Crítica

El mercado del deseo

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 5 minutos
Mereces un amor
Dirección: Hafsia Herzi

Género: Largometraje
Intérpretes: Hafsia Herzi, Djanis Bouzyani, Jeremie Laheurte, Anthony Bajon, Sylvie Verheyde, Myriam Djeljeli
Guion: Hafsia Herzi
Produccción: Les Films de la Bonne Mère · Arte France Cinéma
Duración: 102 minutos
Estreno: 2019
País: Francia
Idioma: francés

 

Muchos la recordarán por su papel en Le graine et le mulet (Cuscús para el mercado español), cuyo papel protagonista le valió el premio Mastroianni y el César a la mejor actriz revelación. Luego la veríamos en numerosos filmes como La fuente de las mujeres o Mektoub my love, y aquí tenemos de nuevo a Hafsia Herzi, francesa de padre tunecino y madre de origen argelino, brillando una vez más como actriz a la vez que debuta como directora.

Su propuesta es aparentemente sencilla, una historia de jóvenes de hoy, pero contada con la suficiente madurez y profundidad como para dejarnos cavilando y hasta —como ha sido mi caso— volver a verla en busca de detalles que hayan podido escaparse de una primera visualización.

El planteamiento es deliciosamente básico: Lila, la protagonista, es una joven enamorada de su novio y que no gana para disgustos a cuenta de la promiscuidad de éste. Me dejas, te dejo, nos damos un tiempo, te vas, vuelves: la danza de las hostilidades en diverso grado la tiene girando en el vacío y mina su autoestima hasta que decide liberarse de esa dependencia emocional y probar a dejarse querer por otros chicos. Pretendientes no le faltan: esa mezcla de timidez extrema y de deseo contenido resulta un reclamo irresistible para todos, aunque no siempre consiga olvidarse del guapo Rémi.

Prácticamente todo el filme narra esa búsqueda del amor que va cobrando visos de viaje iniciático, pues a quien necesita encontrar Lila —se sospecha al principio y se va entendiendo sobre la marcha–—es a ella misma a través de otros cuerpos. Porque Rémi, el seductor Rémi, es un callejón sin salida, incluso cuando decide marcharse unas semanas a Bolivia con la excusa mística de alejarse de todo y aclarar sus ideas. ¿Conseguirá Lila ser Lila?

Los personajes funcionan como un reloj y el guion fluye a través de diálogos y llenos de chispa

Mientras esta cuestión se dilucida, Harzi va anotándose puntos a favor: la película arranca fuerte y mantiene el interés y el ritmo a lo largo de todo el metraje, los personajes funcionan como un reloj y las interpretaciones los defienden de maravilla a pesar de la juventud del reparto, especialmente Djanis Bouzyani en el papel del amigo gay; el guion fluye a través de diálogos inteligentes y llenos de chispa, mientras que la fotografía mantiene muy bien el equilibrio entre esa belleza algo melancólica que transmite el personaje central y la agilidad que exige la trama.

Acierta también Harzi al despojar al reparto de clichés identitarios. Salvo alguna mención a “las mujeres árabes”, el origen de los personajes, su fe o el color de su piel son totalmente irrelevantes, en el sentido de que no condicionan para nada su conducta ni el comportamiento que los demás tienen hacia ellos. Después de décadas de un cine que, con mayor o menor justificación, ponía el foco en estos hechos, es un alivio comprobar que se pide contar una historia de personas que pueden relacionarse saltando alegremente sobre esos detalles. Como debe ser.

El drama de Lila es el de cualquier chica normal del siglo XXI. El novio —esto es, la institución de la pareja–—le ha salido rana, no tiene nada que ver con la cápsula de seguridad y felicidad que seguramente le contaron que era. Pero el deseo de amar y ser amada la impulsa a seguir buscando, y eso pasa por ser promiscua ella misma. Por entrar a jugar en lo que se ha dado en llamar el mercado del deseo, esa noria de estímulos que gira ante nuestros ojos en el trabajo, en el parque, en la discoteca.

La muchacha es el paradigma de esa mujer contemporánea a la que no le sirven los esquemas heredados

Un mercado que, como pronto comprobará Lila, tiene sus pros y sus contras, la fiesta continua de saltar de cama en cama versus la insulsez del sexo por el sexo, del que Woody Allen decía que como experiencia vacía era una de las mejores que podían tenerse, pero que no deja de abocar al hastío o la desazón.

En otras palabras, la muchacha es el paradigma de esa mujer contemporánea a la que no le sirven los esquemas heredados (esas abuelas y madres casadas con el primer hombre que conocieron, per saecula seculorum) y tienen que seguir su propio sistema amoroso, pero ¿cuál? No hay pistas, apenas hay modelos a imitar: toca inventarlos, y abrir camino para las generaciones venideras.

Con Mereces un amor, título extraído del famoso poema de Frida Kahlo, Hafsia Herzi presenta unas espléndidas credenciales como directora al tiempo que aporta su visión a un debate que todavía está lejos de agotarse. Porque todavía no existe la fórmula segura para encontrar ese amor

… que se lleve las mentiras,
que te traiga la ilusión,
el café
y la poesía.

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