Opinión

Los papeles de reparto

Alberto Arricruz
Alberto Arricruz
· 10 minutos

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Crónica de las elecciones presidenciales de Francia #1

 

Estas ultimas semanas recibí mensajes en WhatsApp y Telegram de amigos españoles, del sur al norte (¡Euskadi!), esperanzados por el anuncio de que Anne Hidalgo, nuestra paisana alcaldesa de París, nacida en San Fernando (Cádiz) y de doble nacionalidad francesa y española, se presenta a las elecciones presidenciales en Francia.

A pesar de la simpatía que nos pueda ganar, como cuando la selección española de baloncesto o de fútbol gana algún mundial, aconsejo que nadie prepare la fiesta: no se va a comer ni un rosco.

Cierto que tenemos en Francia a políticos de origen español al máximo nivel —después de Manuel Valls y, además de Hidalgo, el líder de izquierda radical Jean-Luc Mélenchon. Cierto que Sarkozy ordenó, cuando asumió la presidencia en 2012, difundir Asturias de Albéniz en el palacio presidencial en homenaje a su (entonces) esposa Cecilia, nieta del músico. Pero todavía queda mucho antes de que bailemos sevillanas o jotas en el Palais de l’Élysée.

A primera vista, parece difícil entender por qué todos los dirigentes del partido socialista, más allá de sus profundas divisiones, han pedido a Hidalgo presentarse. Y es que basta con salir de París para constatar el absoluto rechazo popular a la figura de la alcaldesa. Hidalgo representa toda esa nueva burguesía urbana, verde, “inclusiva” y muy contenta de sí misma, que parece mirar con desprecio a las clases populares, esas que se reconocían en el inicio del movimiento de los chalecos amarillos cuando llamaban a bloquear París.

El partido socialista ya tiene un presidenciable: el actual presidente Emmanuel Macron viene de sus filas

Sea tal percepción justa o no, Hidalgo empieza con la perspectiva de ni siquiera igualar el estrepitoso resultado que consiguió el candidato socialista anterior, Benoît Hamon: un 6,3% en 2017. (Y sacarla en foto en un campo con vacas, con un vestido verde —sí, lo han hecho— no la salvará).

La verdad es que el partido socialista ya tiene un “presidenciable”: el actual presidente Emmanuel Macron. Macron viene de sus filas, ha sido promovido hasta la cúpula del poder por la eminencia gris socialista Jacques Attali, y ha sido el ministro socialista más influyente del mandato presidencial de François Hollande.

En vísperas de las elecciones presidenciales de 2017, Europa estaba atravesada por un temporal político que, de Grecia a España pasando por Italia, amenazaba con llevarse por delante a los partidos que dominaban hasta entonces la política, incluyendo el partido alfa francés: el partido socialista. Presintiendo eso, Macron obtuvo el apoyo decisivo de las cúpulas del poder financiero, el que manda sin presentarse a elecciones, y del que él mismo es parte y súbdito por haber pasado la puerta giratoria.

La candidatura Macron fue vendida como “novedosa”, “independiente”, “en ruptura con los partidos”. Obligaron a Hollande a tirar la toalla para dejarle paso, y desprendieron del partido clásico de derecha un buen pedazo del aparato que se pasó al movimiento de Macron, ‘La République en marche’.

La operación funcionó: en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, en abril 2017, Macron, la candidata de extrema derecha Marine Le Pen y el candidato de izquierda radical Jean-Luc Mélenchon coparon juntos un 65% de los votos, marginalizando los dos partidos que hasta entonces ocupaban el espacio central de la política. El partido de derecha “Les Républicains” (LR), el de Chirac y Sarkozy, quedó en un 20% y el partido socialista quedó totalmente laminado, dividiendo por cinco su resultado de 2012.

Macron confía en pasar la primera vuelta para quedarse solo en la segunda frente a Le Pen hija

La elección de Macron, en la segunda vuelta frente a Le Pen, fue un gran hito de la manipulación política: la gente quería barrer a los partidos para cambiar la política, y se ha quedado con un gobierno de gran coalición derecha+socialistas tal como lo prescribían Alemania y la Comisión europea, pero disfrazado de novísima oferta rupturista. Todo cambia para que nada cambie: gatopardismo à la française.

Cinco años mas tarde, Macron se prepara a un segundo mandato, ya sin poder engañar al pueblo repitiendo la jugada maestra del 2017. Y es que su política, la de Merkel, la de Draghi, la de la UE, es la misma de siempre, continuadora de Sarkozy y Hollande. El affaire Benalla, la revuelta de los Chalecos amarillos y la gestión de la pandemia dejan ante la próxima cita electoral a un Macron muy desgastado.

También Jacques Chirac llegó quemadísimo al final de su primer mandato en 2002, consiguiendo menos de 20% de votos en la primera vuelta… Pero eso le bastó para ganar en la segunda, con un 82% frente a Le Pen padre. Macron confía en poder repetir la hazaña: pasar la primera vuelta para quedarse solo en la segunda frente a Le Pen hija, como ocurrió hace cinco años, y con la líder de extrema derecha suficientemente debilitada para garantizarle el éxito. Para eso hay un guion, y se necesita un reparto en el que cada uno juegue su papel.

Esta vez, ni en el partido socialista ni en el partido de derecha se han planteado primarias. No quieren sorpresas. Cada uno debe estar en su sitio, y sacar al actor de reparto esperado por la producción: un candidato que pueda llevarse en la primera vuelta la parte de voto de derecha o izquierda que no se llevará Macron, para concedérselos en la segunda vuelta frente a la extrema derecha.

Medios y tertulianos de toda la vida —algunos haciendo de voz autorizada en teles y radios desde hace ¡más de cuarenta años!— están montando el reparto perfecto, a golpe de encuestas que ya te tienen cantado el resultado.

Ahí va el casting: estrella de la peli: Emmanuel Macron. Mala de la peli: Marine Le Pen.

Actores de reparto: el izquierdista radical Mélenchon (que, a semblanza de nuestros Iglesias y Errejones pero con su propio estilo grosero y colérico, ha destrozado la base conquistada en 2017), la sacrificada socialista Anne Hidalgo, el derechista con carisma de ostra Xavier Bertrand, el “verde” Yannick Jadot (excepcionalmente, esta vez las primarias del partido verde no han designado al peor candidato de esa corriente).

Los guionistas han previsto una novedad para esta temporada: la candidatura del tertuliano Éric Zemmour

Siguen el secretario general del difunto partido comunista —que espera algún rédito de la caída de Mélenchon—, los dos tradicionales candidatos trotskistas y un par de personajes folclóricos que siempre se cuelan.

La producción y los guionistas han previsto una novedad para esta temporada: la candidatura del tertuliano mediático de extrema derecha Éric Zemmour. Desde septiembre no hay un día sin que se hablé de él en todos los medios. Y si miras tu hilo Facebook, tres de cada cuatro videos o anuncios te lo sacan… y cuando los borras vuelven, que casualidad.

Zemmour lleva años de tertuliano en toda clase de emisión de tele, rehabilitando, sin que nadie le contradiga en serio, la extrema derecha francesa antisemita, marginalizada desde que colaborara con los nazis. Denuncia que la inmigración acabará con la civilización occidental porqué Occidente se está volviendo de maricones dejando paso a los machotes musulmanes. No penséis que exagero, eso es exactamente lo que dice. Lo original de Éric Zemmour: es de origen judío argelino.

Su promoción en los medios tiene claramente el objetivo de dividir el voto de extrema derecha para restarle fuerzas a Marine Le Pen. Pero con la perspectiva de que Le Pen llegue a la segunda vuelta, frente a Macron. Lo que pasa es que el actor de reparto Zemmour, a semejanzas del Pablo Iglesias de 2014 lanzado por las tertulias televisivas, puede ir mucho más lejos de lo que los guionistas tienen previsto. Puede que nos salga el Trump francés.

Fuera de ese reparto ya decidido, intentan saltar al ruedo un par de espontáneos: la derechista Valérie Pécresse, presidenta del Consejo regional de región parisina (un ente que no tiene ni mucho menos los poderes de una comunidad autónoma española, pero que da mucha visibilidad), y el disidente socialista Arnaud Montebourg, antiguo ministro de Industria de Hollande, que se opuso con fuerza a Macron, entonces ministro de Hacienda.

Montebourg es el típico electrón libre que, menospreciado por los medios, puede dar la sorpresa

Al contrario de Xavier Bertrand, Pécresse tiene alma de competidora, en eso se parece a Sarkozy. No tiene la intención de quedarse en el papel de reparto previsto; ella compite para ganar. Reclamó primarias, pero el partido LR solo aceptó seleccionar su candidato en un congreso, a semejanza del partido socialista. Por lo que Bertrand y Pécresse, que se habían dado de baja del partido, tuvieron que renovar su adhesión. También compite en esa fase el excomisario europeo Michel Barnier, negociador del Brexit y ahora con un discurso de defensa de la soberanía nacional francesa…

Montebourg es el típico electrón libre que, partiendo de nada y menospreciado por los medios, puede dar la sorpresa. Al contrario de Pécresse, no ha aceptado supeditarse a la disciplina de un partido. Tiene una notoriedad real, una buena imagen popular, un recorrido que le permite presentarse con un story telling a la americana, y parece preparado (pero aun con muy pocos medios y un equipo reducido).

Las presiones sobre el partido LR para bloquear en su congreso la candidatura de Pécresse se han puesto en marcha. Lo vimos cuando Sarkozy, aun muy influyente en su partido, fue recibido amistosamente por Macron en el palacio presidencial… una semana antes de se condenado a un año de cárcel.

Frente al otro espontáneo, Montebourg, están las presiones de todo tipo para que no consiga las quinientas firmas de ediles locales de treinta provincias distintas, obligatorias para presentarse a la presidencial. Pero veremos si Hidalgo no tira la toalla antes de tiempo, obligando entonces el partido socialista a alinearse con Montebourg.

Así se encaran las próximas elecciones presidenciales francesas, que se decidirán en dos vueltas en abril 2022: con un guion escrito y los actores de reparto ya conocidos, pero también con un par de espontáneos que pueden dar un giro al guion perfecto. Y una experimentación con la extrema derecha que se le puede ir de las manos a la producción.

Una elección nada cantada, cuyo desenlace será crucial para toda Europa.

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Continuará…

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© Alberto Arricruz |  Noviembre 2021 · Especial para M’Sur

 

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