Catherine Meurisse
«Perder el humor hubiese sido como morir»
Alejandro Luque
Sevilla | Octubre 2017
A veces un fallo puede salvar una vida. Es lo que le sucedió a Catherine Meurisse (Niort, 1980) la fatídica mañana del 7 de enero de 2015, cuando el despertador de su mesita de noche no quiso sonar, de modo que no pudo llegar a tiempo a la reunión que tenía en Charlie Hebdo, el semanario satírico en el que trabajaba desde hacía casi 15 años. A esa hora, dos individuos enmascarados y fuertemente armados, los hermanos Saïd y Chérif Kouachi, irrumpieron en la redacción y abrieron fuego contra todos los trabajadores que encontraron a su paso. Fallecieron, entre otros, los dibujantes Cabu, Charb, Tignous, Wolinski y Honoré, todos ellos verdaderas leyendas del oficio.
El modo de Catherine Maurisse de superar el horrible trauma que supuso aquella masacre fue dibujar. El resultado de aquella dura e intensiva terapia lleva por título La levedad, y ha visto la luz en España gracias al sello Impedimenta. La artista visitó recientemente Sevilla para presentarlo y hablar de su experiencia, aunque resulta evidente que le cuesta todavía abordar los hechos de aquella jornada fatídica.
«Entré en Charlie Hebdo muy joven, sin diploma; vinieron a buscarme a la salida del colegio»
“No siempre quise dibujar tebeos”, recuerda. “Cuando empecé no sabía muy bien qué hacer, estudié Literatura y Arte y luego hice un poco de todo: mi primer oficio fue en prensa, dibujé tebeos, ilustré libros para jóvenes… Entré en Charlie Hebdo muy joven, sin terminar mis estudios, vinieron ellos a buscarme a la salida del colegio [risas], y luego empecé con los cómics. Ambas actividades, prensa y cómic, se nutrieron y enriquecieron mutuamente. En el cómic intenté introducir lo que faltaba, usé todo lo que me habían enseñado en mis estudios, asociando siempre dibujo y literatura”.
Buena prueba de ello fue una obra anterior de Meurisse, también publicada por Impedimenta, titulada La Comedia Literaria. “Mis cómics siempre surgen de algo personal. Y nacen de una falta, de una carencia. En La Comedia me ocupaba de la literatura, en La levedad de la ausencia de mis amigos. Para sentirme cómoda trabajando necesito que surjan de ahí, de esos vacíos. Si no, no van. Pero eso no significa que quiera hablar siempre de mí. Solo en La levedad lo hago plenamente”.
No obstante, la salida a la luz de La levedad estuvo llena de dudas para la artista: “Tenía mucho miedo de hacer un libro ombliguista. Un libro que solo hablara de mí y fuera incomprensible. Porque yo había ido a vivir a otro planeta. Afortunadamente, mi editora me animó. Y estuve muy emocionada por la acogida en Francia. Vi que me habían entendido y que pude compartir esa experiencia. Que no estoy sola y que nos podemos encontrar en esa búsqueda de la belleza”.
«Creía que Proust me ayudaría a reencontrar la memoria que había perdido, pero no funcionó»
“Creía que la literatura me ayudaría de inmediato”, añade Meurisse. “Proust es, más que mi escritor favorito, mi auxiliar de vida, me acompaña desde hace mucho, y creía que Proust me ayudaría a ponerme de pie otra vez, de reencontrar la memoria que había perdido en ese momento. Lamentablemente no funcionó. Constaté asustada que mi imaginario estaba roto. N podía hacer otra cosa que dibujar. La literatura no me pudo ayudar de inmediato, eran las artes visuales, la pintura, las esculturas, los paisajes naturales, el arte que busqué en Roma los que me han ayudado. Eso es algo bastante proustiano, al fin y al cabo, y así me reencuentro con Proust a través de mi libro”.
A la hora de evocar cómo empezó el proyecto de La levedad, Meurisse siempre empieza recordando algo así como un fundido en negro tras el crimen de sus compañeros. “No había estrategia. Tras el 7 de enero, perdí la memoria provisional, pero yo no lo sabía. Sentí miedo, mucho miedo. Perdí mis facultades intelectuales, me costaba leer, reflexionar, ni siquiera sabía si volvería a dibujar. Cuando volví a intentarlo lo hice con pánico, ignoraba el resultado. Solo llevaba 70 páginas cuando me encontré con mi editor, le mostré el trabajo y me dijo: ‘Haremos un libro con esto’. Es un proyecto impresionista, recoge emociones sin una estructura aparente, aunque al final apareció el sentido de todo”.
Antes de saber que el libro vería la luz, sin embargo, la dibujante buscaba un efecto terapéutico. “Ha sido una balsa a la que agarrarme para no hundirme, y poder resurgir. De hecho, al final aparece la balsa de Géricault, que siempre ha tenido una especial significación en Charlie Hebdo. Yo me sentía también como un náufrago”, evoca, y añade a renglón seguido: “No sé si soy optimista, realmente. Lo que deseo es que el lector lo sea. He intentado reconocer a través del libro la alegría de vivir, la capacidad de reír”.
Pero, ¿cómo alcanza uno a reír y a hacer reír ante tamaña tragedia? Meurisse también se lo preguntó: “El humor está muy presente, no quería perderlo tras el atentado. Perderlo hubiese sido como morir. Y era también el modo de rendir homenaje a mis amigos, de serles fiel. No quería llevar al lector al pathos. 2015 fue un año terrible para mí, claro, pero no quería hablar de sufrimiento durante 130 páginas, sino compartir con mis lectores el remedio, la forma de salir adelante”.
Claro que en el camino encontró algunos obstáculos. Uno de ellos, como consigna el libro, fue la persecución sin cuartel a la que la sometieron los periodistas. “Lo que ocurrió el 7 de enero fue tremendo, sobre todo media hora después de la masacre. Buscaban supervivientes por todas partes, el teléfono no paraba de sonar, fue muy violento, una locura. Después huí de los medios porque aquello era para mí un drama íntimo, no un acontecimiento nacional o internacional. La representé buscando fragmentos de mí misma como si fueran setas, un trozo de mi memoria por aquí, un poco de mi imaginación allá. Y de pronto irrumpen los periodistas. Hubo mucha torpeza y falta de delicadeza en este gremio al principio, pero debo reconocer que cuando salió el libro se portaron muy bien”.
«Recupero los reflejos de Charlie Hebdo, la capacidad de detectar lo grotesco de la realidad»
También llama la atención la irrupción de cuestiones íntimas en el relato. Por ejemplo, el modo en que un fracaso sentimental se mezcla con el tremendo impacto de los atentados, pero sigue conservando su espacio. “Quería hablar de la trivialidad. Sí, lo cotidiano sigue existiendo en esas circunstancias, y lo represento. Cuento cómo en la manifestación del 11-E, entro en una tienda y de pronto recupero esos reflejos de Charlie Hebdo, la capacidad de detectar lo grotesco de la realidad. Menos mal, eso me salvó de la locura. La belleza también está en lo cotidiano, forma parte de mi vida. Se ve muy bien en La Comedia y en otras obras mías aún sin traducir, donde cojo a Balzac, a Proust y a otros grandes escritores, los bajo del pedestal y los meto en mi vida… y en las vuestras”, explica.
Sin embargo, el proceso de creación de La levedad no fue fácil ni uniforme. De hecho, hubo un parón de cuatro meses a mitad de faena en el que Meurisse tuvo que replantear el rumbo de la narración. “La primera parte salió bastante rápidamente, en París, en verano de 2015. Lo primero era recomponer mis fragmentos emocionales. Pero para la segunda parte tuve que irme a Italia, tenía la necesidad de buscar la belleza. Escribí a la Villa Medici para que me acogieran, y así pude pasar de noviembre a diciembre en Roma, hasta que ocurrió lo del Bataclan. En Roma despega el libro y mi personaje, y empiezo a ver la luz al final del túnel”.
«En Roma me paseé con un cuaderno en el bolsillo y un libro de Stendhal»
“En Roma me paseé con un cuaderno en el bolsillo y un libro de Stendhal”, prosigue la artista, quien en su imaginación llega incluso a pasear y a hacerse selfies con el inmortal autor de Rojo y negro. “Allí también me obsesionó Caravaggio. Es el pintor famoso por su claroscuro, y la oscuridad representa el odio, los asesinos. El propio Caravaggio fue pintor y asesino, y magnífico creador que representaba a la perfección las dos pulsiones: vida y muerte. Hice un viaje a la muerte a través de las obras de arte, que a su vez hicieron una labor de mediación con la vida real. Me permitieron sobrellevar mi luto”, asevera la autora de otros títulos como Le Pont des arts, Savoir-vivre ou mourir o Moderne Olympia.
Uno de los momentos impactantes del álbum es cuando el arte y la tragedia se confrontan. “Cuando vi las esculturas de Niobe de Balthus —jóvenes que huyen porque los matan con sus flechas Apolón y Artemís— en la Villa Medicis creí ver los cuerpos de mis amigos en el suelo en la redacción de Charlie, aunque en realidad no los había visto, solo había oído los disparos de kalashnikov. En Roma, viendo las estatuas, creía ver sus cuerpos. Y no era algo mórbido sino bello. Y una coréografa norteamericana y yo preparamos una pequeña performance sobre estas estatuas, una transformación artística, ella con la danza, yo con el dibujo. Eso también era una forma de romper el hechizo que me hacía ver a mis amigos de Charlie Hebdo en el suelo”.
Quienes quieran rastrear los estados de ánimo que atraviesan este proyecto también pueden atender al aspecto puramente gráfico. “Este libro está hecho con el instinto. Casi no me planteé la técnica. La primera parte está hecha con un pastel seco, que se puede trabajar con el dedo, y yo necesitaba sentir el tacto. Luego entra la acuarela, y la plumilla, que es la primera herramienta que usé en mis inicios. Pero todo eso fue llegando sin premeditación. Ahora me doy cuenta de que la época parisina tiene un trazo fino y negro, mientras que en Roma me reencuentro con el color, el decorado, el escenario, la perspectiva. Así nació la estructura de La levedad, siempre de una forma espontánea”.
«La levedad de la que hablaba Kundera es lo que perdimos todos tras los atentados»
Colaboradora de cabeceras como Libération, Les Echos, Télérama o L’Obs, autora de libros infantiles para editoriales de la talla de Bayard, Gallimard o Nathan, la propia Catherine Meurisse ha detectado otros detalles sutiles que afloraban en su trabajo conforme iba logrando asumir mejor todo lo sucedido. “La relación entre la narración real y lo que ocurría en mi interior la he visto a posteriori. En Alemania, en marzo de 2017, presenté el libro en público, y una actriz leyó el cómic. Entiendo muy poco el alemán, pero oí el ritmo de la narración, y vi que había rupturas y dureza sin parar. Es un libro con muchos altibajos”.
La buena acogida de La levedad en Francia ha propiciado la posibilidad de llevar las viñetas al lenguaje de la pantalla. “Muy poco después de su publicación, varias cineastas, todas mujeres, me ha contactado”, explica Meurisse. “He reflexionado mucho antes de dar mi visto bueno, porque lo hará una creadora, y para alejarme realmente de este drama, necesito una transformación artística. Seré coguionista, porque la cineasta quería a toda cosa que lo hiciera yo para no equivocarse, será una nueva transformación artística. Ella superpondrá su imaginación a la mía, respetando mi historia, desde luego. Será un desplazamiento, poco a poco, para alejarme. Y ser guionista, trabajar con alguien, es una nueva forma de crear. Es lo que encontré en la Villa Medicis: una comunidad de artistas, no del cómic sino músicos, pintores… Y yo ahora no quiero trabajar sola, sino con otros artistas”.
Por último, a la hora de justificar el título de la obra, comenta: “Se me ocurrió rápidamente, cuando supe que estos dibujos acabarían conformando un libro. La levedad es lo que perdimos todos tras los atentados, aquella insoportable levedad del ser de la que hablaba Kundera. La levedad está también en el humor, es lo más típico de Charlie Hebdo. Cuando uno dibuja, usa herramientas ligeras, papel, plumilla. Y ese es el proceso que me ha permitido recuperar la levedad. Estoy en el camino de reconstruirme, pero no puedo cantar victoria aún, vivo con esta melancolía, con esta tristeza, que debo diluir en los futuros álbumes que dibuje; debo hacer otros libros”.
Un puñetazo a la libertad de expresión
“Espero que después de todo esto los dibujantes no se autocensuren”, asevera Catherine Meurisse. “Evidentemente, la libertad de expresión ha recibido un puñetazo en la cara, pero eso, como era un choque nacional e internacional, también ha despertado a mucha gente. No puedo hablar en nombre del dibujo de prensa, porque ya no trabajo a Charlie Hebdo, he decidido alejarme de los debates de libertad de expresión porque simplemente me recuerdan demasiado aquel enero, y yo ejerzo mi libertad de expresión dibujando álbumes como La levedad, o cómics, lo puedo hacer sin hablar de política ni de actualidad. Los dibujantes de prensa sí están confrontados con esta actualidad, en la que yo ya no participo”.
Por otro lado, al valorar qué ha cambiado desde la masacre, la dibujante recuerda que la campaña Je suis Charlie le superaba. «Ser el nuevo símbolo de la libertad de expresión nos superaba. La solidaridad me emocionaba, pero solo hoy puedo entender lo que pasaba. Charlie era un equipo muy pequeño, y perdí amigos cercanos. Y todo lo que pasaba fuera no me alcanzaba. En el álbum La levedad reencuentro mi identidad, de mujer, de dibujante, y eso era la prioridad. También era la de Luz, que hizo su álbum Catharsis, era la de todos los supervivientes de Charlie, es terrible decirlo, pero no nos podíamos ocupar de los demás, primero nos teníamos que ocupar de nosotros mismos. Hice el libro para no volverme loca, me agarré a la pregunta: ¿Qué soy? Y la respuesta era: No, no estoy loca [ríe], soy dibujante. En el álbum lo digo, no soy un soldado, no estoy en una guerra, soy más bien una soñadora”.
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