Reportaje

Anarquistas contra narcos

Helena Vázquez
Helena Vázquez
· 9 minutos
Graffiti anarquista en el barrio de Exarcheia en Atenas (2016) | © Helena Vázquez
Graffiti anarquista en el barrio de Exarcheia en Atenas (2016) | © Helena Vázquez

Atenas | Mayo 2017

Una decena de casas okupadas florece en medio de numerosos callejones peatonales engalanados con pósters y grafitis. Ningún coche de policía se atreve a patrullar en el corazón del barrio más ingobernable de Atenas: Exarcheia. Las fuerzas de seguridad griegas intentan vigilar de cerca esta zona convertida en el epicentro de la actividad anarquista de Grecia. Pero lo hacen desde sus alrededores: al menos cuatro unidades de antidisturbios cercan el barrio de forma permanente.

A pesar de sus esfuerzos, la «astinomia» -policía, en griego- nunca ha podido tomar el control de la zona. En cambio, la droga, que se ha infiltrado en él junto con las mafias que la timonean, sí que ha conseguido desafiar a los activistas con una lucha sangrienta para dominar el área.

«Si eres policía o miembro de Amanecer Dorado no serás bienvenido a Exarcheia»

La inestabilidad política que vive el país ha convertido Exarcheia en una zona incómoda para el Estado, que no interviene. «Si eres policía o miembro de Amanecer Dorado -partido político griego neonazi-, no serás bienvenido a Exarcheia», comenta Afroditi Gogolou, una vecina que vio a Alexandros Grigoropoulos tendido en el suelo después de que fuera tiroteado por la policía en Exarcheia en 2008.

El asesinato del menor desencadenó una auténtica revuelta en la ciudad y consolidó el rechazo a la presencia policial en el barrio. Todavía se producen cada semana enfrentamientos con los antidisturbios que rodean la zona.

El vecindario no ha querido adaptarse a los planes urbanísticos que desplegó el Gobierno griego durante los años 80. «Exarcheia no responde a las necesidades del capital; no es una zona residencial ni comercial ni industrial», explica la profesora universitaria y periodista Nausica Tsima. Ahora bien, que esta área opere con una autonomía relativa no ha logrado impedir que el narcotráfico se haya hecho un hueco.

«El Estado quiso devaluar partes del centro y desplazó a los consumidores hacia otras áreas»

Durante los años 90, el consumo extendido de heroína y otras sustancias estupefacientes se concentraba en la céntrica plaza Omonia, a menos de medio kilómetro del barrio de Exarcheia. «El Estado quiso devaluar partes del centro y desplazó a los consumidores hacia áreas diferentes», asegura Tsima.

Las principales zonas donde se asentaron fueron la Universidad de Derecho, la Universidad Politécnica y Exarcheia, todas ellas situadas en un distrito céntrico de la ciudad. Además, tienen otro denominador común: han sido cuna de grandes movilizaciones a lo largo de los últimos 50 años. Hoy en día, la mayoría de estos puntos sigue estando bajo el inquietante control de bandas que, a plena luz del día, comercializan con sustancias estupefacientes.

Narcos y policía

“La policía vende heroína», decía un póster en blanco y negro que colgaba en las paredes del barrio ateniense en los 80. Para Thanasis, que pide ocultar su apellido por razones de seguridad, este cartel ilustra las sospechas que aún comparten muchos. Este activista anarquista que se ha visto involucrado, casi por obligación, en la lucha contra el tráfico de drogas recuerda que hace años “en una esquina podías ver a un camello y a su lado un agente de policía encubierto”. A día de hoy, a pesar de ser más sutil, esta supuesta ‘amistad’ le parece una obviedad.

«Señora, qué la molesta más: ¿el ruido o la droga?» preguntó el policía

Los activistas no son los únicos que piensan que existe una relación muy estrecha entre los agentes y las mafias que se enriquecen con la venta de las substancias ilegales. Despina -una vecina que habla bajo seudónimo- describe un capítulo que ejemplifica precisamente estas conexiones. Vive en el barrio de Kipseli, fronterizo con Exarcheia, que es bien conocido por la compraventa de drogas. Una noche de hace dos años llamó a la policía para informar de que estaban vendiendo drogas en su portal. El funcionario que la atendió, tras pedirle los datos, le respondió: «Señora, qué la molesta más: ¿el ruido o la droga?».

No le sorprendió esta respuesta, no era la primera vez que pedía auxilio en vano. Salió al balcón inmediatamente después y asegura que pudo oír cómo sonaba el teléfono de uno de los traficantes, que contestó: «Sí, ahora nos vamos». Dos días más tarde, la denunciante encontró su coche destrozado. Explica que su caso no es aislado. El vecindario de la zona suele coordinarse a la hora de hacer este tipo de llamadas a la policía para permanecer en el anonimato y evitar represalias.

Los altos niveles de corrupción en Grecia generan dudas sobre si la Administración realmente tiene la voluntad de erradicar estas redes de narcotraficantes. Un informe del año 2010 financiado por la Comisión Europea analizaba varios casos en que los cuerpos policiales habían intervenido en negocios ilícitos y ponía en evidencia las redes de cooperación ilegales, que salpicaban también la esfera política.

El informe concluía que la corrupción policial en Grecia podía llegar a ser «sistémica» y «bien organizada». Y añadía: “Los agentes de policía están tan estrechamente involucrados en la protección de las actividades de los grupos criminales que uno se pregunta dónde termina la ‘fuerza policial’ y dónde empieza el crimen organizado”.

El Servicio de Estadística Nacional griego estima que el suculento negocio del tráfico de drogas factura alrededor de 234 millones al año. Sólo en Exarcheia, en un día, las mafias han podido llegar a ingresar 50.000 euros a pie de calle, según una fuente consultada que prefiere mantener el anonimato.

El inicio de la guerra urbana

Aquellos inofensivos camellos, que apenas sobrevivían con lo que vendían, ahora distribuyen hachís y marihuana y se han ido integrando poco a poco en peligrosas bandas de narcotraficantes con una estructura escrupulosamente jerárquica. Cuando los anarquistas se dieron cuenta de que convivían con organizaciones criminales decidieron, por unanimidad, pasar a la acción para poner punto final a la situación.

En marzo de 2014, dos traficantes fueron secuestrados con armas de fuego en la plaza de Exarcheia. La acción fue reivindicada anónimamente en el portal de Indymedia, en un comunicado que lanzaba un mensaje claro: “No queremos que el área histórica de Exarcheia sea víctima de las mafias”.

En marzo de 2014, dos traficantes fueron secuestrados con armas de fuego en Exarcheia

Los amos de las drogas respondieron días después con un tiroteo en el centro social okupado K-Vox, que se alza -vigilando- en una esquina de la plaza de Exarcheia. Una manifestación masiva convocada como respuesta a la aterradora advertencia que previamente habían difundido las mafias detuvo la escalada de violencia. Se trataría solo de una agradecida tregua porque la paz en el barrio solo duraría meses.

Una pelea espontánea entre traficantes y activistas del K-Vox volvió a abrir la herida en febrero del 2016. Los tres activistas involucrados en el incidente estuvieron a punto de perder la vida como consecuencia de las puñaladas recibidas. Una protesta multitudinaria volvió a responder a este ataque de inmediato. Esta vez, la protesta se convirtió en una auténtica advertencia de que eran capaces de llegar con su lucha hasta el final. En un vídeo publicado en la red, se pueden observar con claridad manifestantes alzando armas de fuego.

«El jefe de la banda de narcos vivía a cincuenta metros de la comisaría de la policía de Exarcheia»

Después del ataque y durante meses, era frecuente topar con batidas de gente encapuchada decidida a expulsar a los traficantes de la zona con palos. Los grupos de activistas esperaron unos meses para dar el paso siguiente, que sería el definitivo. Una de las caras conocidas de la banda que había protagonizado el asalto contra los grupos anarquistas en febrero fue asesinado con seis disparos de bala la mañana del 6 de junio. En un comunicado en Indymedia, un grupo anarquista reivindicaba la acción y aseguraba que, si el Estado no actuaba, ellos tomarían justicia por su propia mano.

El barrio de Exarcheia volvió a aparecer en la prensa y en el parlamento. Los mecanismos de autodefensa de los grupos anarquistas llenaron los titulares. Los cuerpos policiales, que hasta entonces se habían mantenido al margen del conflicto, se activaron y, pocos días después, detuvieron casi una decena de traficantes. «El jefe de la banda vivía a cincuenta metros de la comisaría de la policía de Exarcheia y no sabían nada?», se pregunta irónicamente Thanasis.

El Ministerio de Protección Civil quiso hacer gala de la eficacia de sus cuerpos policiales a través de un despliegue mediático. Lo que pasó desapercibido fue el asedio policial que sufrieron los sectores anarquistas. «Vinieron a mi casa con el juez, iban vestidos de paisano y con un coche no oficial», relata Thanasis.

Las redadas en la icónica plaza del barrio ya han desaparecido pero los traficantes siguen trabajando en las calles de los alrededores. Los activistas lo ven como una pequeña victoria, pero no pueden bajar la guardia. Según ha podido saber este medio, la banda más importante que continúa operando en Exarcheia ofrece una recompensa de 2.000 euros a la persona que mate a una de las caras más conocidas del movimiento anarquista en el barrio.

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