Opinión

Neutrales ¿a favor de quién?

Uri Avnery
Uri Avnery
· 10 minutos

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A un antiguo jefe del Estado Mayor del ejército israelí, un hombre de inteligencia limitada, le dijeron una vez que cierto tipo era ateo. «Ah,vale», dijo, pero ¿ateo judío o ateo cristiano?

Lenin, durante su exilio en Suiza, pregunta en cierta ocasión sobre la afiliación de un miembro de la Duma, recién elegido. «Ah, este es simplemente un idiota», le aseguró su asistente. Lenin insistió con impaciencia: «¿Un idiota a favor de quién?»

Estoy tentado de hacer una pregunta similar sobre la gente que se conside neutral en nuestro conflicto: «Neutral ¿a favor de quién?»

La pregunta se me ocurrió cuando veía un documental israelí sobre los intermediarios estadounidenses que llevan 40 años o por ahí intentando mediar para que los palestinos y nosotros hagamos la paz.

Por algún motivo, la mayoría de ellos eran judíos.

Estoy seguro de que todos eran ciudadanos estadounidenses leales, que se habrían ofendido sinceramente si alguien hubiera insinuado que servían a los intereses de un país extranjero, como es Israel. Se sentían honradamente neutrales en nuestro conflicto.

Desde su infancia, los ‘neutrales’  han absorbido la historia de uno de los bandos, el nuestro

Pero ¿eran neutrales? ¿Lo son? ¿Pueden serlo?

Mi respuesta es: No, no pueden.

No porque no fueran honrados. No porque favorecían conscientemente a un bando. Por supuesto que no. ¡En lo más mínimo!

Sino por una razón mucho más profunda. Fueron criados con la versión de uno de los dos bandos. Desde su infancia han absorbido la historia y la terminología de uno de los bandos, el nuestro. No podrían imaginar siquiera que el otro bando tiene una versión distinta con una terminología diferente.

Esto no les impide ser neutrales. Neutrales a favor de un bando.

Por cierto, en este aspecto no hay mucha diferencia entre los norteamericanos judíos y los demás norteamericanos. En general todos se han educado en la misma historia y la misma ideología, basada en la Biblia hebrea.

Tomemos el último ejemplo. John Kerry lleva encima el borrador de un plan para solucionar el conflicto.

Un equipo de expertos ha preparado este borrador de forma minuciosa. ¡Y qué equipo! Lo componen ciento sesenta personas entregadísimas.

No voy a preguntar cuántos de ellos son compañeros judíos. Esta pregunta huele a antisemitismo. Los judíos estadounidenses son como cualquier otro norteamericano. Leales a su país. Neutrales en nuestro conflicto.

¿Neutrales a favor de quién?

¿Por qué a los palestinos les iba a importar que las tropas israelíes se queden en el Valle del Jordán?

Vale, veamos el plan. Entre otros muchos detalles prevé que se estacionen tropas israelíes en el Valle del Jordán palestino. Una medida temporal. Sólo para diez años. Después, Israel decidirá si se ha cumplido con sus necesidades de seguridad. Si la respuesta es negativa, las tropas se quedarán el tiempo que sea necesario… según la evaluación israelí.

Para unos norteamericanos neutrales, eso suena bastante razonable. Habrá un Estado palestino soberano y libre. El Valle del Jordán será parte de este Estado. Si los palestinos consiguen su independencia, que tanto ansían, ¿por qué les iba a importar una menudencia de este tipo? Si no se proponen llevar a cabo una acción militar contra Israel ¿qué les puede importar?

Lógico si uno es israelí. O norteamericano. No, si uno es palestino.

Porque para un palestino, el Valle del Jordán constituye un 20 % de su futuro Estado, que ya en sí no es más del 22 % del territorio que consideran su patria histórica. Y porque creen, basándose en la experiencia, que hay muy pocas probabilidades de que los israelíes se retiren jamás de forma voluntaria de un trozo de tierra, si pueden evitarlo. Y porque continuar manteniendo el control sobre el valle permitiría a Israel aislar el Estado de Palestino de todo contacto con el mundo árabe, lo que equivale a decir del mundo entero.

Y sí, finalmente existen cosas llamadas orgullo nacional y soberanía.

Imagínese que México, o incluso Canadá, estacionara tropas en un 20% del territorio de Estados Unidos. O que las tropas francesas controlasen un 20% de Alemania. Que el Ejército de Rusia estuviera en un 20% de Polonia. O los militares serbios en Kosovo…

Eso es imposible, dirá usted. Asi que ¿por qué los norteamericanos asumen sin más que los palestinos son diferentes? ¿Que no les importará?

Porque tienen un cierto concepto de los israelíes y los palestinos.

La misma falta de comprensión del otro bando determina, desde luego, las relaciones entre ambos.

El último día del año 2013, Israel tuvo que liberar a 26 prisioneros palestinos, que estaban presos desde antes de los Acuerdos de Oslo de 1993. Esto era parte del acuerdo preliminar que John Kerry consiguió para que arrancasen las negociaciones actuales.

Para los israelíes, los presos son viles asesinos; para los palestinos son héroes nacionales

Cada vez que ocurre, hay un grito de indignación en Israel y uno de júbilo en Palestina. Nada ejemplifica mejor el abismo mental entre los dos pueblos que estas reacciones de tanto contraste.

Para los israelíes, estos presos son viles asesinos, odiosos terroristas con «sangre en sus manos». Para los palestinos son héroes nacionales, soldados de la sagrada causa palestina, que han sacrificado más de 20 años de sus jóvenes vidas por la libertad de su pueblo.

Durante días, todas las cadenas israelíes informaban varias veces durante la jornada sobre las demostraciones de madres israelíes desconsoladas, que se agarraban a grandes fotografías de sus hijos e hijas, llorando de rabia por la liberación de sus asesinos. E inmediatamente después venían las escenas en Ramalá y Nablús de las madres de los presos, agarrándose a las fotos de sus seres queridos, bailando y cantando por la alegría de verlos pronto.

Muchos israelíes se sentían avergonzados por estas imágenes. Pero los editores y presentadores se sorprenderían si se les dijera que estaban incitando al público en contra de la liberación de los presos e indirectamente contra las negociaciones de paz. ¿Por qué? ¿Cómo? ¡Sólo estamos informando!

Este asco ante la celebración del otro bando parece ser una reacción muy antigua. La Biblia nos relata que después de que el rey Saúl muriera en la guerra contra los filisteos, el rey David lo lamentara en estos términos: «No lo anunciéis en Gat, ni deis las nuevas en las plazas de Ascalón (ambas, ciudades filisteas); para que no se alegren las hijas de los filisteos, para que no salten de gozo las hijas de los incircuncisos » (II Samuel, 1:20).

«¿Existe un solo israelí, de Netanyahu para abajo, que no haya matado a árabes?»

Binyamin Netanyahu fue más lejos. Dio un discurso en el que denunciaba a la cúpula palestina. ¿Cómo podían organizar estas demostraciones de júbilo? ¿Qué dice esto de la sinceridad de Mahmud Abbas? ¿Cómo pueden alegrarse a la vista de estos abominables asesinos, que han masacrado a judíos inocentes? Todo esto ¿no demuestra que en realdiad no buscan la paz, que en el fondo de sus corazones son todos terroristas sin arrepentirse, sedientos de sangre judía? Así no podremos abandonar las medidas de seguridad en mucho, mucho tiempo.

Los propios prisioneros, entrevistados por una televisión israelí justo después de su liberación, aseguraron en excelente hebreo (que habían aprendido en la cárcel) que lo principal era conseguir la paz. Al preguntársele, uno de ellos respondió: «¿Existe un solo israelí, de Netanyahu para abajo, que no haya matado a árabes?»

Este abismo entre dos percepciones es, a mi juicio, el mayor obstáculo para la paz.

Esta semana, Netanyahu nos ofreció otro bello ejemplo. Hablaba sobre la continua incitación contra Israel en los libros de texto palestinos. Este tema de la propaganda de derechas israelí aparece cada vez, cuando a los demás argumentos trillados se les da un merecido descanso.

¿Cómo puede haber paz, exclamó Netanyahu, si los niños palestinos aprenden en el colegio que Haifa y Nazaret son parte de Palestina? ¡Esto significa que se les educa para destruir Israel!

Eso es tan impertinente que a uno no le quedan palabras. No creo que exista ni un sólo libro de texto en hebreo que no mencione el hecho de que Jericó y Hebrón son parte de la Tierra de Israel. Para cambiar eso habría que abolir la Biblia.

Haifa y Hebrón, Jericó y Nazaret son todas parte del mismo país, que en árabe se llama Palestina y en hebreo, Eretz Israel. Todas están profundamente arraigadas en la conciencia de los dos pueblos. Llegar a un compromiso no quiere decir que ambos tienen que abandonar sus memorias históricas sino que se pongan de acuerdo para dividir el país entre dos entidades políticas.

Netanyahu y su pandilla no pueden imaginarlo y por esto son incapaces de hacer la paz. En el lado palestino, por supuesto, también hay mucha gente a la que les parece imposible, o demasiado doloroso.

Me pregunto si los libros de texto irlandeses saltan por encima de 400 años de dominación o desprecio inglés. Lo dudo. También me preguntó cómo los libros de texto ingleses tratan este capítulo de su historia.

John Kerry no necesita ni 160 expertos, sean neutrales o no. Necesita a un buen psicólogo

En todo caso, si una comisión de expertos independiente (¿neutral?) examinara todos los libros de texto en Israel y Palestina, encontrarían muy poca diferencia entre ambos grupos. De los cuatro grandes sistemas de Enseñanza de Israel (la nacional, la nacional-religiosa, la occidental-ortodoxa y la oriental-ortodoxa), al menos las tres religiosas son tan nacionalistas-racistas que un competidor palestino tendría grandes dificultades para superarlas. Ninguna didce nada sobre la existencia de un pueblo palestino, ni mucho menos sobre el que pueda tener derecho a este país, Dios no lo quiera (literalmente).

Para llegar a algo más que un simple y frágil armisticio, una paz necesita reconciliación. Véase Mandela.

La reconciliación es imposible si alguno de los dos bandos cierra totalmente los ojos ante la versión del otro, su historia, sus creencias, percepciones y mitos.

John Kerry no necesita ni 160 expertos ni 1.600, sean neutrales o no. Necesita a un buen psicólogo. O quizás dos.

Es fácil de entender los sentimientos de una madre cuyo hijo murió a manos de un militante palestino. Si uno se pone, también puede entender los sentimientos de una madre, a cuyo hijo le ordenaron atacar a los israelíes y que regresa de la cárcel 30 años más tarde.

Sólo si los intermediarios norteamericanos, neutrales o no, entienden a ambas podrán contribuir a hacer llegar la paz.