Barcelona | Marzo 2018
Puede que se trate de un tema menor en el cirio que tenemos montado en Cataluña, pero las cifras de asistentes a las manifestaciones –que pueden oscilar entre las que figuran en el titular de esta columna– deberían dejar de moverse, como hasta ahora, entre la exageración del convocante y el basureo de quien debe llevar las cuentas. Según Societat Civil Catalana, los asistentes a su manifestación del domingo fueron 200.000; según la Guardia Urbana, no pasaban de 7.000.
¿No habrá llegado la hora de confiarle a otro organismo el cálculo de asistencia a las manifestaciones?
Es sabido que el organizador de cualquier manifestación tiende a exagerar su poder de convocatoria; los primeros de todos, los indepes, capaces de meter a tres millones de personas en el Paseo de Gracia sin que se produzca ni una lipotimia. O sea, que los 200.000 manifestantes de SCC pueden tener bastante de wishful thinking . Pero la cifra de 7.000 tampoco resulta creíble, sobre todo desde que la Guardia Urbana de Barcelona ha cogido la costumbre de contar a la baja a los asistentes a cualquier manifa que no sea del agrado de la señora alcaldesa, a quien, como todos sabemos, el independentismo no le parece del todo bien, pero el anti-independentismo se le antoja mucho peor.
¿No habrá llegado la hora de confiarle a otro organismo el cálculo de asistencia a las manifestaciones? Vamos a ver, decir que la participación oscila entre 7.000 y 200.000 personas no es decir nada. Permite a cualquiera, eso sí, elegir la cifra que más le convenga. Los digitales del odio a España se han quedado con el número aportado por la Guardia Urbana para concluir que la manifestación de SCC ha pinchado de mala manera. Y me temo que el sector más acrítico del constitucionalismo se habrá tragado lo de los 200.000 asistentes.
En medio, estamos un montón de gente que empezamos a estar hasta las narices de no saber nunca cuántas personas han acudido a qué. La ANC blasonaba hace poco de 50.000 asistentes a su último aquelarre, pero ciertas estimaciones reducían la parroquia a 20.000. Todas las paradas norcoreanas del 11 de septiembre, de la del 2012 para aquí, han arrojado unas cifras de asistencia imposibles, a no ser que nos creyéramos que en un metro cuadrado caben cómodamente 50 personas.
Va pasando el tiempo y no se mueve un dedo para intentar poner orden en las cuentas. Se prefiere, al parecer, que cada uno crea lo que más le convenga a su estabilidad mental y a su autoestima. La verdad -o algo parecido, pues contar manifestantes no es una ciencia exacta- le importa un rábano a nuestras autoridades y a muchos ciudadanos de a pie.
No es mi caso. Y cuando me tratan de imbécil diciéndome que en tal o cual manifa había entre ocho personas y dos millones, me cojo unos rebotes del quince. Como decía el doctor Maligno de las aventuras de Austin Powers, llevándose el meñique a la comisura, «exijo un poco más de respeto».
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© Ramón de España | Primero publicado en Crónica Global · 20 Mar 2018
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