Reportaje

Es niña; ya no te quiero

MJ Del Valle
MJ Del Valle
· 9 minutos
Shana muestra la foto de su bebé, una niña | ©  MJ del Valle
Shana muestra la foto de su bebé, una niña | © MJ del Valle

Después de dar a luz a una niña, Shana, de 24 años, ya sabía lo que la esperaba cuando se quedó embarazada por segunda vez. “Cuando descubrimos que el segundo bebé iba a ser también una niña, mi marido dijo que no quería tenerla y tuve que abortar. Llevaba ya tres meses y 10 días de embarazo. Me anestesiaron y me sacaron al feto.”

La segunda hija de Shana fue una de las miles de niñas abortadas cada año en Azerbaiyán.

Según un informe de 2012 del Instituto Guttmacher, Azerbaiyán tiene la tasa total de aborto más alta del mundo; cada mujer se someterá a una media de 2,3 abortos a lo largo de su vida. Entre 2005 y 2009, casi el 10% de los nacimientos femeninos en Armenia y Azerbaiyán no llegaron a término debido a la selección prenatal de sexo, según otro informe.

En algunas partes del país, la proporción llega a ser de 120 niños por cada 100 niñas

La nación rica en petróleo cuenta con uno de los peores registros de abortos selectivos por razón de sexo, de acuerdo con un informe de Naciones Unidas. En circunstancias normales, nacen 105 varones por cada 100 niñas. En Azerbaiyán, la proporción entre 2011 y 2012 fue de 116 varones por cada 100 niñas. En algunas partes del país, como la región de Ganja, llega a ser de 120 por cada 100.

No son infrecuentes los casos de mujeres que abortan una y otra vez hasta que dan a luz a un varón. Las tendencias estadísticas muestran también que la frecuencia del aborto selectivo por razones de sexo se incrementó de manera abrupta en la década de los 90, cuando la práctica de ecografías se volvió más común.

Rechazada por su hija

En un pequeño refugio para mujeres en el corazón de Bakú, la capital de Azerbaiyán, Shana relata con voz suave lo feliz y enamorada que estaba cuando se casó con su marido. Pero al igual que otras inquilinas del refugio, fue rechazada por no dar a luz a un hijo.

“Mi matrimonio iba bien hasta que me quedé embarazada y no cedí a la presión para abortar porque el bebé era niña. Entonces mi marido me envió a casa de mi madre y me dijo que iba a buscarse amantes que le dieran un hijo varón”, señala. Leman, la hija de Shana -ahora una niña alegre, que toca el piano-, fue ignorada y repudiada por su padre y abuelos paternos desde el momento en que nació.

 «Mi marido me abandonó y me dijo que iba a buscar una amante que le diera un hijo varón»

El rechazo a menudo comienza tras la ecografía de la duodécima semana de gestación. Tarana Hasanova, una ginecóloga que trabaja en el Policlínico Número 1 de Bakú, rememora las reacciones vividas tras anunciar que el feto era de sexo femenino. “He visto a hombres volver la espalda y abandonar la sala sin decir adiós. A veces, si se trata de la primera hija, los hombres más o menos lo aceptan, pero cuando es la segunda, con frecuencia no es así.

Recorriendo las amplias y limpias salas del principal pabellón de maternidad de Bakú, Faiza Aliyeva, la coordinadora nacional de salud reproductiva de Azerbaiyán, explica cómo trata de cambiar las mentalidades en las clases magistrales que imparte a ginecólogas. “Les aconsejo que reaccionen diciendo algo así como: “Qué suerte, es estupendo tener una niña. Cuidará de vosotros cuando seáis ancianos”. Eso es lo que les digo yo también a las parejas, cuando ejerzo de médico”.

India ha puesto solución a su propio problema de género prohibiendo la comprobación del sexo del nonato en la ecografía de la duodécima semana de gestación. Pero la aplicación de esta medida es difícil , según el doctor Luis Mora, del Fondo de Población de las Naciones Unidas.

Existen equipos baratos que permiten comprobar el sexo sin la supervisión de un médico. Y algunos azeríes consideran que la ocultación de información sobre el género del bebé sería pasarse de la raya. “Se trataría de una violación de los derechos humanos”, afirma Aliyeva.

Musa Guliyev, el vicepresidente del Comité de Políticas Sociales, señala que el Parlamento de Azerbaiyán tiene previsto debatir un nuevo paquete legislativo sobre salud reproductiva este otoño. Según la legislación propuesta, una comisión médica deberá analizar el caso de cualquier mujer que desee abortar después de la duodécima semana de gestación, para determinar si el aborto ha sido requerido por razones no médicas o relacionadas con el sexo del bebé.

Para Guliyev, tal legislación es el único camino que puede evitar a largo plazo un desbarajuste en la demografía de Azerbaiyán. Asimismo,el Fondo de Población de las Naciones Humanas ha alertado de las consecuencias que podría tener la escasez de mujeres, incluyendo aquellas que pondrían en riesgo los derechos humanos, como el secuestro, la trata o la venta de mujeres con propósito de matrimonio o de explotación sexual.

Una comisión médica analizará si el sexo del bebé influye en la decisión de abortar

La clave, según los reformadores, está en un enfoque holístico de los problemas reproductivos del país, en lugar de centrarse exclusivamente en la cuestión del aborto. Ofreciendo educación sexual a los adolescentes y facilitando el acceso a los anticonceptivos, sostiene Aliyeva, el Gobierno reduciría el número total de abortos de fetos de ambos sexos.

Entretanto, el caso de Corea del Sur se suele utilizar para proporcionar un ejemplo exitoso de cómo revertir el desequilibrio en la proporción de ambos sexos. A mediados de la década de los 90, en Corea del Sur la proporción de niños y niñas al nacer era similar a la de Azerbaiyán en la actualidad. Pero para 2007, ya nacían solamente 107 varones por cada 100 niñas.

Corea del Sur basó su estrategia en un enfoque multidisciplinar. Se aprobó y puso en práctica una legislación contra la detección prenatal del sexo. Fue lanzada una campaña masiva en los medios de comunicación bajo el lema de “Ama a tu hija”, y se aprobaron nuevas medidas para promover la igualdad de género. Estas nuevas políticas contaron con la ayuda del boom económico que vivió Corea, que facilitó que las mujeres se incorporaran al mercado laboral, obteniendo una mayor autonomía.

Queda por ver si la legislación tiene la capacidad de alterar los enquistados prejuicios culturales de Azerbaiyán. Los sistemas legales de los países del Cáucaso garantizan la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, pero para muchos individuos de ambos sexos constituye una cuestión de orgullo el que un hijo perpetúe el linaje familiar. Esta preferencia está tan arraigada que ni siquiera las enseñanzas cristianas y musulmanas en contra del aborto consiguen limitar la práctica.

En su oficina de Bakú, rodeado de pilas de libros, el experto islámico Sahin Hesenli señala: “Una hija es un don de dios. El Corán afirma que un hombre que se hace cargo de varias hijas tiene un lugar en el cielo”.

Pero Shana recuerda entre lágrimas que la reacción de su exmarido fue muy distinta de lo que Hesenli hubiera esperado. “Después de que naciera Leman, mi marido no nos dió nada de dinero,” cuenta. “Dijo que no era su hija e incluso pidió hacer un test de paternidad, porque estaba seguro de que él no podía tener una niña. Mi suegra también dijo que su hijo debía tener un varón, no una niña”.

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Los tres países del Cáucaso tienen una de las tasas de aborto selectivo más altas del mundo, sólo después de China, donde nacen más de 120 niños por cada 100 niñas, debido a una draconiana política del hijo único y unas tradiciones religiosas que otorgan primacía al varón. La tasa natural en todo el mundo oscila entre los 103 y los 106 varones.

Fuera del gigante asiático, Azerbaiyán encabeza las estadísticas actuales, con 116 niños por cada 100 niñas. Armenia, con una tasa de 114, ha bajado algo en la última década, tras despuntar con 120 niños por 100 niñas en los años noventa. Georgia muestra enormes oscilaciones: si en 2007 se registraba una tasa de 111, en 2008 subió a 128; la media parece estar en los 113,5.

La alta incidencia del aborto selectivo para evitar el nacimiento de hijos – en ausencia de cualquier política de limitar el número de hijos – no está relacionada con la facilidad de interrumpir el embarazo: la vecina Turquía, donde el aborto es legal hasta las 10 semanas, fácilmente accesible y tampoco sujeto a tabúes sociales, muestra una tasa completamente natural de 105 varones por cada 100 niñas. Ni tampoco está relacionado con la religión: tanto Irán como Iraq, países con predominio de un islam conservador, se hallan cerca de la normalidad, con 104 y 107 varones por cada 100 niñas, respectivamente, mientras que las profundas convicciones cristianas de Armenia y Georgia no evitan el aborto masivo de niñas, en niveles similares al de Azerbaiyán, de mayoría musulmana pero poco practicante.

Ilya U. Topper