Sebastiano Burgaretta
Cuatro poemas
M'Sur
La isla de las claves
Sebastiano se presentó –para mí, lector– desde las páginas de la Sicilia paseada de Vincenzo Consolo: “el etnólogo Burgaretta” y sus eruditas antologías. Estamos en 1990; dos años después, el ensayista publicaría sus primeros versos. Aún dos años, y reaparece, de puntillas, simplemente “el amigo Jano”, en otra obra de Consolo, El olivo y el acebuche: en su “pequeña heredad”, “entre el mar y los restos de la antigua Eloro”; en el huerto, entre frutales, Vincenzo, “ulísida extraviado”, pide a Jano que le lea sus poemas.
Casi veinte años más tarde, en Castelbuono sobre Cefalù, nos encontramos; y nos reconocimos. Consolo había prologado un libro mío, que Jano conocía. Nos estimábamos a distancia, sabíamos –gracias a Vincenzo– el uno del otro. Luego, tantos reencuentros, sobre todo en la Sicilia sudoriental, siempre bajo la ideal tutela del amigo: en el campo, en la casa rodeada “de perales y granados y manzanos… entre perennes azahares”; en la “vasta plaza cuadrada… inscrita en el hexágono” de la ciudad natal, Avola; en la “anarquía equilibrada” de Noto; en Scicli “de altozanos rocosos… y máscaras de mirada estupefacta”.
Una tierra, esta isla en el centro del Mediterráneo, donde la secuencia de civilización y barbarie delimita una serie de estratos, naturales y culturales, a menudo impermeables. De tal desconexión, de tal permanente fractura, nace la mezcolanza disonante, la tensión irresuelta de elementos heterogéneos, el sincretismo forzado. De vez en cuando surge el fenómeno de la intersección, de la conciencia de una historia heteróclita que puede consumarse en el gesto sereno, alto, cultísimo, de la permeabilidad. Una isla que esconde las claves discordantes de la ignorancia y del genio, del desprecio y el afecto, de la extrema incuria y la atenta reconstrucción, de la generosidad que protege y el crimen que acecha. Donde rayos de luz se insinúan, rasgan las tinieblas, alumbran, se desvanecen.
Como la poesía de Jano, permeable, de todo ello nutrida; y que no vive en la ilusión de un solo idioma sino que acontece en presencia de cuantos han dejado su huella en la Trinacria: no es raro en sus versos hallar expresiones griegas, hebreas, latinas, árabes, españolas… Ni ajena a su decir la pugna entre un italiano de matriz toscana y la viva multiplicidad de las hablas sicilianas. Pues cualquier lengua esconde el espejismo de una ansiedad de norma: no la lengua, la palabra hace la poesía.
La traducción, enseña Édouard Glissant, es oficio de la levedad y el roce, un arte de rastreo. El traductor pisa un espacio intermedio, una dimensión intersticial, de frontera. He aquí, en la luz mortecina de una dicción incierta, una escritura que pretende ofrecer el eco de la palabra de Sebastiano Burgaretta. No percibir estos velos significa ignorar cómo y qué llega a nosotros de su poesía. Solo sabedores de tal tensión, de tan lábil paso, podremos percibir el trazo original mediante su sombra.
Los poemas traducidos pertenecen, en este orden, a los libros L’ala del tempo (1995), Le ‘olàm (2004), Sovente all’anima (2008) y Voci altre (2011). La grafía de los dos primeros ha sido revisada por el autor para esta edición.
[Miguel Ángel Cuevas]
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I··· | I··· |
’Na manu ca si pusàu aruçi aruçi nta ’na timpa stracanciata ri Eloru scuràu u çel’azzurru ncoddh’i mia, ca mi ntisi scamminari nfin’all’ossa.
Cci ìu appressu a manu mia picciriddha, e ddhu ntagghju si fiçi moddhu moddhu. Ccu-ll’occi ri la menti sbalancati vist’e mê nanni ca tiràinu trava.
’N corp’i ventu sciut’a-llampu ri lu mari luvàu ddhu mant’i rrina rô çianazzu: ’n populu ranni si sciugghjìu ri patipeni, ca senza ’uçi curr’ancora strati strati.
| Una mano que leve se posara en el cantil derrubiado de Eloro obscuró sobre mí el azul del cielo, que me sentí escrutar hasta la médula.
A su zaga mi menguada mano: y la peña cedió blandamente. De par en par abiertos, los ojos del sentido vieron a los ancestros que acarreaban trabes.
Un golpe de viento surgido cual relámpago del mar barrió el manto de tierra del tablazo. La multitud se derramó de los sufrientes. Corren aún sin voz por los caminos. |
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Bbùmmuli bbeddhi frischi r’acqua aruçi ri risinu non ponu allatinari a siti faus’e-ddhanni ri ssa ’ucca sdiçiurata. Iazzi moddha e-cuttunini tapparuti gialli e rrussi ri ripusòrii nfirrantuti fotti bboni nun sû a-ccunnùçiri ssa pènnula ri ossa camuliati. Vela ri ventu scinnicanti ccu rèfuli r’azzolu fittu fittu nun sanu com’addinticari ssa màddhia ri carni vattiata ca mprisuttàu sutt’ô suli. Sulu a menti nterra ntunnu arrasat’ô solu ri nfussatu e ntrizzata ccu-ppàpuli rê manu nturtugnati ô fesi ri so pattri, arrinesci a campallu ppi-ddhaveru. . Le ‘olàm (2004) | Los búcaros más frescos de agua de rocío dulce encauzar no podrían la sed inusitada de esa boca marchita. Ni muelles yacijas, tibios acolchados –jaldes, rubros–, en camas de hierro firmes, a mecer bastarían ese racimo de carcomidos huesos. Velos de viento huidizo en azules, densas ráfagas, aferrar no sabrían ese hatillo de cristianada carne acecinada bajo el sol. Solo la mente en la tierra, del todo a ras de suelo de una fosa, trenzada a las ampollas de las manos cual raigones en el pico del padre, alcanzará en verdad a redimirlo.
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III·· | III··· |
O terra di Demetra lontana, omfalós smarrito fuor del tempo tra sagre paesane dell’osceno, cavalli sauri, piegati al gioco blasfemo d’un circo improvvisato rotto al ridicolo del mondo, il fuoco antico non ti recano più, persa la meta loro quotidiana.
Sovente all’anima (2008) | Oh tierra de Deméter lejana, ónfalos anisócrono sin rumbo por aldeanas ferias sórdidas, alazanes, constreñidos al juego blasfemo de un improvisado circo consueto al ridículo del mundo, el fuego antiguo ya no te conducen,
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IV | IV· |
La voce mia smarrita con le altre, nomi perduti nell’elenco morto d’un faldone serrato a più non posso per mesi e mesi in un cassetto muto e poi dimenticato come niente. La voce mia spenta impunemente e infine scivolata nei meandri d’un sogno fatto incubo tremendo.
Voci altre (2011) | Extraviada mi voz con las demás, nombres perdidos en el listado muerto de un legajo encerrado a cal y canto durante meses en un cajón mudo y olvidado después como si nada. Apagada mi voz impunemente, deslizándose al cabo en los meandros de un sueño que se torna una atroz pesadilla.
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© Sebastiano Burgaretta | Traducción: Miguel Ángel Cuevas para M’Sur