Artes

Joan Vinyoli

La mano del fuego

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 8 minutos
Vinyoli (2)

Hombre que mira al mar

No consigo recordar cuándo leí por primera vez a Joan Vinyoli. He consultado a varios amigos y ellos tampoco logran precisar su descubrimiento del poeta barcelonés. ¿Fue a través de unos versos musicados, o quizá en alguna antología? Da igual, todos tenemos la sensación de que ha estado siempre ahí. Su obra es atemporal, y por lo tanto es una obra siempre viva. Por eso, conocer que este año se celebra su centenario, solapando el 30 aniversario de su muerte, tiene algo de noticia fantástica, como si nos hablaran de una efemérides del mar.

A Joan Vinyoli i Pladevall lo imaginamos casi siempre asomado al mar, en su Ciudad Condal o en ese Begur donde pasó largas vacaciones, huyendo de las prosaicas rutinas urbanas. A veces es un hombre abrumado por el azul inmenso y su Historia inabarcable, otras busca en el Mediterráno el sosiego que el ruido de la vida le niega. Influenciado en sus comienzos por el gran Carles Riba, y con la sombra de Rilke –a quien tradujo al catalán– proyectada siempre sobre sus pasos, fue buscando una voz propia sin renunciar a esa función autoindagatoria que siempre atribuyó a este oficio.

“Vinyoli, incluso con cierto candor, ambicionaba ser parte de la alta poesía”, decía de él recientemente Valentí Puig. “Por eso lo que importa es la madrugada, la ropa tendida en los terrados de una ciudad sin nombre, la última copa, mirar el mundo por la ventana y ver a lo lejos trirremes de pueblos antiguos que llegan a la costa. ¿Qué más se le puede pedir?”. No hay consuelo para el hombre que mira al mar, acaso el de hallar entre las piedras romas que arrastra la marea las palabras exactas, los sonidos necesarios, y disponer todo sobre la página en blanco como quien engasta una joya.

Libros como El Callat (1956), Realitats (1963), Ara que és tard (1975), Vent d’aram (1976) o su definitivo Passeig d’aniversari (1984), que le valió el Premio Nacional de Poesía, no solo son fundamentales para la poesía catalana, sino también para los lectores españoles que leemos con dificultad esta lengua, pero no por ello dejamos de sentir como propio cuanto allí se expresa. La antología La mano del fuego, que acaba de publicar Candaya bajo el cuidado de Jordi Llavina y la traducción de Carlos Vitale, y a la que pertenecen los poemas que siguen, es una magnífica excusa para que otros muchos se sumen a la parroquia de fieles vinyolianos.

[Alejandro Luque]

 

 

RECORDA

L’amor ha fet un apat de nosaltres.

Som ja buides clofolles,

deixies del banquet del Rei.

 

Recorda les tovalles

blanquíssimes, la boca

plena de riures i de secretes remors,

com va menjar-nos,

com vàrem ser mesclats!

 

Va ser un convit inoblidable,

ric com esqueia a l’hoste

que va escollir-nos.

Que no ens férem

pregar, n’ets testimoni, no pel goig

de l’àpat, no, que no podíem

preveure si tindríem tanta fam

de ser menjats.

 

Més aviat

empal·lidíem pel camí

fullós de veus on va sorprendre’ns

la nit i que, de sobte, algú

ens cridés amb paraules

tan convincents i pures,

de rara mel.

I dèiem: És de vida

que ens parla, no de mort, mal que sentíssim

molta de por de travessar el llindar

de la hisenda secreta.

 

Va rentar-nos amb foc,

va ungir-nos amb olis,

ens va parar llit

en una cambra de silenci

que dóna sobre el mar.

 

Des de llavors puc dir

que ens hem fet, l’un a l’altre,

més cada dia, que a redós,

o caminant a la ventura

vivim, creixem, al centre

mateix del ser.

 

RECUERDA

El amor ha hecho un festín con nosotros.

Ya somos vacías cáscaras,

migajas del banquete del Rey.

 

Recuerda los manteles

blanquísimos, la boca

llena de risas y de secretos rumores,

¡cómo nos comió,

cómo fuimos mezclados!

 

Fue un convite inolvidable,

rico como correspondía al huésped

que nos escogió.

De que no nos hicimos

rogar, eres testigo, no por el goce

del festín, no, que no podíamos

prever si tendríamos tantas ganas

de ser comidos.

 

Más bien

empalidecíamos por el camino

frondoso de voces donde nos sorprendió

la noche y porque, de pronto, alguien

nos llamara con palabras

tan convincentes y puras,

de rara miel.

Y decíamos: Es de vida

que nos habla, no de muerte, aunque sintiéramos

mucho miedo de atravesar el umbral

de la hacienda secreta.

 

Nos lavó con fuego,

nos ungió con aceites,

nos hizo la cama

en un cuarto de silencio

que da al mar.

 

Desde entonces puedo decir

que nos hemos hecho, el uno al otro,

más cada día, que a cubierto,

o caminando a la aventura

vivimos, crecemos, en el centro

mismo del ser.

 

SÓC HOME SOL

He menjat amb delit els dàtils de Palmira,

les panses de Corint, el be rostit de Pasqua,

galls fets entre rajoles pels hindús,

l’oca de Tebes.

He begut moltes grapes,

schnaps i filtres, herbes de poc seny,

m’he embriagat amb vins de Falern o de Quios.

Però tot res, sols queda la fiblada

de la pua clavada

molt endins de la carn.

Sóc home sol.

 

No sé d’on vinc, per què m’afanyo,

no crec en opis ni licors.

No sé què sóc ni per què m’ho pregunto.

Segrego a vegades poesia,

o bé, de tant en tant, m’agrada,

posant els ulls en blanc, polsar les tecles

del meu rònec piano,

traient-me els tèrbols sucs de moltes nafres

amb la xeringa neta de l’oblit.

 

Però tot res, sols queda la fiblada

de la pua clavada

molt endins de la carn.

Sóc home sol.

 

SOY HOMBRE SOLO

He comido con deleite los dátiles de Palmira,

las pasas de Corinto, el cordero asado de Pascua,

gallos hechos entre ladrillos por los hindús,

la oca de Tebas.

He bebido muchas grapas,

schnaps y filtros, hierbas de poco juicio,

me he embriagado con vinos de Falerno o de Quíos.

Pero de todo, sólo queda el pinchazo

de la púa clavada

muy adentro de la carne.

Soy hombre solo.

 

No sé de dónde vengo, por qué me apresuro,

no creo en opios ni licores.

No sé qué soy ni por qué me lo pregunto.

Segrego a veces poesía,

o bien, de vez en cuando, me gusta,

poniendo los ojos en blanco, pulsar las teclas

de mi desvencijado piano,

sacándome los turbios jugos de muchas heridas

con la jeringa limpia del olvido.

 

Pero de todo, sólo queda el pinchazo

de la púa clavada

muy adentro de la carne.

Soy hombre solo.

 

MAR BRUT

Pel cel encapotat, ni un raig de sol.

Et miro cargolant-te, mar

bròfec, estèril,

massa ocupat en tu mateix,

bramant,

les ones rebolcant-se

sense recurs.

On trenquen, les gavines

van en rengle pacífic a l’aguait

de les deixalles

que els portes, brut.

Aquestes coses

em fan senyals, visc estranyant-me’n. Miro,

busco el sentit:

així faig moure peces,

de casa a casa, en el tauler del temps,

per màgia o per precepte:

jocs

per ajornar la mort.

 

MAR SUCIO

Por el cielo encapotado, ni un rayo de sol.

Te miro enroscándote, mar

adusto, estéril,

demasiado ocupado en ti mismo,

bramando,

las olas revolcándose

sin recurso.

Donde rompen, las gaviotas

van en fila pacífica al acecho

de las sobras

que les llevas, sucio.

Estas cosas

me envían señales, vivo extrañándome. Miro,

busco el sentido:

así muevo piezas,

de casilla en casilla, en el tablero del tiempo,

por magia o por precepto:

juegos

para aplazar la muerte.

 

MOT ERA MOT

Quan feia, ric d’infancia, a clar de nit,

mentre la gent dormia ja, el pessebre,

amb palpadores mans de cec, absort,

posava tous de molsa humida als junts

dels suros nets i veia clar paisatge.

 

Ara que intento, vell i pobre, fer,

desconhortat, nit closa ja, el poema,

bròfec, nuós, amb mans tremolejants,

poso llacunes de silenci trist,

mot rera mot, i miro la tenebra.

 

PALABRA TRAS PALABRA

Cuando montaba, rico de infancia, en la claridad de la noche,

mientras la gente dormía ya, el belén,

con tanteadoras manos de ciego, absorto,

ponía montones de musgo húmedo en las junturas

de los corchos limpios y veía un claro paisaje.

 

Ahora que intento, viejo y pobre, escribir,

desconsolado, noche cerrada ya, el poema,

adusto, nudoso, con manos temblorosas,

pongo lagunas de silencio triste,

palabra tras palabra, y miro las tinieblas.

 

© Joan Vinyoli | © De los herederos del poeta. De la traducción: Carlos Vitale [Cedido por Candaya· Noviembre 2014]