Opinión

Más allá de la pena de muerte

Sanaa El Aji El Hanafi
Sanaa El Aji El Hanafi
· 5 minutos

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No puedes ser islamista para que luego descubramos que haces el amor con tu amante en secreto o te veamos pisotear los derechos de los demás cuando te resulta fácil hacerlo sin el conocimiento de los otros. De la misma manera no puedes ser feminista y despreciar a la señora de la limpieza, simplemente por ser… la señora de la limpieza, ¡porque los derechos de la mujer no solo existen para quienes han podido estudiar!

Análogamente, no puedes ser activista de derechos humanos y contradecir los valores que se supone que debes defender, cada vez que un tema o una persona te moleste.

No entiendo que, frente a los casos de violación o abuso sexual de niños, leamos comentarios de algunas personas de la izquierda o del movimiento de derechos humanos que exigen la pena de muerte para el violador.

Un terrorista que ha decidido hacerse estallar ¿se retractará por miedo a la pena de muerte?

La abolición de la pena de muerte hoy en día es una demanda universal de los derechos humanos. No se puede creer en los derechos humanos y al mismo tiempo exigir la vulneración del primer derecho humano, el derecho a la vida.

En primer lugar, en ninguna parte del mundo la experiencia ha demostrado que la ejecución de delincuentes reduzca el porcentaje de criminalidad en esa sociedad ni que la pena capital actúe como un elemento disuasorio para el infractor antes de cometer un crimen. Esto sin hablar de la lucha antiterrorista. ¿Podemos imaginar, por ejemplo, que un terrorista que ha decidido hacerse estallar en un grupo de personas se retractará de su decisión por miedo a la pena de muerte?
De hecho, según las cifras y estadísticas, los países que han abolido la pena de muerte no registran tasas de delincuencia más altas que las que aplican la condena capital.

Basar la justicia en la idea de la venganza, ¿no la convierte en un concepto asesino?

Esto no significa impunidad, por supuesto, porque existen diferentes formas de castigo para los criminales, dependiendo de la naturaleza de su delito y el tamaño del daño que han causado a otros. Pero la ejecución sigue siendo la más atroz y la que menos influye en cambiar la conducta del criminal (¡es, de hecho, difícil cambiar la conducta después de la ejecución!) y que menos impacto positivo tiene en otros ciudadanos.

Esto sin olvidar que, en el caso de error judicial (que es muy probable que llegue hasta el 10 por ciento en algunos países) no hay posibilidad de volver atrás y corregir el error… ¡después de la ejecución!

Y en todo caso, ¿es correcto basar la justicia en… la idea de la venganza? ¿No se convierte la propia justicia en un concepto «asesino» en nombre de hacer justicia? Matar al asesino ¿es una restauración del derecho de la víctima o de los de su familia, por ejemplo? Me viene a la mente aquí una declaración de Gandhi en la que declaró que la política del ojo por ojo solo puede producir una sociedad ciega. Además, no puedes ser un activista de derechos humanos y desear que un violador … ¡sea violado para hacerle comprender lo espantoso del asunto!

La violación es una experiencia terrible y no podemos desearla ni siquiera a un violador

La violación es una experiencia humana terrible y debemos mostrar solidaridad con sus víctimas, ya sean hombres o mujeres, de la misma corriente intelectual o ideológica a la que pertenecemos o de cualquier otra corriente, ya sean amigos, extraños o incluso adversarios… Y debido a que es una experiencia humana terrible, no podemos desearla ni siquiera a nuestros oponentes…¡ni a un violador ni tampoco a alguien que justifique la violación!

Un momento de debilidad humana puede ser comprensibles. A todos nosotros nos puede salir un comportamiento, una frase o actitud que «no se nos parece», como diría un querido amigo. Un comportamiento, frase o actitud que no corresponde a los valores que defendemos. Pero nuestra fuerza, nuestra coherencia con nosotros mismos, con nuestras posiciones y con las consignas que defendemos (para que no solo sean consignas) radica principalmente en nuestra capacidad para criticarnos y revisar posiciones y comportamientos que se pueden emitir en un momento de fragilidad o ira demasiado humana…

Los valores que defendemos no adquieren su verdadero significado a menos que corresponden con nuestros comportamientos y actitudes cotidianos ante diferentes temas. Porque los lemas son simples y todos podemos escribirlos en sitios de redes sociales o proclamarlos en tertulias con los amigos… pero lo que importa en realidad es que nos «parezcamos a nuestros lemas», que seamos coherentes con nuestros discursos. ¡Para armonizar nuestros comportamientos y actitudes diarias con lo que hemos elegido defender sinceramente!

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© Sanaa El Aji | Primero publicado en Al Hurra · 20 Julio 2020 | Traducción del árabe: Nabil Lounzo

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