Entrevista

Azagra

«La censura ahora es económica»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 13 minutos
Azagra (Sevilla, Sep 2019) | © Alejandro Luque / M’Sur

Sevilla | Septiembre 2019

Leyenda viva de la viñeta española, Juan Carlos Azagra nació en la localidad sevillana de Morón en 1957, aunque pasa por aragonés de pura cepa. Para la mayoría de los lectores, es sobre todo el padre de Pedro Pico y Pico Vena, dos de los personajes más populares y longevos de la revista El Jueves. Pero es también el autor de infinidad de carteles, portadas de discos y de títulos como Ovidio, vicioso del vidrio, Paco Jeta, El último aragonés vivo o Durruti, entre otros.

Recientemente asistió como invitado al festival Bookstock de Sevilla, donde lució sus camisetas ya clásicas, dedicó ejemplares de su obra y atendió con la campechanía habitual a MSur para repasar algunos de los momentos más significativos de su carrera.

Permita que empiece por una curiosidad. ¿Queda algo de su origen moronense?

Siempre queda algo. Estoy orgulloso de Morón, pero la evolución de cada uno es la que es. Yo nací en Morón, pero me crié en Zaragoza. Volvíamos cada verano, tanto de pequeñitos como de mayores.

¿Eran mundos tan distintos, Aragón y Andalucía?

Son mundos parecidos, lo que pasa es que en Zaragoza estudiabas, y a Andalucía ibas a pasártelo bien. Era un paraíso. Además, veníamos a una fonda, claro, se te abren posibilidades de todo tipo, ibas a la nevera a coger tú mismo una cocacola, los clientes, los turistas, las francesas que venían a tomar el sol a la terraza, todo el mundo mirándolas, hasta el párroco, que tenía un catalejo… [risas]. Era otro mundo en aquellas vacaciones superlargas, hasta septiembre. Un cortijo sin agua corriente, había que ir al pozo, y teníamos candiles a falta de luz eléctrica. Y no había televisión. Lo pasamos muy bien.

¿Los primeros cómics fueron allí?

No, fueron en Zaragoza. En Morón hice algunas cosas cuando empecé a tomar conciencia, pero donde empiezo a publicar es en Zaragoza, en Andalán. Me metió [José Antonio] Labordeta, que era mi profe de BUP y tutor, y fueron los primeros dibujos que cobré, en el 75. Y ya a partir de ahí, sin parar. Siempre me gustó dibujar a los Picapiedra y cosas así, y en ello seguí.

¿Cómo era el Labordeta profesor?

«Yo era anarco, pero un anarco de los que votan, es decir, un anarco imperfecto»

Muy ameno, muy divertido. Aprobaba a todo el mundo, porque lo que quería era que aprendiéramos. Y lo que aprendimos fue a ser buenas personas, ese era el objetivo de la enseñanza. No era memorizar cuatro cosas, sino ser gente de provecho y ser una buena persona, eso es mucho. Con la cantidad de gente mala que hay por ahí habiendo estudiado en no sé dónde, sobre todo los que mandan.

¿Estaba muy marcado como profesor rojeras, etiqueta que se colgaba muy claramente?

Fue el primer instituto mixto de la Historia de Zaragoza, porque hasta ese momento eran todos los niños con los niños y las niñas con las niñas, y allí llegaban los profes rebotados, los rojos. Era un antiguo hospicio, donde estuvo Perico Fernández alojado, y ahora es la sede de la DGA. Fue una buena temporada.

¿Aleccionaba ideológicamente?

No, no, nos dejaba pensar. Y nos decía que había que leer Historia reciente, nos animaba a comprar revistas. Nos recomendaba Cambio16, Triunfo y Cuadernos para el diálogo. Cambio16 tenía más fotografías, lo otro era muy tocho. Era una época de cambio y te informabas de la Platajunta y de todo lo que se hacía.

Así, cuando llega a Barcelona, está bastante formado políticamente, ¿no?

Nunca he leído teórico. El único amigo mío que se leyó El capital de Carlos Marx fue Ivá, que me llamó a las tantas de la noche, todo contento, para contármelo, y luego me dijo: “Me lo he leído y ahora va y cae el muro”. ¡La rabia que le dio! Me pilló eso en el comunismo como podía haberme pillado en cualquier lado.

¿Usted, lo que tenía eran ganas de estar en la calle e implicarse?

Sí, de poner mi granito de arena para colaborar en el cambio. Y bueno, ya vino Carrillo. Y me di de baja en el partido. Intenté ser trosko, pero no valgo para trosko. Y era anarco, pero un anarco de los que votan, es decir, un anarco imperfecto.

¿Se salió cuando Carrillo entró en el Congreso?

«Yo no sabía qué eran los punkis, pero el director me dijo: “Tú mete punkis, que es lo que se lleva”»

Sí, ya me sobraba todo eso, había mucha tontería. En el fondo no me interesaba lo político, a mí me interesaba lo social, que es diferente. Y ya me fui a Barcelona, empecé Bellas Artes y me gustaba esa ciudad. La libertad del parque Güell, Alfalfa, Ajoblanco, el underground, las Ramblas, el mar… sobre todo el mar. La gente de tierra adentro añora el mar, como los sevillanos añoran Chipiona. Fuimos para allá, pero tampoco me interesaba mucho lo que me daban allí. Todo hay que decirlo, conocí también a Encarna en el 80, y eso me enderezó un poco, porque iba como bala perdida. Lo primero que gané, 50.000 pesetas, fue un concurso de cartel de fiesta mayor. Santa Coloma de Gramanet estaba llena de carteles nuestros. Empecé con el equipo Butifarra!, periódicos, revisticas, hasta que me llamaron de El Jueves, en el 84. Yo no sabía qué eran los punkis, pero el director de entonces, Gin, me dijo: “Tú mete punkis, que es lo que se lleva”.

Y se convirtió en el que más sabía de punkis de España, ¿no?

Retratar la calle siempre me gustaba, pero en el caso de los punkis me encantó ese mundo. Tuve la suerte de hacerme amigo de Jimmy, de los Tijuana in Blue, que me grabó tres cintas con todos los grupos que había en ese momento. La Polla, Eskorbuto, Ertxaina, Kortatu, RIP… Y cuando venían a Barcelona a tocar, iba a conocerlos. Conocí a Fermín Muguruza, a Evaristo, a todos estos, y reflejaba lo que veía, las batallas, las casas okupa, lo de Nicaragua, radios libres, periódicos alternativos, un mundo muy rico. Me pillé un apartado de correos y todo el mundo me mandaba maquetas, fanzines, chapas, de todo. Aún guardo muchas cosas. No había internet, no había móviles, y servía para hablar de lo que había. A veces pienso que parecían un poco las Página Amarillas, metía demasiada publicidad, pero es que yo era muy panfletario, pero qué menos que agradecer.

¿Era consciente de que daba espacio y eco a un mundo condenado a los márgenes?

«Antes iban a los partidos, a los sindicatos, y ahora no. La mujer y el antirracismo son nuevos campos»

Sí, de hecho me gustaba, porque así daba salida a cosas que de otra manera no salían. Eso aparte de que te invitaban a una cerveza de vez en cuando. Pero me sentí útil. Era una relación en dos direcciones: me favorecía, porque yo sacaba cosas, pero yo también me iba enriqueciendo. Al principio lo único que sabía era que llevaban la cruz gamada, lo cual estaba muy mal visto. “Los Sex Pistols son nazis”. Luego ves a Pedro Pico y Pico Vena, que eran hijos de rojos y llevaban la cruz gamada para ir en contra de sus padres. Al final sacamos el PGB [Partido de la Gente del Bar], que era un revulsivo antinazi. Ahí dijimos que tanta cruz gamada no podía ser buena. Pero se ponían camisetas muy ingeniosas: “Adolf Hitler, European Tour 1936-1945” y cosas así, joder, ¿dónde vas con eso?

¿Sigue habiendo esa vida underground, o se ha despolitizado la juventud?

Quizá sí, pero sigue habiendo movidas subterráneas, la gente sigue luchando. La necesidad está ahí. Antes iban a los partidos, a los sindicatos, y ahora no. La mujer y el antirracismo son en cambio nuevos campos. Lo de ir contra las guerras es eterno, medio mundo sigue fabricando armas y hay que ir contra eso. Antes había insumisos contra la mili, pero el antimilitarismo sigue siendo necesario. Siempre hay muchos frentes.

¿Puede recordar cómo fue su proceso en 1978 por escarnio a la religión católica?

Lo hizo un dibujante compañero nuestro [Antonio Soteras], pero nos solidarizamos y dijimos que los ocho lo habíamos hecho. Pues ea, todos a la cárcel. Nos cayeron siete años de inhabilitación para trabajar como funcionarios, ni puedes votar, y cuatro años de cárcel. Pero justo cuando íbamos a entrar en la cárcel, llama por teléfono el ministro de Justicia, Francisco Fernández Ordóñez, de la UCD, preguntando, ¿qué edad tienen estos chicos? Uno ya se había fugado a Francia, cuando le dijo el abogado que lo iban a penetrar analmente veinte. “Yo quiero seguir siendo virgen”, dijo. Los demás nos dijimos, a ver cómo nos vamos a conllevar.

¿Y cómo era el dibujo?

«En el Jueves sacamos un número especial, y nadie dibujó la figura de Mahoma»

Un dibujo de la Virgen del Pilar, sacando una teta. Un capitalista chupando, las dos reinas de las fiestas al lado, un obrero sosteniendo todo, y los policías defendiendo al capitalista. Y en la contraportada hicimos una Última Cena, llamándola la Última “Zeta”, y la letra de lo que se canta en las fiestas del Pilar: “Bendita y alabada sea esta santa carga…” Y luego estando en libertad condicional, ya en Butifarra!, tuvimos otro juicio, con lo mismo. Son batallitas. Siempre ha habido denuncias.

Aquellos eran tiempos de conquistas de libertades, pero volvemos a vivir situaciones parecidas, con Willy Toledo o las chicas del Coño Insumiso en el banquillo. ¿Qué ha cambiado?

Ahora más todavía, con los tuits… Es muy fácil meter la pata, reírte de algo. Siempre hay una regla sagrada en el cómic, que es no meterse con alguien que no se puede defender. No puedes meterte con un ciego, o un discapacitado. A veces te ríes de algo y cuando vuelves sobre ello piensas, “hostias, me he pasado”, y ya es difícil dar marcha atrás. Si bebes, no tuitees.

¿No le gusta a los dibujantes vivir al filo de lo prohibido?

A nosotros nos gustaba ir por la frontera. Lo importante es no meter la pata y darle a los malos, a los responsables de este desaguisado, los de los fraudes, los corruptos, apuntarles con el dedo.

¿Cómo vivió la masacre de Charlie Hebdo?

Hombre, es grave. Cuando pasó eso, El Jueves estaba en un edificio super ganso del grupo RBA, donde convivíamos con otras 50 revistas, y todos nos decían “no os metáis con Alá, que nos pueden poner una bomba”. De hecho, sacamos un número especial, y nadie dibujó la figura de Mahoma. Tampoco es nuestro peor mal: yo tuve un juicio por escarnio a la religión católica, no al islam. La verdad es que Francia es otro país, otra cosa…

¿Qué papel jugaban las drogas en aquellos 80, cuando tan presentes estaban?

«Antes en Barcelona iban todos con las cuatro barras, y punto. Ahora parece que solo existe la estelada»

A mí se me dan mal. Soy cervecero, a veces fumaba, algún porrito ha caído, pero estaba presente, se cargó a mucha gente. Ahora vuelve la heroína. Pedro Pico y Pico Vena tienen nombre de drogadictos pero en los cómics ni siquiera fuman, lo que hacen es privar, que es una cosa muy sana. Pero no rehúyo el tema, las drogas están ahí, no soy moralista pero lo que hace falta es información, y cada uno haga con su cuerpo lo que quiera. Es muy fácil caer en ese tipo de cosas y acabar mal, empezando por el bolsillo.

¿Un problema de dinero?

Claro, entró la droga muy barata. Mira los Rolling Stones, se han metido todo por todos los agujeros que tienen, y cada año se cambian la sangre en Suiza, y pa’lante. Es casi una cuestión de clase, de pasta.

El Jueves, que tuvo una época dorada, ahora vive horas bajas. ¿Cree que ha perdido parte de su esencia, de su identidad?

A lo mejor. Quizá la sociedad se ha ido volviendo de derechas. El Jueves es un reflejo de lo que hay. ¿Nos volvemos más blandos? Igual sí. Hay gente más joven que dibuja de puta madre. ¿Me he quedado anticuado? A mí me sigue gustando Víctor Jara y Quilapayún. Básicamente la rebeldía sigue ahí. Y el de abajo contra el de arriba siempre tiene que estar.

Hubo un momento muy cismático, cuando se fue la mitad de la redacción. ¿Cómo lo vivió?

Sí, fue un mal rollo, censurarte de esa manera está mal, pero la censura siempre ha existido. Algunos de los que se fueron también me censuraban, ¿eh? A El Corte Inglés le sienta mal que lo cites, ya está. Ahora la censura es económica, no te contrato por esto, las listas negras están ahí…

¿Vivió en Barcelona vida de trasterrado?

No hablo en catalán porque no tengo facilidad para los idiomas, pero he hecho muchas cosas en catalán, a veces sin darme cuenta. Tengo mucha producción en esa lengua. Yo elegí voluntariamente ir a Cataluña, estoy a gusto, mis tres niñas son de allí…

Y el independentismo, ¿estaba ya presente cuando llegó?

Qué va, era minoritario. Siempre había estado ahí, pero ahora hay otra rabia, un sentimiento de que no te dejan expresarte, es otro derrotero. Cuando iba para allá, en las manis, estaba todo lleno de bandericas, pero apenas había independentistas. Antes iban todos con las cuatro barras, y punto. Ahora parece que solo existe la estelada. Para ser catalán no tienes que ser más independentista, pero creo que es por dar caña. La culpa la tiene el PP, que ha metido el dedo ahí, tumbó el estatut… En Aragón tenemos el término “nacionalidad”, y en Cataluña no. Es un poco injusto. Cuando fui a Barcelona, sabía que es otro país, otra nación diferente. No pasa nada. Yo soy más federalista, somos un conjunto de tierras y pueblos diferentes, y nos tenemos que llevar bien. La gente de a pie ya lo hacemos, solo falta que lo hagan los políticos también.
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© Alejandro Luque  | Especial para M’Sur

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