Opinión

La marcha de la locura

Uri Avnery
Uri Avnery
· 9 minutos

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Uno puede mirar los recientes sucesos de Gaza con el ojo derecho o con el izquierdo. Pueden condenarse por inhumanos, crueles y equivocados o justificarse por necesarios e inevitables.
Sin embargo, hay un adjetivo que los califica sin duda alguna: son estúpidos.

Si estuviera aún viva, la gran Barbara Tuchman podría añadir un capítulo más a su revolucionaria La marcha de la locura: se titularía “Ciegos en Gaza”.

El último episodio de esta epopeya comenzó cuando hace unos meses activistas independientes de la Franja de Gaza convocaron una marcha hasta la frontera israelí, que contó con el apoyo de Hamás. Se le dio el nombre de “Gran Marcha por el retorno”, un gesto simbólico por los más de un millón de residentes árabes que huyeron o fueron expulsados de sus casas en la tierra que se convertiría en el Estado de Israel.

Las autoridades israelíes fingieron tomarse muy en serio el asunto. Al público israelí se le puso por delante un panorama aterrador: 1,8 millones de árabes, hombres, mujeres y niños, se lanzarían contra el muro de separación, conseguirían cruzarlo por muchos lugares y atacarían los pueblos y ciudades de Israel. Terrorífico.

El ministro israelí pidió bombardear a los niños que vuelan cometas ardiendo, pero el Ejército se negó

Se desplegó a tiradores de élite israelíes a lo largo de la frontera y se les ordenó disparar a matar a todo aquel que pareciera un “cabecilla”. Durante varios viernes seguidos (el día sagrado de los musulmanes) murieron más de 150 manifestantes desarmados, muchos de ellos niños, y cientos de ellos resultaron heridos a causa de los gases lacrimógenos.

El argumento israelí era que las víctimas recibían disparos mientras intentaban “atacar la valla”. En realidad, no hay ni una sola imagen de esos intentos a pesar de que había cientos de fotógrafos a ambos lados del muro.

Ante la oleada de protestas en todo el mundo, el ejército israelí cambió de estrategia y ahora rara vez mata a manifestantes desarmados. También la estrategia palestina ha cambiado: ahora se dedican a volar cometas ardiendo e incendiar los campos israelíes cercanos a la Franja.

Dado que el viento casi siempre sopla de oeste a este, es una manera fácil de dañar a Israel. Hasta los niños pueden hacerlo, y de hecho lo hacen. El ministro de Educación exige que las fuerzas aéreas bombardeen a dichos niños. El jefe del Estado Mayor se niega aduciendo que esa medida iría “contra los valores del Ejército israelí”.

Ahora mismo la mitad de nuestros periódicos y cadenas de televisión hablan de Gaza. Todo el mundo parece estar de acuerdo en que en la Franja estallará tarde o temprano una guerra en toda regla.

La característica principal de todo el asunto es la estupidez absoluta.

Toda acción bélica debe tener un objetivo político. Como dijo el famoso pensador militar Carl von Clausewitz, “la guerra es solo la continuación de la política por otros medios”

La Franja tiene 41 km de largo y entre 6 y 12 de ancho. Es uno de los lugares más sobrepoblados del mundo. Nominalmente pertenece al en gran medida teórico Estado de Palestina, al igual que Cisjordania, que está bajo ocupación israelí. El partido musulmán radical Hamás gobierna la Franja.

Lo último que Israel desea es anexionarse la Franja de Gaza con su población, a la que no puede expulsar

En el pasado, miles de trabajadores gazatíes entraban en Israel todos los días. Sin embargo, desde que Hamás asumió el poder en la Franja el gobierno israelí ha impuesto un bloqueo casi total por tierra y mar. El régimen dictatorial egipcio, aliado de Israel y enemigo acérrimo del islamismo radical, coopera con Israel.

¿Qué pretende entonces Israel? La solución ideal sería hundir la Franja con su población al completo incluida en el mar. Si eso resulta imposible, ¿qué se puede hacer?

Lo último que Israel desea es anexionarse la Franja de Gaza con su enorme población, a la que no se puede expulsar. Además, Israel tampoco quiere levantar asentamientos allí (Ariel Sharon pensaba que no era rentable mantenerlos y tener que defenderlos, y desmanteló los pocos que se habían construido).

La verdadera política de Israel a este respecto es hacer la vida en Gaza tan miserable que los mismos gazatíes se alcen y derroquen a las autoridades de Hamas. Con este objetivo en mente, el suministro de agua, así como el de electricidad, se ha visto reducido a dos horas al día. El desempleo alcanza al 50% de la población, los sueldos están por debajo del mínimo. Es un panorama de pobreza absoluta.

Dado que todo lo que llega a Gaza debe pasar a través de Israel (o Egipto), a menudo los suministros se cortan durante días como “castigo”.

Por desgracia, la historia demuestra que tales métodos rara vez tienen éxito. Lo único que se consigue con ellos es ahondar la enemistad. ¿Qué puede hacerse?

La respuesta es increíblemente simple: sentarse a negociar hasta llegar a un acuerdo.

Sí, pero ¿cómo sentarse frente a un enemigo mortal cuya ideología oficial rechaza la existencia del Estado judío?

Hamas lleva años dando señales de estar dispuesto a una tregua indefinida, pero Israel lo ignora

El islam que, como todas las religiones, tiene respuesta para todo, habla de algo llamado hudna, que consiste en un cese indefinido de hostilidades. Puede durar décadas y se respeta religiosamente.
Hamas lleva ya varios años dando señales de estar dispuesto a declarar una larga hudna. Egipto se ha ofrecido como mediador. Nuestro gobierno, por su parte, ha ignorado la oferta por completo. ¿Una hudna con el enemigo? Eso está completamente fuera de lugar. ¡Dios nos libre! ¡Sería algo terriblemente impopular desde el punto de vista político!

Sin embargo, sería lo más sensato. Un cese bilateral de hostilidades, digamos que durante 50 años. Acabar con el bloqueo. Construir un verdadero puerto en Gaza, y también un aeropuerto. Permitir el libre comercio bajo algún tipo de inspección por parte del ejército. Permitir que los trabajadores gazatíes encuentren trabajo en Israel en lugar de importar mano de obra china o rumana. Convertir Gaza en un segundo Singapur. Permitir la libertad de movimientos entre Gaza y Cisjordania mediante un puente o una autopista extraterritorial y contribuir al restablecimiento de la unidad entre ambas zonas.

¿Por qué no? La derecha israelí rechaza la idea categóricamente. ¿Un acuerdo con Hamás? ¡¡Imposible!! Hamás quiere destruir Israel. Todo el mundo lo sabe.

He oído esta frase muchas veces y siempre me sorprende la imbecilidad de las personas que la repite.
¿Cómo puede un grupo de unos cuantos miles de personas “destruir” uno de los Estados mejor armados del mundo, un Estado que posee bombas nucleares y submarinos para lanzarlas? ¿Cómo? ¿Con cometas?

Donald Trump y Vladimir Putin nos rinden homenaje; tanto los dictadores fascistas como los jefes de Estado liberales del mundo vienen en visita oficial. ¿Cómo puede Hamás suponer un peligro mortal para nosotros?

¿Por qué no cesa Hamás las hostilidades unilateralmente? Hamás tiene competidores, que son incluso más radicales. No puede permitirse la más mínima muestra de debilidad.

Hace algunas décadas, el mundo árabe, a instancias de Arabia Saudí, ofreció la paz a Israel a cambio de una serie de condiciones, todas razonables. No es solo que los sucesivos gobiernos israelíes no las hayan aceptado, es que las han ignorado por completo.

Hamás tiene competidores más radicales y no puede permitirse una muestra de debilidad

Había cierta lógica en ello. El gobierno israelí quiere hacerse con Cisjordania, expulsar a la población árabe y sustituirla con colonos judíos. Es una política que lleva a cabo lentamente y con precaución, pero sin pausa.

Se trata de una política cruel, de una política repugnante. Y no obstante posee cierta lógica. Si verdaderamente se desea conseguir tan abominable objetivo, puede que el método sea el apropiado. Pero no es aplicable a la Franja de Gaza, que nadie desea anexionarse. En la Franja, tales métodos son una locura.

Esto no quiere decir que la política general israelí hacia los palestinos sea más inteligente. No lo es.

De hecho, Benjamín Netanyahu y su colección de estúpidos ministros elegidos a dedo no tienen una política palestina. O eso parece. Bueno, en realidad tienen una política tácita: la lenta anexión de Cisjordania.

En la actualidad se está poniendo en práctica a mayor velocidad que antes. Las noticias diarias dan la impresión de que la maquinaria gubernamental al completo está concentrada en el proyecto.

El resultado será un Estado de apartheid en el que la mayoría judía dominará a la minoría árabe.
¿Por cuánto tiempo? ¿Una generación? ¿Dos? ¿Tres?

Dicen que los astutos son aquellos capaces de salir de una trampa en la que los inteligentes no habrían caído.

Los estúpidos no salen de la trampa. No se dan ni cuenta de que existe.
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© Uri Avnery  | Publicado en Gush Shalom | 21 Julio 2018 | Traducción del inglés: Jacinto Pariente

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