Opinión

Diez años después…

Aïcha Zaïmi Sakhri
Aïcha Zaïmi Sakhri
· 4 minutos

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Me acuerdo como si hubiera sido ayer. El 10 de octubre de de 2003, Zoulikha Nasri, consejera del rey, nos invitó a un grupo de representantes de asociaciones femeninas. ¿El motivo? El famoso discurso de su majestad, Mohamed VI, en la inauguración del ciclo de sesiones parlamentarias. Aquel viernes emblemático marcó nuestras mentes. Anunció que se iba a hacer realidad nuestro sueño más extravagante: la ansiada reforma de la Mudáwana. Iba a anular las injusticias y las discriminaciones que caracterizaban el estatuto jurídico de la mujer marroquí.

Diez años después ¿cuál es el balance de la reforma?

Veamos primero los avances. Son innegables, pese a lo que digan los amargados. La Mudáwana se ha convertido en un código legal cualquiera, el de la familia, basado en un principio claro: la igualdad entre marido y mujer. Este avance es enorme, respecto a una Mudáwana que consagraba la dominación del marido y exigía a la esposa obediencia y sumisión.

Antes, la ley exigía a la esposa obediencia; ahora se basa en la igualdad

Otro paso adelante significativo: el derecho al divorcio, incluyendo el derecho a solicitarlo sin motivos. Antes de 2004, algunas mujeres se veían convertidas en maalkatas, abandonadas pero sin haber sido repudiadas, y sin poder ganar el juicio.

También hay un avance desde el punto de vista filosófico. Antes, la Mudáwana era sacrosanta. Ahora, el Código de la Familia es un texto normal, es decir corregible. Es decir, existe hoy un marco jurídico, con progresos claramente definidos, pero también con numerosos fallos. ¿Un ejemplo? La edad mínima para contraer matrimonio se ha fijado en los 18 años, pero con un margen de maniobra que permite al juez autorizar el casamiento de menores de edad. Una excepción que demasiado a menudo se convierte en regla.

Y pese a todo el eco que se le ha dado a la reforma, las mujeres aún no conocen sus derechos, sobre todo las que viven en las aisladas zonas rurales. Hay niñas de 16 años y menos, que se convierten de repente en madres repudiadas, sin haber pasado por el acto de matrimonio legal; les basta con una simple lectura de la primera sura coránica, la fátiha. Lo mismo vale para la separación: es verbal. Es decir, el repudio puro y simple sigue existiendo.

El carácter vago de la ley beneficia al más fuerte: a aquel que tenga más dinero: a los hombres

¿Cómo puede una mujer conocer sus derechos e insistir en que se aplique cuando es analfabeta y no dispone de medios? En la ciudad, a menudo lo que hay que denunciar es la mentalidad. Las cláusulas de los textos legales no subrayan con suficiente claridad la noción de la igualdad de derechos entre marido y mujer. Este carácter vago y confuso acaba beneficiando al más fuerte. Es decir a aquel que tenga más dinero. Es decir, a los hombres.

¿Se ha acabado la lucha por la igualdad? ¿Ya no hace falta reivindicar nada más que no sea la aplicación correcta del Código y su adaptación a la nueva Constitución? La ley garantiza hoy la igualdad durante el matrimonio, pero no durante su disolución. Protege en primer lugar a la esposa, pero no realmente a la mujer.

Para que el Código de la Familia pueda hoy día garantizar la igualdad de las mujeres, tengan el estado civil que tengan, debe evolucionar hacia referencias más universales. La educación, la enseñanza siguen siendo el pasaporte hacia la emancipación de las mujeres. La libertad, la igualdad y, en consecuencia, la posibilidad de elegir son resultados de una autonomía financiera, imprescindible cuando se trata de hablar de emancipación.

La lucha futura será desenganchar el Código de sus referencias religiosas para poder avanzar con la causa de las mujeres en una sociedad más justa y más igualitaria. ¿Por dónde empezar? ¿Reabrir la iytihad, la interpretación coránica? ¿Optar por un código puramente civil? ¿Cómo puede la religión hacerse compatible con lo universal?

Hasta ahora, Marruecos ha sabido situarse bastante bien, en comparación con otros Estados árabes. La nueva Constitución refuerza la idea de la igualdad. También defiende la idea de un Marruecos plural. Ésta es la vía.