Opinión

El peregrino izquierdista

Sanaa El Aji El Hanafi
Sanaa El Aji El Hanafi
· 5 minutos

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Sucedió que un hombre se fue a hacer el peregrinaje a La Meca.

Sucedió que este hombre era el secretario general de un prometedor partido de izquierdas.

Sucedió que se armó la marimorena. Se lanzaron contra él por haber “traicionado la causa” y por “no ser coherente con sus principios”.

Y sucedió que asistimos de nuevo a una oleada de insultos en el debate público.

Hubo camaradas que exigieron que su secretario general fuera destituido de su cargo porque su peregrinaje “era incompatible con los principios y posturas del partido”. Así, con todo tipo de descalificativos ofensivos.

Tras una enorme algarada, el secretario general se vio forzado a presentar su dimisión y pedir ser relevado de su cargo en el partido.

Un extremismo que pretende combatir el extremismo… mediante una estupidez más extrema

Y nosotros… nos quedamos contemplando todos estos insultos y esta locura, encomendándonos a Dios ante el extremismo que pretende combatir el extremismo… mediante una estupidez más extrema que la de aquel.

Como si la izquierda tuviera que ser atea por fuerza.

Como si fuese imposible que una persona religiosa sea de izquierda.

Esas certezas confunden la izquierda con el comunismo, el marxismo con una nuez de coco, y los montes del Himalaya con el matarratas.

Pero lo más peligroso es que son certezas que no aceptan ni siquiera el derecho a discrepar. Certezas que contradicen la profundidad de sus propias ideas.

Porque si tú eres demócrata y aspiras a vivir en un Estado civil en el que la religión no se utiliza como herramienta para juzgar ni para administrar la Cosa Pública, si exiges, con toda la sinceridad posible, que se separe la religión de la Cosa Pública, si pides libertad de conciencia…. todo ello te obliga, al menos desde el punto de vista teórico, que no combatas la religión ni la religiosidad personal de cada individuo. Te obliga a pedir que las convicciones religiosas se queden donde deben estar: en el ámbito privado.

Y debes respetar el ejercicio de las prácticas religiosas de cada individuo, mientras no se lo imponga a los demás.

Al igual que exiges que tenga derecho a no practicar la religión quien no desee practicarla, también debes insistir en el derecho a respetar la práctica religiosa de las personas devotas… siempre y cuando su ejercicio no influye en las libertades de los demás ni en la administración de la Cosa Pública.

Si Ali Boutouala, el secretario general del Partido de la Vanguardia Democrática Socialista (PADS o Taliâ) – uno de los bloques que componen la Federación de la Izquierda Democrática (FGD) de Marruecos – hubiera viajado en peregrinaje a La Meca como integrante de la delegación oficial que envía el Estado marroquí con cargo al presupuesto estatal, entonces el debate sería lícito, porque esto efectivamente iría en contra de los principios de su partido.

El régimen saudí aprovecha la temporada del peregrinaje tanto política como económicamente

Desde luego, en este caso, la contradicción no sería religiosa sino política. Porque estaría viajando entonces a expensas del Ministerio de Fundaciones y Asuntos Religiosos, y por ende a expensas del Estado, mientras que pertenece a un partido que exige administrar mejor el dinero del contribuyente.

Pero dado que Boutouala demuestra haberse pagado él mismo el viaje, hablar de que está “apoyando a Arabia Saudí” es en extremo insultante y exagerado. Porque en la raíz de toda la historia lo que hay es un hombre devoto que decide llevar a cabo del peregrinaje a La Meca junto a su mujer, con su propio dinero. Y ya.

Muchos estamos de acuerdo en que el régimen saudí aprovecha la temporada del peregrinaje tanto política como económicamente. Pero esto no nos da, de ninguna de las maneras, el derecho como personas o como partido, a prohibir a una persona devota que ejecuta una ceremonia que tiene por uno de los fundamentos de su práctica religiosa.

Sí, por supuesto: toda persona, así sea devota, tiene derecho a decidir por sí misma, y para sí misma, que rechaza el peregrinaje a causa de esta confusión y esta explotación que el régimen saudí ejercer sobre esta ceremonia religiosa. Asimismo, las instituciones políticas, cívicas y laicas tienen derecho a debatir esta cuestión. Sin embargo, estas mismas instituciones no tienen derecho a impedir a una persona devota que haga sus oraciones o cumpla el ayuno o lleve a cabo el peregrinaje o ejerza cualquier otra práctica religiosa, mientras todo ello se mantenga en el ámbito privado.

Debemos ser muy cuidadosos a la hora de no mezclar la religión con la política. Pero es esencial que rechacemos esa mezcla en ambas direcciones. Defender un Estado laico en el que se respete el derecho de todos los ciudadanos, al margen de su fe o su falta de fe, no debe convertirse en una guerra contra la religión o contra la devoción.

El régimen laico y el Estado civil significan que el derecho a practicar una religión queda restringido al marco de las prácticas individuales. Pero combatir estas prácticas ya no forma parte del concepto de laicismo sino de las prácticas neofascistas que atentan contra los principios democráticos.

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© Sanaa El Aji | Primero publicado en Al Hurra · 20 Sep 2018 | Traducción del árabe: Ilya U. Topper

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