El fascismo bien entendido empieza por uno mismo
Alejandro Luque
Michela Murguia
Instrucciones para convertirse en fascista
Género: Ensayo
Editorial: Seix Barral
Páginas: 152
ISBN: 978-84-3223-502-3
Precio: 15 €
Año: 2018 (2019 en España)
Idioma original: italiano
Título original: Istruzioni per diventare fascisti
Traducción: Ana Ciurans Ferrándiz
Bueno, por esta vez nos hemos librado. La extrema derecha no va a gobernar, ni siquiera como socio, en el gobierno de España. La gente de bien respira tranquila, los entusiastas de izquierda descorchan botellas espumosas y brindan por la derrota del terrorífico enemigo. Pero no nos confiemos: están ahí, y han venido para quedarse. Han pasado de carecer de representación parlamentaria y ser prácticamente irrelevantes a tener más de veinte diputados. Y lo que es más importante, han prendido una mecha que no sabemos hasta dónde les llevará en nuestro país, pero que ya alumbra las ideas más descabelladas desde Estados Unidos a Polonia, y de Brasil a Turquía o Filipinas.
De modo que, una vez silbados todos los suspiros de alivio, tal vez sea hora de ponerse a analizar el fenómeno en serio. Michela Murgia, una talentosa escritora sarda –en España la descubrimos con una curiosa novela, La acabadora– muy implicada en la política de la isla mediterránea, propone su propia reflexión desde un punto de vista altamente original. Sus Instrucciones para convertirse en fascista ofrecen lo que el título promete, sin ironía: una guía para comprender, ejercer, desarrollar y contagiar el fascismo a nuestro alrededor, y de paso para vacunarse contra las invectivas que llueven a los practicantes de esta fe desde los distintos graderíos ideológicos contrarios.
Algo sabe del tema quien ha nacido en el país que fue la cuna del fascismo, la patria del Duce, aunque cabe puntualizar, de entrada, que no es ese fascismo seminal lo que aquí se cuestiona, sino esa nueva versión del totalitarismo que, con sus múltiples ropajes –racista, xenófobo, machista, ultranacionalista…– lo que en el fondo pretende es desactivar al sistema democrático mismo desde dentro, subvertir los valores sobre los que éste se funda, y por usar una imagen gráfica y recurrente, sencillamente romper Europa.
Hace bien la autora en eludir la tentación de la crítica despectiva, como del recurso del humor: una de las fortalezas de los nuevos partidos fascistas descansa en el hecho de que superan cualquier intento de reírse de ellos. Tan es así, que la mayoría de las noticias que por ejemplo ha generado Vox en la precampaña y campaña electoral resultan indistinguibles de las ocurrencias de El Mundo Today. Ellos son el original y su propia caricatura, todo a la vez, el rostro y la máscara grotesca; casi siempre con una nariz muy, muy larga.
Nos expone con inteligencia y claridad su programa, para que sepamos reconocerlo a primera vista
Sí, Michela Murgia se toma la cosa en serio. Sabe que a esta gente no se la derrota simplemente cantando Bella ciao, coreando el No pasarán o agitando banderas arcoíris. Por el contrario, nos expone con inteligencia y claridad su programa, para que sepamos reconocerlo a primera vista y sacar el crucifijo, los ajos y la estaca si fuera necesario, a fin de prevenir sus métodos de seducción de masas. Por ejemplo, se nos habla de la importancia de la memoria, ese campo de batalla que las derechas españolas menosprecian cuando se alzan las reivindicaciones, pero que se cuidan mucho de acotar y blanquear bajo capas y capas de silencio. “La secuencia de acción fascista”, nos dicen las Instrucciones, “cuando llegue el momento, será en progresión lineal: primero, contaminar la memoria de los demás, después, deconstruirla y, por fin, reescribirla”. ¿Les suena?
O la instrumentalización de las crisis para crear división social y capitalizar el desencanto: “El pueblo debe creer que cuanto más dinero tiene un demócrata, menos derecho tiene a representarlo, porque el pueblo, por definición, no tiene dinero (…) En una sociedad que ha prometido a todo el mundo la oportunidad de alcanzar el bienestar, todos los que no lo han alcanzado sentirán frustración y rabia, y estos sentimientos son fácilmente transformables en instrumentos políticos”. ¿Les suena?
O el desprecio por la educación y la cultura como arma de doble filo. “Cada vez que uno de ellos [demócratas] pretenda que uséis expresiones finas o diplomáticas, quizá llamándoos ignorantes o cafres, os estará ofreciendo la ocasión de mostrar al pueblo que a los demócratas les preocupa mucho más ponernos un conjuntivo en la boca que el pan”. O ese paternalismo hipócrita que lleva a ofrecer “políticas de apoyo no a la mujer en sí misma, que no es un sujeto social susceptible de ser considerado individualmente, sino a la madre y a su función como tal”. ¿Les suena?
«Quizá la solución más fascista sea dejar que hablen. Pero siempre. Y todos. A la vez»
Michela Murgia no se ha sacado de la chistera estos y otros enfoques similares: son el resultado de analizar el discurso de ese nuevo fascismo –ese fascismo tuneado, como le he leído a Juan José Téllez– y su estrategia sostenida. Como no es menos lapidaria la sentencia que habla de “la maravilla de la democracia: que, a diferencia del fascismo, siempre puede ser usada contra sí misma”. O esta otra, y termino el reguero de citas: “Si en la actualidad el obstáculo que impide el desarrollo del fascismo es que todo el mundo –no solo el jefe– tiene la oportunidad de expresarse y ser escuchado, quizá la solución más fascista sea precisamente dejar que hablen. Pero siempre. Y todos. A la vez. Acerca de todo”. Sí, les suena.
En todo caso, creo que uno de los grandes valores del libro de Murgia es que no se limita a señalar a esos señores a caballo que disparatan sobre la Reconquista y falsean descaradamente los valores de nuestra civilización, ni a esos viejos con bigotillo que hacen flamear en la plaza de Colón banderas con aguilucho y olor a naftalina, ni a los neonazis de libro con botas altas y tatuajes de cruz gamada. No, la escritora apela justamente a ese fascismo que se desliza por las fisuras de nuestra cotidianidad, al fascista que no sabe que lo es, pero que consciente o inconscientemente trabaja cada día para favorecer el caldo de cultivo en el que prosperan los que sí saben que lo son, y adónde quieren llegar.
Como el racismo, como el machismo, como el ultranacionalismo, como toda forma de egoísmo, concluye Murgia, el fascismo bien entendido empieza por uno mismo. Quizá desarrollando los anticuerpos adecuados estemos cavando, sin darnos cuenta, la primera y más importante trinchera para defendernos de él.
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