Entrevista

Abdellatif Kechiche

«Buscamos una identidad sin el respeto a la cultura del otro»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 7 minutos
Abdellatif Kechiche
Abdellatif Kechiche (Sevilla, Nov 2018) | © Concha de la Rosa / SEFF


Sevilla | Noviembre 2018

Abdellatif Kechiche se hace esperar. En corrillos, los periodistas especulan con las posibles causas: le precede cierta fama de malhumorado, y en todo caso parece evidente que las entrevistas y las ruedas de prensa no son se medio natural. No obstante, el hombre que comparece al fin acompañado de su asistente pone de su parte para resultar amable, siempre que no se toque el delicado asunto de la acusación por abuso de una joven que pesa sobre él.

Porque Kechiche (Túnez, 1960) viene a Sevilla a hablar de cine, sobre todo de su película Mektoub, my love: Canto uno, primera parte de una trilogía cuyas siguientes entregas está ultimando en este momento… Aunque tampoco le resulte fácil de entrada. “Me cuesta hablar de este filme. La primera vez que presenté Mektoub fue en el Festival de Venecia, yo acababa de terminar el montaje de la película y la presenté sin explicarla. Hoy es la primera vez que me veo hablando de ella desde que la concebí. Pero la verdad es que yo quería que todo fuera percibido, sentido, en lugar de intelectualizarlo. Ese ha sido el punto de partida de la obra”, comenta.

“Ayer tuve una experiencia curiosa: presenté la película delante de un público maravilloso”, prosigue Kechiche. “Pensé: sí, esta película encaja tal vez con el espíritu español. Contesté como pude las preguntas, pero tenía la sensación de que el público se quedó en la sala por cortesía, pero en realidad tenía ganas de tomar aire, de salir. A mí me gustaría que esta película les devolviese sus recuerdos juveniles. Cada persona ha tenido su juventud, y este filme puede inducirle a la nostalgia, a la melancolía, no lo sé”.

«La expresión de la sensualidad, que no de la sexualidad, es algo que buscan todos los artistas»

Por otro lado, el cineasta franco-tunecino aclara que “la segunda y la tercera parte no son la continuación lógica de esta primera: se pueden ver de manera independiente, y sin seguir necesariamente el orden. Lo que las une a todas es la pregunta sobre el destino, que es lo que significa la palabra mektoub”, afirma. Lo que sí está presente en todas es la exaltación de la juventud. Cuando alguien le pregunta si coincide con el poeta en definir este periodo como “divino tesoro”, despliega la primera sonrisa de la mañana y responde sin dudar: “Completamente”.

Pero en esta primera parte también hay una indagación sobre la sentimentalidad de los jóvenes, en especial de ese Amin que carece de sentido de la oportunidad. “Él vive un amor que solo existe en su imaginación. Y este tipo de amor es a veces el más fuerte. A veces no llega a realizarse, pero uno lo lleva dentro y tiene sentido durante toda nuestra vida. Creo que Amin sabe que podría vivir un amor físico, carnal, con Ophelia, pero su cabeza crea, alimenta ese otro ideal para buscarse a sí mismo, y para encontrarse. Es una especie de educación sentimental, algo que descubre por sí mismo”.

El autor de Cuscús y La vida de Adele –“con la que no hago ningún paralelismo con Mektoub, esta es mi obra más personal, sin ser autobiográfica, algo que sale de mis entrañas”, reconoce– se sorprende de que la prensa se interese por cuestiones que cree superadas. Por ejemplo, el sexo, que aparece de forma recurrente en su producción. “Este nuevo siglo nos interpela con preguntas que no tienen sentido. En los 70, en los 80 e incluso en los 90 jamás se habrían formulado estas cuestiones. A Bertrand Blier jamás se le hubiera preguntado por eso por hacer Les valseuses, ni a Godard por enseñar alguna parte del cuerpo femenino. Si Brigitte Bardot tenía un culo bonito, nadie se molestó en preguntar por qué lo enseñaba o por qué no”, remacha.

«En los 80 había un respeto entre todas las comunidades, que ha desaparecido»

El cineasta defiende que “la expresión de la sensualidad, que no de la sexualidad –porque no hay sexo en mis películas– es algo que buscan todos los artistas. Se hacía en la Prehistoria, lo hacía Gaugin cuando pintaba mujeres desnudas cerca del agua, y lo hago yo también”, comenta. “Creo que vivimos una época inquietante que intenta inculcarnos nuevas reglas de vida. Y hay algo tremendo en lo que se nos intenta inculcar en el cine. Estamos llegando a un punto en que una película solo tiene sentido en la medida en que facilita la venta de hamburguesas del McDonalds de al lado”. Por eso, añade: “Yo quería que de algún modo esta película fuera una evasión, una evasión de toda esa presión que se ejerce sobre nosotros en cualquier momento”.

Nacido y criado en Túnez hasta que con seis años se mudó con su familia a Niza, Kechiche asegura haber pasado toda su vida “entre reminiscencias mediterráneas”. “Mi infancia y mi juventud las viví siempre en el Mediterráneo, entre Túnez y Niza, y me siento siempre muy bien en esa mirada mediterránea. Hace poco estuve en Valencia y me vino esa familiaridad una vez más, como cada vez que vuelvo a España. Aquí me siento en mi casa, en mi naturaleza, se me ponen los vellos de punta ante todo lo que me reconozco con esto. Siento que forma parte de mi tierra”, asegura.

Tal vez por eso, en sus películas asoman personajes tunecinos sin que por ello tenga que plantearse una perspectiva sociológica o antropológica. “Por supuesto, soy consciente de los problemas socio-políticos que afectan a la vida entre comunidades desde principios de este siglo, cosa que no existía en los 80, por ejemplo. Entonces había un respeto entre todas las comunidades que ha desaparecido. Ahora buscamos una identidad sin el respeto a la cultura del otro, o sin pensar que el otro pueda aportar algo positivo a la mezcla”.

“Ha habido un debate político muy malsano en la prensa y en la televisión al respecto”, agrega el director, “hablando de identidad francesa, de comunitarismo, de conflictos. Y no creo que aporte nada. En los 80 e incluso en los 90 no se hablaba de eso, había una conciencia muy clara del beneficio de vivir juntos, y es importante recordarlo como reacción a todo lo que está ocurriendo en este nuevo siglo. Sí, hubo un tiempo en que se vivía normalmente entre distintas comunidades. Pero desde hace unos años hay mucha tensión por todas partes, es algo eléctrico, ocurre en la calle, en los bares. Señalar con el dedo, acusar a una comunidad de ser el mal social, o a una religión, y pretender ser la nación que va a dar lecciones de libertad y convivencia, cuando es todo lo contrario lo que se está produciendo… Estoy convencido de que todo eso ocurre para controlar mejor la vida de la gente. Y hay que reaccionar ante este hedor político”.

Listo para recibir el Giraldillo de Honor del Festival de Cine Europeo de Sevilla, Kechiche se muestra «feliz» de volver a Andalucía. Entre otras cosas, por ser la tierra de Federico García Lorca, un poeta que le fascinó desde su más temprana juventud. «Adapté incluso La casa de Bernarda Alba. Es un autor que me ha acompañado toda mi vida».

© Alejandro Luque | Especial para M’Sur

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