Buscando a Willy en el Sáhara
Ilya U. Topper
¿Dónde está Willy? Llevábamos días escudriñando un plano desértico rotulado con la palabra #Maloma para ver si por fin dábamos con la cara del famoso actor. A ver si por fin daba la cara. Sí, Willy Toledo, actor de los buenos y defensor de causas múltiples que se hacen llamar de izquierdas, especialmente de la saharaui.
Al final dio la cara. Sólo la asomó a medias, pero fue suficiente para que la pillara al vuelo un perspicaz reportero, Alejandro Ávila, dedicado desde hace semanas a seguir el caso de Maloma Morales, saharaui nacionalizada española, secuestrada desde diciembre por su propia familia en alguna parte al sur de los campamentos de refugiados de Tinduf. Ocurrió en diciembre, cuando volvió al Sáhara desde España, donde vivía adoptada, pero mayor de edad, para visitar a su familia biológica.
«Esta mujer quiere ser libre, pero la tienen secuestrada. Yo estoy contra el secuestro», dijo Toledo
El billete era de ida y vuelta. El viaje no. La metieron en un coche a empujones y se la llevaron. Así lo relata su padre adoptivo que lo presenció. Luego, silencio. Promesas por parte del Frente Polisario, consejos de no hacer mucho ruido, gestiones discretas del Gobierno español – Maloma es ciudadana española – y un silencio ensordecedor por parte de esa enorme de red de españoles que se definen prosaharauis.
«Esta mujer quiere ser libre, pero la tienen secuestrada. Yo estoy contra el secuestro», manifestó Willy Toledo el sábado pasado. Se lo dijo a la cara al Frente Polisario, es un decir, porque fue en el muro de Facebook de un activista prosaharaui, donde se enzarzó en una agria discusión: era – y quizás eso sea lo más llamativo – casi el único en defender, sin ambages, sin matices y sin acabar diciendo lo contrario, el derecho de una persona adulta a decidir qué hacer con su vida.
Los demás, casi todos, en su gran mayoría españoles, defendían otra visión: el derecho de un pueblo a controlar a sus hijas. Muchos denunciaron que Maloma había vivido diez años en España con su familia, entonces de acogida, no de adopción aún, sin contacto con su familia biológica, lo cual equivaldría a otro secuestro. Devolvérsela a su madre, que habría sufrido tantos años sin ver a su hija, era sólo de justicia, argumentaron.
Secuestrar a una mujer mayor de edad es de justicia porque su familia lo desea. Dice una española
Hay que leer este tipo de frases dos veces para creérselas: secuestrar a una mujer de 20 años, mayor de edad, y forzarla a vivir con su familia, es de justicia porque la familia lo desea. Dice una española. Y eso que la ley que consideraba a las mujeres menores de edad para toda la vida, siempre sujetas a la autoridad de un familiar, ya se ha abolido en Marruecos. En la República Árabe Saharaui Democrática, no. Ni en la mente de los españoles que la apoyan.
Otros han llegado a airear un vídeo, grabado por los propios familiares – es decir captores – de Maloma en el que la joven afirma estar bien y hallarse por su propia voluntad en el Sáhara. Es tan creíble como, con perdón, los vídeos de periodistas extranjeros secuestrados por el Daesh en los que éstos se convierten, voluntariamente, al islam.
Si realmente Maloma quiere quedarse en el Sáhara ¿qué costaría organizar en Tinduf un encuentro para que se lo dijera a la cara a su padre adoptivo, a su novio español? O incluso al cónsul español de Argelia (que intentó tal encuentro, pero no pudo, por lo que parece). El vídeo ha sido difundido de forma anónima, pero lleva sobreimpreso las letras RASD en un obvio intento de capitalizar el respeto que esas siglas merecen a los defensores de la causa saharaui.
No es un vídeo oficial: la postura pública del Frente Polisario reconoce el secuestro y apoya de boquilla el derecho de una persona adulta a decidir sobre su vida. Esta es la frase de Jadiyetu El Mohtar Sidahmed, miembro de la Unión Nacional de Mujeres Saharauis (UNMS) y de la delegación del Frente Polisario en España (también publicada en Facebook): “Tratamos de hacer ver a la madre de Maaluma y a toda su familia, el hecho innegable de que debe prevalecer siempre su libertad y su derecho legítimo a vivir donde ella decida”.
Es decir, si la familia de una mujer “lo ve”, si entiende ese derecho, esta mujer podrá ser libre. Si no lo ve… pues qué se le va a hacer.
Tratar a Maloma como una niña bajo la autoridad de sus familiares es no entender nada de democracia
Más lejos va el blog Saharauisdigital, en el que el activista Emhammed Ali al Ghasi considera a Willy Toledo mal informado y sostiene directamente que “el caso de la Maloma adulta es menos grave que el de la Maloma menor “. Acusando a la familia Morales, que acogió a la niña dentro del marco de las conocidas “vacaciones solidarias”, promovidas por el Frente Polisario, de haber usado engaños y mentiras para retener a la pequeña en España. No consta, sin embargo, que el Polisario hizo jamás la menor gestión jurídica para aclarar el caso, cosa que hubiera sido su obligación si realmente su familia estaba en desacuerdo con la estancia prolongada de su hija en España.
Pero todo eso es agua pasada en el momento en el que Maloma cumple 18 años, decide ser adoptada por la familia Morales y pide su pasaporte español. Tratarla ahora como una niña bajo la autoridad de sus familiares demuestra que los defensores del Frente Polisario, y de la RASD con todas sus letras, no tienen la más remota idea de qué es la democracia de esa D final.
Honra a Willy Toledo que se opusiera rotundamente a esta visión que considera a todas las personas saharauis, y especialmente a las mujeres, meras piezas de una causa geopolítica, cuyos derechos individual no se deben defender para no ensuciar la causa mayor, la de la futura independencia (por quimérica que sea). Le honra bastante menos que mantuviera esa postura rotunda sólo en el muro de Facebook. De un hombre que ha dado múltiples ruedas de prensa a favor de la causa política del Frente Polisario esperaría que encontrase hueco en la agenda para dar otra más. O para enviar una carta abierta a la prensa.
Dar un nombre para una causa es fácil, pero conlleva responsabilidad
Pero no estoy buscando sólo a Willy. También estoy buscando a Marisa Paredes, a Teresa del Olmo, a Mercedes Lezcano, a Gemma Brió: a todas ellas me las encontré agitando banderas del Frente Polisaria en Tifariti, frente a las trincheras del Ejército marroquí, en aquel lejano abril de 2004. Estoy buscando a todos aquellos cineastas que viajaron, año tras año, al Fisahara, el festival de cine cuya próxima edición será en octubre, a Pepe Viyuela que presentó la edición del año pasado. A mi buen amigo Javier Corcuera, que figura como miembro del comité del festival. Dar un nombre para una causa es fácil, pero conlleva responsabilidad.
Algunos, muy pocos, han asumido esta responsabilidad. La asociación prosaharaui de Córdoba (Acansa) dio el primer paso al frente al denunciar el secuestro y exigir que Maloma tuviera libertad para decidir. Fandas, la Federación Andaluza de Asociaciones Solidarias con el Sáhara, mantiene silencio: teóricamente dispone de un comunicado en el mismo sentido, pero no lo diría nadie al visitar su web. No meneallo, parece la consigna.
Pero lo más grave que nos enseña el caso de Maloma no es la falta de conciencia de los ciudadanos españoles capaces de agitar banderas – quedan tan bien las banderas, tan coloridas – gritando consignas a favor de los derechos de un pueblo, y de desentenderse completamente cuando se trata de los derechos humanos.
Lo más grave es que el caso de Maloma muestra el rotundo fracaso de un proyecto político, el del Frente Polisario, que reclamaba la independencia con el objetivo – o eso creiamos, eso nos contaron – de construir una sociedad más justa, más libre, con más derechos que la que tendrían bajo el régimen de Marruecos.
Era fácil creer que un movimiento político que tiene el monopolio de representar a los refugiados saharauis, firmemente implantado y receptor de numerosas ayudas internacionales, sería capaz de organizar una sociedad de apenas 100.000 personas según normas universales de los derechos humanos. Siempre se ha pasado por alto que pese a esa D de democracia en el nombre de la RASD no hay elecciones, no hay separación entre el movimiento político y el gobierno, no hay partidos de oposición, no hay prensa independiente. Pero que ni siquiera hayan hecho, en 40 años, el mínimo intento de establecer leyes que garanticen la igualdad de las mujeres es algo difícil de perdonar.
Si tras 40 años en el poder, un gobierno no puede garantizar la libertad de una mujer, algo falla
Y eso que el listón de Marruecos en materia de igualdad de mujeres no es especialmente difícil de superar. La legislación, desde la reforma de 2004, queda por debajo de la de Túnez y gana sólo por puntos a la de Argelia o Egipto; la aplicación de esa legislación es lamentable. ¿Qué habría costado que el Frente Polisario pusiera por escrito una ley que reconociera sin ambages los derechos de las mujeres? ¿Qué costaría aplicarla?
Cuesta mucho, aparentemente: el 21 de abril, el gobierno del Polisario efectivamente liberó a Maloma y la trajo a los campamentos de Tinduf, pero menos de 24 horas después la volvió a entregar a su familia, sin que la joven hubiera tenido oportunidad de comunicarse con su familia española, “claudicando así ante el poder de la tribu de Maloma”, escribe el periodista Alejandro Ávila. Si tras 40 años en el poder, un gobierno no puede garantizar la libertad de movimiento de una mujer, algo falla.
Si un caso similar hubiera ocurrido en Marruecos, no sé si las autoridades habrían reaccionado de forma muy distinta. Pero de lo que sí podemos estar seguros es que se habría desatado una campaña en la sociedad civil marroquí, encabezada por organizaciones feministas, activistas, prensa progresista. Lo que falla en el Sáhara es que no existe sociedad civil. Nunca se ha construido. No ha habido voluntad de construirla. Todo activismo tiene que por objetivo la independencia. Nunca los derechos humanos.
Al menos, claro, que las mujeres no cuenten como humanos.
Lo que falla en el Sáhara es que no existe sociedad civil. Nunca se ha construido
No es una situación inaudita, desde luego. Lo mismo ocurre, desde hace décadas, en Palestina, donde los defensores de la causa nacional intentan acallar toda denuncia de la represión patriarcal con el argumento de que tal denuncia hace daño a la causa y es mejor no sacar los trapos sucios: hay que dar imagen de unidad en la lucha.
Pero esa obligación a posponer los derechos de las personas – es decir, los derechos humanos – a los derechos de un pueblo, una bandera, es el camino al fracaso. Si durante 40 años, una organización política reprime las libertades de los individuos, con el pretexto de la libertad del pueblo, educa a generaciones de niñas y niños que desconocen lo que es la libertad. Si por fin llega la independencia, ya no tendrán libertades que defender. Habrán perdido aquello por lo que se sacrificaban.
Si el Frente Polisario quiere libertad para el pueblo saharaui debe empezar a dársela ya. Debe liberar a Maloma.
¿Te ha interesado esta columna?
Puedes ayudarnos a seguir trabajando
Donación única | Quiero ser socia |