La euforia y el día después
M'Sur
Atenas | Enero 2015 |
Por Andrés Mourenza · Clara Palma · Daniel Iriarte · Irene Savio
Ganar las elecciones no era tan complicado. El reto está por llegar. Así se puede resumir la sensación de esa mayoría de la población griega que ha votado por Syriza y y que en la madrugada del lunes celebró de forma muy modesta el triunfo de la formación de izquierdas.
“Sabemos que aunque ganemos, lo difícil empieza ahora”, resumió durante el recuento Ajileas Stavru, dj y militante de Syriza, partido en el que recaló procedente de los movimientos sociales que han organizado las protestas contra las políticas de austeridad durante los últimos años. “Esto no será sobre cumplir algunos sueños izquierdistas, sino sobre resolver los problemas reales y dramáticos que vive el pueblo griego”, concluyó.
Cierta euforia hubo en la carpa de Syriza, en la céntrica plaza Klafthmonos. Hasta el momento en el que la muchedumbre ocupa la calle y corta el tráfico, los coches pasaban tocando el claxon en señal de victoria. «Es una victoria histórica de la esperanza» declaró en el primer comentario extraoficial el portavoz de la formación.
Es la primera vez en la UE que el poder se entrega a un partido a la izquierda de la socialdemocracia, salvo Chipre
Stefania Zoi, una mujer de 59 años, no puede contener la emoción mientras esperaba la comparecencia del líder de Syriza, Alexis Tsipras: “Durante 40 años he esperado este momento”. Es la primera vez en la Unión Europea que el poder se entrega a un partido que se sitúa a la izquierda de las formaciones socialdemócratas, salvo el caso de Chipre en 2008 (donde no hubo cambios políticos de calado).
Victoria de la “esperanza”, victoria “contra la austeridad”, por una parte, y por otra, un resultado que rompe con el sistema bipartidista que ha regido Grecia –y buena parte de Europa– en los últimos 40 años. En Grecia mandaba el mismo modelo que en España, Alemania, Francia o Inglaterra: cada dos o tres legislaturas se relevaban en el poder el partido conservador Nueva Democracia (parte del Partido Popular Europeo) y el socialdemócrata PASOK (en el Partido Socialista Europeo). Con políticas cada vez más similares, hasta acabar en una Gran Coalición tras las elecciones de 2012, en las que Syriza ya le había tomado ventaja al PASOK.
Ahora el partido socialdemócrata ha desaparecido del escenario. Prácticamente no existe ya, reducido a 13 escaños en un hemiciclo de 300. Con un 4,7% es el más modesto cuantos llegaron al Parlamento, unas décimas por debajo de Independientes Griegos, también conocido como ANEL, un partido de derecha euroescéptica.
“He votado por razones económicas, financieras y sociales. No por la crisis, que la han creado artificalmente»
Por encima están el Partido Comunista (KKE), con un 5,5 % y 15 escaños así como los recién llegados liberales -profesionales sin anterior experiencia política- de To Potami (El Río), con un 6% y 17 diputados, el mismo número que tienen los ultraderechistas de Amanecer Dorado, que alcanzan a ser tercer partido con su 6,3%. Muy lejos, Nueva Democracia, con un 27,8 y 76 escaños y finalmente Syriza, que pese a tener “sólo” un 36% recibe como ganador un premio en escaños que lo deja en 149.
¿Las claves del éxito? “Creo que en estas elecciones las emociones no están jugando un papel tan fundamental como en las anteriores. Durante las elecciones de 2012 vimos que la cólera de un gran porcentaje de ciudadanos se convirtió en votos para Amanecer Dorado. Ahora vemos que una mezcla de esa cólera y de cálculos racionales, como el análisis de la actuación no demasiado brillante del actual gobierno, está llevando a los votantes hacia la izquierda radical”, explicó en vísperas de la votación Vassiliki Georgiadou, profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad Panteion de Atenas. “En los sondeos se ve que muchas personas que votaron por Amanecer Dorado ahora pueden votar por Syriza. Hay un torrente de votos hacia la izquierda radical”, aseguró.
“He votado siempre desde que tengo edad para hacerlo. Siempre a Syriza, y antes al Partido Comunista, y siempre por las mismas razones”, indica Theodora Balli, una ama de casa de 52 años. “Razones económicas, financieras y sociales. No por la crisis, que la han creado artificalmente. Los problemas son los mismos cada año, y ninguno de los gobiernos hace nada para corregirlos. Así que lo único que nos queda es Syriza”, concluye.
“Con la aspirina alemana de la austeridad, el hartazgo hacia quienes han dominado la política griega en las últimas décadas, llevando el país al estancamiento económico y político, y que luego han aceptado la austeridad impuesta desde fuera, ha llegado a un nuevo límite”, argumenta Dimitris Deliolanes, escritor y periodista griego.
Este es el sistema, a todas luces fracasado, que gran parte de los griegos han querido dejar atrás, y así lo expresó el el líder de Syriza, Alexis Tsipras, ante miles de sus seguidores: “Hoy ha perdido la Grecia de los oligarcas y de los corruptos y ha ganado la Grecia del trabajo, de la creación, del conocimiento y de la cultura”.
Pero añadió pronto que “no habrá vencedores ni vencidos”, una referencia destinada a calmar a los votantes conservadores: la campaña llevada a cabo por el ahora segundo partido, Nueva Democracia, en el poder durante los últimos años, empleaba un lenguaje muy duro. Su líder, el primer ministro saliente, Antonis Samarás, no ahorró referencias a la Guerra Civil (1946-1949), ganada por la derecha y perdida por los comunistas.
La lucha contra la corrupción ha sido el gran estandarte de Syriza, algo que no sorprende en un país donde el nepotismo se tiene por rampante y donde cierta parte de las deudas se debe a las multimillonarias compras de armamento alemán y francés en años recientes, compras cuyo interés público es difícil de entender. “Syriza es el único partido verdaderamente democrático en Grecia. El resto están demasiado corruptos”, corrobora el empleado Panaiotis Dovousis.
El nuevo héroe
La prensa turca lo ha llamado “El Robin Hood griego” y el “Enfant terrible” de Europa. En Atenas hay quien lo compara con Pericles, aquel gobernante de Atenas del siglo V a.C. al que se le recuerda por demócrata, pacifista y honrado, o al legislador Clístenes, otro de los fundadores de la democracia ateniense. De hecho, de terrible tiene poco: en la jornada de reflexión se le veía relajado y sonriente, pasando el día en un restaurante del centro de Atenas con amigos y asesores cercanos.
“Alexis Tsípras fue mi estudiante, hace años. Supervisé su tesis doctoral en ingeniería”, recuerda Yannis Protonotarios, profesor de la Universidad Técnica Nacional de Atenas, en un colegio electoral en el barrio de Panormu. “Aunque era muy activo políticamente, y era el presidente de la unión de estudiantes, era muy buen estudiante. Era muy inteligente”, recuerda.
El alumno ha convencido al profesor: Protonotarios se presenta como candidato por Syriza en el distrito central de Atenas. “Nueva Democracia está llevando a cabo una campaña del miedo, pero nosotros en Syriza estamos haciendo una campaña de esperanza. Y creo que su campaña se está volviendo contra ellos”, aseguró al votar.
Pero a Tsipras le queda por mostrar su cara de Robin Hood: debe convencer a los centros de poder europeos de que aflojen la presión y le permitan renegociar la deuda griega. Syriza basa en este compromiso la viabilidad de un ambicioso programa diseñado para mitigar los efectos de la crisis sobre una población muy castigada, pero también para contentar a los miles de empleados del sector público afectados por las reformas y los recortes aplicados por el gobierno de Nueva Democracia.
“Espero encontrar una solución sostenible y mutuamente aceptable para Grecia y para Europa”, decía Tsípras el viernes anterior. La apuesta es muy alta: si no hay acuerdo, Syriza no podrá cumplir sus promesas por falta de fondos y Grecia se verá abocada a un nuevo ciclo de inestabilidad política.
En un punto, Tsipras ya ha demostrado que carácter no le falta: el mismo lunes, al jurar el cargo de primer ministro, rechazó hacerlo en presencia del arzobispo de Atenas y jefe de la Iglesia ortodoxa de Grecia, Jerónimo II, como manda la costumbre. Es el primer jefe de Gobierno en la historia moderna de Grecia investido en una ceremonia laica.
“Antes de la crisis la situación tampoco era muy buena para los jóvenes. Los salarios eran mejores, pero había un montón de paro. Pero ahora es cada vez peor. Creo que la izquierda tiene que hacer un frente electoral común”, explicaba su voto por Syriza Dimitris Kaloyanidis, un licenciado en historia que trabaja haciendo tareas administrativas a distancia para la Universidad de Creta, por lo que recibe un salario de 370 euros. “Voy a votarles porque nos encontramos en una situación histórica muy difícil; es lo mejor que podemos hacer en estos momentos”, cree.
Pero para la mayoría de las miles de personas que aplaudían a Tsipras en la noche electoral la alegría era más bien contenida. La emoción del momento se mezclaba con caras de seriedad. No sólo por el inmenso reto que queda delante, sino también por haberse quedado a las puertas de la mayoría absoluta. Faltan apenas dos diputados para llegar a los 151 que hubiesen permitido la formación de un gobierno en solitario, sin necesidad de socios de coalición.
Pese a sus grandes diferencias ideológicas, Syriza y ANEL comparten planteamiento frente a las instituciones europeas
Tsipras resolvió la ecuación el lunes por la mañana con inusitada rapidez: cerró un acuerdo de coalición con Independientes Griegos (ANEL), superando el abismo que separa este partido de derecha nacionalista de Syriza. Pero pese a sus enormes diferencias en temas como la emigración o el rol de la Iglesia ortodoxa en la vida pública y la educación, las dos formaciones comparten un planteamiento frente a las instituciones europeas.
De hecho, Syriza y ANEL han estado trabajando juntos bastante en el derribo del Gobierno de Samarás y votando de la misma manera contra las medidas de austeridad. Hay un trabajo previo en común de ambos grupos parlamentarios, incluso tránsfugas de uno a otro partido como Rajil Makri que se unió a Syriza tras ser expulsada de ANEL. La rapidez con la que se ha forjado el acuerdo da idea de que ya había algo hablado.
Tampoco hubo muchas opciones: a gran parte de la base de Syriza les habría gustado pactar con el KKE, pero el Partido Comunista, anclado en una mentalidad ortodoxa, dejó muy claro que en ningún caso iba a acepar una alianza. Algunos de sus dirigentes han señalado que para ellos, Syriza es lo mismo que el resto de formaciones que han gobernado hasta ahora: una cara más del capitalismo.
Syriza ha prometido que lo primero será poner fin a la “crisis humanitaria” que vive Grecia: electricidad, ayudas, salud…
Una alianza con el PASOK habría sido peor, en términos de credibilidad, cuando este partido ha apoyado todas las políticas de austeridad llevadas a cabo durante la última legislatura. Pese a que en Syriza hay quien está muy en contra de ANEL, esta formación tiene a su favor otro factor: parte de la crítica a los memorandos de la Unión Europea son debido a su carácter de «injerencia extranjera», un discurso que ha calado bien en ese gran sector conservadora y nacionalista de la sociedad griega. Al menos, el frente será compacto cuando se trata de enfrentarse a los antiguos dueños.
No es una metáfora: la Troika, formada por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional, ha dirigido las cuentas del Estado griego durante los últimos cinco años por vía directa: los sucesivos gobiernos helenos se han visto obligados a aplicar sus propuestas de austeridad al margen de cualquier otra consideración. El resultado: una tasa de paro del 25 %; una economía estancada y una deuda abultadísima (177 % del PIB).
Syriza ha prometido que lo primero que hará será poner fin a la “crisis humanitaria” que vive Grecia y para ello reenganchará a la electricidad a todas las familias que han perdido el suministro por no poder pagarlo; ofrecerá ayudas a las decenas de miles de familias que cada día dependen de la caridad para comer y permitirá que los 3 millones de griegos expulsados del sistema sanitario puedan tener tratamientos gratuitos.
Si quiere conseguirlo, Tsipras tendrá que lidiar con los líderes europeos para lograr una prorroga al programa de ajuste impuesto, de manera que pueda devolver la deuda con mejores condiciones y emplear así el dinero en cuestiones más urgentes. Desde el Bundesbank alemán y el FMI ya han llegado señales de muy poca voluntad de negociar. Y una confrontación rotunda significaría la salida de Grecia del euro y la vuelta a la dracma, la moneda nacional.
Este famoso “Grexit” sería un paso de consecuencias impredecibles que algunos economistas tienen por locura, y otros por posible salvación. Samarás ha hecho campaña con la idea de que sería inevitable con un triunfo de Syriza, por mucho que Tsipras lo haya negado rotundamente en varias ocasiones. Quienes sí defienden explícitamente este paso son los comunistas del KKE.
“Syriza no es exactamente un partido, sino una coalición de diferentes partidos, grupos y movimientos sociales»
Queda por ver si la familia europea estará dispuesta a hacer concesiones significativas a Tsípras, o si el antiguo ingeniero está jugando demasiado fuerte en una mano en la que no tiene buenas cartas. “La resaca del día siguiente va a ser muy mala”, se queja Antonis Birbilis, jubilado y votante de Nueva Democracia. “Tsipras es un hombre muy joven, que tiene un partido pequeño con once partidos dentro de él. Ahora tiene la mayoría, pero que no se olvide de lo que decía cuando estaba al otro lado, eso de que el treinta por ciento no es la mayoría de la gente”.
“Syriza no es exactamente un partido, sino una coalición de diferentes partidos, grupos y movimientos sociales. Alexis Tsipras no es líder de un partido homogéneo”, confirma Georgiadou. “Los problemas pueden emergan el día después de la victoria electoral”, advierte.
“Están de acuerdo en unos mínimos en el programa, pero a partir de ahí creo que habrá problemas”. sostiene Dimitris, convencido de que el Fondo Monetario Internacional o el Banco Central Europeo van a intentar impedir a Syriza llevar a cabo su programa. Panaiotis, en cambio, cree que la Troika tendrá que transigir. “Si no les dejan gobernar, acabarán perdiendo más de lo que pueden ganar”, dice.
Incluso algunos adeversarios se muestran hastiados con las políticas del actual gobierno y le dan un voto de confianza al flamante ganador. “El presidente Samarás se bajó los pantalones delante de Bruselas”, comenta Nikolas, un ingeniero naval que se define como “nacionalista”.“Como familia, tenemos que apoyarnos los unos a los otros, y no solamente por motivos de mercado”, dice.
Hubo delegados de toda Europa: desde Podemos a los partidos izquierdistas de Francia, Alemania, Italia…
La «familia» griega tiene ramificaciones en toda Europa. Desde Italia –donde gobierna un Ejecutivo de centro-izquierdo- sí se saludó la victoria de Tsipras, en la esperanza de que los países del sur europeo sumen esfuerzos para contrarrestar la intransigencia germana. Y en la noche electoral hubo delegados de todas partes bajo la carpa de Syriza, convencidos de que esto sólo es el principio.
«Estamos aquí porque creemos en cambiar Grecia para así cambiar Europa,» explica Michele, un joven italiano que ha viajado a Atenas enviado por Rifondazione Comunista. «Estamos intentando crear un proceso similar al de Syriza en Italia, abriendo las puertas a mucha gente. Así cambiaremos el sistema capitalista y la situación económica de los países del Sur de Europa, para construir una Europa de los derechos y de la dignidad», grita, mientras la multitud corea y baila Bella Ciao.
Por supuesto, la guinda de las «embajadas» la puso Pablo Iglesias, líder de Podemos, quien incluso leyó un texto en griego ante la aclamación popular, renovando así su alianza con Tsipras ya forjada en Bruselas. Pero llegaron incluso desde Alemania: «Para nosotros estos resultados son un gran éxito, que demuestra el fracaso de las políticas alemanas de austeridad,» exclama Katarina, una militante de Die Linke. «Syriza es un ejemplo de que hay una alternativa, otro camino para salir de la crisis. Esto va a tener un impacto también en las elecciones españolas, y va a enviar un mensaje a Merkel de que debe cambiar su visión de los pueblos del Sur de Europa».
Lo comparte Alex, un joven inglés que ha viajado a Grecia por su cuenta, ilusionado con ver un cambio histórico. «Todo esto demuestra que un movimiento de izquierdas puede construir esperanza, y es especialmente importante porque no se trata de un partido tradicional, sino de un movimiento nacido con la crisis y con fuertes raíces sociales». Leo, más cauto, miembro del Parti de Gauche francés, se adhiere: «Syriza es una esperanza para toda Europa. Muestra que hay una alternativa de izquierda a la austeridad”. “Estoy muy contento, porque no se trata de una ‘alternativa’ de extrema derecha, como pasa en Francia”, analiza. “La confianza que el pueblo griego deposita en Syriza me hace ser optimista de cara al futuro”.
La pobreza sobrevenida
Un niño da pequeños saltos por el centro de Atenas con una mochila a la espalda, camino de la escuela. Aparentemente está bien alimentado y su ropa, aunque humilde, está limpia. En cada pie, sin embargo, lleva una zapatilla de un modelo diferente. Un detalle revelador, que apunta a que su familia, como en cientos de miles de hogares griegos, se ha visto obligada a recortar en todo lo que no sea imprescindible. Como un calzado que case.
“Muchas de las personas que vienen aquí tienen su ordenador, su ‘smartphone’. Eran gente como tú y como yo hasta hace dos años” dice Ioannis Maronitis, que administra un Club de Amigos de la UNESCO reconvertido en centro de ayuda social en el deprimido barrio del Pireo, uno de los principales puertos de Grecia. Es llamativo encontrarse las siglas de este organismo, normalmente dedicada a la promoción del patrimonio cultural, en un lugar donde se reparte comida. Pero la situación, explica Maronitis, es excepcional. “El año pasado decidimos que teníamos que apoyar a la gente, a las víctimas de la crisis”, indica. “La idea es que esta gente no se estabilice en la pobreza, sino que pueda regresar a una vida normal”.
“El primer peligro para los golpeados por la crisis es que se abandonen en un agujero negro. El segundo, que se suiciden. El tercero, que se conviertan en criminales”, dice Maronitis. Por ello, en este centro tratan de darles todas las herramientas para que puedan mantener una vida lo más digna posible: alimentos, medicinas, asistencia psicológica, apoyo a la hora de buscar empleo… Y en los casos más extremos, también alojamiento. “Tenemos cincuenta camas, y una lista de espera de ciento cincuenta personas”, se lamenta Maronitis.
Una de las residentes, Panaiota, es una mujer de 45 años originaria del barrio. Era decoradora hasta que perdió su empleo en 2013. “Tengo dos hijas, pero me peleé con ellas, así que no me pudieron ayudar”, relata. Al no tener ingresos, acabó perdiendo su casa. “Tenía miedo de quedarme en la calle y que me viese un conocido” explica la razón de venir aquí.
Un pudor bastante común a la mayoría de aquellos griegos que, en un tiempo récord, se encontraron en una situación de pobreza, en algunos casos extrema. En la calle Safu, en el centro de Atenas, funciona una de las clínicas sociales montadas por la organización Médicos del Mundo, en principio para atender a inmigrantes. Pero a medida que avanza la crisis, cada vez más griegos hacen uso de sus servicios.
“En el policlínico de Atenas, que es el más grande, recibimos a unas ciento cincuenta personas al día, y casi el cuarenta por ciento son griegos”, explica su coordinadora, Cristina Samartzi. En otras zonas del país, este porcentaje llega hasta el noventa por ciento. En Grecia son muchos los que no pueden estar al día en los pagos de la Seguridad Social, por lo que pasado un año, los desempleados pierden su cobertura sanitaria.
“Lo que me gustaría es encontrar un trabajo, e ir ahorrando poco a poco para comprarme una casa”, dice Panaiota. “Aquí solo estoy, y nada más”.