Crítica

Don Juan contra la petanca

Diana Mandia
Diana Mandia
· 6 minutos

Aziz Chouaki
Dom Juan

Género: Teatro
Editorial: Les solitaires intempestifs
Páginas: 130
ISBN: 978-284-681-247-4
Precio: 12 €
Año: 2009
Idioma: francés

Suena Start me up, el avión procedente de Ginebra acaba de aterrizar y don Juan solo piensa en fumarse un porro. Lleva un teléfono en cada mano, un sujetador enredado en la melena y en Suiza ha dejado muy dolida a doña Elvira, a quien incluso le ha arruinado su puesto de trabajo en la FAO. Su adjunto, Sganarelle, lo reprende duramente: “La sociedad, los valores, la petanca, por supuesto, los ciclistas, los sueños, las desgracias, los viernes por la noche cuando no hay vino y esperamos a los invitados, el césped que hay que recortar, los impuestos. ¿Son un error? La fiesta de Neu-neu, la sociedad, pues […]

Enséñamela, que me la cargo, tu fucking sociedad, contesta don Juan buscando de nuevo su porro.

Sganarelle, con este u otro nombre, lleva al menos cuatro siglos censurando al libertino don Juan, seductor empedernido y amoral, arquetipo del individuo que enfrenta las convenciones sociales y que es castigado por ello. En la pieza del dramaturgo argelino Aziz Chouaki (Tizi Rached, 1951 – París, 2019), el galán transita por el siglo XXI bajo la apariencia de un yuppie sin escrúpulos, obsesionado con el dinero y el sexo. Cuando le afean su falta de principios, el don Juan maldice “la beatería republicana”.

El texto concebido por Chouaki en 2005 para el teatro Nanterre-Amandiers es un buen ejemplo de hasta qué punto el mito escenifica debates inagotables incluso en este mundo acelerado de comunicaciones inmediatas y voluntades volubles. Los donjuanes de Tirso de Molina, Molière, Espronceda o Zorrilla expresaron, con distintos matices de humanidad y arrepentimiento, la confrontación de la individualidad extrema del seductor con las normas sociales y religiosas de cada época, las mismas que burla el héroe -incluso de la muerte se ríe- y que acaban sentenciándolo al final de la pieza.

Don Juan podría ser un valiente de no ser simplemente un impostor: desprecia a las mujeres

Don Juan podría ser un valiente de no ser simplemente un impostor: desprecia profundamente a las mujeres con las que se acuesta, está dispuesto a cualquier negocio que le reporte un beneficio rápido e incluso hace burla de la rabia que su comportamiento ha despertado en su padre. Curiosamente, es una carta de su progenitor la que parece agitar su conciencia. Lo llama anunciándole su intención de casarse y darle nietos, pero es demasiado tarde para don Juan: solo consigue hablar con el contestador.

Anterior al movimiento #Metoo, la relectura del mito por parte del dramaturgo argelino no prepara ningún camino para la revancha feminista. Doña Inés, perdidamente enamorada del Tenorio de Zorrilla, muere de pena al asimilar que su amor es irrealizable, y la doña Elvira de Chouaki, que gasta su tiempo en la consulta del psicólogo, reaparece cubierta con un burka para anunciarle a su antiguo amante que todas las Elviras están ya muertas. Una suerte de justicia divina condena a don Juan, pero a ellas no se les ofrece otra salida al desamor que la muerte o la locura.

El enfoque de Chouaki es fiel al mito, que presenta como inevitable la seducción. Don Juan nunca fracasa y las mujeres se enamoran repentinamente ante la más mínima gracieta del caballero. “Nos iremos a vivir a Corfú, o a Miami”, improvisa don Juan, cuyas palabras no tienen ningún valor.

Chouaki preserva la moraleja clásica del don Juan: el galán tiene una única religión, el placer

El héroe romántico ha sido, a pesar de todo, carne de cañón del movimiento feminista en los últimos años. La ópera de París estrenó el pasado junio, por ejemplo, un espectáculo de Ivo Van Hove en el que el Don Giovanni de Mozart, otro que se atrevió con el mito, fuerza y manipula a las mujeres con las que se cruza, convirtiendo al célebre mujeriego en un depredador sexual.

Chouaki escoge, sin embargo, preservar la moraleja clásica del don Juan: el galán tiene una única religión, el placer, que la sociedad canaliza de una manera u otra, y algunas no son en absoluto aceptables. Don Juan se salta las normas o las retuerce en su beneficio y esta es, en el fondo, una obra sobre los límites. Atención: Chouaki insinúa que hay un don Juan en cada uno de nosotros (no especifica sexo).

Aunque pague caros sus excesos, la vida del seductor es intensa. El monólogo con el que el don Juan homenajea la tradición literaria en la pieza de Chouaki es de gran belleza: “Qué camino, qué camino. Nací del polvo de las palabras, de colgajos de proposiciones, […] de balcón en balcón […]. Tirso de Molina puso la cuna […] me pintó ya sombrío, madera del infierno para quemar […] Un dandy absoluto para Baudelaire […], icono de clase en Brecht, de regreso del exilio con Pushkin […].

El mito del burlador de mujeres es solo una prueba de lo ecléctico que fue el argelino Aziz Chouaki, fallecido repentinamente el pasado abril en París tras casi tres décadas de exilio en la capital francesa. Mucho antes, a finales de los 80 y todavía en Argel, donde también fue músico, había firmado la novela Baya, el monólogo de una argelina marcada por el todavía reciente pasado colonial. Cuando publicó Les Oranges (1997), considerada pieza mayor del teatro contemporáneo en lengua francesa, Chouaki era ya otro: un dramaturgo exiliado, azote de los islamistas- aunque detestaba la etiqueta de “escritor árabe” al que se le suponía una clarividente opinión sobre el devenir de su país- y fan irredento de Joyce.

La última obra de Chouaki, Europa (Esperanza), puesta en escena por Hovnatan Avédikian en la edición del Festival de Aviñón de este verano, funcionó como homenaje póstumo al autor argelino y a la perennidad de otros mitos: los jóvenes migrantes como nuevos Ulises “de la globalización y de las guerras modernas”:

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