Entrevista

Kátia Guerreiro

«Cuando los hombres cantan, hacen salir su feminidad»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 8 minutos
Katia Guerreiro | © Pedro Ferreira / Festival Fado Sevilla
Katia Guerreiro | ©
Pedro Ferreira / Festival Fado Sevilla


Sevilla | Noviembre 2017

La voz de Kátia Guerreiro (Vanderbijlpark, Sudáfrica, 1976) sugiere una personalidad serena y lúcida. Médico de formación, desde que se reveló como extraordinaria cantante de fados no ha parado de cosechar éxitos, acreditados con galardones como el premio de Personalidad Femenina del año 2005 o el premio Mejor Intérprete de Fado de la Fundación Amália Rodrigues. Su discografía ya cuenta con ocho títulos, entre los que destacan Tudo ou Nada (2005), Os Fados do Fado (2009), Património (2012) o el más reciente Até Ao Fim (2014). Éste último lo presentará el martes 5 de diciembre en el teatro Lope de Vega de Sevilla, cerrando el Festival de Fado de la ciudad.

Haber crecido en las Azores, ¿hasta qué punto es una forma distinta de ser portugués?

«Dios hizo el mundo muy rápido, pero en las Azores se tomó más tiempo»

Verás, ser portugués es muy especial, vivimos en un país muy tranquilo, con mucha paz. Somos un pueblo siempre con el corazón abierto a otros, que siente las cosas con mucha intensidad, hay una conciencia muy fuerte de ser un país pequeño en territorio, pero grande en Historia. Vivimos rodeados de monumentos y belleza, y eso nos hace generosos y orgullosos. En cuanto a los de los Azores, es otra circunstancia especial, vivimos en medio del Atlántico con una Naturaleza única en el mundo… Yo siempre digo que Dios hizo el mundo muy rápido, pero en las Azores se tomó más tiempo. Hay una intensidad también allí que nos hace más introspectivos, que invita a la música y la creación, a usar las palabras de un modo más delicado.

Usted empezó dedicándose a la Medicina. ¿Cómo decidió dejar de salvar vidas –u ojos, ya que su especialidad es la Oftalmología– y empezar a salvar almas gracias a la música?

«En el fado no se pueden utilizar artificios; debe ser fiel a su tradición sin dejar de ser contemporáneo»

Fue algo que no me esperaba. Me gustaba cantar pero intentaba hacer mi vida como médico, pero algunas personas importantes de la música me escucharon cantar en la Casa del Fado, les encantó mi voz y empezaron a invitarme a eventos privados, hasta que mi nombre empezó a sonar entre los fadistas. Por fin me invitaron a cantar en un homenaje a Amália Rodrigues, los críticos me acogieron de un modo impresionante, y ahí todo cambió. Lo curioso es que empecé como médico y fadista al mismo tiempo, pero de mis 18 años de carrera, solo he podido dejar la medicina hace cinco. En todo caso, estoy de acuerdo con eso de que lo que hago ayuda a curar algunas almas.

¿Supo qué vieron en usted? Hay mucha gente que sabe cantar, pero, ¿qué cualidades debe tener una buena fadista?

Tener voz es importante, claro, cantar bien. Pero lo más importante es que tenga una verdad dentro de lo que cante, y querer transmitirla. Eso a la gente le llega, el público es muy sensible a la verdad y a la sinceridad.

Aunque ha ido expandiéndose de forma extraordinaria en los últimos tiempos, ¿qué necesita el fado para alcanzar la universalidad que ha logrado, por ejemplo, el flamenco?

El fado está viviendo ahora un periodo muy fértil, hay mucha gente que canta muy bien, músicos increíbles haciendo muchas cosas. Lo que esta música necesita es llegar a todos las salas, a todos los escenarios, para conectar con todos los públicos. Pero lo que no tiene que hacer es cambiar su esencia. En el fado no se pueden utilizar artificios, para que la gente lo escuche tiene que seguir siendo verdadero, ser fiel a su tradición sin dejar de ser contemporáneo, pero no más que eso.

Siempre que pensamos en fado, lo primero que nos viene a la cabeza son nombres de mujer, de Amália Rodrigues a Dulce Pontes. ¿Eso significa que el machismo nunca ha tenido lugar en este género?

Hay muchos hombres que cantan muy bien, pero Amália Rodrigues dejó una huella muy importante de feminidad. Desde entonces, en todo el mundo se piensa en el fado como un asunto de mujeres. No solo no hay machismo, sino que hay una feminidad siempre presente que hace salir las emociones más profundas. Cuando los hombres cantan, hacen salir su feminidad.

Usted ha colaborado con un gran escritor portugués como António Lobo Antunes. ¿Cómo surgió esa alianza?

Ocurrió hace mucho. Estaba buscando una novela de Lobo Antunes cuando vi que, junto al libro, ofrecían unos poemas suyos. Me encantaron, me apeteció de inmediato cantar todos. Hablé con él y conseguí su autorización…

Vaya, me alegra que tuviera una experiencia tan buena. Hay una verdadera leyenda a su alrededor que habla del personaje misántropo, de carácter difícil…

¡Ah, todo eso es verdad! La primera vez que hablamos me llamó él, porque un amigo común le había dicho que quería cantar sus versos. Empezó diciéndome: “Hay algo en ti que no me gusta”. “¿Qué cosa, António? Puedo cambiarlo”, le pregunté. Y me respondió: “No es verdad, no tengo ninguna razón para pensar eso”. António es duro, le gusta más vivir en soledad, no relacionarse con otras personas. Tiene que ver con la historia de su vida, no es un ser muy sociable, esa es la verdad.

Lobo Antunes detesta a Pessoa, a quien usted también ha musicado. ¿Cree que el autor del Libro del desasosiego es un territorio por el que todo portugués tiene que pasar, tarde o temprano?

«Toda la poesía me atrae, pero cuando encuentro algo para cantar, intento hacerlo a toda costa»

Para mí, trabajar la poesía de Pessoa es algo completamente natural, y me encanta. Toda la poesía me atrae, pero cuando encuentro algo para cantar, intento hacerlo a toda costa. Si a António no le gusta, no le gusta [risas], pero a la mayor parte de los portugueses sí les gusta Pessoa, se identifican con él. Es un personaje al que no se le puede dar la espalda.

Para terminar con los poetas, se ocupó también de la obra de Sophia de Mello. ¿No es otra figura ineludible, aunque en España siga siendo casi desconocida?

Desafortunadamente desconocida, porque para mí es la mejor poetisa portuguesa. Su capacidad para elegir las palabras y hablar de los sentimientos más comunes es única. Hablé una sola vez con ella por teléfono, y fue encantadora conmigo. Sigo muy cerca de su familia, y para mí cada libro suyo sigue siendo un descubrimiento. Tendría que ser más divulgada en España, porque en Portugal todo el mundo la conoce, se estudia en la escuela.

Vuelve a especularse sobre posibles alianzas entre España y Portugal, incluso retomando aquella vieja utopía ibérica que llega hasta Saramago. ¿Usted vería con buenos ojos algún tipo de unión en este sentido?

Creo que una alianza podría ser interesante, aunque lo que siento, porque ante todo me siento portuguesa, es que me gustaría seguir siéndolo, y no porque tenga nada contra los españoles… Por supuesto, tendríamos que trabajar más cerca los unos de los otros, estamos los dos en un confín territorial de Europa y juntos seríamos más fuertes, claro que sí, en términos económicos, estratégicos…

Una duda un poco absurda. El fado, ¿es de derechas, o de izquierdas?

«Como el arte, el fado lo que debe hacer es producir belleza para la gente»

La belleza para mí está fuera de la política, no tiene ni izquierda ni derecha. Es del pueblo, punto. Como el arte, el fado lo que debe hacer es producir belleza para la gente. Soy una mujer del mundo y cuando me subo a un escenario no entiendo de esas distinciones.

Cuando Portugal estaba sumido en lo peor de la crisis, salía cada día en las noticias. Ahora casi no se oye hablar del país, ¿qué nos hemos perdido? ¿Ha salido del peligro?

Está mucho mejor. Salimos del peligro todos los días, cada día hacemos un esfuerzo por escapar de la crisis. Tenemos mucho cuidado de no fabricar sueños muy altos, y tenemos mucha precaución sobre el futuro. Pero estamos muchísimo mejor en todo.

¿Cómo ha ayudado el fado en esta circunstancia? ¿Qué cantaba usted en los peores momentos?

El fado lo que ha hecho ha sido, como he dicho, producir belleza para poder seguir adelante con esperanza. Más que letras en concreto, lo que podemos transmitir es un mensaje para mantener la fuerza, la esperanza y la capacidad para hacer las cosas lo mejor posible. Todas las letras del fado son de amor, y el amor, ya sabemos, puede cambiar el mundo.

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