gran éxito a los países árabes, recaudando más de un millón de dólares. En 2011, eran unas cuarenta las series turcas que llegaban a un público internacional, que generaban unos beneficios de unos 45 millones de dólares.

Hoy, son más de ciento cincuenta títulos los que se emiten en Europa, Asia Central, Oriente Medio y África del Norte, con ventas anuales por valor de 100 millones de dólares (unos 76 millones de euros). «Pero su impacto se debe medir en miles de millones, porque promocionan Turquía y atraen turismo. En los países en los que se emiten nuestras telenovelas, la marca turca se ha revalorizado y ‘made in Turkey’ es ahora un concepto de prestigio. Eso tiene consecuencias favorables para Turquía tanto en el campo económico como en el político», comenta Pinto.

«En mi país hay una auténtica fiebre con las series turcas», dice un turista marroquí

«Merhaba! Nasilsin?». Son fórmulas de saludo en turco, pronunciadas, con muy buen acento, por Adil, un turista marroquí de visita en Estambul, que es capaz de mantener una conversación básica con los vendedores callejeros. Lo ha aprendido en las telenovelas turcas, dice. «En mi país hay una auténtica fiebre», explica. No es el único lugar: en aquellos países en los que se emiten en versión original con subtítulos, mucha gente está aprendiendo nociones básicas de turco de esta forma.

«Amenaza contra la pureza cultural»

Es el caso de Grecia, por ejemplo, donde se programan cabeceras como «Sila», titulada así por su protagonista, una joven de Anatolia Oriental obligada a casarse con un hombre mucho mayor que ella. “La popularidad de nuestras series ya ha motivado un cambio en la percepción sobre Turquía entre la población griega”, asegura Pinto. A través de este acercamiento cultural, muchos griegos están empezando a ver a los vecinos turcos como algo más que el enemigo de siempre.

Tanto, que los neonazis de Amanecer Dorado consideran estos programas una amenaza: el pasado 25 de marzo, un grupo de militantes de este partido orquestaron una protesta en la puerta del canal Mega, quemando banderas turcas y arrojando huevos y yogures contra el edificio. Uno de los diputados de extrema derecha llegó a orinar contra la entrada, según informó el diario «Hürriyet Daily News».

El último gran éxito turco es el drama «Fatmagül’ün Suçu Ne?» («¿Cuál es la falta de Fatmagül?»), que trata sobre una joven violada y el controvertido tema del honor. La trama ha conseguido traspasar las fronteras mediterráneas y se emite en quince países, desde Francia a Afganistán. Otro título, «Kuzey Güney» («Norte y Sur», aunque en este caso los puntos cardinales se corresponden también con los nombres de los dos protagonistas), que cuenta las desventuras de un panadero de Estambul que admite un crimen cometido por su hermano, triunfa en la Europa suroriental. Las productoras turcas, además, están empezando a recibir solicitudes de China y Corea del Sur, y la compañía estadounidense NBC Universal ha comprado los derechos del melodrama «Ask-i-Memnu» («Amor prohibido») para emitirlo en Latinoamérica. Sin duda, las series turcas están conquistando el mundo.

 

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