Reportaje

El velo colgado del palo

Lluís Miquel Hurtado
Lluís Miquel Hurtado
· 9 minutos
Jóvenes en un espacio público en Teherán (Junio 2017) | © Alejandro Luque / M’Sur

Teherán | Febrero 2018

Desafiar el aire gélido de estos días en la capital de Irán fue lo de menos. Lo de más, desafiar las normas que obligan a cubrir el cuerpo femenino de pies a cabeza, protestando sin velo, solas y en el mismo centro de Teherán.

Pocas horas después de anunciarse la liberación de una mujer, detenida por manifestarse a finales de diciembre subida a una caja de conexiones y con su velo colgado de un palo, tres compatriotas más reprodujeron su gesto, el 29 de enero. Al menos una de ellas, según fuentes cercanas, ha sido detenida.

El nombre de la pionera no se supo hasta un día antes: Vida Movahed, 31 años, madre de un bebé de 20 meses. Hasta entonces, cuando Nasrin Sotude, conocida abogada pro derechos humanos y premio Sajarov 2012, relató su historia, era «la chica de la avenida Enghelab».

Alguien dejó un ramo de flores con la nota: «De parte de todas aquellas por las que actuaste»

Detenida en algún momento después del 27 de diciembre pasado, cuando una fotografía que circuló rápidamente por internet la mostró en medio de una de las principales avenidas iraníes protestando silenciosa con la melena al viento, entre transeúntes pasivos. Aunque fue tomada antes de desatarse las protestas de enero -justo el mismo día en que el Gobierno iraní anunció el fin de la política de arrestos por llevar un ‘velo inadecuado’-, la imagen de Movahed fue usada, sobre todo fuera de Irán, para ilustrar la ola de manifestaciones contra el poder, iniciadas por motivos económicos y no relacionadas con los derechos de las mujeres.

Hacia finales de enero, Sotude informó a través de su página de Facebook de la detención de la joven. «No ha hecho nada malo que merezca ser juzgado», aseguró. El 28 se supo que había sido liberada bajo fianza.

Al día siguiente, con la capital cubierta de nieve, una mujer anónima relevó a Vida Movahed. Varias fotografías la mostraron subida en el mismo cajón de la avenida Enghelab, con el velo atado a un palo. Algunos metros allende, una chica subida a otro armario de conexiones y una seguidora más, encima de un banco, la imitaron. Luego, alguien dejó un ramo de flores sobre la caja con una nota: «De parte de todas aquellas por las que actuaste».

Las protestas se expandieron el mismo día de Teherán a Isfahan y Mashad, dos de las principales ciudades iraníes. Pero apenas tres días más tarde, la jefatura de Policía de Teherán dio a conocer la detención de 29 mujeres por participar en protestas silenciosas contra la obligación estatal de cubrirse el cuerpo de cabeza a pies. Entre ellas está Narges Hosseini, la primera mujer que imitó a Movahed y la Enghelab. Esta socióloga de 32 años estuvo dos semanas arrestada por no poder pagar su fianza, que ascendía a 108.000 euros, pero fue puesta en libertad a mediados de febrero.

«29 personas que habían sido engañadas para quitarse el velo han sido arrestadas»

La policía asegura que la campaña de subirse al mobiliario urbano con un velo atado a un palo como si de una bandera se tratase, ha sido instigada desde fuera de Irán. «Tras convocatorias a través de canales por satélite bajo la campaña llamada Miércoles Blanco, 29 personas que habían sido engañadas para quitarse el velo han sido arrestadas», lo expresó la agencia conservadora iraní Tasnim, citando fuentes policiales. Según la agencia, las detenidas han sido puestas a disposición de la Fiscalía bajo acusaciones de alteración del orden público.

Miércoles Blancos es una campaña impulsada desde Estados Unidos por la activista iraní Masí Alineyad, a quien esta semana sus críticos han acusado de recibir financiación de Washington – es empleada del medio gubernamental Voice of America – y de simpatizar con Marine Le Pen. Alineyad anima a las iraníes a salir a la calle los miércoles con un velo blanco o sin él. Su propuesta es acogida de forma desigual entre las feministas de dentro de Irán. Quienes abogan por reformas impulsadas desde dentro recelan de su iniciativa. Narges Hosseini subrayó en una entrevista con el digital Iranian Women, realizada por teléfono desde la cárcel, que había elegido un lunes para emular a Vida Movahed, y no un miércoles, precisamente para no asociarse a la iniciativa de Alineyad.

«Está ocurriendo debido a nuestro enfoque erróneo», ha criticado la diputada Soheila Yolodarzade a través de la agencia semioficial Ilna. «Hemos impuesto restricciones a las mujeres y las hemos tenido a raya innecesariamente». Por su parte, el fiscal general de Irán, Mohamed Yafar Montazeri, ha descrito esta serie de protestas callejeras como un «acto infantiloide» con «carga emocional» e «instigado desde fuera del país».

Tomando un camino intermedio, Fateme Rakele, consejera reformista de la junta municipal de Teherán, ha rechazado los arrestos, pero ha descrito las protestas, en el medio Ensaf, como parte de una «maquinación para alentar las protestas dentro de casa”. “Estas acciones no son dignas de mujeres ilustradas que habitualmente ya están persiguiendo más libertades y derechos humanos y sociales», ha sentenciado.

El debate ha llevado a la calle, primero, y a los medios, después, una de las principales medidas impuestas tras la Revolución de 1979. La subida al poder de un ‘establishment’ clerical trajo consigo la obligatoriedad del recato, traducido en la imposición de un código de vestimenta en los espacios públicos, entre otras normas: Todas las mujeres, a partir de los nueve años, deben cubrirse el pelo con un velo, elevado a símbolo político del alzamiento, y en no lucir prendas que permitan adivinar el contorno del cuerpo “en exceso”.

“Elegir cubrirnos con velos cada vez más finos supone para nosotras un desafío diario a la ley»

En la actualidad, particularmente en las zonas más liberales del país, las iraníes ponen a prueba la normativa a diario cubriéndose el cabello con un chal casi transparente, dejando entrever a menudo el flequillo o la mayor parte de la cabeza, a veces incluso la cabellera al completo, si bien el chal nunca abandona la nuca, para poder «ajustarse» en caso de necesidad. Tampoco falta quien usa prendas ajustadas de tonos oscuros, especialmente de noche.

“El mero hábito de elegir cubrirnos con velos cada vez más finos supone, para nosotras, un desafío diario a la ley», explica Mahla, una joven artista que se declara feminista. El acto de protesta iniciado por Vida Movahedi y sus seguidoras – entre ellas, incluso, una joven cubierta con un velo integral tipo chador – ha conllevado un paso más: la reintroducción del debate en la esfera política, en parte por una prensa generalista que, a diferencia de ocasiones anteriores, no se ha autocensurado.

La discusión sobre la delimitación entre los espacios públicos y privados -en Irán manda la tradición de que todo lo que ocurre entre cuatro muros, entendidos como el hogar, pertenece a la vida privada y nadie puede inmiscuirse- ha llevado a algunas conductoras a quitarse el velo dentro del coche. Las campañas de la Policía Moral, que actúa con especial ahínco cada primavera para detener y aleccionar -en ocasiones, a latigazos- a toda mujer que luzca un ‘velo inapropiado’, han acabado generando críticas hasta en sectores del poder en Irán.

A finales del año, poco antes de desatarse las manifestaciones económicas, Irán anunció un cambio significativo en su política sobre el velo. El jefe de la policía de Teherán, Husein Rahimi, aseguró que «aquellas que no respeten al código de vestimenta islámica no volverán a ser detenidas ni se abrirán casos judiciales en su contra». En cambio, asegura la agencia Tasnim, las denunciadas deberán ir a clases de vida islámica impartidas por los agentes. Se cree que Vida Movahed realizó su acto de protesta tras conocer esta noticia.

«Las iraníes jamás aprobamos la idea de que las mujeres deben ser dirigidas por hombres»

«Fue un gesto muy valiente. Hacerlo así, en pleno centro de Teherán, es una gran sorpresa», asegura a este corresponsal una activista feminista, bajo condición de anonimato. «Es un acto que puede generar reacciones positivas de la población», añade, aunque se reconoce dubitativa ante la repercusión política de la protesta.

Pero a pesar de que el propio Gobierno iraní dirigido por el presidente Hasan Rohaní ha defendido públicamente la «expresión de puntos de vista, críticas e incluso la protesta», los actos de desobediencia desatados en Enghelab han despertado suspicacias en otros sectores del poder. Particularmente en el ala rigorista, encabezada por el Líder Supremo, que controla la Judicatura y las fuerzas de seguridad.

En 2016, antes de ser reelegido tras una campaña que defendía más libertades individuales, Rohani dijo que los agentes de paisano, desplegados a tal efecto, no estaban autorizados para arrestar por no guardar el recato normativo. Pero la Policía está bajo control no del presidente sino del Líder Supremo, el teólogo Alí Jamenéi.

Shaparak, apodo de una de las iraníes que ha secundado la llamada de Alineyad, sentencia a este periódico: «Las iraníes jamás aprobamos la idea central de que las mujeres deben ser dirigidas por hombres, o permanecer encerradas en casa, para ser consideradas buenas damas islámicas. Esta generación de chicas jóvenes es valiente y audaz».

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