Reportaje

La contraofensiva de los peshmerga

Laura J. Varo
Laura J. Varo
· 12 minutos
Milicianos kurdos (peshmerga) en Kirkuk (Junio 2014)  | © Laura J. Varo
Milicianos kurdos (peshmerga) en Kirkuk (Junio 2014) | © Laura J. Varo

Kirkuk | Junio 2014

Kirkuk no puede caer de ninguna de las maneras. Por dos razones: por los 200.000 barriles de petróleo diarios que producen cada día sus pozos, y por la amalgama confesional que se intuye en las banderolas de colorines que delimitan las calles de una ciudad que todos reivindican, kurdos, árabes, turcomanos y cristianos asirios. Los yihadistas del ISIL están a tan sólo 25 kilómetros.

La carretera que une la ciudad iraquí de Kirkuk con el puesto de control sobre el cauce de un río cercano tiene, como casi todas, dos sentidos. Por uno, el que lleva al río, circulan camionetas atestadas de hombres armados, coches con uniformados y algún que otro bulldozer que acabará parado en el arcén.

La primera avanzadilla del ISIL se sitúa a tan sólo cinco kilómetros del puesto de control kurdo

El otro, el que se dirige a la ciudad, a unos 20 kilómetros, devuelve pick-ups cargadas de bultos, taxis con mujeres y niños en brazos y mini-trailers sobre los que descansan los blindados humvee a los que han borrado a pintadas la bandera iraquí, signo del «Ejército de Bagdad».

«Somos los últimos peshmerga», atestigua el capitán Farman. Más allá de su checkpoint se abre territorio inhóspito, tierra de nadie que linda con el suelo ganado por los milicianos del Estado Islámico de Iraq y Levante (ISIL o ISIS), una escisión de Al Qaeda, de corte suní wahabí. Situados ya a 60 kilómetros de Bagdad y tras hacerse con el control de una de las mayores refinerías del país en Biyi, los yihadistas amenazan desde Bashir, a un puñado de kilómetros del río, donde se han establecido tras dos días de combates.

La primera avanzadilla del ISIL se sitúa a tan sólo cinco kilómetros en la dirección en la que apunta el cañón del único tanque que renquea atrancado en una trinchera fresca. Otras comienzan a aparecer alrededor de las dos garitas donde un puñado de uniformados, la mayoría con la enseña kurda en la solapa, revolotea a la espera de tomar posiciones; algunos señalan la dirección desde la que hace dos días, aseguran, atacaron su posición.

En el mismo tramo de carretera entre Kirkuk y Mosul se levanta la sede de la North Oil Company, protegida ahora por las fuerzas kurdas, las mismas que se parapetan del sol bajo un tenderete improvisado en el culo de ese mismo (y único) tanque. “Soy capitán del Ejército iraquí”, asegura Farman. En las hombreras luce las tres estrellas que avalan el rango, pero no hay ni rastro en el traje de la enseña iraquí, que ha dejado sólo un resto de velcro en la camisa.

El poder en Kirkuk ha pasado de las Fuerzas Armadas iraquíes a los peshmerga, los combatientes kurdos

El poder en Kirkuk ha pasado rápidamente de las Fuerzas Armadas nacionales a los peshmerga, los combatientes kurdos que hacen las veces de Ejército a las órdenes del Gobierno Regional del Kurdistán iraquí. No es que antes no hubiera. «El año pasado, los peshmerga ya estaban en algunos sitios», aclara Aso Mamand, líder local de la Unión Patriótica del Kurdistán (PUK), las mismas siglas que defienden el Gobernador de la ciudad y el presidente iraquí, Yalal Talabani. «Ahora hay más peshmerga», zanja.

No sólo hay más – concretamente unos 1.000 milicianos– sino que son la única fuerza que protege la ciudad del embiste del ISIL, que avanza hacia el este y el sur después de que la pasada semana tomase sin mayor esfuerzo la segunda ciudad iraquí, Mosul. El Ejército nacional, la institución que en el norte de mayoría kurda se ha ganado la etiqueta de “Fuerzas de Maliki» (el primer ministro iraquí, Nuri Maliki) o «de Bagdad»,simplemente abandonó sus posiciones dejando tirados por el suelo hasta los uniformes. Los milicianos kurdos, a las órdenes de los dos partidos mayoritarios (el PUK y el Partido Democrático del Kurdistán (KDP) de Masud Barzani, presidente del gobierno autónomo) acudieron a llenar el vacío de seguridad, anexionándose de facto la ciudad.

La retirada precipitada no solo ha sacado los colores a Bagdad, cuya gestión a favor de la población chií ha sido en buena parte causa de la honda penetración de los radicales de ISIL, apoyados en las reclamaciones de la población suní contra las políticas sectarias de Maliki. También ha puesto de manifiesto la ineficacia de unas Fuerzas Armadas entrenadas por Estados Unidos antes de que sus tropas abandonasen el país en 2011 y ha colocado al Gobierno autónomo de Kurdistán en una posición de absoluta ventaja con respecto a sus aspiraciones soberanistas.

Por lo pronto, los peshmerga han afianzado su poder en Kirkuk, la capital de la región petrolífera más rica de todo Iraq, en eterna disputa entre el Gobierno autónomo kurdo y Bagdad, con un referéndum aplazado sine die desde 2007.

“El sueño de un mayor Kurdistán ya se ha hecho realidad sobre el terreno”, ha confirmado el político y líder tribal suní Adnan Yanabi, jefe de la comisión de petróleo y gas del Parlamento iraquí. “El Kurdistán iraquí ya se ha extendido sobre sus ansiadas fronteras y no creo que sea fácil echarlos”.

Acuerdo entre caballeros

“Algunos árabes y turcomanos están contentos con la presencia de los peshmerga en la ciudad”, esgrime Mamand. “Si se marcharan de Kirkuk, los terroristas vendrían. Estamos haciendo un Kirkuk para todos”. El político asegura la existencia de comunicaciones diarias entre Bagdad y Erbil. “El Gobierno central no tiene fuerza para llegar aquí, el ISIL ha cortado las carreteras”, continúa, “y no pueden asegurar la zona”.

“El Gobierno central no tiene fuerza para llegar aquí: el ISIL ha cortado las carreteras”

Desde Bagdad parece llegar cierto respaldo.“Ahora que el Ejército iraquí ha abandonado algunas áreas importantes, sería una amenaza para Kurdistán si no son retomadas, especialmente en Kirkuk y las zonas de la provincia de Nínive que son parte del Kurdistán”, sentenciaba incluso el viceprimer ministro iraquí, el kurdo Rowsh Nuri Shaways, en una entrevista concedida a la agencia kurda Rudaw. “Es el deber de los peshmerga protegerlas”.

Shaways fue en los años 90 primer ministro del Kurdistán iraquí, bajo las siglas del KDP, aunque ahora forma parte del Gobierno central. “Si la situación continúa así”, remataba, “los peshmerga se quedarán definitivamente por más tiempo. Si tras diez años de entrenamiento y financiación, el Ejército se hunde de esa manera, llevará al menos otros cinco recuperarlo, y entretanto las fuerzas kurdas en la zona deben estar listas”.

Pero este acuerdo entre caballeros es frágil. Hay testigos que relatan una escaramuza entre un pequeño destacamento de las Fuerzas Armadas iraquíes y un grupo de peshmerga. Pudo haber unos 20 heridos, aseguran. Ocurrió en Bashir, a unos 30 kilómetros de Kirkuk, cuando los peshmerga lanzaron una contraofensiva para frenar el avance del ISIL sobre este pueblo cercano a las instalaciones petrolíferas de Taza y en la carretera hacia Tikrit. Decenas de familias habían abandonado ya la zona a comienzo de la semana ante la denuncia de bombardeos por parte de las fuerzas gubernamentales.

“Los peshmerga fueron recogiendo el material militar que habían dejado atrás los soldados iraquíes al huir”, explica el fotógrafo iraquí Younes Mohamed. “Una pequeña parte de los soldados no quisieron entregar las armas, lo que provocó el enfrentamiento”.

Turcomanos

La escaramuza de Bashir levanta sombras sobre el entendimiento entre Bagdad y Erbil y suscita dudas sobre la postura de otras minorías. La población turcomana (descendientes de otomanos que quedaron dispersos tras el derrumbe del imperio) de confesión chií que habita la cercana ciudad de Tuz Jormato ya se ha agrupado en torno al Frente Turcomano Iraquí, cuyo líder, Ersad Salihi, ha azuzado la bandera del miedo sectario.

“Los turcomanos tienen el derecho a usar armas para protegerse y lo harán”, prometió Salihi en una reciente rueda de prensa. “Los iraquíes han sufrido, pero los turcomanos han sido los más afectados por los recientes acontecimientos en el país”. El comandante en jefe de la milicia, Arjomend Mali, ha reconocido a la agencia turca Anadolu que cuentan ya con 1.500 jóvenes armados. Según Rudaw, han solicitado apoyo militar a Turquía.

El conflicto entre islamistas y kurdos ha engullido ya toda la región. Desde hace dos años, las milicias kurdas de Siria, conocidas por las siglas YPG, mantienen una encarnizada lucha contra los milicianos del ISIL, al tiempo que observan cierta neutralidad hacia el régimen de Bashar Asad. Pero Turquía respalda al ISIL y otras brigadas islamistas, denuncian. En este complicado triángulo de poderes, Masud Barzani aparece como aliado de Ankara e incómodo vecino de los kurdos sirios, más vinculados al PKK, la guerrilla turco-kurda.

Pero con el avance del ISIL a Mosul, kurdos sirios e iraquíes, YPG y peshmerga, han formado un frente común para cerrar el paso al enemigo yihadista. Los dirigentes de Rojava – nombre que recibe el Kurdistán sirio – ya han señalado su disposición de negociar un acuerdo con Barzani. Queda por ver cómo se alinean en este juego de ajedrez Bagdad y Ankara. El secuestro de 80 ciudadanos turcos – 49 de ellos personal del consulado– en Mosul, a inicios de junio, ha puesto un fin bastante abrupto al hasta entonces aparente idilio entre el Gobierno turco y el ISIL.

Kirkuk es el laboratorio, donde confluyen las ambiciones de Bagdad con la de los kurdos y la de Turquía

Kirkuk es el laboratorio, donde confluyen todas las ambiciones: la de Bagdad por conservar esta región petrolífera, la de los kurdos, por integrarla definitivamente en su autonomía, y la de Turquía, que siempre mantiene un pie en la zona a través del colectivo turcomano, antiguamente mayoría de la población en esta ciudad.

Hoy es la asayish, la policía kurda, la que patrulla las calles, pero las fuerzas de seguridad federales, compuestas por todas las etnias, aún se dejan ver en algunas zonas. “La seguridad (dentro de Kirkuk) aún pertenece al Gobierno central”, asegura Aso Mamand en la sede del PUK.

Vendedores de armas

En apariencia, Kirkuk está en paz. Por sus aceras se respira calma, como si nada pasase más allá del límite urbano, aunque aún hay quien recuerda que en una esquina o en tal edificio volaron a más de una decena de personas. “Toda la seguridad trabaja día y noche”, responde Halkawt Abdulaziz, jefe de la asayish en Kirkuk, “especialmente en los barrios árabes”. Es la nueva ley no escrita. Con la irrupción de ISIL, los árabes suníes se han convertido en sospechosos habituales. “Algunos son conocidos por apoyar a los terroristas”, ilustra.

La advertencia se repite en el bazar a las faldas de la antigua ciudadela, que se levanta en mitad de la ciudad como una mole de adobe. “No vendemos armas a los árabes, por si acaso”, suelta Goran, “sólo a los kurdos”. Aún no ha caído el sol y son pocos los hombres que caminan por entre las callejuelas donde las tiendas mantienen las puertas cerradas a cal y canto para impedir que entre el calor y salga el aire acondicionado que ni siquiera enfría.

 “No vendemos armas a los árabes, por si acaso”, dice un comerciante, “sólo a los kurdos”

Sólo un corrillo surgido en torno a algunas mantas extendidas en el suelo y otras tantas cajas semejantes a mesas de tahúr llama la atención. Dentro descansan a la sombra un par de kalashnikov y algunos fusiles chinos junto a decenas de cargadores y munición que pueden comprarse a 20 dólares la caja.

“La gente tiene miedo, necesita protegerse”, comenta el joven, que asegura que han aumentado ligeramente su arsenal a costa de las armas vendidas por los mismos soldados del Ejército regular que han abandonado su puesto. Él, afirma, compra a 500 dólares y vende a 600; los beneficios le parecen suficientes. “No queremos hacer dinero con esto”, protesta a sus espaldas otro vendedor ya entrado en años, “sólo vendemos a quien quiere protegerse”.

Pero con las armas proliferando es difícil predecir qué puede pasar en el futuro.“Hay quien quiere convertir Kirkuk en Mosul”, sentencia Aso Mamand, el político kurdo, en referencia, dice, a algunas “tribus suníes” que apoyaron la toma de esta ciudad. Para él no hay dudas: “Kirkuk es parte del Kurdistán”. Pero los yihadistas está a pocas decenas de kilómetros. Con sólo un tanque en medio.