Opinión

Todos verdes

Alberto Arricruz
Alberto Arricruz
· 14 minutos

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Quedan pocos días para las elecciones municipales en toda Francia. Un evento amenazado por la epidemia de coronavirus, pero que a estas alturas parece imposible cancelar.

En la carrera a la alcaldía de París ya no está el candidato del presidente de la República. Benjamin Griveaux, fiel escudero de Macron, ha caído por la difusión en redes de un video sexual. No lo ha quemado la relación extramatrimonial, a la gente eso le importa un bledo a la hora de votar. Ha sido comportarse como un personaje adolescente de la serie “Sex Education” y difundir su pene por Snapchat creyendo que eso quedaría en privado. Ningún votante elegirá un reconocido gilipollas.

Lástima: con él podíamos reírnos con algunas propuestas (por ejemplo: ponerle el nombre de Jacques Chirac a museo… ¡que ya se llama así! O inquietarse por la insuficiente actividad del museo Carnavalet… cerrado por obras, etc.). Macron lo ha sustituido con Agnès Buzyn, hasta ahora ministra de Sanidad.

Buzyn no quería, pero ha acatado la orden del que manda de verdad, y ha entrado en campaña a la desesperada: que ella puede ser alcaldesa porque ha nacido en París, que la grave crisis del hospital publico es culpa de la alcaldesa, que si se expande el Covid-19 en París es porque la alcaldesa tiene a los funcionarios mal preparados… De paso y sin decirlo, ha tirado a la papelera la surrealista propuesta estrella de Griveaux: cerrar la estación de ferrocarriles Gare de l’Est para crear Central Park.

A pesar del derroche de promoción mediática y de encuestas complacientes, Buzyn lo tiene sumamente difícil para desmentir esa ley de la física parisina: el candidato del Eliseo pierde en París.

Gane quien gane el domingo 22 de marzo —segunda vuelta del voto: la primera vuelta será el día 15— y salvo extraordinaria sorpresa, París tendrá una alcaldesa. Y esa mujer será de origen inmigrante. Anne Hidalgo, alcaldesa socialista, nacida en San Fernando (Cádiz), tiene la doble nacionalidad franco-española. Rachida Dati, candidata de la derecha, es de madre argelina y padre marroquí (albañil), y la “macronista” Agnès Buzyn es de padres judíos polacos.

Con la candidatura chapucera de Buzyn, Macron se ha pisado los cordones de sus carísimos zapatos

Entre los outsiders, el disidente “macronista” Cédric Villani, de origen corso, reivindica sus raíces griegas. Vikash Dhorasoo, candidato de “France insoumise”, es de origen mauriciano e indio; exfutbolista del equipo ganador del Mundial 98, Dhorasoo es el único que se presenta como “racializado”. Otro outsider importante es David Belliard, del Partido Verde; él es de la “diversidad” LGBT.

Anne Hidalgo es alcaldesa desde 2014, después de haber sido primera teniente del alcalde Bertrand Delanoë cuando los socialistas ganaron por sorpresa en 2001. Hasta hace poco, Hidalgo tenia todas las de perder: su partido, el PS, se esfumó en 2017 cuando el candidato socialista cayó al 10% en la ciudad. Y les fue peor en las elecciones europeas de 2019: bajaron al 5,6%. Ha visto cómo la traicionaba hasta su primer teniente de alcalde y cómo varios alcaldes de distritos (arrondissements) iban buscándose otro caballo ganador.

Pero hoy Hidalgo es la favorita. A excepción de la derecha “clásica”, sus contrincantes parecen haberse cargado la oportunidad de hacerse con la alcaldía.

En las elecciones presidenciales de 2017, Macron obtuvo un 35% en París y su lista se hizo con 33% en las europeas. Pero después de haber escogido a la nulísima Nathalie Loiseau para liderar su lista europea, ha colocado al tonto Griveaux para la alcaldía de París. El “macronista” Villani no lo soportó y armó una candidatura disidente, siendo expulsado del partido presidencial. Ahora, con la candidatura urgente y chapucera de Buzyn, Macron ha destrozado su propio bando. Encerrado en su mundo de cortesanos, se ha pisado él solo los cordones de sus carísimos zapatos.

El matemático Villani —nada menos que medalla Fields— tiene talento y una cuota de simpatía importante. Pero, sin partido, ha ido a buscar sus apoyos en tránsfugas y traidores de la municipalidad. El debate televisivo reciente entre candidaturas le ha salido bastante bien; pero ha sido emitido en un canal de poca audiencia, por lo que su impacto va a ser marginal. Hoy parece haberse quedado sin posibilidades de dar la sorpresa.

Salvo Rachida Dati, todas las candidaturas se disputan el voto de la pequeña burguesía progre

Lo mismo pasa con la candidatura verde: con un 15% en las europeas, los Verdes tenían todas las de ganar sobrepasando las candidaturas de alianza socialista-comunista en la primera vuelta e imponiéndose para liderar la alcaldía en las alianzas de segunda vuelta. Pero no han sabido armar una candidatura ganadora, empezando por su líder local, que no se presenta como figura capaz de hacerse con la alcaldía.

También tenemos la candidatura de izquierda “radical”, “Décidons Paris”. Mélenchon obtuvo el potente resultado de 19,6% en la ciudad en las presidenciales de 2017. Pero hoy, como ocurre con la candidatura verde, su lista no parece estar en posición de alzarse con la victoria.

La extrema derecha de Marine Le Pen no pinta nada en la capital. En esta ciudad sus resultados electorales son bajísimos: un 5% para Le Pen en 2017 cuando cosechaba más de 30% en toda la periferia de París, y un 13,6% en 2019 , muy por debajo del resto del país.

¿Qué pasa con la derecha “clásica”? Ha sido hegemónica en París desde las primeras elecciones municipales en 1977 (antes no había alcalde), cuando ganó Jacques Chirac. Se quedó hasta 1995, cuando ganó las presidenciales. El socialista Delanoë consiguió la alcaldía en 2001 frente a una derecha muy desgastada y con espectaculares divisiones internas.

Ningún barón socialista (los “elefantes”) había apostado un duro por la posibilidad de ganar París en 2001, por lo que dejaron competir al diputado local Delanoë, que dio la sorpresa. Lo mismo podría ocurrir ahora con la candidatura de derecha.

El derechista Fillon obtuvo en París un excelente 26,5% en 2017, pero la lista del partido de derecha se estrelló con un 10% en las europeas de 2019, un desastre histórico. Entonces la cúpula del partido ha permitido a Rachida Dati, antigua ministra de Justicia y alcaldesa del séptimo “arrondissement”, liderar la lista sin trabas y zancadillas. Y por eso le está saliendo bien.

La nulidad de Griveaux y la flojera de los outsiders ha polarizado los comicios entre Hidalgo y Dati, para beneficio de las dos. También influye en que —salvo Dati— todas las candidaturas se disputan el voto de la nueva pequeña burguesía progre parisina, los “bourgeois bohèmes” o bo-bo. Ahí todos son verdes y de la “diversidad”: todos te van a poner bici por donde sea y erradicar el coche de la capital, todos te van a crear parques tan grandes que la naturaleza llegará hasta tu calle, todos van a darte comida ecológica de circuito corto no contaminante y todos te van a ofrecer ocio “cool”.

El precio de la vivienda ha aumentado un 25% durante el mandato de la socialista Hidalgo

De vivienda, mejor no hablemos en serio. Ni de la presión sobre los precios del alquiler, ni de la lacra invasora de los pisos turísticos. Ni del nuevo ladrillazo con centenares de miles de metros cuadrados de despachos vacíos, y más que se están construyendo. El precio de la vivienda ha aumentado un 25% durante el mandato de Hidalgo y más rápido aún en los barrios más populares. Hoy el metro cuadrado es 2,3 veces más caro en el barrio de l’Odéon (el más caro, con 17.040 € por metro cuadrado) que en el barrio de La Chapelle (el más popular y estigmatizado, con 7.470 € por metro cuadrado). Hace diez años, era cinco veces más barato…

Desde 2016, la capital intramuros pierde 12 000 habitantes cada año, entre ellos más de 2 000 menores. París cierra clases, pronto cerrará escuelas. Los cuatros barrios céntricos han tenido que fusionarse porqué se les fugan los habitantes. Pisos turísticos en expansión masiva y explosión de los precios del alquiler están vaciando barrios y expulsando de la ciudad a clases populares y clases medias.

El equipo municipal afirma haber cumplido su objetivo de crear 7 000 viviendas de alquiler social al año; pero la mitad de esas creaciones se han conseguido comprando vivienda privada existente… y manteniendo en ellas las familias que ya estaban.

Y sí: ese equipo de izquierdas tiene la culpa de esa situación.

Durante dos décadas, ha destinado —o dejado destinar— decenas de hectáreas de suelo público —fuesen propiedad municipal, del Estado, de ferrocarriles, del metro o de hospitales — a operaciones especulativas, con un espacio reducido para vivienda nueva y asequible. Ha incorporado al mercado inmobiliario, como leña al fuego de la subida de precios, centenares de miles de metros cuadrados de suelo público. Y ha comprado vivienda existente al precio del mercado, echando más leña a ese incendio de consecuencias sociales y económicas descomunales.

Se acepta lo que exige el turbocapitalismo: liquidar el Estado a bajo precio para que se forren

Hidalgo tiene previsto aceptar otras operaciones enormes en lo que queda de suelo público, incluyendo la vergonzosa cesión a una constructora de 20 000 metros cuadrados del Hôtel-Dieu, hospital del centro histórico. Se trata de la parte que se abre sobre la catedral Notre-Dame, una operación de ladrillazo de las buenas. Ninguna vivienda allí, solo una residencia estudiantil y alguna institución social, lo que Danielle Simonnet, dirigente parisina de France Insoumise, llama acertadamente “social washing”.

Estuve hace unos días en un conjunto del siglo XVII cerca de Denfert-Rochereau. Son 3,5 hectáreas de edificios abandonados que tuvieron un periodo “okupa”, en el que se organizó el albergue de 600 personas sin hogar, junto con una serie de propuestas culturales y de ocio en una experimentación llamada “tiers-lieu” (lugar tercio). El año pasado, la capacidad bajó a 120 plazas, y los trabajadores sociales tuvieron que devolver literalmente a la calle a centenares de personas.

Este verano está ya todo cerrará, para iniciar las obras de creación de un “ecobarrio”: una mezcla de viviendas para pobres y pijos, start-up, comercios y alguna actividad social y cultural. Se van a construir 600 viviendas, de las cuales 300 serán de alquiler social: a eso lo llaman “mixidad social”. Cuando la densidad clásica “haussmaniana” autorizaría la creación de miles de viviendas aquí, cuando París tiene cien mil personas en lista de espera para una vivienda de alquiler social: un 70% de la población es elegible. Cuando miles de personas duermen cada noche en la calle o el metro…

Eso recuerda la “operación Chamartin” que Manuela Carmena, alcaldesa de Madrid, “desbloqueo” para felicidad de la banca y un megaladrillazo. “La izquierda que gana” decían los de Errejón: es la izquierda que ni da la batalla, difundiendo la idea de que no se puede hacer nada. Cuando se acepta que, destrozada la industria, el motor económico de una capital pasa a ser la especulación inmobiliaria, los despachos vacíos y el turismo, entonces se deja de luchar para que la propiedad publica vaya a vivienda y prioridades sociales. Se acepta lo que exige el turbocapitalismo: liquidar el Estado a bajo precio para que se forren.

No es cuestión de buenos y traidores; creo que en el equipo municipal hay sinceridad y voluntad de hacerlo bien. Pero participando en la impresionante subida de precios inmobiliarios en la capital, cuando tenia realmente la capacidad de frenarla, la izquierda ha renunciado a lo que la legitima.

Y en París, a esa izquierda ni siquiera le queda la “diversidad”: verdes son todos, en bici van todos, pro-LGBT son todos, y a ver quien lidera la “diversidad étnico-racial” (nombre de una dirección general del gobierno español) frente a la mora Rachida Dati…

Poniendo a parir a Dati, Buzyn e Hidalgo, la lista “insumisa” de Mélenchon ha perdido los restos de izquierda

La candidatura montada por France Insoumise, el movimiento de Mélenchon, es la única que pretende enfrentarse a la espiral de especulación, con unas propuestas de programa consistentes. También son los únicos que, con razón, se oponen a la organización de los juegos olímpicos, màs leña al fuego para la especulación con dinero público. Pero no han podido o querido montar una candidatura para ganar, con una cabeza visible capaz de proyectarse como alcalde y sumar.

Y tampoco tejen las alianzas necesarias para ganar: porque en Francia, al contrario de España, las alianzas se deben hacer antes de la primera vuelta o entre las dos vueltas fusionando listas. Poniendo a parir a Dati, Buzyn e Hidalgo, la lista “insumisa” ha perdido los restos de izquierda del partido socialista que Mélenchon había conseguido atraer en 2019. Abarcan toda la ebullición de los colectivos activistas progre, pero con escasas posibilidades de conectar con electores más allá de tal activismo, lo que Mélenchon sí consiguió en 2017. Parecen dejar la contienda para la alcaldía a los demás, centrándose en obtener resultados en los barrios del noreste.

Hidalgo, como todo alcalde en Francia, suma la ventaja de la notoriedad y de la imagen positiva de los alcaldes, lo que le proporciona votos. También tiene una reserva de alianzas posibles para la segunda vuelta: con los verdes seguro, con Villani probablemente, quizás también con algunos de los “insumisos” (antes de coliderar con Simonnet la candidatura insumisa, Dhorasoo había intentado ir con Hidalgo).

En 2017 Macron se llevó muchos votos socialistas parisinos, pero en 2019 esos votos se pasaron a los verdes, mientras los votos de derecha de Fillon se fueron a la lista Macron en las europeas de 2019. Ahora, con su fuerte implantación municipal —de la que carecen las listas Buzyn, Villani y de los insumisos— la derecha va a recuperar la mayoría de sus votos, mientras la mayoría de los antiguos votantes socialistas volveran a Hidalgo o a los verdes. Por lo que a Buzyn le falta espacio, además de representar a un presidente muy desgastado.

Y vamos a ver qué pasa con la crisis del coronavirus: la abstención podría dispararse

También está el sistema electoral: se vota, se fusionan listas y se elige alcalde por barrios, y después esos barrios mandan ediles para formar el Consejo de París que elige el alcalde de la capital. En 2014, la candidata de derecha ganó en votos a Hidalgo —quien además perdió en el barrio donde se presentaba— pero Hidalgo repitió como alcaldesa. Al contrario de Hidalgo, Dati no tiene con quien aliarse: la candidatura macronista intentará fusionarse con la derecha solo si Buzyn está en cabeza.

Debería influir bastante el desgaste de esa municipalidad después de casi veinte años (como ocurrió con la derecha en la etapa anterior). Todo el descontento con la limpieza, la invasión de las ratas, la inseguridad en varios barrios azotados por el trafico de droga, los transportes públicos, las obras anárquicas y los atascos, la presencia masiva de sintechos en las calles, los precios al consumo disparados, la vivienda… Todo no es de la responsabilidad de Hidalgo, pero en Francia el alcalde siempre carga con todo.

Y vamos a ver qué pasa con la crisis del coronavirus. La abstención podría dispararse. Y las clases pudientes siempre votan mucho más que las categorías populares, por lo que Dati tendrá sus votantes. La crisis mundial del Covid-19 es ese cisne negro del que habla Enric Juliana: nadie podía predecirlo y puede que lo esté cambiando todo. A ver si en París se lanza a bailar en medio del lago.

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© Alberto Arricruz | Marzo 2020 · Especial para M’Sur

 

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