Artes

Mercedes Escolano

Placeres y mentiras

M'Sur
M'Sur
· 5 minutos

Cartas marcadas


Ya ni recuerdo la sarta de mentiras
que fui inventando en cada encuentro
pero fue excitante ir haciéndote a mi imagen,
modelarte a partir de mi costilla…

Una poeta dialoga con sus escritos. Con esos viejos poemas que escribió en tiempos de arrojo y pasión. Entonces iban dedicados a las noches de desenfreno o de soledad, cruzaban motos y nubes de tabaco. Pero de eso hace treinta años o casi cuarenta. Quedan los papeles de entonces en el cajón, los diarios feroces, manchas de carmín sobre el papel, huellas de ron derramado.

Quizás no fuese todo verdad: los poemas se inventan para crear otra vida, la que una no tiene, o solo en breves momentos de madrugada. Ahora quedan viejas máquinas de escribir, teclas que hace tiempo no se aprietan, estanterías de libros que un día fueron compañeros y hoy siguen ahí, silenciosos, casi un reproche. Ya no está ni la barra del bar: ahora la tarde se va sumergiendo despacio en una taza de café. Queda el rastro de los placeres ¿placeres o mentiras?

Placeres y mentiras es la última entrega de Mercedes Escolano (Cádiz, 1964) tras una trayectoria literaria de veinte poemarios en cuatro décadas (Marejada, 1982, Felina calma y oleaje, 1986, Malos tiempos, 1988, Estelas, 1990, No amarás, 2001…). La poeta se coloca ante el espejo, conjura lo escrito, pero las palabras grabadas en el azogue se han convertido en fantasmas, en sombras, en humo. Es el destino de quienes han jugado contra sí mismo en el casino de la vida con las cartas marcadas. Pero es dulce la burla / y qué hay de malo en divertirse un poco / si son pocos los días que me quedan.

[Ilya U. Topper]

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Maleta con papeles
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En medio del desorden de mi vida

los poemas han ido cruzando como trenes.

Hoy solo queda el absurdo

de una estación vacía, el recuerdo de

breves pero intensos viajes.

He recorrido muchos andenes

en busca de un poema

que logre emocionarme y me seduzca,

un cruce de pasión e inteligencia.

No en vano han pasado los años.

No en vano han pasado los trenes.

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Puta literatura
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Se acerca con las medias torcidas

y unos labios muy rojos.

Trae el pelo en desorden

y un gesto de cansancio en los párpados.

La miro pasar, como otras tardes,

calle abajo. Con desgana

acude a sus clientes sin sospechar

el terciopelo, la seda, el armiño

que guardo para ella. He dispuesto

toda suerte de lujos en la casa.

Me conformaría con poco:

enderezar sus medias, quitarle el maquillaje,

respirar cerca su carne marchita,

temblar si me mira de soslayo.

Aunque nunca pronuncie mi nombre.

Aunque nunca

quiera encender mi caja de cerillas.

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Costumbres
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¿Qué fue de aquella adolescente

que acudía a la biblioteca pública

en busca de su ración diaria

de emociones?

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¿Aquella que robaba

en pequeñas librerías de la ciudad

y volvía a casa con un botín pirata

y el corazón en vilo?

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¿Qué fue de la estudiante de Letras

que se aburría en las aulas,

la lectora voraz,

la tejedora de mitos?

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Los libros se amontonan en su casa.

Aún no ha perdido aquella capacidad

de asombro y deleite, aunque confiesa

ser más exigente e implacable.

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Los libros le regalaron horas

entrañables. Con ellos aprendió a ser

voluble, caprichosa, traicionera,

cruel como toda criatura literaria.

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Si la ves, dile que aún conservo

algunos recuerdos:

poemas emborronados en tinta verde,

apasionadas cartas y diarios feroces.

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La sombra del escritor
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Si concebí la vida como un juego de salón

y acepté sus normas vanas, superficiales;

si aprendí a aparentar lucidez, elegancia,

un falso gesto de equilibrio y mesura;

si encubrí con ingenio errores comunes;

si escondí la soledad, los sentimientos

más humillantes e hirientes;

si fui mentirosa, hipócrita, cínica;

si aspiré a un minuto de gloria

entre el fango; si me burlé de todos

los caminos que conducen al éxito;

si aposté por instinto (y perdí)

repetidas veces sin arrepentirme,

todo lo hice en tu nombre.

Ya sé que no me amas, pero al menos podrías

recordar momentos en que te he defendido.

Cuando todo iba mal y tu mundo se hundía,

era yo quien mataba a tus fantasmas,

quien soportaba tu orgullo, tus desdenes,

quien te acompañaba a casa a altas horas.

Nunca has agradecido estos desvelos.

Soy yo la que ha lavado tus trapos sucios,

y a cambio no darías una palabra amable.

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Placeres
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Entre los placeres de la piel

y los placeres de la inteligencia

¡cuántas veces he tomado el camino equivocado!

Lucidez, fervor, excitación: eran los síntomas.

Poco importa, a fin de cuentas,

acertar o equivocarse

si, pasado el tiempo,

no valoramos tanto las acciones mismas

como la introspección que provocaron.

Placeres refinados, ¿qué sabéis de mí?

Perversas meditaciones, ¿adónde

pretendéis llevarme?

Mientras mi mano izquierda explora lenta

el pecho izquierdo, la derecha

procura dar caza a palabras fugitivas,

enfilando el galgo tras la liebre.

Finalmente, aparecen sobre el papel

redondas, sensuales

palabras con forma de areola.

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Las trampas del juego
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Lector,

a menudo confundes

confidencias cuidadosamente disfrazadas

con la sinceridad imposible y desnuda

de quien urde la trama. Jamás

destaparé el engaño; tan íntimo resulta,

tan pudoroso mostrarlo al descubierto,

que podría parecerte

obsceno ejercicio de memoria.

Placeres y mentiras se entrelazan

como cuerpos sudorosos y tensos

en la seductora página en blanco.

Hace tiempo que Poema y Poeta

pactaron tácitamente

las trampas del juego de la vida.

Lector, sé mi cómplice.

Siquiera por unas horas,

antes de que amanezca.

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© Mercedes Escolano  (2020)  |  Cedido por la autora |  Rayo Azul Poesía / Huerga y Fierro Ed.