Tolerancia selectiva

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Sanaa El Aji

@SanaaElAji

Socióloga (Casablanca, 1977). Empieza a trabajar como periodista en el semanario Nichane en 2006 con un reportaje sobre chistes irreverentes, por el que se le condena a tres años de cárcel (con pena suspendida). Continúa publicando en diversos medios marroquíes y hasta 2017 fue columnista del diario arabófono Al Ahdath Al Maghribia, uno de los diez periódicos más vendidos de Marruecos.

Publicado el 26 Jun 2020

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Se ha extendido en las redes sociales un vídeo de una iglesia en Alemania en la que unos musulmanes rezan la oración del viernes durante los últimos diez días de ramadán.

Una iniciativa estupenda en el plano humano. Una iniciativa que revela la posibilidad de una bonita convivencia entre religiones, como también revela la apertura de los presentes en aquella iglesia hacia otras religiones y culturas.

Todo eso es muy bonito.

Sin embargo, ¿nos imaginamos la posibilidad de que una de nuestras mezquitas abriera sus puertas a cristianos o a judíos para que rezaran sus oraciones cuando no pudieran hacerlo en sus lugares de culto, por cualquier razón?

¿Somos capaces de no solo convivir en paz, sino de proteger al otro, al diferente?

La respuesta a esta pregunta revela nuestra capacidad real de convivencia con el otro diferente. Y prefiero, personalmente, decir “convivencia” en lugar de “tolerancia”, puesto que la última se refiere a que la persona que tolera está implícitamente en un grado superior y, sin embargo, “se aviene a”, o, al menos, hace un esfuerzo por aceptar al otro, y “lo tolera”. Como si con la tolerancia dijéramos implícitamente: “Yo soy mejor que tú porque soy blanco, pero te tolero y te acepto aunque tú seas negro”. O “Soy mejor que tú porque soy europeo, pero soy un caballero y tolero a los africanos”, etcétera.

Tras los atentados terroristas en las dos mezquitas neocelandesas, todos seguimos, con asombro y respeto, cómo reaccionaron los políticos y los ciudadanos allí a los actos terroristas: hubo condena y rechazo, hubo compasión con las víctimas; vimos enormes grupos de ciudadanos simpatizantes durante el rezo del viernes: los ciudadanos no musulmanes formaron un cinturón de seguridad para proteger a sus conciudadanos musulmanes durante el rezo.

¿Somos nosotros capaces de llevar a cabo actos de la misma naturaleza en Rabat, El Cairo o Riad, en solidaridad con las víctimas de terrorismo cristianas, judías o no religiosas? ¿Somos capaces de no solo convivir en paz, sino de proteger al otro, al diferente, del peligro real que representan algunos componentes de nuestras sociedades? ¿Somos capaces de recibir a los miembros de otras religiones en nuestros lugares de culto?

La respuesta está clara, especialmente cuando vemos el trato de los musulmanes entre ellos mismos, entre facciones distintas de la misma religión y del mismo país. ¡Pues no digamos ya qué pasa cuando se trata de otra confesión!

¿Hemos juzgado alguna vez a un hombre musulmán por convertir a una turista extranjera al islam?

Reflexionemos también sobre la cantidad de personas a las que se las juzga en numerosos países bajo la acusación de “desprecio hacia las religiones” en Egipto, o de “sacudir la fe de un musulmán” en Marruecos, o por acusaciones similares aquí y allá… ¿No nos damos cuenta de que dichas acusaciones reflejan el concepto de una sola religión? ¿Hemos oído alguna vez que un musulmán egipcio que se haya burlado de los coptos o de los judíos haya sido juzgado por desprecio a la religión? ¿Acaso hemos juzgado alguna vez en Marruecos a un hombre musulmán por hacer misión entre judíos o por convertir a una turista extranjera al islam… bajo la acusación de “sacudir la fe de un judío o una cristiana”?

Nosotros, por supuesto, nos enorgullecemos y celebramos la conversión de los otros a nuestra religión, aunque en realidad no sea una ganancia para la religión, sino que es sencillamente una elección individual de una persona que, convencida por una religión concreta, ha decidido adoptarla. Exactamente igual es el hecho de que alguien salga del islam o de otra religión: no debe considerarse como una prueba de debilidad de dicha confesión porque, de nuevo, es sencillamente la elección individual de una persona en concreto. Sin embargo, nosotros rechazamos por completo este segundo caso. ¿Acaso la doctrina islámica es la única tan frágil que teme las sacudidas y teme el desprecio?

En resumen, deberíamos algún día ser conscientes de que la convivencia es una lengua compartida. No podemos homenajearla únicamente cuando nos conviene y considerarla una “corrupción moral” o una “guerra contra el islam” o una “aberración” cuando es en el interés de los demás, si queremos hacer gala de ella para demostrar nuestra humanidad.

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© Sanaa El Aji | Primero publicado en Al Hurra · 21 Mayo 2020 | Traducción del árabe: Carmen Gómez Orts

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2 comentarios en “Tolerancia selectiva

  • tusmuertosmimunt opina:

    niña sacate la polla de la cabeza, te acuerdas de je sui charli en todo el mundo y cuando paso en nueva zelanda que hicieron solo ponerse velos y poco mas asi ke dejate de milongas, si tanto te gustan los cristianos,judios y ateos convierte nadie te lo impide pero dejanos en paz a los musulmanes joder

  • Ael opina:

    Sanaa El Aji acierta de nuevo con un gran artículo. Enhorabuena. En este caso se aborda un tema muy interesante, ya que en realidad no se trata de un problema religioso, sino de una cuestión de madurez social a la que muchos pueblos del mundo aún no han llegado. Algunas sociedades presentan un claro complejo de superioridad que lleva a sus miembros a pensar que son los únicos poseedores de la verdad absoluta, por lo que el resto están equivocados, son unos ignorantes, inferiores y solo se los puede mirar con una mezcla de pena y desprecio. Por eso a las minorías a lo sumo se las «tolera» y pero de ningún modo se las «respeta», ya que de ninguna manera se considera a los distintos como «iguales». Estas sociedades están claramente enfermas y como consecuencia de este complejo de superioridad no cesan de generar problemas de violencia, discriminación, desigualdad y pobreza a todos los niveles. Pero afortunadamente la enfermedad tiene cura. Mediante una adecuada educación, en la que se preste atención a la ética, la filosofía, los valores y el cultivo de los derechos humanos en la que se parta desde la perspectiva básica de que todos los seres humanos somos IGUALES sean cuáles sean nuestras convicciones, orígenes o características se puede llegar a una sociedad sana y respetuosa, en la que todos puedan vivir en paz. Aún queda mucho camino por recorrer, y artículos como los de Sanaa contribuyen activamente a hacerlo. Gracias.

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