Opinión

¿Feminista? ¡Oh, madre mía!

Sanaa El Aji El Hanafi
Sanaa El Aji El Hanafi
· 6 minutos

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Hubo un tiempo en el que rechazaba la palabra «feminismo» cuando alguien me preguntaba directamente. Como si me estuviera defendiendo contra una acusación, o repudiando un aspecto negativo que pudiera «mancillar» mi imagen.

Me llevó mucho tiempo entender que el feminismo no era una acusación sino una afiliación de la cual merece estar orgullosos. Comprendí que el “feminista», ya sea un hombre o una mujer, no se parece a la caricatura que otros han construido como una persona histérica que lucha contra los hombres. Feminista sencillamente es la persona que cree que no es razonable que un grupo particular de la sociedad sufra una gran injusticia, simplemente por su pertenencia a un sexo determinado.

La educación nos hace creer que la persona blanca es  superior a la negra y  el hombre a la mujer

En uno de los juegos de redes en las universidades francesas, una estudiante de doctorado con especialización en sociología presentó un bello ejemplo de su investigación sobre el racismo. Pidió a la audiencia que imaginara la siguiente situación: que en la sala donde se encontraban, se localizara a las personas de más de 170 centímetros de altura, y que el resto decidiera discriminarlas, solo porque su altura supera cierta medida. ¿Esto no nos parece extraño e injusto a todos? Ciertamente es la misma extrañez y la misma injusticia que se supone que se encuentra en la discriminación contra las personas solo por el color de su piel… Agregaré aquí: ¡o por su sexo!

La historia y los experimentos universales contemporáneos demuestran que la inteligencia no está relacionada con un determinado sexo o color de piel, y que todas las formas de injusticia están vinculadas con lo que se denomina en las ciencias humanas la construcción social. En otras palabras, una cierta educación nos hace creer que la persona blanca es necesariamente superior a la negra, y que el hombre es necesariamente mejor que la mujer, y lo mismo pasa con la raza, la religión y otras formas de discriminación.

¿Cómo se puede no ser «feminista» después de meditar sobre las siguientes cifras que afectan a varios ámbitos?

Con respecto al analfabetismo, por ejemplo, en las comunidades afectadas por esta lacra (como Marruecos, Túnez, Egipto, Senegal, Mali, India y otros países) la proporción de mujeres que lo sufren es casi el doble que la de los hombres, con independencia de que la tasa nacional sea alta o baja.

En cuanto a los salarios, las mujeres sufren de desigualdades globales, puesto que las mujeres reciben menos del 20% del salario de los hombres con las mismas habilidades y las mismas calificaciones; son índices globales que difieren ligeramente de un país a otro. En Francia, por ejemplo, según el observatorio de desigualdades diferentes, los salarios de las mujeres son un 18,6% más bajos que los de los hombres con las mismas calificaciones y certificados.

En Marruecos, el 55% de las mujeres sufren violencia por parte del marido y solo el 3% denuncia

En la violencia sucede lo mismo: millones de mujeres de todo el mundo son víctimas: en Egipto, según las estadísticas de 2015, 1,5 millones de mujeres son víctimas de violencia doméstica cada año, un promedio de 4.000 por día. El 70% de los casos es violencia por parte del marido y el 20% por parte del padre. En Túnez, según un estudio del Centro de adscripción y orientación familiar, entre 2003 y 2008 se registraron 3.305 casos de violencia, el 96% de ellos ejercida por el marido.

En Líbano, la línea directa para las denuncias de mujeres víctimas de violencia recibe más de 2.600 denuncias al año, mientras que el Observatorio de Derechos Humanos ha recibido información sobre la muerte de 25 mujeres a manos de sus propios familiares en este país entre 2010 y 2013.

En Marruecos, el Alto Comisionado para la Planificación considera que 6 de cada 10 mujeres de entre 18 y 64 años son víctimas de violencia. El mismo estudio dice que el 55% de las mujeres son víctimas de violencia por parte del marido y solo el 3% presenta quejas ante el poder judicial o la policía.

En Bélgica, los delitos cometidos contra mujeres por el marido, novio o familiares han provocado la muerte de más víctimas que el terrorismo (25 en los primeros tres trimestres de 2018 y 39 en 2017). En la última década, 1.740 mujeres fueron asesinadas en Italia por personas cercanas, 1.251 de ellas en el hogar familiar y 846 de ellas, por el marido.

Y eso, sin hablar de otros problemas, que puede que no haya espacio para incluirlos: el acoso sexual del que a través del «#MeToo» nos dimos cuenta de que era un flagelo mundial, la poligamia, la división injusta de la herencia, forzar a las menores a trabajar y a casarse… además de la cuestión de ciudadanía, ya que las mujeres en muchos países de nuestra región no tienen derecho a transmitir la nacionalidad a sus hijos si el esposo es un extranjero (salvo algunas excepciones en Túnez, Marruecos y Egipto), como si ella no fuera una ciudadana real en su país sino una medio ciudadana. Y muchas otras formas de injusticia.

Por todo esto y más, soy feminista… feminista porque considero que la educación, la salud, la justicia y otros derechos no deberían favorecerte por tu pertenencia a un sexo determinado. Feminista porque no entiendo cómo un ciudadano está privado de sus derechos, simplemente porque nació de sexo femenino. Feminista porque yo, con total objetividad, veo la realidad de las mujeres en todo el mundo y la veo injusta. Y feminista porque creo en la igualdad de derechos y deberes para todos y en todos los espectros de la sociedad. Simplemente eso.

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© Sanaa El Aji | Primero publicado en Al Hurra ·22 Nov 2018 | Traducción del árabe: Lubab Khansa

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