Libyan Crossroads

por Ricardo García Vilanova
Refugiados y migrantes en un autobús de un centro de deportación de Trípoli.Reparto de alimentos en un centro de detención de hombres en Milita, cerca de Zauiya, Libia.El equipo de la ONG Médicos sin fronteras pesa a un niño de Sudán del Sur en Darfur, Sudán.Una de las hijas del palestino Yahya Hasanat, de 37 años, llora su muerte por disparos de las tropas israelíes durante
las protestas de Gaza (2018).Bebés en tratamiento en el hospital de Médicos Sin Fronteras en Kario, región de Darfur (Sudán).Sirios en el campo de refugiados de Al Hawl tras huir de los combates en Deir ez-Zor (Siria).Soldados disparan contra yihadistas del ISIS (Daesh)
durante los combates en Sirte, Libia (2016).Miembros de la tripulación del Open Arms con refugiados y migrantes en la proa del barco, rumbo a Italia.Un equipo de las ONGs  Open Arms y Emergency toman la temperatura a refugiados y migrantes subsaharianos para un triaje de covid.Samir, de ocho años, de Somalia, en el buque de rescate Astral de la ONG Open Arms en ruta hacia Lampedusa.

El sueño de la razón produce monstruos

 

El sueño de la razón produce monstruos. Siempre hemos necesitado monstruos y demonios; con ellos podemos justificar lo injustificable y Libia adoptó ese papel para nosotros: se convirtió, de repente, en el demonio. En un rescate marítimo a bordo del barco Dignity de la ONG Médicos sin Fronteras en 2015, la realidad del infierno vivido contada por las personas rescatadas que llegaban desde Libia distaba en muchos aspectos de la realidad de ese país y de sus gentes. Las historias inhumanas que se escuchan aún en los barcos son totalmente ciertas: se trafica y tortura a seres humanos, pero también existe otra Libia, donde refugiados y migrantes viven en libertad, algunos con negocios propios y otros trabajos estables o temporales.
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Mantas en el suelo, algunos enseres personales, mensajes escritos en las paredes o ropa colgada en cuerdas improvisadas. Todo forma parte del entorno. Algunos centros disponen de muy poco espacio y las personas viven y duermen apiñadas, codo con codo; otros más afortunados pasan los días en espaciosas estancias que comparten con una veintena de personas. La comida se reparte en unos grandes recipientes, de donde comen unas doce personas. En realidad, no distan demasiado de otros centros, hecho corroborable gracias a algunas visitas efectuadas a esos centros de detención en Libia, sin previo aviso, durante diferentes años, y tras observar las condiciones de vida reales de los refugiados y migrantes.

[Ricardo García Vilanova]

[Las diez fotos, seleccionadas por el autor, pertenecen al libro Libyan Crossroads que muestra la vida de los migrantes en Libya y en los países de los que proceden, publicado en la Editorial Blume (2021). Más información en la web del periodista.