Opinión

Nosotros te marcamos el camino

Sanaa El Aji El Hanafi
Sanaa El Aji El Hanafi
· 6 minutos

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Un hombre de cuarenta y pico disfruta de tomarse una copa de vino en la comida y bebe cerveza cuando queda con los amigos.

Dos jóvenes que llevan casados unos 5 años deciden no tener hijos por motivos personales.

Una chica de veintipocos quería a un chico y se acostaba con él. Cuando descubre que está embarazada, él se niega a hacerse responsable del niño/a que viene. Ella decide quedarse con la criatura, a pesar de las dificultades económicas, sociales y legales a las que va a tener que enfrentarse.

Un matrimonio no se pone de acuerdo en cuanto a tener hijos, así que deciden hacerse cargo de un niño que vivía en un centro de Protección de la Infancia.

Un chico descubre que es homosexual. Durante años ha estado sufriendo el castigo de su conciencia por haberse criado en una sociedad en que se enseña que la homosexualidad es la máxima expresión de la rebeldía (a pesar de que es una orientación natural y no un pecado que “se elige”)…hasta que decidió aceptarse a sí mismo y a su orientación sexual en una sociedad en la que no la aceptan la mayoría de sus miembros.

Que una persona beba alcohol no significa que les diga a los demás que hagan lo mismo

Una joven soltera sueña con ser madre, pero se niega a casarse solo para tener hijos, así que decide adoptar una niña y vivir con ella su maternidad, sin la coerción de la sociedad y sin las dificultades de concebir un hijo fuera del matrimonio.

Dos jóvenes casados prefieren dedicar la mayor parte de sus ingresos a viajar (hablamos de antes del coronavirus) en lugar de amueblar un carísimo salón marroquí que impresione a los invitados.

Un chico se convierte del islam al cristianismo, y una chica del cristianismo al budismo.

Una chica elige seguir la dieta vegetariana a base de frutas, verduras y carbohidratos, evitando la carne y el pescado en cualquiera de sus formas.

Una joven decide vivir de manera independiente de su familia.

Un joven decide dejar sus estudios de medicina para estudiar escultura, arte en el que reside su verdadero talento.

Otra chica se desprende de sus convicciones religiosas y se declara “no religiosa”.

Podríamos seguir así hasta el infinito enumerando numerosos y variados casos de personas que conforman el mosaico de una sociedad a la que le molesta la diferencia, por pequeña que sea y aunque sea individual y no afecte a las decisiones del resto.

Que una persona beba alcohol no significa que les diga a los demás que hagan lo mismo. Que uno elija ser vegetariano no impide que los demás coman carne. Que dos personas practiquen sexo fuera del matrimonio no impide que los demás conserven su virginidad (la verdadera y no la social) hasta que se casen.

La “sociedad del colectivo” te pide que te fundas con el resto,  aunque sea a costa de tu felicidad

Si una persona o un matrimonio decide no tener hijos, no impide a los demás que los tengan ni que se continúe perpetuando nuestra especie. Que hay algunos que piensan que la elección de ciertas personas de no concebir ¡supondrá la extinción humana!

Que una persona sea homosexual no supone imponer a los demás que cambien su orientación sexual. Que una persona cambie de religión o incluso que se haga atea son decisiones personales que no afectan a la religiosidad de los otros.

Resumiendo: somos diferentes, somos diversos, cada uno de nosotros tiene sus propias elecciones, orientaciones y la manera de vivir que le convenga. Así que, ¿por qué algunos tratan de hacer que nos parezcamos todos a una copia idéntica?

¿Por qué a algunos les da miedo la diferencia, la capacidad de algunas personas de escuchar honestamente lo que de verdad quieren, y no lo que les dicta la sociedad?

¿Cuándo vamos a dejar de entrometernos en las decisiones de los demás?

Al final, lo que la “sociedad del colectivo” te pide es que te mezcles y te fundas con el resto,  aunque sea a costa de tu propia felicidad. Se te pide que ahogues toda voz interior que te empuje a elegir de forma diferente, que suprimas tu inclinación afectiva/emocional, religiosa, sexual y biológica, que niegues tus elecciones en general (viajar, dónde vives, casarte o no, lo que quieres comer, practicar una religión o no hacerlo, etc.), de manera que no se produzca una disrupción de la concepción de lo que “deberíamos” ser.

¿Cuándo vamos a concienciarnos de que la persona que vive sus diferencias y sus especificidades con libertad es capaz de crear, innovar y generar valor añadido a la sociedad, a la economía, a las artes, etc.?

¿Cuándo vamos a aceptar que somos diferentes de los demás en carácter, forma, orientación, objetivos e incluso en nuestra propia concepción de la felicidad? ¿Cuándo vamos a dejar de entrometernos en las decisiones de los demás y de determinar lo que les conviene?

Cuando reconozcamos que una sociedad sana se desarrolla con la pluralidad de sus componentes, podremos soñar con un mañana mejor que asegure el derecho a existir a todo el mundo, con sus diferencias y sus elecciones diversas.

Cuando reconozcamos todo este mosaico plural crearemos una bonita imagen con todos nuestros colores en lugar de una imagen unificada que transforma a muchos de sus miembros en nombre de “el grupo”, “la cultura de la sociedad”, “las tradiciones”, etc, y que no es otra que el traslucimiento del miedo de algunos a enfrentarse a sus especificidades y a su falta de capacidad para salirse del recuadro en el que se los ha dibujado.

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© Sanaa El Aji | Primero publicado en Al Hurra ·  5 Ago 2021 | Traducción del árabe: Carmen Gómez Corts

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