Opinión

Notre Dame y las conspiraciones

Sanaa El Aji El Hanafi
Sanaa El Aji El Hanafi
· 5 minutos

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Apenas dos días después del incendio de la catedral de Notre Dame de París, las donaciones de los hombres y mujeres de negocios en Francia llegaron a más de 600 millones de euros, con el objetivo de reconstruirla (la suma alcanzó los mil millones de dólares unos pocos días después).

Independientemente del aspecto material de la investigación, comparemos, objetivamente, “su realidad» con «nuestra realidad»:

¿Cuántos monumentos arqueológicos han sido devastados en Siria, Iraq y Afganistán? ¿Quién intentó o siquiera pensó reconstruirlos o restaurarlos?

De hecho, incluso fuera de los países que están en guerra, los monumentos históricos se están destruyendo gradualmente, como ocurre en Marruecos, Túnez, Egipto y otros lugares. ¿Algún gobierno o alguien de entre los hombres y mujeres de negocios piensa en reacondicionarlas o rehabilitarlas? ¿O es que ellos lo consideran un lujo (y quizás todos nosotros también)?

¿Cuántos edificios históricos maravillosos y cuántas salas cinematográficas antiguas en Marruecos han sido destruidos por el tiempo o por las ambiciones capitalistas, convirtiéndose en enormes complejos residenciales o centros de negocios «modernos», a pesar de las iniciativas de la sociedad civil que están dispuestas a proteger el patrimonio cultural del país?

Entonces, lejos del propio incendio, el incidente de Notre Dame tiene que hacernos reflexionar profundamente, como pueblos y gobiernos, sobre nuestra relación con el patrimonio cultural de nuestros países.

¿Hubo iniciativas en Afganistán, Siria e Iraq para restaurar las estatuas de Buda u otros monumentos?

Recuerdo una de mis visitas a Francia como parte de una delegación de periodistas del norte de África y Oriente Próximo. Estábamos con una periodista yemení que estaba sorprendida por el tamaño y la grandeza del patrimonio arquitectónico e histórico francés, porque ella esperaba encontrarse un país moderno, sin vestigios del pasado.

En nuestro imaginario común, los currículos educativos y algunos medios de comunicación han establecido la idea de que solo nuestros países tienen una gran historia y monumentos antiguos. De hecho, los países occidentales no solo tienen su gran patrimonio histórico y arquitectónico, sino que además lo mantienen con leyes y reglamentaciones estrictas de la construcción moderna y con restauraciones y mantenimiento constantes (Roma, París, Berlín, etc.).

En pocas palabras, estos gobiernos y pueblos se dieron cuenta de que su historia y su patrimonio cultural son parte de su desarrollo turístico, económico y cultural. Mientras que nosotros nos limitamos a publicar una imagen de una antigua mezquita siria destruida por la guerra, y nos preguntamos: «Esta es una mezquita más antigua que la catedral de Notre Dame. ¿A quién le entristece?»

En realidad, la verdadera y legítima pregunta es la siguiente: ¿Qué nos hizo despreciar y destruir este patrimonio cultural en el contexto de una «revolución» que supuestamente debería servir como base para construir un país mejor?

La segunda pregunta es: ¿Hubo iniciativas en Afganistán, Siria e Iraq para restaurar las estatuas de Buda u otras mezquitas y monumentos históricos destruidos? ¿Alguna vez han pensado en ello los gobiernos o los hombres y mujeres de negocios? ¿Han difundido los «rebeldes» una iniciativa en las redes sociales para salvar esos monumentos?

Aquí reside toda la diferencia: pueblos y gobiernos que lloriquean por su realidad (incluso cuando contribuyen ellos mismos a su destrucción) y por otro lado, pueblos, gobiernos y capital que piensan en las soluciones y en la construcción.

Más bien, alguno de nosotros se ha regodeado de manera enfermiza en el incendio y ha fabricado fantásticas teorías respecto aque fuese provocado para apoyar al cristianismo en todo el mundo contra el islam y los musulmanes.

¿Podemos darnos en Marruecos cinco años para recuperar la tumba de Averroes que murió aquí?

El presidente francés, Emmanuel Macaron, se ha comprometido a reconstruir la catedral en cinco años. Hombres y mujeres de negocios han donado millones para el mismo propósito (aunque detrás de sus donaciones haya intereses económicos). ¿Podemos darnos, en Marruecos, por ejemplo, cinco años para recuperar la tumba de Averroes que murió aquí y cuyo cuerpo fue trasladado a España? ¿Podemos darnos cinco años para restaurar la tumba de Yúsuf ben Tashufín, el fundador del Estado almorávide, la tumba de Al-Mutamid ben Abad y otros monumentos que se desgastan gradualmente? En Siria e Iraq, ¿podemos imaginarnos, incluso después de que se estabilice la situación, cinco o diez años para reconstruir el patrimonio cultural perdido? ¿Los hombres y mujeres de negocios sirios, iraquíes y marroquíes se comprometerán de igual forma que los hombres y mujeres de negocios de Francia? ¿Será el gobierno igualmente responsable y tendrá el mismo grado de seriedad?

Estas son preguntas legítimas y verdaderas. Las exageraciones populistas y vacías en las redes sociales, sin embargo, no dan comida ni protegen el patrimonio urbano…

Cinco años más tarde, París volverá a tener su catedral. Mientras, nosotros continuaremos quejándonos, pensando que existe una conspiración contra el islam y un apoyo al cristianismo «infiel»… ¡Y nuestra herencia cultural seguirá en proceso de erosión, sin salvadores ni interesados!

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© Sanaa El Aji | Primero publicado en Al Hurra · 18 Abril 2018 | Traducción del árabe: Lubab Khansa

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