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Pipo Romero

Ideario

M'Sur
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· 3 minutos

El sitio de Pipo Romero

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Pipo Romero | © Web del artista / foto promocional

Los buenos músicos, por definición, son inquietos. Pero algunos viven en permanente mudanza, mientras que otros se las apañan para estar siempre, de un modo misterioso, en su sitio.

Pipo Romero pertenece a estos últimos. Y no precisamente porque se trate de un espíritu indolente o sedentario, todo lo contrario: tengo la suerte de haberlo escuchado casi desde sus inicios, y lo he visto pasar por más estilos y formas de tocar de los que soy capaz de enumerar con los dedos. Sin embargo, ya digo, este gaditano se las apaña para estar siempre, vaya a donde vaya, en su sitio.

Lo estaba cuando daba sus primeros pasos en el rock, también cuando puso su talento al servicio de notables estrellas del pop, como cuando empezó a internarse en territorios sonoros más recios y castizos. En su sitio estuvo, sin duda, con aquel deslumbrante disco de debut en solitario, titulado con no poca guasa Folklórico, donde se entregaba –¿sería muy osado decir para siempre?– a la guitarra acústica para ensanchar su propio horizonte y abolir cualquier peregrina discusión acerca de las tan traídas y llevadas fusiones.

Después de estudiar a fondo el estilo de Tommy Emmanuel, Chet Atkins o la guitarra acústica percutiva de Andy McKee, Don Ross o John Gomm, Pipo Romero patentó su propia etiqueta –el Spanish fingerstyle–, que es una de las máximas dignidades a las que puede aspirar un creador. Sin embargo, las etiquetas suelen ser convenciones que nos interesan más a los críticos, a los directivos de la industria y a los empleados de las tiendas de discos que a los artistas. Al día siguiente de fundarlas, hay que seguir haciendo música.

Pipo Romero ha seguido haciéndola, y qué música. He necesitado escuchar a conciencia el contenido de este, su nuevo trabajo, para entender el significado profundo de ese estar en su sitio. Un modo de pertenecer orgullosamente a un lugar, en este caso la trimilenaria villa de Cádiz, pero sin alardes chauvinistas, sino de un modo pacífico y sereno. Y al mismo tiempo sin ser rehén de sus raíces: los sonidos de la Baja Andalucía están naturalmente incorporados en su equipaje sentimental, pero Pipo también sabe que para asaltar muchos horizontes conviene ir ligero. La experiencia se hace notar, pero no es una fonda donde echarse a descansar, sino un trampolín desde el que abordar nuevos desafíos.

Caminar despacio, llegar lejos, volver a casa, salir de nuevo, hasta llevar el camino dentro, hasta ser uno mismo camino: ese es el itinerario que propone, con sus siete escalas, este asombroso Ideario.

[Alejandro Luque]

 

Calle de San Pedro

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