Opinión

¿Cuándo te vemos de novia?

Sanaa El Aji El Hanafi
Sanaa El Aji El Hanafi
· 5 minutos

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«¿Cuándo nos vas a dar una alegría?» Puede que no sea una exageración si decimos que no hay una mujer soltera en nuestras felices tierras que no haya escuchado esa pregunta a lo largo de su vida. Puede que tampoco sea una exageración considerar que eso involucra a la mayoría de las mujeres de los países cercanos a nosotros… cercanos en miseria y atraso.

Son países que restringen la “felicidad” de la mujer al matrimonio. Puede ser ingeniera, directora de una empresa, médica, deportista internacional o artista famosa, pero su éxito real en la sociedad solo se mide por su matrimonio y maternidad. Ningún logro profesional, académico, atlético o literario tiene valor, a menos que sea esposa y madre.

Incluso las esposas infelices y emocionalmente frustradas pueden considerar a la chica soltera como «pobrecita», sin importar lo muy exitosa y brillante que sea en su vida personal y profesional. Aunque ellas mismas sean las únicas «pobrecitas» en este caso.

Incluso las esposas infelices y frustradas pueden considerar a la chica soltera como «pobrecita»

«¿Cuándo nos vas a dar una alegría?»… Como si la verdadera alegría en la vida de una mujer, y el único logro que va a conseguir fuera pertenecer a los mundos de un hombre que no sea su padre. También hay otras preguntas típicas que se suelen hacer a las mujeres jóvenes para halagar su belleza, como: «¿Qué les pasa a los hombres, están ciegos?».

¿No es esta frase en sí misma un insulto para las chicas, visto que se traduce en que ningún hombre las eligió, a pesar de su belleza? ¿Por qué no se preguntan algunos si es ella la que tal vez aún no ha elegido? ¿O tal vez eligió no casarse nunca? ¿O tal vez simplemente se niega a ingresar en la institución matrimonial mientras no la convenza del todo la potencial pareja? ¿Será que prefiere la soltería a un matrimonio que la aleja de sus sueños, solo para satisfacer la imagen social que esperan los demás?

En resumen, ¿cuándo nos convenceremos de que el matrimonio no es la única forma de autorrealización, ni para hombres ni para mujeres? ¿Cuándo asimilaremos que hay diferentes caminos y opciones para las personas que debemos respetar? ¿Cuándo nos entenderemos que las mujeres solteras no son necesariamente infelices y que las mujeres casadas no son necesariamente felices y brillantes? ¿Cuándo aprenderemos que al ejercer esa enorme presión sobre las mujeres para que ingresen en la institución del matrimonio a toda costa, estamos empujándolas a tomar decisiones que no les convienen?

Esto no es una condena de la institución del matrimonio: no es que esta traiga infelicidad total, pero tampoco es garantía de felicidad. Los momentos de alegría y los los de tristeza los disfrutan y sufren igual los casados que los solteros. Lo que es seguro es que la felicidad no se produce una vez que se entra en la institución del matrimonio. Al contrario: casarse con una persona que no comparte nuestras aspiraciones, sueños, frustraciones, alegrías y temores nunca será una fuente de felicidad para el individuo.

Te piden que te diluyas en la cultura de la manada, no por tu felicidad, sino por miedo

Es más: ¿acaso es nuestro derecho discutir las elecciones personales de los individuos? ¿Cuándo nos daremos cuenta de que el individuo no tiene que diluirse en la sociedad para que esta última se dé por satisfecha? ¿Cuándo sabremos que hay preguntas que no tenemos derecho a hacer? Si estar soltero o no tener hijos es una opción consciente del individuo, ¿para qué nos metemos en sus elecciones?, ¿por qué le imponemos otras opciones de vida que consideramos buenas, pero puede que no resulten así para él? Si esta persona desea casarse o desea tener hijos, pero no puede encontrar una manera para hacerlo, le estaremos hiriendo y lastimando, solo para satisfacer nuestra curiosidad morbosa.

De hecho, somos una sociedad que no te pide que seas feliz, sino que seas una réplica de los demás, de sus trayectorias, sus fracasos y frustraciones. Cada intento de singularidad y de diferencia refleja a los otros su incapacidad para aceptar las consecuencias de la libre elección. Les recuerda que se diluyen, por pereza, dentro de la cultura de la comunidad. De manera que te empujan en la dirección de su propio camino y te piden que sigas sus pasos, no por tu felicidad, sino por miedo a tu singularidad y a tu capacidad de ser tú mismo: quieren que seas una simple réplica.

Te empujan a fusionarte en la cultura de la manada para que no tengan que enfrentarse a las preguntas que les plantea el hecho de que tú seas diferente. Al final, no te piden que seas feliz ni brillante en tus elecciones profesionales y personales, sino que no perturbes lo habitual y lo común.

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© Sanaa El Aji | Primero publicado en Al Hurra · 5 Abril 2018 | Traducción del árabe: Lubab Khansa

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