Reportaje

Las dos caras del caos

Laura J. Varo
Laura J. Varo
· 13 minutos
Los dos gobiernos de Libia | © MSur
Los dos gobiernos de Libia | © MSur

Trípoli | Noviembre 2014

Mudur y Mohamed pululan por los alrededores de una de las casas tomadas por milicianos de Misrata en la inacabable planicie de Washarfana, al suroeste de Trípoli. Desde el porche, se dibuja suave la silueta del macizo de Nafusa, a entre cuatro y siete kilómetros. Todo lo que hay en medio hace las veces de línea de frente entre ellos y las fuerzas de Zintán, apostadas en la montaña, en retirada.

Es viernes, el equivalente al domingo en el planillo semanal libio, y los dos chavales no tienen otra cosa que hacer que rondar de villa en villa, haciendo compañía a los jóvenes destacados allí desde hace días, semanas o meses.

«Vemos a los mayores combatiendo y estamos orgullosos de ellos, queremos hacer lo mismo», contesta Mudur con la mira al suelo de un adolescente de 17 años. Él y su colega, dos años menor, compaginan, dicen, «la guerra y la escuela». Aún estudian, pero sus ratos libres los pasan con compañeros como Muhamad Mustar, ex electricista de 27 años reconvertido en guerrillero desde que en 2011 estalló la revolución que acabó con cuatro décadas de dictadura de Muammar Gadafi en Libia.

De recuerdo de aquellos ocho meses de guerra, Muhamad tiene el cuerpo cosido del muslo al torso. Algunas cicatrices esconden pequeños bultitos que anticipan los trozos de metralla aún entrados en la carne. «Cualquier cosa se queda en nada por nuestro país», argumenta. Sus dos hermanos, asegura, están en el hospital recuperándose de las heridas recibidas en la última escaramuza de sus respectivas brigadas. «La gente está muriendo con nosotros».

Los milicianos de Misrata llevan más de tres meses batallando contra los de Zintán

Más de tres meses llevan batallando los milicianos de Misrata contra los de Zintán. Se trata de las dos ciudades que más pintaron en la toma de Trípoli en 2011. Ahora, aquella liberación revolucionaria parece casi un espejismo, un recuerdo soterrado en la memoria colectiva de un país que renquea en su transición conforme dos gobiernos pelean por el poder desde dos puntos con más de 1.300 kilómetros de tierra de por medio: Trípoli y Tobruk. Están aupados por dos Parlamentos paralelos y apoyados por dos coaliciones militares en las que participan las antiguas brigadas, armadas merced al arsenal gadafista.

Solo en el último mes, casi 300 personas han muerto en los enfrentamientos, muchos de ellos en Bengasi, donde desde mayo descargan bombas los aviones del general rebelde Khalifa Haftar, aliado del Parlamento de Tobruk (formado tras las elecciones del 25 de junio) y líder de la Operación Dignidad (Karama, en árabe).

Multitud de ejércitos

Otro punto del frente es Kikla, un minúsculo pueblo montañoso en el que los zintaníes, alineados con Haftar y Tobruk, se han enzarzado en una lucha contra los misratíes, espina dorsal de Fajr Libia (Amanecer en Libia), la unión de fuerzas que sustenta al Parlamento de Trípoli, el antiguo Consejo General de la Nación (CGN).

Los combates se han replicado en el sur, en torno a las instalaciones petrolíferas montadas en mitad del desierto y que se disputan combatientes tobu y tuareg, dos de los colectivos étnicos que se reparten la provincia meridional del Fezzan.

A las brigadas de Misrata, sus enemigos las califican de «esbirros de Gadafi»

En Washarfana, en las inmediaciones del Cuartel 27, solo se corea una consigna: la lucha es, de nuevo, contra los esbirros de Gadafi. Así califican al enemigo las brigadas de Misrata, que recuperaron este bastión a mediados de octubre, cuando la batalla contra los de Zintán se desplazó desde el aeropuerto y los suburbios de Trípoli a las afueras, hacia Gueryán y Kikla, a los pies del Monte Nafusa.

Es lo que repican los altavoces instalados en los jardines del llamado Centro de Control, renombre de las instalaciones del Ministerio de Defensa donde se cocina la estrategia de las fuerzas milicianas de Fajr.

«Hay otro grupo intentando dar la vuelta a la revolución y necesitamos que la gente nos conozca y nos crea», enuncia el mismo portavoz que comenzaba la locución con una sura del Corán seguidas de tres hurras a «Dios, el más grande». La ceremonia, que reúne a lo más granado de la plana mayor de Fajr Libia, pretende escenificar la entrega de llaves del Cuartel de Yarmuk, recientemente «recuperado» por las fuerzas misratíes.

El acto está cargado de un simbolismo alusivo a la matanza de más de un centenar de prisioneros en ese mismo lugar a manos de las tropas leales a Gadafi en agosto de 2011. Dos años después, en noviembre de 2013, milicianos de la brigada zintaní Qaaqaa, que habían tomado el campo como base, abandonaron el emplazamiento tras repetidas acusaciones de querer imponerse en la capital. En 2014, el llamado «Gobierno de Salvación» celebra la reexpulsión de los combatientes de Qaaqaa tras la batalla por el aeropuerto de Trípoli en agosto.

“Vosotros (los de Misrata) no sois como Zintán”, jalea a sus fieles Abdelsalam Jadallah al-Abaydi, jefe del Estado Mayor de la parcela del Ejército Libio leal al Gobierno de Salvación, con sede en Trípoli. “Vosotros dijisteis que devolveríais las armas (al Gobierno tras la revolución) y lo hicisteis”. Días después, y sentado plácidamente en su despacho de la Base Naval de Trípoli, Abaydi da cuenta del nudo gordiano que ata Libia.

El último Gobierno intentó crear unas nuevas Fuerzas Armadas que incluyesen a los milicianos. Fracasó estrepitosamente

En 2013, el anterior Gobierno, dirigido por el prooccidental Ali Zeidán, amagó con crear unas nuevas Fuerzas Armadas que incluyesen a los combatientes revolucionarios. La premisa era abandonar las armas y ponerlas al servicio del Ejército. La intentona falló de forma estrepitosa y Libia ha vuelto a caer en la violencia exacerbada por las luchas entre milicias, utilizadas por cada casa para imponer su visión de estado. La propuesta sigue en pie. “Cuando los revolucionarios confíen en que no hay manera de revivir el antiguo régimen”, señala, “entregarán sus armas al país”.

La conjetura se antoja halagüeña ante la evidencia de quién dirige realmente las milicias. De momento dos hombres se disputan la Jefatura del Ejército Nacional: el propio Abaydi y Abderrazaq Naduri, nombrado jefe del Estado Mayor por el Ejecutivo de Abdullah Thini en Tobruk. Pero quienes comandan las fuerzas sobre el terreno responden a otros nombres, ensalzados durante la revolución como héroes: Salah Baddi lidera a los milicianos de Misrata; Ibrahim Yadrán encabeza la Guardia de Instalaciones Petrolíferas responsable del bloqueo que secó al país durante casi un año; Haftar, aún alineado con Tobruk, ha demostrado ir por libre respaldado por Egipto y Emiratos Árabes y Arabia Saudí.

“Cuando la guerra acabe y se construya la organización del país, trataré con cualquier líder de estas milicias”, asegura Abaydi. “Será un Ejército Nacional y el liderazgo del Ejército libio en el futuro agrupará a todos los revolucionarios y todos los clanes independientes de todas partes, no solo de Misrata”.

Tobruk

Parlamento: Casa de Representantes
Se formó tras las elecciones del 25 de junio y es el órgano representativo reconocido por la comunidad internacional. El boicot de varios grupos parlamentarios, entre ellos la lista electoral amazigh y los diputados electos de Misrata, dio al traste con la legitimación de la Asamblea, que debía constituirse y reunirse en Bengasi. Por razones de seguridad, el organismo se reúne en Tobruk, cercano a la frontera egipcia. Además del reconocimiento internacional, cuenta con el apoyo (también militar) de Egipto, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos.

Gobierno Libio
La Casa de Representantes nombró a Abdullah Thini como primer ministro libio sin esperar la resolución del Supremo, lo que provocó como reacción el establecimiento del Ejecutivo paralelo en Trípoli. Como Gabinete reconocido por la comunidad internacional, sus miembros mantienen el poder diplomático y marcan la agenda en los foros supranacionales, desde la ONU a la OPEP.

Abdullah Thini | Primer ministro del Gobierno Libio
Ocupó la cartera de Defensa (enfrentada a Interior, en manos de los Hermanos Musulmanes) en el Gobierno de Alí Zeidan. Tras la dimisión de éste pasó a ocupar el puesto de primer ministro en funciones, cargo que tuvo que ceder a Ahmed Maitiq y que recuperó al ser destituido Maitiz por el Tribunal Supremo. La Casa de Representantes lo confirmó en el puesto.

Karama
Karama (‘Dignidad’ en árabe) se ha convertido en una alianza de fuerzas que integra a varias unidades del Ejército Libio y otros grupos milicianos en apoyo del Gobierno de Tobruk. Las fuerzas paramilitares más destacadas son las brigadas de Zintán, enemigas de Misrata, como Sawaqa y Qaaqaa. Karama controla la aviación libia y los principales aeródromos militares del país. El Ejecutivo de Thini ha respaldado sus acciones.

Khalifa Haftar
Exgeneral del Ejército libio, tachado de gadafista por sus enemigos. En febrero amagó con llevar a cabo un golpe de Estado (no le secundó el Ejército). En mayo volvió a la carga atacando el Parlamento e iniciando una operación contra Ansar Sharia y otras fuerzas islamistas en Bengasi. En Trípoli se le considera el «Sisi» libio, en referencia a la contrarrevolución egipcia. En noviembre fue reinsertado en el Ejército por el Gobierno de Thini.

En un panorama donde cada quien lucha por su propio bien, el espejismo de la integración se ha convertido también en un arma arrojadiza. El ‘Gobierno de Salvación Nacional’ acusa a los diputados electos de Tobruk no sólo de querer reinstaurar el régimen de Gadafi, sino también de pretender la división de Libia. El propio primer ministro, Omar al Hassi, se defiende argumentando que su Ejecutivo integra el conjunto del país.

“Este Gobierno lo ha elegido toda Libia”, insiste en una entrevista en la habitación del hotel en Trípoli en que está viviendo. “Es la primera vez que amazigh, tuareg y tobu tienen sitio en el Gobierno”, dice en referencia a los ministerios ofrecidos a miembros de las tres etnias no árabes. “Elegí a estas personas de todos los pueblos (de Libia) para equilibrar, para resolver la situación en el país”.

En Derna, tomada por simpatizantes del ISIL, ya se han encontrado varios cuerpos de activistas y soldados decapitados.

Un par de lágrimas se le escapan durante un discurso en el que hasta Gandhi tiene cabida, incluso cuando lo que se discute es el apoyo de Trípoli a Ansar Sharia, que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas considera desde hace poco como agrupación terrorista afiliada a Al Qaeda. “Puedes sentarte con Ansar Sharia (a negociar); sólo rechazan estar dentro del Gobierno”, concluye.

La negativa del “Gobierno de Salvación” a admitir la amenaza terrorista que acecha en Libia es uno de los principales obstáculos para conseguir granjearse la bendición de la comunidad internacional, pese a que el esperado fallo del Tribunal Supremo libio a principios de noviembre ordenó la disolución del Parlamento y el Ejecutivo de Tobruk, únicas instituciones reconocidas como legítimas por Occidente, tras declararlo inconstitucional.

“Tachar a Ansar Sharia de terroristas no creo que ayude”, reflexiona Salah Elbakush, empresario y asesor político y económico del CGN antes y después de las elecciones del 25 de junio. “No hay ninguna alianza: Ansar Sharia combate a Haftar, nosotros combatimos a Haftar, pero no somos amigos”. A ello se suma el temor creciente a la radicalización islamista, especialmente después de que Libia haya perdido un pedacito de su territorio ahora en manos del autodenominado Estado Islámico, la escisión de Al Qaeda antes conocida como ISIL, o Estado Islámico de Iraq y Levante. En Derna, donde simpatizantes del ISIL han hecho a la población jurar lealtad a Abubaker Baghdadi, ya se han encontrado varios cuerpos de activistas y soldados decapitados.

“Debemos primero unir al país y luego lidiaremos con Ansar Sharia y el resto de extremistas”, anticipa Elbakush. “Mi interés está en salvar mi país, no en hacer felices a americanos y europeos; si su ayuda (para salir de la crisis) depende de colocar sus necesidades en lo más alto de mi agenda, no va a funcionar”.

Pero de momento, Libia sigue dividida.

Trípoli

Parlamento: Consejo General de la Nación (CGN)
El Parlamento rebelde de Trípoli conserva la denominación anterior a las elecciones del 25 de junio. Está controlado por los Hermanos Musulmanes en alianza con las fuerzas amazigh. En agosto presentó un recurso de inconstitucionalidad al Tribunal Supremo de Libia contra la Asamblea formada en Tobruk tras las elecciones. En septiembre nombraron su propio «Gobierno de Salvación Nacional», en oposición al nombramiento de un Ejecutivo por los parlamentarios de Tobruk.
Le apoyan Qatar, Turquía y Sudán.

Gobierno de Salvación Nacional
Dirigido por Omar al Hassi ejerce de Ejecutivo no reconocido por la comunidad internacional. Apoyado por las fuerzas milicianas de Fajr Libia (Amanecer en Libia) se ha hecho con el control de los principales edificios de la administración en la capital, por lo que controla las carteras, expide visados de entrada al país, regula las telecomunicaciones, etc. En la práctica, es poco más que una herramienta en manos de los parlamentarios de CGN, que ejercen el verdadero poder.

Omar al Hassi | Primer ministro del Gobierno Nacional de Salvación
Dirige el Ejecutivo en Trípoli,nombrado por el Parlamento de Trípoli. Tras dimitir Ali Zeidán fue candidato al puesto junto a Ahmed Maitiq. Tras la destitución de Maitiq por orden del Tribunal Supremo, Hassi reivindicó su nombramiento como ‘premier’ en funciones hasta la celebración de elecciones.

Fajr Libia
Fajr Libia (pronunciado Fádcher) es una coalición de fuerzas paramilitares formada tras la batalla del Aeropuerto Internacional de Trípoli en agosto. Integra a varias brigadas revolucionarias, algunas con marcado sello islamista. La espina dorsal la constituyen las brigadas de Misrata y los cuatro comandos de Escudo Libio, bajo mando del Ministerio de Interior, en manos de los Hermanos Musulmanes durante el Gobierno de Ali Zeidan. Recibe apoyo de la red islamista Consejo Superior de la Shura, del que Ansar Sharia, radicada en Bengasi, es el grupo más destacado. Su lema es «Reconducir el camino de la Revolución». Se consideran a sí mismos los verdaderos revolucionarios y acusan al otro bando de querer reinstaurar el régimen de Gadafi.

Ansar Sharia
Milicia nacida en Bengasi durante la revolución contra Gadafi, considerada grupo terrorista por el Consejo de Seguridad de la ONU y EEUU. Desde 2013 mantiene una campaña de ataques y atentados contra miembros del Ejército libio en Bengasi y forma parte de una red de milicias islamistas mayor, conocida como Consejo Supremo de la Shura.

Publicado parcialmente en El Confidencial