Opinión

Francia ante el pastel de Iraq

Haifa Zangana
Haifa Zangana
· 7 minutos

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Un nuevo término ha llegado a los mercados mediático-político la semana pasada, concretamente el 2 de septiembre. El término es “iniciativa de soberanía” o “marcha de soberanía”, y lo lanzó el presidente francés Emmanuel Macron durante una breve visita a Bagdad rodeada de secretismo.

Esa cita nos hace recordar las visitas de funcionarios estadounidenses que generalmente se limitan a reunirse con el primer ministro iraquí, ya sea en la Zona Verde amurallada o en una de las bases estadounidenses más fortificadas, donde el primer ministro cumple con la formalidad de comer con las fuerzas de ocupación para mostrar, como hizo Nuri Maliki, lo orgulloso que está del sacrificio de vidas a manos de los “terroristas iraquíes”.

Horas después de su visita a Beirut, Macron llevó a cabo uno de los actos mediáticos más inteligentes, galardonando con la más alta medalla francesa a la cantante Fairuz: nadie debate el valor nacional de su figura ni lo que representa para Líbano y los países árabes. Luego abrazó a la cantante Majida Rumi, asegurándole que Líbano estará bien (¿por qué los presidentes y los políticos abrazan a los niños, mujeres y derraman lágrimas frente a las cámaras de los medios de comunicación?). Y antes de que se secaran las lágrimas que mojaron el pelo de la cantante, el presidente francés envió rápidamente un tuit sobre el segundo país que quiere incluir bajo sus auspicios, junto a Beirut: “Les aseguro que mañana estaré en Iraq para lanzar, en cooperación con las Naciones Unidas, una iniciativa para apoyar el proceso de soberanía en este país”.

La visita a Bagdad llamó la atención, especialmente entre los iraquíes, dado que Iraq, a diferencia d Líbano, no es una antigua colonia en la que Francia esté tratando de recuperar su lugar con técnicas de ‘poder suave’ o mediante la organización de una campaña de ayuda “humanitaria”.

¿Quería Macron demostrar con su tuit que no está menos interesado en Oriente Medio que Trump?

Es cierto que Francia no participó en la invasión y ocupación de Iraq bajo el mando de Estados Unidos, como hizo Gran Bretaña, por ejemplo. Sin embargo, ha participado en la coalición liderada por Washington bajo el pretexto de luchar contra el Estado Islámico (Daesh) en 2014, y sus tropas permanecieron en Iraq un corto periodo de tiempo.

Lo que también llamó la atención fue que Macron recurrió a la red de Twitter para anunciar la visita. Este es un método característico del presidente estadounidense, Donald Trump, cuyos tuits, con todas sus paradojas, se han convertido en una alternativa a los comunicados de prensa, pero no es un sistema común entre otros presidentes de todo el mundo. ¿Quería Macron con su tuit demostrarse a sí mismo y al mundo que Francia no está menos en línea con la modernidad que los tuits del presidente estadounidense? ¿O señalar que no está menos interesado en Oriente Medio, especialmente después de que Trump declarara a Jerusalén como la capital de la entidad sionista y tras firmarse un acuerdo de normalización de las relaciones con los Emiratos Árabes, logros sin precedentes en los que Trump va a basar su campaña electoral?

O tal vez lo que Macron quería es refutar la opinión estadounidense expresada por el exsecretario de defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld, dos meses antes de la invasión de Iraq: entonces acusó a Francia y Alemania de ser la “vieja Europa” incapaz de seguir el ritmo de Estados Unidos para “salvar” al pueblo iraquí de un régimen injusto y construir la democracia. Él también alzó los brazos gritando: “¡Quiero apoyar al pueblo iraquí!”

Dentro de este marco conceptual se pueden distinguir algunas características del propósito de la visita, aunque la razón principal —e incluso lo que públicamente se había declarado al respecto— quedara vaga y sujeta a interpretaciones. Me refiero a la declaración de la “iniciativa de soberanía” como la motivo primordial de la visita y al hecho de que Macron repitiera este término, con variaciones coloridas dignas de la lengua francésa, en su discurso, entrevistas de prensa y reuniones oficiales con funcionarios en Bagdad, llevándolo íntimamente como bailarín de ballet cuando lleva a la heroína durante más de una hora, de pie sobre la punta de los dedos.

Advierte contra las “intervenciones extranjeras” en los asuntos iraquíes: Francia no es potencia extranjera…

“Nos enfrentamos a muchos desafíos, y quiero apoyar al pueblo iraquí. Pueden contar con mi compromiso, y trabajaremos con nuestros socios para movilizar a la comunidad internacional”. Las promesas de apoyo fueron derramadas generosamente con esta exhortación. En sus gritos de alerta, Macron ha reproducido las advertencias del discurso estadounidense e iraní respecto a dos peligros. El primero: Las implicaciones de las “intervenciones extranjeras” en los asuntos iraquíes, una formulación que excluye Francia de esa lista de potencias que intervienen en los asuntos internos. Más bien la presenta como una fuerza necesaria para proteger la soberanía iraquí contra otras “potencias extranjeras”, aludiendo principalmente a Turquía, con la que Francia se está enfrentando en el conflicto de Libia. El segundo peligro del que ha advertido Macron, y lo ha hecho citando textualmente el discurso estadounidense, es que “la guerra contra el Daesh aún no ha terminado”. Esto significa, necesariamente, que Iraq necesita el “apoyo” francés y la “movilización internacional”.

Cuando el polvo de los medios de comunicación se despeje y las declaraciones francesas se limpien de su apariencia amistosa sobre “prestar apoyo y asistencia al pueblo iraquí”, descubriremos que lo que Macron quiere lograr no es una vaga “marcha de soberanía”, sino más bien un viejo objetivo colonial envuelto en un tuit extravagante: que Francia consiga un pedazo del gordo pastel de Iraq. Mientras no reciba esta “recompensa” por haber “brindado apoyo a Irak en su guerra contra el Daesh” — como dijo el primer ministro Mustafa al Kazemi, dando las gracias a Macron— seguirá acusando a otros países de devorar ese mismo pastel.

Un país con petróleo y de los más corruptos del mundo ¿no es tentación suficiente?

¿Por qué Francia no debería recibir una parte de los contratos de armas, petróleo y los acuerdos comerciales que tiene hasta ahora Estados Unido e Irán? Y si la tierra de Iraq está abierta para ambos países, mientras Turquía viola sus fronteras, mediante bombardeos e incursiones, ¿por qué Francia no puede ser el tercer bando de las fuerzas de ocupación, tanto militares como ‘blandas’, en un país con la cuarta reserva de petróleo más alta del mundo? Un país que al mismo tiempo, con sus políticos anteriores y actuales, ocupa una posición prominente en la lista de los Estados más corruptos del mundo? ¿No es esto una tentación suficiente para cualquier partido o país que desee beneficiarse?

Están disponibles todas las condiciones apropiadas para expandir el alcance de explotación. El régimen corrupto necesita protección externa, cualquiera que sea. Y las nuevas potencias coloniales creen en mantener al país débil, exhausto, azotado por conflictos y guerras, y con la espada de las acusaciones de “terrorismo” dispuesta contra cualquiera que se resista.

Por lo tanto, no es casualidad que Macron no dirigiera su discurso de “apoyar al pueblo iraquí” al pueblo iraquí, este pueblo que se manifiesta, que está expuesto a asesinatos y secuestros, al que azotan en las plazas de sus ciudades desde octubre de 2019. Este pueblo que exige la restauración y la soberanía de su patria: conoce bien su significado y lo logrará tarde o temprano.

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© Haifa Zangana | Primero publicado en Al Quds al Arabi · 7 Septiembre 2020 | Traducción del árabe: Nabil Lounzo

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