Opinión

Cuando ríen los dioses

Uri Avnery
Uri Avnery
· 11 minutos

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Si la vida de Simón Peres fuera una obra de teatro, sería difícil clasificarla. ¿Tragedia? ¿Comedia? ¿Tragicomedia?

Durante sesenta años parecía que estaba bajo una maldición de los dioses, como la maldición de Sísifo, que fue condenado a subir rodando una enorme roca por una colina y, cada vez que se acercara a su meta, la roca caería rodando de nuevo hasta abajo.

Confesión: nuestras vidas han transcurrido de alguna manera en líneas paralelas. Él es un mes mayor que yo. Ambos llegamos a Palestina siendo niños. Ambos hemos estado en la vida política desde nuestra adolescencia. Pero el parecido acaba aquí.

Nos conocimos por primera vez hace sesenta años, cuando yo tenía treinta. Él era el director general del ministerio más importante de Israel; yo era el editor de la revista de noticias más agresiva de Israel. La aversión mutua se manifestó desde el principio.

Peres y yo nos conocimos hace sesenta años, cuando teníamos treinta. La aversión era mutua

Él era el principal asistente de David Ben-Gurion; yo era el principal enemigo de Ben-Gurion (así me definió su jefe de seguridad). Desde entonces nuestros pasos se cruzaron muchas veces, pero no nos convertimos en amigos íntimos.

Ya al principio de su infancia en Polonia, Peres (por entonces Persky) se quejaba de que sus compañeros de la escuela (judía) le pegaban sin razón alguna. Su hermano pequeño tenía que defenderlo.

Cuando vino a Palestina con su familia, fue enviado al legendario pueblo de niños Ben Shemen, donde se apuntó a un kibutz. Pero ya como adolescente era evidente su perspicacia política. Fue instructor de un movimiento juvenil socialista. Cuando este se disolvió, la mayoría de sus camaradas se unieron a la facción de izquierdas, que parecía más joven y dinámica. Peres fue uno de los pocos que se quedaron con el partido dirigente Mapai y llamó por tanto la atención de los líderes más antiguos.

Tuvo que tomar una elección mucho más trascendental en la guerra de 1948, una guerra que todos nosotros consideramos una lucha a vida o muerte. Fue el acontecimiento decisivo de nuestra generación. Casi todos los jóvenes se apresuraron a unirse a las unidades de combate. Peres no. Ben-Gurion lo envió al extranjero a comprar armas – una tarea muy importante, pero que podría haber llevado a cabo una persona mayor. Peres fue considerado un escaqueador en la prueba final y nunca consiguió el perdón de aquellos que lucharon en el 48. El desprecio lo atormentó durante décadas.

Los franceses recompensaron a Peres con el reactor atómico de Dimona por la guerra de 1956

A la temprana edad de treinta años, Ben-Gurion lo nombró director del ministerio de Defensa… un enorme avance que le aseguró una rápida ascensión a la cima. Y de hecho, tuvo un papel importante en convencer a Ben-Gurion de la guerra de Suez de 1956, en confabulación con Francia y Gran Bretaña.

Los franceses estaban teniendo problemas con la guerra de independencia argelina y creían que su verdadero enemigo era el líder egipcio Gamal Abdel Nasser. Consiguieron que Israel encabezara un ataque para derrocarlo. Fue un auténtico fracaso.

En mi opinión, la guerra fue un desastre político para Israel. Creó el abismo que separa nuestro estado del mundo árabe. Pero los franceses mostraron su gratitud: recompensaron a Peres con el reactor atómico de Dimona.

Durante este período, Peres era el halcón definitivo y un miembro central de un grupo al que mi revista, Haolam Hazeh, etiquetó como “la banda de Ben-Gurion” – un grupo que sospechábamos que estaba maquinando para tomar el poder por medios no democráticos. Pero antes de que esto pudiera pasar, Ben-Gurion fue echado por viejos veteranos del partido y Peres no tuvo más opción que unírsele en el exilio político. Juntos formaron un nuevo partido, Rafi; Peres trabajó como un loco pero al final obtuvieron tan solo diez escaños de la Knéset. Peres y la piedra estaban de nuevo abajo del todo.

La Guerra de los Seis Días supuso la redención. El día de antes, Rafi había sido invitado a unirse a un gobierno de unidad nacional. Pero Moshe Dayan le arrebató el gran premio y se convirtió en ministro de Defensa y un ídolo mundial. Peres se quedó en la sombra.

La siguiente oportunidad apareció después de la guerra de Yom Kippur en 1973. Golda Meir y Dayan fueron expulsados por el público furioso. Peres era el candidato obvio a primer ministro. Pero por mira por dónde, en el último momento Yitzhak apareció de la nada y se llevó la corona. Peres se quedó con el Ministerio de Defensa.

Los siguientes tres años fue una historia continua de subversión, Peres intentando por todos los medios fastidiar a Rabin. Como parte de estos esfuerzos, permitió que los extremistas de derechas establecieran el primer asentamiento en el corazón de Cisjordania: Kedumim. Con razón lo habían llamado el padre del movimiento de los asentamientos, al igual que lo llamaron después el padre de la bomba atómica.

Rabin acuño una frase que se le quedó: “Traidor incansable”.

Rabin acuño una frase para Peres que se le quedó: “Traidor incansable”

Este capítulo acabó con la “cuenta en dólares”. Tras dejar su antiguo trabajo de embajador en Washington, Rabin había dejado una cuenta abierta en un banco estadounidense. Por entonces esto era un delito, generalmente castigado con una multa, pero Rabin dimitió para proteger a su esposa.

Nunca se probó que Peres tuviera algo que ver en esta revelación, aunque muchos lo sospecharan.

Al final, el camino estaba abierto. Peres tomó el liderazgo del partido y participó en las elecciones. El partido laborista tenía todas las de ganar, como siempre había sido.

Pero los dioses tan solo se rieron. Después de cuarenta y cuatro años de dominio continuo del partido laborista, tanto en el Yishuv como en el estado, Peres consiguió lograr lo impensable: perdió.

Menachem Begin hizo la paz con Egipto con Moshe Dayan a su lado, el rival de Peres. Poco después, Begin invadió Líbano. En la víspera de la guerra, Peres y Rabin lo visitaron y lo alentaron a atacar. Después de que la guerra salió mal, Peres apareció en una enorme concentración por la paz y condenó la guerra.

En las elecciones previas, Peres había tenido una experiencia frustrante. Por la noche, después de que se cerraran las urnas, Peres fue coronado ante la cámara como el próximo primer ministro. A la mañana siguiente, Israel se despertó con el primer ministro Menachem. De nuevo Begin.

Cuando Peres hizo la pregunta retórica “¿Soy un perdedor?”, el público gritó al unísono “¡Sí!”

Las siguientes elecciones acabaron con un empate. Por primera vez Peres se convirtió en primer ministro pero solo bajo un acuerdo de rotación. Cuando Shamir tomó el poder, Peres intentó echarlo de su puesto con un complot político dudoso. Fracasó. Rabin, tan mordaz como siempre, lo llamó “la legislatura sucia”.

La impopularidad de Peres alcanzó nuevas cotas. En los mítines de campaña, la gente lo maldecía y le tiraba tomates. En una fiesta, cuando hizo la pregunta retórica “¿Soy un perdedor?” el público gritó al unísono “¡Sí!”

Para cambiar su suerte, pasó por una operación estética para modificar su imagen de abatido. Pero su falta de gracia no podía resolverla un cirujano. Ni tampoco podrían hacerlo sus habilidades retóricas; este hombre, que ha pronunciado muchos decenas de miles de discursos, no ha expresado jamás una idea original. Sus discursos constan por completo de tópicos políticos, ayudados por una voz profunda, el sueño de cualquier político.

(Esto, por cierto, desmiente su pretensión de haber leído miles de libros. No puedes realmente haber leído tantos libros sin mostrar ni un ápice de ellos en tu escritura ni tus discursos. Uno de sus asistentes me confió una vez que él preparaba resúmenes de libros de moda para Peres, para librarle de la molestia de tener que leer realmente el libro antes de citarlos.

Mientras tanto, Peres el halcón se convirtió en Peres el pacifista. Tenía un papel en la obtención del acuerdo de Oslo, pero fue Rabin quien se llevó la gloria. Lo mismo le había ocurrido antes, por cierto, con la atrevida incursión de Entebbe cuando Peres era ministro de Defensa y Rabin era primer ministro.

Después de Oslo, el comité Nobel estaba a punto de conceder el premio de la paz a Rabin y Arafat. Sin embargo, hubo una presión mundial inmensa para que se incluyera a Peres. Dado que más de tres personas no podían compartir el premio, se quedó fuera Mahmud Abbas, que había firmado el acuerdo con Peres.

El asesinato de Rabin fue un momento decisivo para Peres. Había estado justo al lado de Rabin cuando se cantó la “canción de la paz”. Bajó las escaleras cuando Yigal Amir estaba esperando abajo, con la pistola cargada en su mano. El asesino dejó que Peres pasara y esperó a Rabin, otro insulto supremo.

Pero finalmente Peres había alcanzado su objetivo. Era primer ministro. Lo obvio era convocar inmediatamente elecciones, presentándose como el heredero del líder martirizado. Habría ganado con una mayoría arrolladora. Pero Peres quería ser elegido por sus propios méritos. Pospuso las elecciones.

“Si no se pueden perder unas elecciones, ¡Peres las perderá de todas formas!”

Los resultados fueron desastrosos. Peres dio la orden de asesinar a Yahya Ayyash, el “ingeniero” que había preparado las bombas de Hamás. Como represalia, el país entero explotó en un tsunami de bombas suicidas. Después Peres invadió el sur del Líbano, una forma segura de alcanzar popularidad. Pero algo falló, hubo una masacre de civiles por fuego de artillería en un campo de las Naciones Unidas y la operación acabó de forma vergonzosa. Peres perdió las elecciones, Netanyahu llegó al poder.

Después, cuando el temido Ariel Sharon fue elegido, Peres le ofreció sus servicios. Consiguió limpiar la imagen sangrienta de Sharon en el mundo.

En toda su vida política, Peres nunca ganó unas elecciones. Así que decidió dejar la política de partidos y presentarse a presidente. Su victoria estaba asegurada, ciertamente frente a un funcionario insulso del Likud como Moshe Katzav. El resultado fue de nuevo un insulto supremo: el pequeño Katzav ganó frente al gran Peres. (Provocando que alguna gente dijera: “Si no se pueden perder unas elecciones, ¡Peres las perderá de todas formas!”)

Pero esta vez los dioses parecían haber decidido que ya era bastante. Katzav fue acusado de violar a sus secretarias, y el camino estaba libre para Peres. Fue elegido por el Parlamento.

Fue la hoja de parra de Netanyahu para expandir los asentamientos y sabotear la paz

Desde entonces ha estado celebrándolo. Los dioses arrepentidos lo colmaron de regalos. El público, que lo había odiado durante décadas, lo envolvió con su amor. Los famosos internacionales lo designaban como uno de los grandes del mundo.

No se cansaba de todo ello. Toda su vida ansiando amor, se tragaba los cumplidos como un pozo sin fondo. Hablaba sin fin de “paz” y el “nuevo Oriente Medio” mientras no hacía absolutamente nada para conseguirlo. Incluso los presentadores de televisión sonreían cuando repetían sus frases edificantes. En realidad fue la hoja de parra de las innumerables acciones de Netanyahu para expandir los asentamientos y sabotear la paz.

Este martes pasado fue la culminación. Sentado al lado de Netanyahu, Peres celebró su 90 cumpleaños (dos meses antes de la fecha real) rodeado de un sinfín de personalidades naciones e internacionales, disfrutando del glamour como un adolescente. Costó mucho; tan solo Bill Clinton se llevó medio millón de dólares por asistir.

Después de todas las crueldades que le han infligido durante toda su vida, los dioses rieron con benevolencia.