Crítica

Juegos en el borde del abismo

Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
· 7 minutos

Suzana Tratnik
Posiciones geográficas

Género: Relatos
Editorial: Dos Bigotes (2014)
Páginas: 132
ISBN: 978-84-9424-133-8
Precio: 16 €
Año: 2015
Idioma original: esloveno
Traducción: Barbara Pregelj
Título original: –

Cuando uno tiene una novela, que le ha salido más o menos digna, tiene un libro. Cuando uno ha logrado escribir un cuento digno, no tiene nada. Un cuento no se puede publicar. Hace falta tener ocho o diez, según lo largos que sean, antes de llamar a la editorial. Y créanme, escribir ocho o diez cuentos de calidad es algo que requiere menos tiempo pero más dotes literarias que escribir el mismo número de novelas. Incluso el mismo tiempo: el que no gastas en teclear, lo tienes que emplear en pensar.

Pero si una es escritora tiene que publicar, es la vida. De manera que se cogen tres o cuatro cuentos dignos y se añade lo que haya en la despensa: algún apunte del natural, alguna escena que estaría bien como acto en una novela, alguna reflexión filosófica que no llega a ensayo, quizás alguna fantasía un poco disparatada. Habemus librum. Y si una es buena, busca encima un hilo conductor que alinea todas estas piezas como anzuelos en un sedal, para que no parezca una faena de trasmallo con todo su pescado menudo.

Dos relatos buenos salvan un libro, como dos novelas buenas salvan una trayectoria literaria

Lo hacen todos. Salvo tipos como Cortázar o Stanislaw Lem, claro, que para eso son inmortales, o Félix J. Palma en su momento de gracia. De manera que si digo que “Posiciones geográficas” es un libro de cuentos algo irregular, todavía no es ningún juicio de valor respecto a la autora, Suzana Tratnik (Murska Sobota, Eslovenia, 1963): Dos relatos buenos salvan un libro, como dos novelas buenas salvan una trayectoria literaria.

Claro, a veces, uno desearía que las editoriales hicieran como los sellos de música: vender singles. Pero no es el caso de este libro. Aqui hay más de dos relatos buenos, y a partir de esa cifra, ya se compra uno el álbum entero, sin sentir que le hayan estafado. Que Tratnik tiene talento es indudable, leído el cuento que abre la colección: ‘Discreción garantizada’. Está todo: un ambiente construido con maestría, el juego de mantener al lector un rato a oscuras, es decir, intrigado, perfiles de carácteres irrefutables (un carácter irrefutable es uno que en la situación planteada por el autor no tiene otra opción que actuar como actúa, no permite un ¿y si….?).

Todavía no sé si la historia acaba bien o mal. Sólo sé que está bien contada

Este cuento ya marca el inicio del sedal que serpentea por la colección: hablamos de lesbianas y de gays. Si uno sigue leyendo, y se tropieza con apuntes del natural como el del acoso de unos mozos de pueblo a dos chicas lesbianas (realista, necesario como denuncia, pero sin llegar a la categoría de relato), incluso cabe temer que el libro pueda derivar hacia una simple colección de textos pedagógicos bajo el lema de Denuncio, luego escribo.

Pero no: tras unas piezas de relleno, tenemos ‘El Carnaval’, donde Tratnik demuestra de manera fehaciente que domina una de las artes literarias más difíciles: contar una historia de infancia con voz de una niña de diez años. Sin impostar ni edulcorar. Todavía no sé si la historia de amistad de dos niñas… pero ¿es amistad? A esa edad, la amistad es lo que en la vida de adultas es el amor, o lo que llaman amor, y como tal está trufada de egoísmos, de relaciones de poder, de dominación, de rechazos y perdones. Todavía no sé si la historia acaba bien o mal. Sólo sé que está bien contada.

En la misma línea, pero invirtiendo los personajes, y con más fuerza, está el final de la serie, ‘Juegos con Greta’, donde se vuelve a rozar de pasada el elemento sensual, de piel, tacto y olor que, nunca lo olvidemos, está tan presente a los seis años en una relación entre dos como en cualquier otro momento de la vida. Aquí, Tratnik nos propone una historia que se va deslizando lentamente hacia lo tenebroso, a lo Raymond Chandler. No, porque en Chandler, las historias giran a la violencia bruscamente, mientras que la eslovena va destilando las amenazas gota por gota y te tiene un buen rato en ese borde de abismo sin saber de qué lado de la barandilla acabarás. Magistral.

Lo que en manos de otra habría sido un relato bonito, es un gran relato bajo la pluma de Tratnik

No creo que haga de spoiler si digo que ‘Cosiendo la princesa’ acaba bien. De esos cuentos que regalaría usted a cualquiera que tenga quince años y se siente acosado por los compañeros del colegio, pero que se pueden disfrutar a cualquier edad. Lo que en manos de otra habría sido un relato bonito, es un gran relato bajo la pluma de Tratnik, no sólo por su capacidad de perfilar y engarzar personajes, espacios y puntadas, todas con hilo, sino también porque una vez más, usted se enterará sólo dos páginas antes del final de qué va todo esto: hasta entonces, usted tiene que seguir a ciegas por dónde la autora le quiera llevar. Eso es grande.

‘Posiciones geográficas’, pese a que da título al libro (¿era la mejor elección posible?) ya se me parece adentrar en esta mezcla menos inspirada de reflexión filosófica de primero de carrera envuelta en el papel de regalo de “Cuando fui a aquel congreso por los derechos de las lesbianas…”, para integrarse armoniosamente en el conjunto, al igual que otras piezas muestran carné con “Cuando regresé de mi pueblo a Liubliana y en el transporte público no sabían si yo era chico o chica…”.

El final, que es donde se la juega la autora, esta vez le falla: no basta con una coincidencia de palabras para tener un remate

Dejen que me salte el resto de capturas accesorias – como dicen los biólogos, aunque los pescadores de mi tierra lo llaman morralla, pero tampoco es eso: Tratnik nunca escribe mal – y sólo eche un vistazo a ‘El mensaje de Ana’, que se sale del esquema, en parte porque la narradora adopta aquí la voz de un personaje totalmente distinto, un hombre recién casado lejos del ambiente que impregna el resto. El juego de pistas en una pareja enamorada, que propone aquí, tiene un aire a esa lava de emoción subterránea que conjura con tanta maestría Milan Kundera bajo sus campos de flores. Pero el final, que es donde se la juega la autora, esta vez le falla: no basta con una coincidencia de palabras para tener un remate.

¿Cuatro cuentos buenos, más unas cuantas piezas entretenidas, tiernas, curiosas, intrigantes? Tal vez no baste para decir que este libro es una joya, pero sí para confirmar lo que en su tierra parece que ya saben: que Suzana Tratnik es una gran escritora. Queremos más.

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