Opinión

Cataluña, un debate viciado

Andrés Mourenza
Andrés Mourenza
· 8 minutos

 

Resulta descorazonador –más aún para los que estamos ligados a ella de un modo u otro- que el debate sobre Cataluña haya caído tan hondo en el pozo de la visceralidad. No hay argumentos, sino tópicos, falacias, medias verdades exageradas que se lanzan, como piedras, hacia el adversario, polarizando la situación y borrando las posiciones intermedias de un plumazo. Resulta a la vez peligroso y triste. Peligroso porque se está tratando un tema tan serio como es la secesión de un territorio, que puede tener imprevisibles consecuencias tanto para los catalanes como para todos los españoles. Y triste porque, apenas unos cientos de kilómetros más al norte, en Escocia, el mismo debate está teniendo lugar dentro de los parámetros de lo razonable.

He aquí algunas reflexiones sobre los argumentos que se manejan.

1.- Los partidos favorables a la independencia han lanza su campaña en torno al llamado “derecho a decidir”, un nuevo parto de la neolengua del eufemismo que sólo sirve para enmascarar el debate. ¿Derecho a decidir qué? ¿los recortes? ¿la política económica de la Generalitat? Lo que se está planteando es votar sobre si Cataluña debe o no seguir formando parte de España, por tanto, no estamos hablando sino del derecho de autodeterminación.

Cataluña sería una nueva entidad jurídica internacional, lo que no es tan sencillo como lo pintan algunos

El derecho a la autodeterminación existe como tal, incluso en diversas resoluciones de Naciones Unidas (si bien es cierto que se introdujo al calor de los debates sobre la descolonización) e incluso en constituciones, siendo el ejemplo más claro el de la Carta Magna de la Unión Soviética de 1977, que incluía el derecho a la secesión de las repúblicas constituyentes de la federación, hecho que habitualmente pasan por alto los nacionalistas catalanes que ponen como ejemplo las independencias de los países bálticos. Aunque resulta problemático jurídicamente –al entrar en conflicto con el derecho a la integridad territorial, también reconocido por la ONU y diversos tratados internacionales- sí existe, por oposición a la entelequia del “derecho a decidir”.

2.- Otro argumento que está siendo un arma arrojadiza durante las discusiones sobre la autodeterminación catalana, es qué sucederá tras una eventual independencia. Las autoridades catalanas y los partidos pro-referéndum como la conservadora Convergencia i Unió (CiU) o sus nuevos socios de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) se esfuerzan en presentar un panorama de color de rosa en base a argumentos tan peregrinos como que “La Unión Europea no nos dejará tirados” o “Somos demasiados importantes como para quedarnos fuera de la UE” o “No existen precedentes”. Sin embargo, una Cataluña independiente sería una nueva entidad jurídica internacional que, como tal, debería reclamar su ingreso en las organizaciones internacionales, desde la ONU a la UE. Si hay cooperación de las diferentes partes el proceso sería rápido, pero si persiste el antagonismo actual –con una España determinada a boicotear a Cataluña a toda costa- el proceso podría convertirse en un dolor de cabeza para los catalanes, reduciéndolos a un nuevo Kosovo o un Taiwán, es decir un país con cierto reconocimiento internacional, unas relaciones internacionales sui generis y muy lejos de la normalización. Además, sí que existen precedentes: en 1962 se celebró el referéndum de autodeterminación de Argelia, que, como departamento de Francia que era formaba parte de las entonces Comunidades Europeas. La abrumadora victoria del Oui supuso la independencia argelina y, efectivamente, la salida de las CE.

Algunos estados fuera de la UE han podido adoptar el euro como divisa

En cambio quienes se oponen a la independencia pintan a su vez un panorama desolador. Incluso se ha visto a canales de televisión explicando que los catalanes deberían marcar sus propios euros para reconvertirlos en la nueva moneda. Esto también es falso. Actualmente, cuatro estados fuera de la UE, aunque con relaciones preferentes (Mónaco, Vaticano, San Marino y Andorra), han llegado a acuerdos que les permiten usar la moneda comunitaria e incluso acuñarla, aunque no tienen asiento en el Banco Central Europeo, es decir, carecen de poder de decisión en cuestiones monetarias. Otros dos estados (Montenegro y Kosovo) adoptaron el euro como moneda de uso corriente de forma unilateral.

3.- El aumento del apoyo al independentismo en Cataluña está directamente vinculado a la crisis económica y al uso indiscriminado que los nacionalistas catalanes han hecho, para desviar la atención de su pobre gestión, del manido argumento «Espanya ens roba». Como muestra un estudio de la Fundación BBVA sobre la balanza fiscal de las comunidades autónomas y el Estado central en el periodo anterior a la actual crisis (1991-2005) (LINK http://www.uv.es/uriel/publicaciones/NBF2007.pdf pgs. 286-308), las comunidades que más contribuyeron al conjunto del Estado fueron Madrid y Cataluña (también tienen saldo negativo Baleares y Valencia, aunque a mucha distancia). Resulta algo normal teniendo en cuenta que son las comunidades más ricas (junto a Euskadi, cuya balanza fiscal está distorsionada por la pervivencia de un injusto régimen foral de herencia medieval y que ha sobrevivido gracias a los conflictos carlistas y su aceptación por parte de Franco). El resto de territorios ha contribuido históricamente a esta riqueza mediante la emigración –mano de obra- y el consumo de sus productos, mientras que Madrid y Cataluña transferían parte de su riqueza al resto en forma de fondos para paliar parte de los desequilibrios generados. Es lo que se conoce como un Mecanismo de Redistribución de Excedentes, esencial para el funcionamiento correcto de cualquier área territorial interconectada.

Desde Madrid se han ignorado infraestructuras muy demandadas, como la conexión entre Cataluña y Galicia

A nivel de la Eurozona, el papel de Madrid y Cataluña lo ejercen Alemania y otros países del norte, con la diferencia de que no existe dicho mecanismo de redistribución. De ahí que la Comisión Europea se plantee sancionar a Berlín por su elevado superávit, tan nocivo como el déficit desbocado y que está directamente relacionado con los déficits del sur europeo (sobre esta cuestión conviene leer al profesor griego Yannis Varoufakis).

Así es que esas críticas de uno de los líderes de CiU, Josep Antoni Duran i Lleida, a los campesinos andaluces tachándolos de vagos, no son sino un sucedáneo patrio de los estereotipos más populistas usados por los líderes alemanes cuando se quejan del sur despilfarrador.

Es cierto, con todo, que desde el Gobierno central se ha ninguneado a Cataluña a la hora de construir ciertas infraestructuras largamente demandadas: que los trenes de alta velocidad llegasen a Sevilla y Valladolid antes que a Barcelona no tiene sentido, como tampoco que se tarde tanto en modernizar la red de comunicación entre Galicia y Cataluña o que apenas se haya avanzado en el tan prometido Corredor Mediterráneo.

El nacionalismo siempre ha sido un buen modo de diluir otras agitaciones sociales

4.- Otro elemento que ha contribuido al auge del independentismo ha sido la nauseabunda repetición, desde medios nacionalistas españoles, de falsedades como que a los estudiantes catalanes se les inculca el odio a España mediante el sistema de inmersión lingüística. El propio Parlamento Europeo validó este sistema y, créanme, el catalán no es un problema en Cataluña. Por ejemplo, durante este curso sólo 23 familias han pedido escolarizar a sus hijos exclusivamente en castellano. Yo mismo cursé mis estudios universitarios en Barcelona y jamás hubo un sólo problema. El sistema funcionaba perfectamente: los profesores se expresaban en la lengua que considerasen oportuna –catalán o español- y los alumnos respondían en la que quisiesen –español o catalán-. Yo me fui de allí con una lengua más en el bolsillo y, francamente, negarse a aprender un nuevo idioma cuando se dan todas las facilidades para ello es, simple y llanamente, de catetos.

Es difícil acertar cuál es el mejor sistema de gobierno territorial para un país determinado en un momento determinado, más aún si nos basamos en planteamientos metafísicos, divinos o historicistas. Siempre será una cuestión sujeta a debate, y no hay nada de malo per se en sostener el centralismo, el régimen autonómico, el federalismo o el independentismo, siempre y cuando se haga mediante una argumentación razonada, sin dejarse llevar por el nacionalismo exacerbado, sea éste centrífugo o centrípeto. Pero lo peor de todo es que este tipo de debates distraen la vista de otros problemas más graves que acucian actualmente a España y Cataluña. Quienes residen en Moncloa y Sant Jaume lo saben: el nacionalismo siempre ha sido un buen modo de diluir otro tipo de agitaciones sociales.

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