Ángel Viñas
«El fascismo era algo más elaborado que Vox»
Alejandro Luque
Sevilla | Abril 2019
Una mina inagotable: así define el historiador Ángel Viñas (Madrid, 1941) lo que supone para su oficio el periodo del golpe de Estado del 36 y la consiguiente dictadura. Después de analizar en profundidad la figura de Franco y las circunstancias que propiciaron su ascenso y toma del poder, el autor de libros como La conspiración del general Franco, La otra cara del caudillo o Sobornos vuelve a la carga, con su habitual contundencia, para estudiar el soporte civil y económico del golpe. El título de su nuevo trabajo, que acaba de ver la luz en el sello Crítica, es ¿Quién quiso la guerra civil?
“Yo demostré primero que Franco había mentido como un bellaco con el tema del oro de Moscú; luego, que el plan de estabilización y liberalización que sentó las bases del crecimiento económico español se le había arrancado con fórceps”, afirma. “Después, demostré que había querido una guerra larga, para machacar bien a los republicanos y destrozarlos. Luego, que durante la guerra se había enriquecido, es decir, había choriceado mientras sus soldados se desangraban en los frentes y los hospitales de la retaguardia”.
“Además, probé que había hecho asesinar al general Balmes antes de que estallaran las hostilidades, de modo que el sistema penal de la República lo había considerado sin duda alguna como inductor”. Ahora, Viñas se propone demostrar “que Franco se presentó como un usurpador, chupando rueda de los méritos, entre comillas, que habían adquirido otros ya fallecidos: se puso por encima del general Sanjurjo y el general Mola”, explica.
«Los financiadores de la conspiración fueron monárquicos: terratenientes, aristócratas, Juan March»
Para exponer el resultado de sus investigaciones, el historiador subraya que “el golpe del 36 tuvo una trama militar y una civil, ambas interrelacionadas, cogiditas de la mano. Los civiles, claro, no podían entrar en los cuarteles. Su papel estribó en crear la sensación de un estado de necesidad, a través de discursos en el parlamento, artículos en la prensa… Se trataba de encrespar la situación política”.
“Ahí la persona fundamental fue Calvo Sotelo”, observa Viñas, “pero había gente también que estaba en la trama civil y luego en la militar, como el capitán Jorge Vigón, que después fue ministro de Obras Públicas. O el teniente coronel Valentín Galarza, que tras la guerra fue ministro de Gobernación. Estuvieron en ambas tramas a la vez, coordinando”.
Y junto a ellos, como sucede siempre en estos casos, acudía el dinero. “Los financiadores de la conspiración, por lo general, fueron monárquicos acaudalados: terratenientes, financieros, aristócratas, y en particular, Juan March”, dice aludiendo al empresario balear que empezó en el negocio de la trata de ganado porcino y acabó en lo más alto de las élites financieras del país. “Ya era la primera fortuna de España. Luego, durante la guerra y el franquismo, imagínese los negocios que haría”.
Más tarde, según Viñas, el propio March sería a su vez uno de los financiadores de la conspiración monárquica contra Franco en los primeros años de la II Guerra Mundial, como explicó ya en su volumen Sobornos. “March jugó a todas las bandas, primero como antirrepublicano y al final como antifascista. Imagino que Franco lo tendría entre filas, pero vamos, nunca le pasó nada”.
Lo revelador es que, al principio de la conspiración, Franco tuvo un cometido muy limitado. “Su papel era sublevar la guarnición de Canarias, apoderarse de las islas y marcharse a Marruecos para ponerse al frente del ejército de África. Lo que Franco quería en principio era, cuando triunfara el golpe, ser alto comisario de España en Marruecos. ¿Qué pasa? Que a Calvo Sotelo le pegan dos tiros, el general Sanjurjo muere en accidente de aviación… Y el plan monárquico se descabeza. Y ahí se cuela Franco, gracias a la ayuda de Hitler y Mussolini”.
«El Partido Comunista no recibía armas de Moscú, en tanto los monárquicos recibían armas de Mussolini»
Los mismos que lo habían aupado al poder, aunque “durante la guerra le son fieles, porque son conscientes de la necesidad de la unidad de mando”, piensan que Franco se atendría al plan y restauraría la monarquía. “Pero claro, Franco, una vez que está en el poder, dice que tururú. Y de los que lo habían colocado ahí, a algunos los compra ofreciéndoles cargos, otros no se dejan comprar. Y empezarán a conspirar contra él”, añade Viñas.
Entre los que alentaron la conspiración había más cálculo económico que, como se ha dicho tradicionalmente, miedo al comunismo y al desorden. “Todavía hay quien lo dice, pero eso fue una superchería. A lo mejor alguno de ellos se lo creía, pero lo que está claro es que el Partido Comunista no recibía armas de Moscú, en tanto los monárquicos recibían armas de Mussolini para preparar el golpe. El golpe se prepara con la ayuda de una potencia fascista, cosa que se ha dicho siempre, pero que no se había demostrado. Pues bueno, yo lo he demostrado”.
La mayoría de aquellos conspiradores, recuerda Viñas, prosperaron con la dictadura (“para eso se gana la guerra”, ironiza), pero alguno que otro, como Víctor Pradera, fue asesinado en la represión republicana que tiene lugar después del fracaso del golpe, ya que “el golpe no triunfa, aunque tampoco fracasa. Los conspiradores se habían armado para una guerra corta, no pensaban en tres años y medio. En contra de sus ideas, la república no colapsa, debido sobre todo a la resistencia popular y a que una parte del Ejército y las guardias de asalto no secundan el golpe; y más adelante, porque en el mes de septiembre viene la Unión Soviética en ayuda de la República, cuando Italia estaba ya apoyando la conspiración desde antes, desde el año 32”, apunta el historiador.
“Una vez intervienen las potencias fascistas, y las potencias occidentales retraen su apoyo a la República, esta lo tiene muy crudo”, prosigue Viñas. “En el mes de septiembre del 36, el presidente Azaña cree que la guerra está perdida. Lo comenta a varios amigos suyos, y le dicen: don Manuel, ¿cómo se lo vamos a decir al pueblo? ¡Nos fusilan! La situación política ha cambiado radicalmente, porque el poder ha pasado también al pueblo en armas, y eso ya es otra cosa. El Estado republicano se desploma, sí, pero temporalmente. Y empieza a recuperar su pulso a partir del mes de septiembre. Y poco después llega la ayuda soviética. Sin ella, la república habría colapsado en seguida”.
Por otro lado, la dictadura no tardaría en recibir el apoyo de la Iglesia católica, “pero eso solo sería después del golpe, no antes”, subraya Viñas. “En la trama civil, la iglesia no aparece por ningún lado. Esto no quiere decir que no supieran nada, pero yo no he encontrado ningún papel que lo demuestre. La trama civil tiende sus redes sin concomitancia con ellos, que se suman al golpe luego”.
Y aunque hay cosas que aún no se saben sobre este periodo, el marco está ya –según Viñas– muy fijado. “Ahora lo que queda ya es una lucha por el relato. Entre el año 1861 y 1865 hubo una guerra civil en Estados Unidos. Es notorio, pero todavía hoy se discute sobre la interpretación de aquella guerra. Y en los años 30 del pasado siglo hubo una discusión muy virulenta sobre las razones por las cuales se produjo aquel conflicto. Pero es una lucha por el relato”.
«La democracia española no ha construido un relato documental sobre lo que supuso la guerra civil»
“Aquí hay que señalar que la democracia española ha fracasado estrepitosamente al no haber construido un relato más o menos aceptable y fundado documentalmente sobre lo que supuso la guerra civil”, abunda Viñas. “No es que sea un drama; a los franceses el relato sobre lo que fue Vichy les ha costado un montón de años. Lo mismo pasa en Italia, uno de los perdedores de la II Guerra Mundial. Pero aquí, francamente, el poder público se ha inhibido, y el sistema educativo no ha proporcionado elementos de interpretación a los alumnos. Dos generaciones han acabado la ESO, la FP o lo que sea, sin haber tenido informaciones básicas sobre lo que fue la república, la Guerra Civil y la dictadura. Estos olvidos se pagan en ignorancia, desafección, y en que una parte de la población sea presa de argumentaciones sin el menor valor histórico. Pero como los hechos para estos políticos no cuentan, y los desfiguran, estamos donde tarde o temprano tendríamos que llegar…”
Sobre el auge actual de la extrema derecha en España, el historiador no tiene «tan claro que lo que hay ahora se pueda llamar fascismo strictu sensu. Hay similitudes, pero el fascismo fue una construcción ideológica y política de los años 20 y 30. Que haya dejado rastros… hombre, en la parte que se llama falangista igual sí. Si piensa en Vox, yo no tengo claro que sea fascista. Se la podría llamar neofascista, lo que tampoco es decir mucho”, reflexiona.
“Eso sí, hay ciertas afirmaciones que se han hecho en los últimos meses, sobre todo después de las elecciones, que sí recuerdan a las que hacían los fascistas”, concede Viñas: “El sentimiento patriótico exacerbado, la xenofobia, el olvidar un poco la lucha de clases, la exaltación nacionalista, la llamada al hombre fuerte y el desprecio por el parlamentarismo… Eso era más elaborado que las cuatro chorradas que se dicen hoy por las esquinas”.
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© Alejandro Luque | Especial para M’Sur
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