Crítica

Una tragedia atemporal

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 4 minutos

Giosue Calaciura
Los niños del Borgo Vecchio

Género: Novela
Editorial: Periférica
Páginas: 168
ISBN: 978-84-16291-94-6
Precio: 16,50 €
Año: 2017 (2020 en España)
Idioma original: italiano
Título original: Borgo Vecchio
Traducción: Natalia Zarco


Sí, yo también pensé al principio en el neorrealismo italiano. El Borgo Vecchio que da título a esta novela, ese viejo barrio del centro de Palermo que ocupa un lugar muy destacado en mi corazón, se presta a ello. Las primeras páginas huelen a café del bueno —en ese país todavía no se permite abrir Starbucks— y pan caliente, y tanto el escenario decadente como los personajes poseen ese encanto que identificamos con el cine de posguerra en el país vecino.

Domenico, apodado Mimmo, un poco atolondrado porque, al nacer con el cordón umbilical en torno al cuello, su cerebro había sufrido insulti; su padre, Giovanni, que estafa a los vecinos pesando la mortadela en una báscula trucada; Cristofaro, el pobre chico maltratado sistemáticamente por un padre alcohólico; el caballo Nanà, invicto en todas las carreras. Totó el carterista, tan veloz sacando la pistola del calcetín como huyendo por los empedrados; Carmela, la prostituta más deseada, y su hija Celeste, que se evade de la miseria circundante a través del estudio…

Todos ellos van a trenzar una historia sencilla, narrada con ese tempo moroso que requiere la prosa dotada de una generosa carga lírica; que no solo no quiere ir al grano, sino que disfruta y hace disfrutar tomándose su tiempo, retrasando los desenlaces, pero que no engaña al lector, porque las cosas ocurrirán sin remedio: en seguida sentimos que todo el elenco está formado por títeres en manos del destino. Los niños del Borgo Vecchio, sin perder su aliento poético, es una tragedia en toda regla.

La intención no es hacer la fotografía fiel de una época, sino acaso desarrollar una fábula

Sí, la palabra neorrealismo acude a la cabeza del lector varias veces, sobre todo en el arranque de la historia. Pero muy pronto se comprueba que la intención no es hacer la fotografía fiel de una época, ni siquiera de un lugar concreto, sino acaso desarrollar una fábula. Es muy llamativo en este sentido que la referencia espacial del título se diluya al instante. Si no recuerdo mal, no hay una alusión en las tripas del libro a Palermo o Sicilia, ni a otros barrios, calles o edificios de la ciudad. Por el contrario, Calaciura parece muy concentrado en eliminar cualquier pista al respecto, hasta el punto de que cuando aparece la Patrona de la villa, se cuida mucho de informar de qué santa se trata.

Y lo mismo se puede decir de la época. Cualquiera que haya caminado por el Borgo Vecchio real, entre el teatro Politeama y el puerto, con esas callejas que nunca duermen y en las que el tiempo parece adensarse, entiende que sirven para cualquier momento, pero, ¿en cuál quiere situarnos el autor? Salvo por alguna leve referencia, como la del sonido de los televisores en el vecindario, resulta imposible saber en qué década estamos. Así lo quiere el novelista.

Tiene la gentileza de evitarnos referencias a la presencia mafiosa en Palermo

También tiene Calaciura la gentileza de evitarnos referencias a la presencia mafiosa en Palermo, aunque las carreras de caballos que se dan todavía hoy en la isla están, como todo lo clandestino, en manos de la mafia. Pero ya que de eso tenemos de sobra en las series de Netflix, se agradece que por una vez no se incurra en ese tópico —por desgracia de gran raigambre en la vida real— y nos cuente una peripecia en la que el presunto malhechor es un ratero cualquiera, nada diferente de sus colegas de Roma, Londres o Madrid.

Sciascia, inevitable espejo de quienes quieren escribir desde Sicilia, decía que la isla es el mundo. Calaciura recoge de algún modo esa máxima y recrea, en esta obra que conquistó el premio Volponi 2017, una metáfora de la naturaleza humana con sus miedos, sus deseos y sus esperanzas. La marginalidad y las angustias de los protagonistas existen de manera cierta y hasta son características de cierta meridionalidad. Pero el Borgo Vecchio de Calaciura no se debe buscar en los planos de Palermo, sino tal vez en los atlas de regiones literatura fantástica.

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