Rachid Boudjedra
«Estoy orgulloso de ser pornográfico, ateo y políticamente malvado»
Alejandro Luque
Sevilla | Abril 2015
Aunque su introducción en el mercado editorial español ha sido muy lenta, el argelino Rachid Boudjedra (Aïn Beïda, 1941) es un escritor muy vinculado a España. Aquí residió durante algunos años y aprendió nuestro idioma, que todavía habla con correcta pronunciación. Su vida como militante comunista se asemeja por momentos a un relato de intriga -llegó a traficar con armas en la Barcelona de los 60 . Publicado en 46 países desde que debutara con El repudio (1969), hoy es posible encontrar en nuestras librerías dos obras suyas tan significativas como El caracol obstinado (Cabaret Voltaire), una ácida crítica contra la burocracia, y Los campos de chumberas (Alianza), donde revisa algunas heridas de su país. Su última novela, Primavera, todavía no traducida, es una historia de amor entre una mujer europea y otra argelina con la Primavera Árabe como telón de fondo.
Usted vivió en España, durante la dictadura franquista, en los 60, siendo comunista. ¿Llevaba una vida peligrosa?
Sí, llegué con pasaporte marroquí y viví clandestinamente en Barcelona, relacionándome sobre todo con amigos del Partido Comunista, algunos socialistas… La izquierda de entonces, que hoy está tan cambiada. Lo pasé bien.
¿Fue entonces cuando conoció a camaradas de lucha como Blas de Otero y otros escritores militantes?
Así es, y también a otros como García Márquez, que vivía en Barcelona también, aunque todavía no era tan famoso. Yo tenía 19 años pero ya estaba muy cultivado, había leído muchísimo desde niño. Pero siento que fue aquí, en España, donde descubrí de verdad qué era la escritura y el arte, gracias a los amigos creadores que fui encontrando.
Un argelino en España en esa época ¿era algo exótico, llamativo?
Siempre pasé por español, hablaba muy bien, aunque ahora llevo 50 años sin practicar… En Barcelona me decían que hablaba como andaluz, y en Andalucía pasaba por catalán. Era rubio, además, cuando tenía pelo. No parecía el típico argelino.
«En el Barrio Chino, en los primeros 60, era muy fácil conseguir armamento»
Cuénteme como llegó a España. Tengo entendido que, aunque luchó por la independencia argelina, dejó el país tres años después. ¿Qué ocurrió?
Estaba en la Resistencia y fui herido, me llevaron a Rusia, a Moscú, y tuve que pasar allí una intervención en la pierna derecha. Luego fui a Vietnam, más tarde a China, y finalmente recalé en Barcelona para traficar con armas. Estaba en el Barrio Chino, fantástico entonces, y era muy fácil conseguir armamento. Llegué en septiembre de 1961 y me marché en julio de 1962, el día de la Independencia.
Armas y libros. ¿Sabían sus amigos escritores a qué se dedicaba?
Sí, lo sabían. Todos eran más o menos comunistas, o al menos simpatizantes.
Ha dicho antes que la izquierda ya no es lo que era, ¿a qué se refiere?
La izquierda está muy floja en todas partes, se ha vuelto extremadamente frágil. En el Magreb había partidos comunistas y socialistas importantes que han dejado de existir. El capital ha hecho un buen trabajo.
Artur Koestler describió el comunismo como «un Dios que falló». ¿Usted lo ve así?
Yo he sido siempre un comunista muy liberal, democrático, abierto. Incluso cuando había un sentimiento muy cercano hacia la URSS y Checoslovaquia, muchos veíamos las carencias y las cuestionábamos. En el seno de la militancia hubo debates muy acalorados.
Cuando regresó a Argelia, ¿tuvo la tentación del poder, le ofrecieron algún cargo?
Sí, me ofrecieron dos veces ser Ministro de Cultura, pero yo me conformaba con ser miembro del partido, de base. Desde niño quise ser escritor y nada más. …
Después de haber vivido en Marruecos, ¿qué cree que une y qué separa a estos dos países hermanos y enemigos?
Verá, mi hija y mi nieta viven en Casablanca, y al menos una vez al mes viajo con mi mujer para visitarlas. Me hace mal, sufro con este conflicto estúpido que no es entre dos pueblos, sino entre dos gobiernos. Los marroquíes nos aman mucho, y nosotros a ellos. En el fondo somos un solo pueblo con la misma lengua, la misma religión y la misma cocina [risas]. Comemos el mismo cuscús magrebí.
«Marruecos y Argelia tienen la misma lengua, la misma religión y la misma cocina»
Los marroquíes se muestran a menudo orgullosos de haber evitado una guerra civil tan sangrienta y desgarradora como la argelina. ¿Es un mérito suyo, es simple casualidad?
Ellos no han hecho la guerra aún, pero la harán, como Túnez. Allí hay un rey que es el jefe de los musulmanes, el emir de los creyentes. Es un elemento importante que hasta ahora ha impedido a los islamistas marroquíes actuar. Pero ocurrirá, como en todo el mundo árabe. En Argelia fuimos solo los primeros, con islamistas apoyados por Estados Unidos y por los wahabíes de Arabia Saudí y Qatar, los dos países del Golfo que tienen el wahabismo como constitución.
Y lo exportan…
Claro, ahora por primera vez Arabia Saudí está amenazada por el terrorismo que viene de Irán y de Iraq, es algo muy nuevo.
El golpe de Estado que desató la guerra de Argelia, ¿era necesario, o fue un error?
Hoy vemos que fue estúpido, pero no cambia nada… Boumédiène era el jefe del ejército y del país, Ben Bella estaba inmóvil, era como una planta, pero aquella acción no era necesaria, no sé por qué lo hizo.
«En Argelia mataron a 200 intelectuales y un centenar de periodistas. Yo era el más conocido»
Se dice que fue usted objeto de una «condena a muerte por fetua». ¿Qué hay de verdad en esto?
A partir del 93 intenté vivir con normalidad dejándome crecer una barba natural y usando peluca, cambiando de casa cada mes… En Argelia mataron al menos a 200 intelectuales importantes, además de un centenar de periodistas. Yo era el más conocido, y además comunista. Para ellos soy un escritor pornográfico, ateo y políticamente malvado. Y sí, lo soy, y estoy orgulloso de serlo. En el mundo árabe no abundan los escritores que hablen de sexo, Dios, política e Historia.
¿Por qué un país con una base socialista, amigo de países laicos, terminó deslizándose hacia el integrismo?
Fue atacada por el integrismo de gente viniendo de Libia, Túnez, Marruecos, algún argelino también, pero el pueblo no era así. Lo que ocurrió en Argelia fue consecuencia de la acción de la CIA y la gente del Golfo, fue una experiencia de laboratorio. Querían empezar por Argelia y a ver, pero fracasó. Hoy no somos oficialmente un país laico, pero en la realidad es así. Tenemos cristianos, judíos, musulmanes, y la población es muy abierta a todo. Hoy los argelinos odian el islamismo, después de diez años de terrorismo. Hemos ganado la guerra los laicos, comunistas, socialistas. Fuimos a la montaña a combatirlos, yo mismo fui una semana cada mes, también estaba el ejército, y vencimos. Eran 75.000 y fueron completamente derrotados.
¿Tiene esperanza de que la sociedad argelina llegue a recuperar completamente las libertades?
Ah, sí, sí, no solo en cuanto a la libertad de expresión y el arte, también la política, tenemos muchos partidos y una prensa completamente libre, más que la española…. Porque vosotros no podéis hablar del rey sin problemas, ¿verdad?, en cambio nosotros en cambio cada día insultamos a Buteflika. ¿Conoces a Ali Dilem? Uno de los caricaturistas más grandes del mundo, vive en Argel y hace dibujos terroríficos [risas].
¿Y la libertad sexual, las mujeres están en el mismo camino?
No completamente, pero progresa de una manera fantástica. En Túnez también progresaron, pero gracias a leyes que les otorgó Bourguiba y también Ben Ali. Tuvieron una política muy progresista, pero en Argelia fueron las mujeres las que lucharon y conquistaron sus libertades, y ahora su salario mínimo en Argelia es superior al del hombre, y en casi todas las profesiones son predominantes. Por ejemplo, hasta hace tres años la Justicia estaba en manos de hombres, ahora hay 62 juezas. En la medicina, en la enseñanza, han sido tradicionalmente dominantes. En todo el mundo trabajan mejor, el hombre no trabaja… Es fantástico que en España y Europa se alcance poco a poco la igualdad. Las mujeres de Suiza empezaron a votar en el 86, ¡las argelinas en el 62! Tenemos paridad en el Parlamento, y Francia viene de hacer una ley al respecto este año. El país progresa aunque hay pobreza…
«Argelia no hizo la Primavera árabe porque lleva veinte años de adelanto»
Pero es usted muy optimista, ¿no?
Sí, sí, defiendo la lucha. Y estoy con Podemos, son simpáticos, ¿no? [risas]
Quería preguntarle también por la Primavera Árabe. Desde España pareció que no ocurría nada en Argelia, ¿fue así?
No, la habíamos hecho veinte años atrás, en 1992, contra el terrorismo, con millones de personas cada mes en la calle clamando por la libertad de expresión y por los partidos. Argelia lleva veinte años de adelanto, es normal porque su Historia es terrible. Tenemos un país muy grande, muy largo, difícil de organizar. Pero no, no hubo Primavera Árabe en Argelia.
Usted dejó de escribir en francés a partir de los años 80 y empezó a escribir en árabe. ¿Fue una actitud literaria, política?
La lengua árabe es una lengua fantástica, como lo es el francés. Mi primera novela la escribí en francés por la censura, mis libros sobre el sexo, la política, la religión, y entonces hablar de erotismo por ejemplo era un problema, era imposible editar algo como El repudio. Firmé un contrato por seis libros con mi editor parisimo, Gallimard, hasta que acabó en el 82 y pasé al árabe.
¿Le resultó difícil?
No, yo pienso en árabe. Y el único árabe que funciona de Marruecos al Golfo, un lenguaje muy moderno y a la vez muy clásico, muy bonito. No olviden ustedes que tienen muchas palabras en árabe, de griego, latino, persa, turco, indio…. Eso da una apertura muy grande a nuestra lengua, es el lenguaje de los poetas, del vino, de la mujer.
Pero no es el mismo que se habla en la calle…
No, pero yo mezclo mucho. Un cuarto de mis textos está en la lengua del zoco, lengua baja, como la que se hablaba en el Barrio Chino, en Barcelona.
«El Estado ha subvencionado el bereber en las escuelas, pero ha sido un fracaso enorme»
Ahora en Marruecos hay un creciente movimiento de literatura en dariya, ¿en Argelia ocurre algo parecido?
Sí, y en Túnez también, aunque no producen mucho, no sé por qué. En Argelia hay un enorme movimiento, tenemos cien editores, casas de producción de cine, de teatros… Hay una fiebre.
¿Y la lengua bereber?
Poco, no funciona muy bien. El Estado ha dado subvenciones para aprenderla en la escuela, pero no se aprende el alfabeto, y es un fracaso enorme. Hay en Argel, en la capital, niños que aprenden la lengua, pero no llegan a 1.600. Una gota. Yo soy bereber del Este, muy cerca de la frontera tunecina, y lo siento mucho.
De las letras argelinas conocemos poco, Assia Djebar, Boualem Sansal, Yasmina Khadra, usted y poco más. ¿Nos estamos perdiendo a muchos buenos escritores de su país?
Bueno, ha dicho los mejores, con Kateb Yacine, el primero, Mohammed Dib…
¿Y de los más jóvenes?
Sí, hay una que se llama Sarah Haider y Amin Zaoui… Esos son los que mejor funcionan de los nuevos.
No quiero terminar sin preguntarle cómo se encuentra el caracol de su novela hoy, la máquina burocrática…
Es la misma en el mundo entero, los burócratas son los reyes.
¿Qué se puede hacer contra ella?
Nada, El caracol obstinado es una obra de 1977, pero no consiguió mover nada. La burocracia sigue igual que entonces, en Argelia y en el mundo entero. No se puede hacer nada contra ella. Un funcionario que la leyó me dijo: tú escribes, hablas, pero nosotros tenemos un arma infalible: la indiferencia. Puedes hablar, di lo que quieras, nosotros seguiremos aquí.
«En todos mis libros, desde ‘El repudio’, hablo de cómo fui torturado»
Su otra novela, Los campos de chumberas…
Es la guerra de Argelia vista por dos personas que la hicieron, se encuentran en un avión y van a cambiar de punto de vista. Cada periodo histórico nos cambia.
Es un círculo, ¿no?, los que eran torturados antes, ahora torturan.
En todos mis libros hablo de cómo fui torturado, desde El repudio. Mi esposa también fue torturada. Fue un periodo que terminó con Buteflika.
¿Cree que los ideales que movían a los maquis argelinos pueden parecerse a los yihadistas de hoy, hay alguna semejanza?
Sí, pueden ser realmente honestos, apasionados, limpios, y se envilecen y corrompen poco a poco. Se ve en todas las revoluciones, lo vimos en la liberación francesa del 45, cuando maquis que habían combatido a Alemania vinieron a Argelia a torturar durante la guerra…
Apunta en la novela que Mitterrand firmaba sentencias de muerte y aprobaba la represión. ¿Fue así?
Sí, sí, a veces. Muchos, al menos veinte personas murieron por orden de Mitterrand cuando era ministro del Interior durante la guerra de Argelia. He escrito mucho sobre esto.
«La Justicia argelina permite la homosexualidad, pero en la calle sigue siendo un tabú»
También ha escrito sobre la homosexualidad, masculina y femenina. ¿Sigue siendo un tabú en Argelia?
Mi hermano era homosexual, he visto cómo ha sufrido toda la vida para esconder su atracción normal, y se suicidó en el año 65. Tenía 25 años. Sigue siendo un tabú, existe en la calle, pero aunque el Estado y la Justicia lo permiten, la sociedad arcaica se ríe de ellos. Nosotros somos más arcaicos que los españoles o los franceses, pero la homofobia está en todas partes.
¿No es tan optimista en ese aspecto?
Sí, soy marxista y como tal, optimista. Los árabes estamos condenados a progresar. De vez en cuando también a sufrir alguna regresión, pero el mundo progresa a pesar de todo.
Y a pesar de los malos augurios que rodean al ISIL…
El ISIL no tiene nada que ver con la cultura árabe. Más bien se parece más bien a la mafia italiana, o la rusa, o la española o la argelina. Tendrá su periodo y se acabará. Tal vez hagan falta veinte años, como nosotros necesitamos veinte años para acabar con el terror.
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