Opinión

Un día de furia… ramadanesca

Elena González
Elena González
· 5 minutos

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Un comentarista de la emisora Luxe Radio
, con base en Casablanca, explicaba en antena el significado del mes de ayuno de los musulmanes: “No se trata sólo de abstenerse de comer y beber, sino de sentir el hambre, la sed, la necesidad de la gente que no tiene nada. Es el hecho de sentir que somos verdaderamente pequeños, que somos verdaderamente débiles y que no somos nada en absoluto delante de la magnificencia y la majestad divina”.

Hasta aquí la teoría, porque trasladar los estándares de divinidad a la carne mortal es algo más complejo. Para muchos musulmanes, el ramadán es el mes de la paz, la piedad y el recogimiento. Otros saben que, durante este mes, van a convertirse en Michael Douglas en Un día de furia; una especie de Mr. Hyde con síndrome de abstinencia: la tramdina.

Hace unos días, a mi amiga Fátima le reventaron las lunas del coche. “Esto ha sido la tramdina”, me dijo. Llega todos los años con el ramadán, como las chebakías, la subida de los precios de los alimentos, los culebrones de la tele y los decibelios de más de las mezquitas.

La famosa tramdina: ese mal humor e intolerancia a la frustración que genera el vientre vacío

Durante este mes, que un año más coincide con el solsticio de verano, hay que pasar 16 horas sin comer, beber, fumar ni mantener relaciones sexuales, así que se vive de noche: en esas ocho horas hay que comer, beber, fumar, mantener relaciones sexuales, rezar, ir al cine, salir a tomar algo, volver a comer, volver a fumar e intentar dormir un poco. Hay conferencias y ciclos de cine en las horas nocturnas y clases de Zumba y de Aquagym a las tantas, porque los gimnasios tienen horarios de discoteca y están abiertos hasta las dos de la mañana.

Esta locura para el organismo se traduce en visitas al hospital por indigestión a las tres de la mañana, jornadas que comienzan perezosas y, por supuesto la famosa tramdina: ese mal humor e intolerancia a la frustración que genera el vientre vacío durante el día y que se agrava para los fumadores por la falta de nicotina. La tramdina provoca accidentes de tráfico, discusiones, arrebatos de cólera y violencia y horas enteras de claxons sonando por todas partes. Sólo en Kenitra, a unos 20 kilómetros al norte de Rabat, se han registrado 67 agresiones con arma blanca en los últimos tres días.

Sólo en Kenitra se han registrado 67 agresiones con arma blanca en los últimos tres días.

Los nutricionistas advierten contra los atracones nocturnos y las autoridades recomiendan no conducir durante las horas punta o no tomar el coche si no se ha descansado lo suficiente. Hay quien dice que no conviene salir durante las dos horas anteriores a la ruptura del ayuno, porque el número de robos aumenta a medida que aumenta la ansiedad por haber pasado 16 horas sin ingerir alimentos ni bebidas.

Esa última hora antes del ftour es un desfile de hombres camino de casa o tomando posiciones en las mesas de los cafés callejeros que sirven el desayuno de las 19.45h, en cuanto suena el cañonazo de la mezquita Al Sunna del centro de Rabat que marca el “¡Preparados, listos, ya!” para empezar a comer. Primero, leche y dátiles. Luego, un zumo y la harira (una sopa contundente) y después un huevo duro o quizás un tajine. Es entonces cuando llega la paz al estómago y al sistema nervioso.

Todos los años salen expertos que evocan las supuestas virtudes terapéuticas del ayuno

A pesar de los trastornos, todos los años salen a relucir los informes de expertos que evocan las supuestas virtudes terapéuticas -para el cuerpo y para el alma- del ayuno prolongado, sobre todo quienes explican la tramdina como un fenómeno que afecta a los “malos musulmanes”, a los que hacen ramadán sin convicción. En realidad, no se puede elegir, al menos en público, porque el artículo 222 del código penal castiga con multas de entre 20 y 50 euros y penas de entre 1 y 6 meses de cárcel a quien rompa el ayuno en público.

Esta misma semana, el cheikh Ahmed Raissouni, vinculado al partida islamista en el gobierno marroquí, el PJD, ha puesto en un brete a las autoridades cuestionando el artículo. “El islam prioriza la convicción personal y la fe sobre cualquier otra consideración, así que es inútil castigar un asunto que concierne a la conciencia y a la libertad individual”, decía. O lo que es lo mismo: el Estado no es quien para meterse en los asuntos de Dios.

Otros expertos, en cambio, se van hacia explicaciones menos divinas y más terrenales, como que la tramdina la provoca, simplemente, la falta de glucosa en sangre que tiene a miles de musulmanes al borde de un ataque de nervios durante un mes, por mucho que el Corán diga aquello de “Dios no impone sobre las almas sino aquello de lo que son capaces”.

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