Opinión

La atrocidad

Uri Avnery
Uri Avnery
· 10 minutos

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Llueven bombas sobre Gaza y cohetes sobre el sur de Israel, la gente está muriendo y se están destruyendo sus hogares.

De nuevo.

De nuevo sin ningún propósito. De nuevo con la certeza de que después de que todo haya terminado, todo se quedará esencialmente igual que estaba antes.

Pero casi no puedo oír las sirenas que advierten de los cohetes que vienen hacia Tel Aviv. No puedo dejar de pensar en el terrible suceso que ocurrió en Jerusalén.

Si un grupo de neonazis secuestra a un muchacho de 16 años en un barrio judío de Londres al amparo de la noche, lo llevan a Hyde Park, le golpean, le echan gasolina por la boca, le rocían con ella todo el cuerpo y le prenden fuego, ¿qué habría pasado?

¿No habría explotado el Reino Unido en una ola de ira y repulsa?

¿No habría la Reina expresado su indignación?

¿No se habría apresurado el primer ministro a ir a la casa de la familia del fallecido para pedir disculpas en nombre de toda la nación?

¿No tendrían que ser acusados y condenados los líderes de los neonazis, sus partidarios y adoctrinadores?

Tal vez en el Reino Unido. Tal vez en Alemania.

Pero no aquí.

Esta atrocidad abominable tuvo lugar en Jerusalén. Un muchacho palestino fue secuestrado y quemado vivo. Es con diferencia el crimen racista más horrible cometido hasta ahora en Israel.

Un muchacho palestino fue secuestrado y quemado vivo. Es el crimen racista más horrible cometido hasta ahora en Israel

Quemar viva a las personas es una abominación en todas partes. En un Estado que dice ser “judío”, es aún peor.

En la historia judía, sólo un capítulo se parece al Holocausto: la Inquisición española. Esta institución católica torturaba a judíos y los quemaba vivos en la hoguera. Más tarde, esto también sucedió en algún momento en los pogromos rusos. Incluso los enemigos más fanáticos de Israel no podrían imaginar que sucediese algo tan horrible en Israel. Hasta ahora.

Según la ley israelí, Jerusalén Este no es un territorio ocupado. Es una parte del Estado soberano de Israel.

Los acontecimientos ocurrieron de la siguiente forma:

Dos palestinos, actuando aparentemente solos, secuestraron a tres adolescentes israelíes que estaban haciendo autostop por la noche en un asentamiento cerca de Hebrón. El objetivo, probablemente, era utilizarlos como rehenes para conseguir la liberación de prisioneros palestinos.

La acción acabó mal cuando uno de los tres adolescentes logró llamar al número de emergencias de la policía israelí desde su teléfono móvil. A los secuestradores, dando por hecho que la policía no tardaría en seguirles la pista, les entró pánico y les dispararon a los tres en ese momento. Arrojaron los cuerpos a un campo y huyeron. (En realidad, la policía hizo mal las cosas y sólo comenzó su búsqueda a la mañana siguiente).

Todo Israel estalló en protestas. Se emplearon a miles de soldados durante tres semanas en la búsqueda de los tres jóvenes, peinando miles de edificios, cuevas y campos.

Las justas protestas públicas por el secuestro de los tres jóvenes judías pronto degeneraron en una orgía de incitación al racismo

Las protestas públicas fueron sin duda justificadas. Pero pronto degeneraron en una orgía de incitación al racismo que se fue intensificando día a día. Los periódicos, las emisoras de radio y las cadenas de televisión competían entre ellos con descaradas diatribas racistas, repitiendo la línea oficial ad nauseam y añadiendo sus propios comentarios nauseabundos todos los días, día y noche.

Los servicios de seguridad de la Autoridad Palestina, que han colaborado en todo momento con los servicios de seguridad israelíes, jugaron un papel importante en el pronto descubrimiento de la identidad de los dos secuestradores (identificados pero no capturados aún). Mahmoud Abbas, el presidente de la Autoridad Palestina, manifestó en una reunión de los países árabes su condena inequívoca por el secuestro y fue tildado por muchos de su propio pueblo como un Quisling árabe. Los dirigentes israelíes, por su parte, lo llamaron hipócrita.

Los líderes políticos de Israel soltaron una salva de declaraciones que en otros lugares serían consideradas claramente fascistas. Aquí tenemos una breve selección:

Danny Danon, viceministro de Defensa: “¡Si un muchacho ruso hubiese sido secuestrado, Putin habría arrasado una aldea tras otra!”

Ayala Shaked, líder de la facción “El Hogar Judío”: “Con un pueblo cuyos héroes son asesinos de niños tenemos que tratar en consecuencia”. (“El Hogar Judío” forma parte de la coalición de gobierno).

Noam Perl, presidente mundial de Bnei Akiva, el movimiento juvenil de los colonos: “Una nación entera y miles de años de historia demandan: ¡Venganza!”

Uri Bank, exsecretario de Uri Ariel, ministro de Vivienda y constructor de los asentamientos: “¡Este es el momento adecuado. Cuando lastiman a nuestros hijos, enfurezcámonos, sin límites, desmantelemos la Autoridad Palestina, anexionemos Judea y Samaria (Cisjordania), ejecutemos a todos los presos que hayan sido condenados por asesinato, exiliemos a los familiares de los terroristas!”

Y el propio Benjamín Netanyahu hablando de todo el pueblo palestino: “¡Ellos no son como nosotros. Nosotros santificamos la vida, ellos santifican la muerte!”

Cuando los cuerpos de los tres adolescentes fueron encontrados por guías turísticos, las manifestaciones de odio alcanzaron un nuevo punto álgido. Los soldados publicaron decenas de miles de mensajes en internet pidiendo “venganza”, los políticos les incitaban, los medios de comunicación echaron leña al fuego, turbas violentas se reunieron en muchos lugares en Jerusalén para perseguir a trabajadores árabes y apalearlos.

A excepción de algunas voces solitarias, parecía que todo Israel se había convertido en una muchedumbre futbolera que gritaba: “¡Muerte a los árabes!”

¿Puede alguien imaginarse a una multitud europea o americana de hoy en día gritando: “¿Muerte a los judíos?”

Los seis detenidos hasta ahora por el asesinato bestial del muchacho árabe habían salido directamente de una de estas manifestaciones de “muerte a los árabes”.

Primero trataron de secuestrar a un niño de 9 años en el mismo barrio árabe, Shuafat. Uno de ellos cogió al niño en la calle y lo arrastró hacia su coche, asfixiándole al mismo tiempo. Por suerte, el niño logró gritar “¡mamá!” y su madre comenzó a golpear al secuestrador con su teléfono móvil. Él se asustó y salió corriendo. Las marcas en el cuello del niño se pudieron ver durante varios días.

Los seis detenidos hasta ahora por el asesinato del muchacho árabe primero trataron de secuestrar a un niño de 9 años

Al día siguiente el grupo regresó, cogió a Muhammad Abu-Khdeir, un alegre muchacho de 16 años con una sonrisa encantadora, le echaron gasolina por la boca y lo quemaron hasta la muerte.

(Como si esto no fuera suficiente, agentes de la policía fronteriza cogieron a su primo durante una manifestación de protesta, lo esposaron, lo arrojaron al suelo y comenzaron a patearle la cabeza y la cara. Sus heridas tenían un aspecto horrible. El muchacho desfigurado fue arrestado, los policías no).

Al principio, no se mencionó la manera atroz en la que Muhammad fue asesinado. La información fue revelada por un patólogo árabe que estuvo presente en la autopsia oficial. La mayoría de los diarios israelíes mencionaron dicha información en pocas palabras en una página interior. La mayoría de las noticias de televisión no la mencionaron en absoluto.

En el propio Israel, los ciudadanos árabes se levantaron como no lo habían hecho en muchos años. Las manifestaciones violentas en todo el país duraron varios días. Al mismo tiempo, el frente de la Franja de Gaza explotó en una nueva orgía de cohetes y bombardeos aéreos en una nueva miniguerra que ya tiene un nombre: “Acantilado Sólido”. (La sección de propaganda del ejército ha inventado otro nombre en inglés). La nueva dictadura egipcia está colaborando con el ejército israelí en asfixiar a la Franja.

Los nombres de los seis sospechosos del asesinato por quemar al joven palestino, varios de los cuales ya habían confesado el espantoso hecho, aún no se han divulgado. Pero los informes no oficiales dicen que pertenecen a la comunidad ortodoxa. Al parecer, esta comunidad, tradicionalmente antisionista y moderada, ha engendrado a una descendencia neonazi que supera incluso a sus competidores religioso-sionistas.

Por terrible que sea el hecho en sí mismo, la reacción del público, a mi entender, es aún peor. Debido a que no hay ninguna.

Es cierto que se han oído algunas voces esporádicas. Muchos ciudadanos de a pie han expresado su repulsa en conversaciones privadas. Pero la ensordecedora indignación moral que uno podría haber esperado no se ha materializado.

Todo se ha hecho para minimizar el “incidente”, impedir su publicación en el extranjero e incluso dentro de Israel

Todo se ha hecho para minimizar el “incidente”, impedir su publicación en el extranjero e incluso dentro de Israel. La vida ha seguido como de costumbre. Unos pocos líderes del gobierno y otros políticos condenaron el hecho con frases rutinarias, para el consumo en el extranjero. El mundial de fútbol ha suscitado mucho más interés. Incluso para la izquierda, la atrocidad ha sido tratada como un punto más entre las muchas fechorías de la ocupación.

¿Dónde está la protesta, el levantamiento moral de la nación, la decisión unánime para acabar con el racismo que hace posible tales atrocidades?

El nuevo estallido en la Franja de Gaza y alrededores ha borrado por completo la atrocidad.

Las sirenas suenan en Jerusalén y en las ciudades al norte de Tel-Aviv. Los misiles dirigidos contra núcleos de población israelíes han sido interceptados con éxito (hasta ahora) por los antimisiles. Sin embargo, cientos de miles de hombres, mujeres y niños están corriendo hacia los refugios. Por otro lado, cientos de incursiones diarias de las Fuerzas Aéreas israelíes convierten a su vez la vida en la Franja de Gaza en un infierno.

Cuando los cañones rugen, las musas callan.

También la pena por un niño quemado hasta la muerte.

Publicado en Gush Shalom | 12 Julio 2014 | Traducción del inglés: Fátima Hernández Lamela