Opinión

El gesto amputado

Wassyla Tamzali
Wassyla Tamzali
· 6 minutos

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El 13 de septiembre pasado, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, visitó a Josette Audin, viuda del matemático francés Maurice Audin, detenido, torturado y hecho desaparecer en Argel el 11 de julio de 1957. Audin, de 25 años, formaba parte del proscrito Partido Comunista argelino, activo en el movimiento independentista. Durante esta visita, Macron reconoció por primera vez la responsabilidad del Estado francés en la muerte de Audin.

 

Portada del diario francés Le Monde del 14 de septiembre de 2018. Dos rostros. El primero es el de un hombre muy joven, con la ardiente mirada de un García Lorca, que parece enviarnos a través del tiempo una plegaria, un presagio del sufrimiento por venir. El otro, surcado de arrugas, es el de un viejo adolescente atrapado en ese mismo  sufrimiento. “Mira que pensé que se había acabado, pero no, pero no, vuelve a comenzar…”

Maurice Audin y Rachid Taha se han convertido esta mañana, por el rumbo de los acontecimientos, en los iconos gemelos de nuestra historia, de la descolonización. De la poscolonización. La declaración del presidente de la República de Francia, aún con todo su talento de «hacer coincidir” las políticas del Estado no los separará.

Porque separación sí que hay.

Pero primero una cosa. Lo que es conmovedor y admirable es el amor de una mujer, su mujer, Josette Audin, su dignidad frente a la tragedia, su tenaz combate por la búsqueda de una verdad más fuerte que la verdad de los hombres. Y luego, su palabra justa y moderada, lejos de todo triunfalismo; la fuerza de una Antígona que se ha ganado el derecho a llorar. Sesenta y dos años más tarde, puede por fin rezar a los muertos que todo ser viviente lleva dentro, rezar por quienes ama y esperar vivir más allá de la desgracia. Josette Audin les da esperanza a todas las Antígonas que siguen luchando.

Además, esta declaración es el resultado del trabajo duro de historiadoras e historiadores (el lenguaje inclusivo es aquí más necesario que nunca). La investigación, la búsqueda, los esfuerzos por descubrir, escribir, los gestos y la simbología nos ayudan poco a poco a “salir del negro”, como diría Didi Huberman cuando escribe sobre ‘Los hijos de Saúl’ de Laszlo Nemes. “…Crea partiendo de cero, a contracorriente del mundo y su crueldad, una situación en la que existe un niño, aunque ya esté muerto. Para que nosotros mismos podamos salir del negro, de esa historia atroz, de ese agujero negro de la Historia”.

Pero queda lo esencial.

En primer lugar hay que mencionar aquí el trabajo de los intelectuales argelinos para que la Argelia anticolonial se reconozca en su globalidad, la Argelia plural, fraternal, ý más allá un mundo en el que se puede respirar. Un trabajo que se dirige contra el silencio de los poderes de Argelia, contra la negación de ciertos argelinos y la amnesia de la mayoría, para la que el nombre de Maurice no es más que un accidente de la geografía urbana: la plaza Audin.

Ya fueran malteses, españoles, italianos, judíos argelinos o franceses, bien de origen, bien “indígenas” nacionalizados… estos hombres y mujeres luchaban juntos, morían juntos. Juntos sufrían lo inenarrable. Había fraternidad en esta lucha por la independencia. E incluso si hoy día se dificulta el sueño de Jean Sénac de “edificar la ciudad radiante de los hombres” hay que recordarlo, hay que proteger nuestras memorias contra el olvido para dar cuerpo a nuestras esperanzas. Incluso sabiendo que el poeta lo hizo despreciando su propia vida. El 12 de 1973 fue enterrado delante de su “verdadero pueblo”, como a él le gustaba llamarlo. Otro hijo de Argelia, Jean Pélégri, escribió, emocionado:

“Y hoy
Tú ERES
Como el hermano que abre el paso y que
espera”

Nosotros esperamos aún, con la mirada fija en ese paso abierto. Ese frágil pasaje de una luz de luciérnagas que la decisión del presidente de la República de Francia ha hecho oscurecer.

Diríamos que el caso es simbólico y que permite abrir el debate sobre la tortura para el conjunto de las víctimas. Sabemos que Emmanuel Macron es un orfebre de la imagen simbólica: su larga y lenta travesía de la explanada del Louvre lo ha mostrado de inmediato. ¿Por qué entonces este gesto truncado, la multitud de mensajes hablando del aspecto privado, de compasión, y de la “falta de intimidad”, ese gesto que despoja a Argelia de su Historia? Este gesto se convierte en el contrapunto de una cuestión que no solo abarca los crímenes de la tortura en Argelia sino también los crímenes recurrentes e implacables del colonialismo francés en Argelia. Ni una sola vez se pronunció la palabra colonialismo, la única que puede explicar “la guerra de Argelia”, muchas veces citada, ni tampoco se menciona el sistema llamado de “arresto / detención”.

El gesto del representante de la Nación Francesa es así un gesto amputado de su conjunto o, para decirlo con otras palabras, de la Historia. Un gesto amputado que no puede hacer surgir el conjunto de lo negro, ni sacarnos a nosotros del “agujero negro de la Historia”. ¿Cómo encontrar esta dignidad, cuya búsqueda parece subyacer a todo el texto de la declaración del presidente, sin abrazar el conjunto?

“¡Oh Hermanos!
He vivido de vuestra dignidad
Nos habéis entregado algunas palabras habitables”

(Jean Sénac)

 

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Rachid Taha, músico argelino, murió el pasado 12 de septiembre en París a la edad de 59 años. Su canción “Voilà, voilà” (1993) denuncia el racismo hacia los inmigrantes en Francia.

Jean Sénac (1926-1973) poeta argelino en lengua francesa, activo en el movimiento independentista francés e intelectual destacado de la república de Argelia independiente. Murió asesinado, sin conocerse los motivos.

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© Wassyla Tamzali · Septiembre 2018 | Traducción del francés: Mimunt Hamido e Ilya U. Topper

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